NUESTRA SEÑORA DE COPACABANA
Este poco conocido templo, se encuentra en el Valle de
Copacabana o de Nonsacate, como le decían los pueblos
originarios a orillas del río Copacabana al que le llamaban
Conchuluca.




El
gallardo y valiente Capitán Don Tristán de Tejeda, sobrino nieto
de Santa Teresa de Ávila, fue el encomendero de los indios de
la zona de Ischilín y tuvo a su cargo tres poblaciones:
Chinsacate, Michimbo o Chimbosacate y Nonsacate. Los aborígenes
de los dos últimos fueron reducidos al primero y las tierras que
quedaron desocupadas, la Corona se las entregó en merced, a
Tristán de Tejeda.
El 15 de abril de 1603, el encomendero, que había unido su vida
a Doña Leonor Mejía Mirabal, testó a favor de sus hijos,
declarando en una de sus cláusulas lo siguiente: “…Tengo por
encomienda los pueblos de Yuscate y Eschilín con otros en los
cuales por estar lexos desta ciudad hubo falta de doctrina algún
tiempo y por no tener ornamentos ansí mismo se dexó de decir
en ellos misa a los naturales y para que aquí adelante gocen
deste sufragio mando que de lo mexor y más bién parado de mis
bienes se haga un ornamento con que se pueda decir misa en los
dhos pueblos…“.
El fundador del Convento de las Carmelitas Descalzas de Córdoba,
dedicado a Santa Teresa, Don Juan de Tejeda y Mirabal, al
dotarlo para su subsistencia, le adjudicó entre otros bienes,
aquellas tierras de la provincia de Ischilín, que había heredado
de su padre.
Las monjas Teresas, fieles a la voluntad del famoso
conquistador, levantaron en ellas una capilla y le asignaron
como patrona a la Madre de Dios bajo la advocación de Nuestra
Señora de Copacabana. Cuenta la tradición, que la imagen fue
llevada por unas monjas bolivianas que fueron a misionar a la
región.
A
media legua al noroeste, en el llamado Mogote de los Agüeros,
solo vestigios de cimientos quedan.
De ese oratorio que una
creciente del río se llevó, milagrosamente, Nuestra Señora
de Copacabana se salvó.
Hoy es venerada en un importante santuario que en 1842 fue
construido por el propietario de la estancia de Copacabana: Don
Nicolás Cabrera (1802 – 1877).
Ubicó la iglesia en un promontorio, casi al pie del cerro
El Pajarillo, dominando el espacio circundante.
Más abajo, a la derecha, la casona del casco y a la
izquierda, la ranchería que revive cada año para los días
de función.
La convocatoria se extiende durante
nueve lunas
para culminar
el
día
2 de febrero de cada año. |
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Revista "Nativa" N°290 - 29 de febrero de 1948
Para llegar a este lugar es preciso cruzar el ancho y arenoso
río Copacabana, todo ello en el valle que los aborígenes
denominaron de Nonsacate.
El viernes 3 de septiembre de 1806, partía desde Buenos Aires
rumbo a Córdoba, un contingente de alrededor de 400 prisioneros
ingleses que habían participado en la contienda invasiva. Dos de
ellos, John Ross y James Cooper, optaron por quedarse en las
serranías cordobesas y ambos participaron activamente en la
construcción de la Iglesia de Copacabana. Cooper, desposó a una
prima de Don Nicolás Cabrera y se desempeñó como director
técnico de la obra.
Interiormente los muros están revocados a la cal y pintados
color blanco, mientas que en el exterior, las paredes del lado
derecho (el del cementerio) y el testero tienen laja roja del
lugar a la vista y el resto, incluida la fachada, revocadas a la
cal y en color blanco.

El templo esta conformado por una sola nave rectangular, ritmada
por seis arcos ojivales de gran presencia. Tiene el techo a
considerable altura y que,
en reemplazo del originario de
madera y paja, se realizó con vigas de hierro de ferrocarril y
ladrillo, a dos aguas, con escasa pendiente.




Dos sacristías completan el espacio interior. La del lado del
Evangelio, tiene la misma altura de la nave, tiene un bello
altar con cuatro columnas doradas sobre fondo color verde con la
Virgen de la Merced; conserva el piso originario y tiene salida
al exterior.
La del lado de la Epístola, es más pequeña, con
techo bajo y pisos calcáreos. También posee salida al exterior.
Las comunicaciones de ambas con la nave, se hace a través de
esbeltos arcos ojivales.
La iglesia cobija algunas imágenes de candelero, de interés por
la riqueza de sus vestiduras: la patrona Nuestra Señora de la
Copacabana y San Vicente Ferrer.
Un
Cristo tallado que llama la atención por lo desproporcionado de
su anatomía y un Niño Dios de pesebre, de delicada belleza y
excelente talla policromada.

La fachada, de plano apaisado por las dos torres colocadas fuera
del espacio ocupado por la nave, conserva cierta simetría en
gran parte de los elementos que la componen.
Tres líneas
horizontales constituidas por delgadas cornisas ritman la
fachada y se unen a partes que la conforman.
Se ingresa por un arco apuntado de gran altura cuya clave llega
hasta el segundo tercio del imafronte. Retirada hacia adentro,
con dos bancos a cada lado, esta el portal de ingreso que
termina en dintel de arco rebajado y es de dos hojas de madera
con dos hojas menores.
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Todo este conjunto esta debajo del coro alto.
A
partir de la segunda línea de cornisa y en el eje de simetría,
se ubican dos ventanas corales, también terminadas en arcos
ojivales.



