ORATORIO NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO
En las postrimerías del siglo XIX, en Avellaneda, pueblo del
norte cordobés, un caluroso día de enero, la hermosa estación
del Ferrocarril Central Norte, entró en “diálogo”
con el Oratorio de los Martínez, la capilla Santa Gertrudis que
fuera de las Catalinas.
Es que el Santo Obispo de Córdoba, Fray Mamerto Esquiú, estaba
cumpliendo con la promesa que tiempo atrás le hiciera a los
feligreses del lugar, cuando les dijo: “A mi vuelta me
detendré aquí unas horas…”.
Lejos estaba de suponer el prelado, que lo haría inerte, ya que
el día anterior, el miércoles 10 de enero de 1883, a las tres de
la tarde, moría en la Posta del Pozo del Suncho en Catamarca, su
provincia natal.
Su cuerpo será trasladado en tren desde Recreo a Córdoba, pero
la lucha entablada entre liberales y católicos provocó lo
inesperado. Al enterarse algunos pasajeros que en el tren
viajaban los restos del obispo, exigieron que sean bajados por
razones de sanidad. Fue entonces cuando
la
Estación Avellaneda y el Oratorio del Rosario, los acogieron.
Frente a la estación del ferrocarril, calle de por medio, se
levanta el pequeño oratorio que albergó al Obispo, a lo largo de
cuarenta y ocho horas.


La nave colocada de costado, paralela a la calle no interrumpe
la continuidad de la envolvente de la manzana. Tiene 13,60 m de
largo por 4,70 m de ancho con techo plano
inclinado con tirantería de madera. En el piso, una placa
de mármol recuerda el lugar donde fue enterrado provisoriamente.
Sobre la misma se puede leer el siguiente texto: "Justo
homenage de admiracion y respeto a la memoria del Ilustrisimo y
Reverendisimo Señor Doctor Don Fray Mamerto Esquiú y Medina
dignisimo Obispo de Córdoba Consagrado en la Capital de la
República el 12 de Diciembre de 1880. Muerto en el "Suncho",
dando como BUEN PASTOR la vida por sus ovejas en las selvas
solitarias de su rebaño, el 10 de Enero de 1883. Sepultado en
este sitio al siguiente dia a las siete pasado meridiano, de
donde fué exhumado treinta y una horas despues para ser
trasladado a la Iglesia Catedral de Córdoba. R.I.P."
(Las faltas de ortografía son copia fiel).


Adosada a la nave en su flanco izquierdo, una galería con tres
columnas circulares de mampostería, se cierra en la sacristía
de 5,40 m por 3,70 m. Ésta se comunica con la nave y con la
galería.




El lenguaje italianizante es muy simple, con pilastras que van
ritmando el frente: la puerta de entrada con dintel en arco de
medio punto, rodeada con dovelas y clave de argamasa imitando
sillares, como en los refuerzos de esquina, los prolijos
entablamentos y el ático. La fachada, que mira al sur, se
encuentra transversal a la calle y se presume que fue construida
alrededor de 1860.


Sobre la galería, en el imafronte una pequeña espadaña compuesta
por dos pórticos adosados con arco de medio punto, aloja una
única campana. A su lado, la fachada termina con un tímpano
coronado por una cruz de hierro forjado.

Una ventana rectangular, en la fachada de la calle, permite el
ingreso de luz natural al interior de la nave.

El retablo hecho en material de frente es más rico que el
conjunto.
La imagen de la Virgen del Rosario, celosamente guardada por
varios años en el Museo de Arte Religioso Juan de Tejeda de
Córdoba, preside nuevamente el lugar de oración, donde estuvo
cuando el velatorio de Esquiú.


