La Capilla Histórica de Yucat se encuentra, administrada por la Orden
Mercedaria, en la Estancia de igual nombre en el Departamento San Martín, Córdoba (Argentina).
La propiedad, ubicada sobre el Río Tercero en la zona de Laguna Honda y
habitada por los indios de Yucat, fue dada en Merced a Lorenzo Suárez de
Figueroa y Antonio Suárez de Mexia en 1584. Lorenza, nieta del primero,
se casa con el portugués Juan López Fiuza o Fiusa y se radican en el lugar. El
lusitano la administra hasta su muerte; previo a lo cual, toma los
hábitos de San Pedro Nolasco en febrero de 1700 y deja testados sus
bienes a favor de los Mercedarios. No hay total certeza de quien
construyó la capilla, tan solo que una hermana de Lorenza de nombre
Juana contrajo matrimonio en ella en 1662. Un inventario de 1774
describe que tenía 14 varas por 6. con sacristía en estado de enmaderar,
con maderas labradas, clavazón, texa y ladrillos correspondientes.
Escudo de
la
Orden de
los
Mercedarios
La Página Web "Capillas y Templos"
está registrada en la DNDA
(Ver detalle)
CAPILLA HISTORICA
A la misma hora del
mismo día (*)
Era
noche de poca luna y nada de estrellas. Los golpes eran
urgentes, graves y hacían vibrar los goznes de la frágil puerta
de madera. El repiquetear seco de los nudillos doloridos por el
frío se acompañaba con un quejoso: "Señora Viana, Señora Viana,
por favor despierte, el niño está llegando, la Señora de Fiuza
la necesita".
Antonia Viana dudó entre que lo que oía era un sueño o peor aún,
una pesadilla. Intentó taparse la cabeza con la almohada más la
puerta sonaba en lo profundo de sus oídos. Maldijo para sí y le
enojó ver que su marido y sus cinco hijos no se habían ni
percatado de tanto alboroto. Tal vez por ser partera, misión
aprendida de su madre y su abuela, la hacían mantener un estado
de vela permanente. Sin embargo, el hecho de estar acostumbrada
no evitó que odiara la situación de ver que su familia
continuaba durmiendo indiferentes a lo que ocurría.
"Vengo, vengo" - rezongó la comadrona como respuesta a la
insistencia de los golpes. Se puso todo el abrigo que permitía
su pobreza, se aseguró que su crucifijo rodeara su cuello y
salió a la negra noche.
"Es en
lo de los Fiuza" - le transmite la mensajera, humeando frío.
Antonia no le contestó, no era necesario, en el pueblo eran
demasiados pocos para que ella, la nacedora de todos, no supiese
quien estaba por venir a estas tierras.
En la
oscuridad, cruzaron el puente al ritmo que sus piernas
permitían. La Señora Viana, de 45 años y con ya pocas respuestas
para esos trotes, no reparó en la bosta que algún caballo había
dejado y tras resbalar, rodó indefensa sobre la calle. Insultaba
y se insultaba por no tener otro oficio que le permitiese, como
todos, estar durmiendo en vez de estar caída maltrecha,
avergonzada por su torpeza y con una rodilla ensangrentada.
Confiando que su acompañante y los siempre atentos oídos de la
Santa Inquisición no hayan reparado en las blasfemias que
escaparon sordas de su boca, se incorporó, sacudió sus ropas y
reemprendió, rengueante, el camino. Al llegar a lo de los Fiuza
al otro lado del río, la Señora Antonia ordenó firme: "traiga
agua de la fuente y póngala a entibiar sobre las brazas del
hogar".
Una
hora después, el llanto del que llamarían Juan se escuchaba en
todo Ponte de Lima; sin embargo, nadie perdió tiempo en
despertarse.
A
miles de kilómetros de la pequeña villa portuguesa, la noche aún
no había llegado. Todo el día había sido de mucho calor y en las
últimas horas, los lamentos de una parturienta se mezclaban con
los sonidos propios de la rutina de la reducida comunidad
familiar de indios yucat.