Dos importantes torres completan el conjunto. La de la derecha
es más alta y contiene el campanario. Dentro ella, se desarrolla
una escalera de madera, a la cual se accede desde el exterior y
cumple con la función de ingresar al coro alto, tañer las
campanas y pasar al techo de la nave. Posee cuatro rajas, dos
al frente, con las campanas, y una en cada lateral, siendo
cerrada en la cara posterior. La cúpula termina en una elaborada
cruz de hierro forjado.

La torre de la izquierda, de menor altura, aparentemente
construida a posteriori, tiene cuatro aberturas verticales que
terminan, a diferencia del resto, en arcos de medio punto. La
cúpula, terminada en cruz y veleta, tiene una altura que llega
hasta donde comienza la de la derecha. Una pequeña espadaña, que
copia la pendiente del techo completa el coronamiento del imafronte.

En el frente de la iglesia, un muro de mampostería con verjas de
madera cierra un espacio que se extiende en los laterales,
constituyendo el atrio del templo.
Más allá del legítimo derecho que les asiste a los
propietarios, el haber ubicado el panteón familiar en ese
espacio, desmerece fuertemente al conjunto.


Fiesta Patronal:
Desde los últimos días de enero se desarrolla la Novena que
concluye en la Fiesta Patronal del 2 de febrero.
Con apropiado pincel Pablo Rosalía, en su libro "Hermoso vivir
llevabas", describe los colores y tonos de esas jornadas: "A
pocos metros, se montan una serie de puestos que hacen de barras
y líneas divisorias entre la cocina y el estómago del comensal.
Cada criolla allí servida es un acto de amor. Entre mates, risas
y confidencias nacen de manos generosas que vuelan entre el
repulgue y la olla. Mil sabores del monte enfriarán la empanada,
y será suculento manjar. Detrás, recalentando esos delantales,
un tendal de brasas hace bullirle los jugos al asáu con cuero.
Huele que alimenta, y desde esa humareda crecen los fantasmas
del festival que se cuelan entre las bombitas de quince, y se
deshilachan entre los abanicos de la palma caranday. Hay
cabrito, hay. Hay locro, hay. Hay porque, aunque no sea la
temporadaa nadie se le puede privar la inmortal sensación de
ensayar unos pasos de chacarera con un rebosante plato en la
mano y un vasito de tinto en la otra". (Extracto pag. 66).
A lo largo de nueve días, desde todas la comunidades vecinas confluyen hacia
la Capilla contingentes de creyentes que acampan en vecindades
de la misma en precarias habitaciones de adobe. En sus manos
portan sus ofrendas para homenajear a la Virgen.



Historias asociadas:
Cuenta la historia del lugar, que en la época en que Don
Nicolás Cabrera era un fuerte terrateniente, un bandido rural
asolaba la región. Florentino Agüero y sus hijos Pedro y Roque,
a quienes el imaginario popular les atribuían la acción de robar
a los ricos para darle a los pobres, huían de una comisión
policial que los perseguía.
Pararon en la estancia de los Díaz en busca de comida y al ser
descubiertos, mataron al mayordomo. Se redobló la persecución,
mientras los Agüeros huían en dirección a la Capilla, en busca
de protección. Finalmente, el 19 de noviembre de 1864, frente a
la Capilla de Copacabana, tres tiros sonaron al unísono,
espantando a una bandada de pájaros. Florentino, Pedro y Roque
caían bajo las balas de la comisión policial, que de esta
manera, ponía fin a sus fechorías.
El hecho es recordado como el último fusilamiento en tierras de
Ischilín.

Datos complementarios:
En quichua, el término ccopa tiene dos
acepciones: azul claro, turquesado (según González
Olguín). Pero para Marcelo Montes Pacheco, si traducimos cabana
por ccahuana, que significa mirador, parece
correcto traducir COPACABANA, como Mirador azul.
Coordenadas:
Latitud: 30º 38’ 46,03" S
Longitud:
64º 31’ 05,78"
O


Fuentes de consulta:
-
FURLONG CARDIFF, Guillermo, S.J.,
Arquitectos Argentinos durante la dominación hispánica
- Editorial
Huarpes, S.A. - Buenos Aires, 1945.
-
LAZCANO GONZALEZ, Antonio,
Monumentos Históricos de Córdoba Colonial
-
S. de Amorrortu e hijos,
Buenos Aires, 1941.
-
En los senderos misionales de la arquitectura cordobesa:
DOCUMENTOS DE ARTE ARGENTINO, Cuaderno XV - Buenos
Aires, 1942
-
Revista 501 msnm:
Nº2,
2007
-
Agradecemos a las Sras.
Raquel Alvarez Ruiz y
María del Carmen Moyano Ruiz, por la amable atención
dispensada
-
Revista "Nativa" Año XXV N°290 - 29 de febrero de
1948 - Ibero Amerikanisches Institut Preuβischer
Kulturbesitz

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