Algunos antecedentes…
Las órdenes religiosas recibieron generosos beneficios reales:
mercedes que en la época de la conquista les habían otorgado. En
este caso nos referimos a fracciones correspondientes a la
Merced de Macha. Serán los herederos de la familia de los Gaspar
del Corro que eran los viejos beneficiarios de esas entregas y las Catalinas de Córdoba, fundadas por Leonor de Tejeda, a la
muerte de su esposo, el general Manuel Fonseca Contreras,
quienes recibirán a unas diecinueve leguas al norte de Córdoba,
una significativa porción de tierras que, con el correr de los años y la llegada del
ferrocarril, tomarán el nombre de Estación Avellaneda-
El Arquitecto Rodolfo Gallardo
(Ver Biografía)
asegura que "... allí, las monjas Catalinas tenían su casa de descanso: paraje
umbrío por su pozo de agua que le daba la figura del oasis, como
un enclave en la reseca tierra de las primeras ondulaciones de
la serranía. Paisaje que repetía la meseta castellana y también
esas jornadas de viento y de arena del desierto jalonadas por
los aduares donde las caravanas se retemplaban en los viajes
interminables. Paisaje mudo y recoleto, donde, sin necesidad de
rejas y tornos, las religiosas cuidasen su intimidad y
cultivaban huertas y jardines. Tal vez, tanto amor y la nunca extinguida resonancia de sus
rezos, fue preparando en el tiempo, el lugar propicio para que
en el correr de los años reposara en él, el pastor vencido en el
cumplimiento de su misión indelegable".
Eduardo Ávila Vázquez asegura que, cuando las religiosas decidieron perfeccionar la sede central en
la ciudad de
Córdoba en acuerdo con los herederos de Gaspar del Corro, ponen
en venta las propiedades dispersas que la caridad cristiana les
había cedido; entre las que se contaba la que nos ocupa,
construida en 1819.
Apolinario Ávila Zamudio casado con Cesárea Brochero Olmos, nativa de Santa
Rosa de Río Primero, familiar del benemérito Cura Brochero, fue
el comprador en 1836. En la adquisición, según Arturo Vázquez
Avila (descendiente de la familia) "... se suma el primo de
Apolinario, llamado Tolentino Avila Vasquez".
Don Apolinario, mantuvo siempre sus arraigadas creencias,
conservando los recintos monjiles y su pequeño oratorio,
mientras que, gracias a sus esfuerzos, la zona conocida como
"La
Ciénaga", comenzó a constituirse en un hito del norte cordobés
por el importante progreso en su actividad comercial.
Sus 12 hijos fueron fundando familias, entre los que se pueden
recordar al mayor de ellos, Medardo Avila Brochero casado con doña
Judith Ordoñez Ceballos. Gracias al aporte de Arturo Vázquez
Avila (descendiente de la familia) podemos saber que, "de dicho matrimonio, nacen
once hijos:
Medardo José, Carlos Miguel de los Santos, Judith, Cesáreo
Nolasco, María Cenobia, Luis, Rómulo, María Antonia, María
Amelia, Rosario y Victor David.

Medardo Avila Brochero (Foto Gentileza de Arturo
Vázquez Avila)
De resultas de las memorias que recopiló Adela Pérez del Viso de
su padre, David Pérez del Viso, reconstruímos un pedazo de
historia de fines del siglo XIX.
Según su relato: "... al morir Inés Juncos Avila, su hijo,
Aníbal Egidio Pérez del Viso es criado por Venancio Avila (primo
de su madre) y luego por la hermana de éste, Jesús Avila de
Bustamante quienes eran parientes de Medardo Avila Brochero.
Durante una parada o desfile militar Aníbal Egidio recoge una
flor que le había arrojado, desde su balcón, la jóven hija de
Don Medardo, Judith Avila (16 años menor que
su enamorado). Esto devino en el
matrimonio de ambos concretado en 1898, cuatro años después de
aquel primer encuentro y cuando él había alcanzado su graduación
como Doctor en Derecho. La boda se contrajo el 23 de abril de
dicho año en la capilla ubicada frente a la Estación Avellaneda
del Ferrocarril Central Córdoba."

Judith Avila y Aníbal Egidio Pérez del Viso

Sentados: Medardo Avila Brochero
y Aníbal Egidio Pérez del Viso
Fue precisamente Medardo Avila Brochero, quien en representación
del grupo familiar vendió la propiedad a don Belisario Martínez,
casado con doña Teresa Moyano y propietario de El Divisadero.
Don Belisario amplió el negocio de los Ávila agregando servicios
de mensajería y posta. Según Arturo Vázquez Avila (descendiente
de la familia) "... Medardo vendió una propiedad que incluía
varias edificaciones, entre las que se contaba la capilla y ...
también la estación de trenes que fue cedida al ferrocarril.

Don Belisario Martínez y Doña Teresa Moyano
Los descendientes de Belisario Martínez y Teresa Moyano quienes,
en 1977,
donaron
el Oratorio al gobierno
provincial, dada la vinculación que éste tomó con
la figura de Fray Mamerto Esquiú, el orador de la Constitución,
el Santo Obispo de Córdoba. A posteriori, en 1979, la Provincia
procedió a su restauración y puesta en valor.
Cuenta la tradición oral, que la estación del ferrocarril de
Avellaneda era más grande que las de la línea, ya que fue “punto
terminal” por algunos años y disponía de un comedor y espacios
de servicios. El hecho de que hasta aquí llegaban los rieles,
dieron motivo para que a don Belisario Martínez se le ocurriera
brindar los servicios de mensajería y posta.
En momentos de la pausa en el retorno del Obispo, era jefe de
estación Simón Luengo Tejerina, hijo del revolucionario
federal, que fue de la partida que asesinó a Urquiza, en su
residencia del Palacio San José en tierra entrerriana. Fue él
quien bajó el cadáver ayudado por Pedro Ordoñez Ceballos, que
era telegrafista de la estación y cuñado de don Medardo Ávila
Brochero.
Es el Dr. Ávila Echenique quien cuenta que en el sayal
franciscano solo se encontraron 30 centavos, un pañuelo y unos
pocos cigarros en chala. Leopoldo Barrera, el cambista de la
estación fue el que improvisó un ataúd con tablas sin cepillar.
El oratorio de Nuestra Señora del Rosario cobijó al Obispo por
un par de días, constituyéndose este acontecimiento, en
uno de los momentos más destacados en la historia de este
pueblo.
Otro dato significativo que nos aporta
Arturo Vázquez Avila (descendiente de la familia) es que "...
Medardo, en el año 1912, mandó construir una nueva iglesia para
el pueblo de Avellaneda con la advocación de la Inmaculada
Concepción de Avellaneda".

Iglesia Inmaculada Concepción de Avellaneda (Foto
gentileza Arturo Vázquez Avila)

Datos complementarios:
Mamerto de la Ascensión Esquiú.
 |
Nació el 11 de mayo de 1826
en La Callecita en la localidad de
Piedra Blanca, al pie del Ambato nevado, en la provincia de
Catamarca;
siendo hijo de Santiago Esquiú, soldado catalán enviado por
España al Río de la Plata.
Su madre María de las Nieves Medina,
criolla catamarqueña, fue quien le impuso el nombre de Mamerto
de la Ascensión, en homenaje al día en que nació: San Mamerto y
el misterio de la Ascensión del Señor, que ese año había caído
el mismo día.
Desde muy pequeño, por una promesa de su madre en razón de su
frágil salud, usó el hábito
franciscano que no lo abandonó en toda su vida. El 31
de mayo de 1836 ingresó al noviciado del convento franciscano
catamarqueño y al cumplir 17 años se ordenó sacerdote,
celebrando su primera
misa
el
15 de
mayo de
1849. |

Desde joven dictó cátedra de filosofía y teología en la escuela
del
convento;
también se dedicó fervientemente a la educación siendo maestro
de niños, a lo cual dedicó mucho entusiasmo, además de
fervorosas homilías. Desde
1850
dictó cátedra de filosofía en el colegio secundario fundado por
el gobernador
Manuel
Navarro.
Al año siguiente de la
batalla
de Caseros, en la Asamblea Constituyente reunida en
Santa Fe
triunfó la postura
liberal
sobre la tradicional, restrictiva de la libertad de cultos,
sostenida por el padre
Pedro
Alejandrino Zenteno, diputado por Catamarca. El
gobernador
Pedro
José Segura apoyó la posición de Zenteno, y le
encargó a Esquiú, dada su posición antiliberal, un sermón
patriótico para impedir que el pueblo catamarqueño apoyara la
constitución.
Sorprendentemente, Esquiú pronunció su discurso más conocido,
favorable a la jura de la Constitución, conocido como “Sermón
de la Constitución”:
"Obedeced, señores, sin sumisión no hay ley; sin ley no hay
patria, no hay verdadera libertad, existen sólo pasiones,
desorden, anarquía, disolución, guerra..."
Les recordó a todos, la historia de desuniones y de
guerras
civiles argentinas, y se felicitó por la sanción de
una Constitución que traería nuevamente la paz interna. Les
indicaba, también, que para que esa paz sea duradera, era
necesario que el texto de la Constitución quedara fijo e
inmutable por un largo tiempo, que no fuera discutida por cada
ciudadano, que no se le hiciera oposición por causas menores, y
que el pueblo argentino se sometiera al poder de la ley
La primera resistencia a la Constitución en el interior había
sido vencida, y Catamarca juró la Constitución hasta el último
de sus funcionarios y personajes notables.
Al año siguiente pronunció otro discurso que es su complemento,
con motivo de la instalación de las autoridades nacionales, dejó
asentados principios de sociología cristiana y de historia
política.
Continuando con su participación en la vida política de su
querida Catamarca, participó en la discusión sobre la futura
constitución provincial, presidió la junta electora de
convencionales y fue el vicepresidente de la convención que
sancionó la constitución provincial de
1855.
Esa carta preveía que se formara un consejo asesor de gobierno,
que incluía un sitial para un eclesiástico elegido por el
gobernador, cargo que Esquiú ocupó durante varios años.
Pertenecía al
partido
federal, pero era respetado también por el
liberal.
Su actividad periodística lo llevó a escribir numerosas notas en
El Ambato, primer periódico de su provincia, del cual fue editor
e inspirador. Siempre mantuvo una norma:
"No escribir ni publicar aquello que no se pueda sostener como
caballero".
Después de la derrota de la
Confederación Argentina en la
batalla
de Pavón, publicó en El Ambato un famoso epitafio que
decía:
"Aquí yace la Confederación Argentina, a manos de la traición,
la mentira y el miedo. ¡Que la tierra porteña le sea leve!".
Abandonó toda acción política y se trasladó al convento
franciscano de Tarija en Bolivia. Estaba duramente desengañado
de la situación política, ya que la rebelión contra las leyes
había triunfado y la guerra civil se había encendido otra vez.
Después de permanecer cinco años en Tarija, fue llamado por el
arzobispo de
Sucre
para ser su colaborador en esa ciudad, donde residió otros cinco
años. En esa ciudad creó el periódico El Cruzado, dedicado a
resistir las presiones ejercidas por los intelectuales
anticlericales.
En
1872,
estando en Sucre, rechazó el nombramiento para el
arzobispado de Buenos Aires, firmado por el
presidente Sarmiento y el ministro Avellaneda. Pensaba que un
arzobispo no podía ser tildado de opositor del presidente, que
había sido uno de los promotores de la caída de la
Confederación.
“…Cualquier insistencia contra esta resolución, inspirada por el
amor a mi Patria, bien entendido y por mis deberes con Dios y su
iglesia, no podrá tener lugar, porque me retiro de este país a
otro más lejano.”.
Cumpliendo con lo dicho continuó su actividad pastoral,
peregrinando por
Perú
y Ecuador.
Solicitó permiso a sus superiores de la orden para regresar a
visitar a sus familiares que residían en Catamarca y que hacía
trece años que no veía. Además, les solicitó permiso para viajar
Tierra Santa.
En 1875, retornó de Tarija a Catamarca y el 4 de febrero de 1876
comenzó su peregrinar a Roma y Jerusalén, que lo convenció aún
más de dedicar su vida a la pastoral eclesiástica, alejándose de
la política. Pasó por Marsella y Génova, llegando a Roma donde
permaneció un mes venerando los santuarios de la capital del
mundo católico y tuvo la posibilidad de visitar al sumo
Pontífice en dos oportunidades.
El 27 de junio llega a Jerusalén, donde cada lugar por donde
pasa, hasta cada árbol o cada piedra le hacen recordar al Señor.
Se sabe que contaba con el don de lágrimas y que lloraba
amargamente al contemplar los lugares donde padeció y murió el
Dios humanado. Celebró casi siempre en Getsemaní y tuvo el honor
de predicar a miles de fieles frente al
Santo
Sepulcro, la noche del
Viernes
Santo de
1877.
Fue en estas tierras donde se agigantó más y más su vida
espiritual y el tiempo que allí permaneció, casi un año y medio,
fue considerado por él como el mejor y más feliz de su vida
Respondiendo a una orden del Rmo. P. General el 8 de diciembre
de 1877 embarcó para Roma. Allí se le encargó regresar a uno de
los conventos que formaban su provincia religiosa y que
trabajara allí para implantar oficialmente la vida común.
Nuevamente en su tierra, comenzó con la tarea encomendada. A
pocos días de haber llegado lo nombraron miembro de la
convención reformadora de la Constitución Nacional, para la que
preparó un largo memorial, que nunca fue discutido ni tenido en
cuenta. Renunció al poco tiempo, haciendo lo propio con la
candidatura de diputado para la Legislatura Provincial.
El 12 de septiembre de 1878 es propuesto por el Senado de la
Nación como candidato a Obispo
de Córdoba. Es nombrado por el presidente Dr. Nicolás
Avellaneda con la anuencia del Sumo Pontífice. Renunció al cargo
en forma indeclinable, pero a los pocos días le llegó la orden
del papa
León XIII
de aceptar la candidatura. Su respuesta fue:
"Si lo quiere el Papa, Dios lo quiere: cúmplase su voluntad".
Se trasladó a Buenos Aires, el 3 de enero de 1880, recibió la
comunicación del Delgado Apostólico y dos días después hizo su
profesión de fe en la Capilla del Palacio Arzobispal.
Aprovechando la oportunidad de su presencia en Buenos Aires el
presidente Roca lo invitó a predicar en el Tedeum a celebrarse
con motivo de la Federalización de Buenos Aires. Fue su
discurso, más político y menos filosófico, acusó a la ciudad de
haber causado las matanzas de la época de Rosas, y
posteriormente la desunión del país y para decepción de
Roca
y Avellaneda, no tuvo ninguna palabra de agradecimiento para sus
gestiones.
El 12 de diciembre de 1880 fue consagrado Obispo Córdoba tomando
posesión de su sede episcopal el día 16 de enero de 1881. Llevó
una vida austera, e hizo todo lo posible para reordenar la
administración diocesana, poner nuevamente en acción la pastoral
eclesiástica, y hacer sentir a todos tratados por un padre; un
padre humilde y austero, recorriendo casi todos las ciudades y
pueblos de la diócesis.
En lo externo a la administración de la Iglesia diocesana,
defendió las tradicionales prerrogativas de la Iglesia y se
opuso en lo que pudo al matrimonio civil, al Registro Civil, la
secularización de los cementerios y la laicización de la
enseñanza.
Fray Mamerto Esquiú murió humildemente el
10 de
enero de
1883
en la
posta
Pozo de El Suncho en viaje de regreso a su sede obispal desde
La Rioja.
La prensa de todo el país difundió con gran congoja la noticia.
En el Eco de Córdoba del 12/01/1883, podía leerse: “… Ha
muerto no solo un gran pastor, sino un gran hombre, que iluminó
con sus prodigiosos talentos y con la luz de sus conocimientos
profundos , el claustro, la Cátedra Sagrada[…] el humilde entre
los humildes , que vivía más humildemente aún, ha expirado en un
lugar humilde, solitario, privado de todo recurso, rodeado por
el misterioso silencio del desierto”
Fue declarado
Siervo de
Dios en
2005
y su causa de
beatificación se encuentra iniciada.

Capilla en su honor en Posta del Suncho
Beatificación de Fray Mamerto de la Ascensión Esquiú y
Medina.
Para la Iglesia Católica, la beatificación otorgada por ella es
un reconocimiento de la entrada de una persona muerta en el
cielo y la capacidad de interceder en favor de aquellos que
rezan en su nombre.
El 4 de setiembre de 2021, Fray Mamerto Esquiú fue proclamado
Beato en una celebración eucarística en la explanada del templo
de San José de Piedra Blanca, Catamarca, a pocos metros de la
casa de adobe donde nació en 1826. La misa concelebrada fue
presidida por el Cardenal Luis Héctor Villalba, Arzobispo
Emérito de Tucumán y enviado papal para la ocasión.
El Papa Francisco decretó la beatificación con fecha 19 de junio
de 2020.

"Retrato post mortem del Obispo Mamerto Esquiú"
Museo de Arte Religioso Juan de Tejeda
Después de ser expuesta la biografía de Fray Mamero Esquiú; el
Cardenal Villalba comienza el rito con la lectura en latín de la
Carta Apostólica en la que el Papa concede la beatificación y
establece la fecha de la fecha litúrgica. Siendo el Superior de
la Provincia Franciscana, Fray Emilio Andrada, quien la difunde
en castellano:
"Acogiendo el deseo de nuestros hermanos, Carlos José Ñañez,
Arzobispo de Córdoba y Luis Urbanc, Arzobispo de Catamarca, así
como de muchos otros hermanos en el episcopado y de muchos
fieles; y después de haber recibido el parecer de la
Congregación para las Causas de los Santos, con nuestra
autoridad apostólica, concedemos que el venerable Siervo de Dios
Mamerto Esquiú de la Orden de Frailes Menores, Obispo de
Córdoba, promotor del bien común, actor celante y fiel
anunciador del evangelio, de ahora en adelante sea llamado
beato".
En tanto, el locutor exclamó "... Fray Mamerto de la
Ascensión Esquiú y Medina ha sido incluído en el Libro de los
Beatos" y a las 10:39 se desplegó, frente a los asistentes,
la imagen oficial del Beato.
En la Carta Apostólica se deja constancia que la Fiesta
Litúrgica queda establecida en el 11 de mayo.
[Fuente aica.org]

Ubicación.
30º 35’ 42.28” latitud sur
64º 12’ 29.66” longitud oeste


Fuentes de consulta:
-
Se agradece especialmente a
Arturo Vázquez Avila (descendiente de la familia) por su
generosa colaboración.
-
BUSTAMENTE CARLOS INCA, Calixto “CONCOLORCORVO” – CARRIÓ DE LA
VANDERA, Alonso – El Lazarillo de ciegos caminantes. Emece Editores, Buenos Aires, 1997.
-
CALVIMONTE, Luis Q. y MOYANO ALIAGA, Alejandro -
El
antiguo Camino Real al Perú en el Norte de Córdoba – Ediciones El Copista, Córdoba, 1996.
-
CANO, Luis
Fray
– FUENZALIDA, Mariano, ofm. Vida y obra de Fray Mamerto
Esquiú. Gobierno de Córdoba, 1999.
-
CASTELANOS ESQUIÚ, Francisco –
Fray Mamerto Esquiú, una
vida excepcional. Editorial Difusión, Buenos Aires, 1976.
-
FOGLIA, María Elena y GOYTÍA Noemí
– Los poblados
históricos de norte cordobés - Boletín Oficial. Córdoba,
1993.
-
GALLARDO Rodolfo
(Ver Biografía),
compilación de sus escritos –
La Arquitectura en Córdoba y su Historia.
Editorial Nuevo Siglo. Córdoba, 1995.
-
PIZZARO, Néstor A. –
Fray Mamerto Esquiú, obispo de Córdoba.
Córdoba, 1960.
-
Nuestro agradecimiento al Sr. Edgardo Salvático.
-
Memorias de David Pérez del Viso contadas a su hija Adela
Pérez del Viso
-
AICA.org
|