La
casa semienterrada, a pocos metros de lo que llamaban Laguna
Honda, brindaba cierta frescura a la temblorosa y asustada madre
primeriza. Su hermana mayor oficiaría de consecuente partera
ayudándola en el nacimiento. Dos grandes cuencos contenían agua
fresca del río cercano y esperaban para ser usados en la higiene de
paridora y parido. Un lienzo sobre el piso recibiría al niño
que, cual ofrenda, la madre en cuclillas entregaría a la tierra.
El
crío lloró y su voz retumbó en toda la comunidad. La familia
tenía preparado su nombre y así lo nombró.
Muchos, muchísimos días después, Juan Fiuza pudo conocer a este
hombre y supo como nombrar su nombre. Si bien habían nacido en
mundos muy distantes, los dos estaban ligados por dos hechos: la
misma fecha de nacimiento y haber llorado al nacer, exactamente
en el mismo momento.
Todo
debió haberlos unido; sin embargo, algo hizo que Juan y la
historia supieran ocuparse para que hoy, casi cuatro siglos
después, no podamos saber como se llamaba ese otro ser humano.
(*)
Relato producto de la imaginación; aunque tal vez, no tanto.
Sobre las tierras:
"Todas las tierras bacas que pertenecen a los Yndios del Río
Tercero, de la Encomienda del dho.
General" ... "así como de una parte del río como de la otra, con
media legua hacia la sabana alta" ... "donde podrán sembrar y
poner qualesquier arboleda y hazer edificios y poner sus ganados
mayor y menor y poblallo de anacona y servicio" ... "para
vosotros y sus herederos y subcesores" ... "pudiendo vender,
donar, trocar y cambiar y en otra manera enajenar como suya".
Bajo estas pautas escritas en 1584, Juan de Burgos,
lugarteniente en Córdoba del Gobernador de Tucumán Hernando de
Lerma, entregaba con total discrecionalidad y en partes iguales
la propiedad de tierras en la zona del Río Tercero a sus
compañeros de aventura y conquista, el español Lorenzo Suárez de Figueroa y
el portugués
Antonio Suárez Mexía, con el eufemístico nombre de "merced"
y en carácter de encomenderos de los indios residentes en la región.
Detengámonos un instante en los pobleros o encomenderos. Del
trabajo "Pobleros, mayordomos y administradores en el mundo
rural cordobés (1580-1650) realizado por Constanza González
Navarro podemos extraer que en el Sínodo de Obispos realizado en
Tucumán en 1597 se acusaba a los responsables de las encomiendas
"de que el nombre de Dios sea blasfemado" concluyendo,
luego, con la frase: "fueran mexor que los echaran en lo
profundo del mar con una piedra de atahona al cuello que
escandalizar a uno de estos pequeñuelos rrecien conbertidos"
(Nota Complementaria: más de cuatro siglos después el consejo de
aquella jerarquía eclesial tuvo, bajo otras connotaciones, una
perversa y patética reiteración en nuestra historia reciente sobre lo que
no abundaremos ya que ésto implicaría salirnos de la temática
que estamos tratando en este texto).
Continuando con las opiniones sobre los pobleros tomadas del
estudio de González Navarro leemos que, en documentos de 1607,
el Gobernador Alonso de Rivera reconocía que estos
administradores eran los responsables de la importante
"disminución de la población de indios del Tucumán" y a su
turno, Francisco de Alfaro los describiría como el "diablo
introducido en nuestra tierra".
Retomemos el camino recorrido por Lorenzo Suárez de Figueroa
antes y después de ser uno más en la larga lista de quienes les
cabían las duras adjetivaciones anteriores.
Nace
en 1530 y con poco más de 30 años llega a América en una de las
tantas expediciones plagadas de aventureros que buscan saciar en
el nuevo mundo la sed de ambiciones económicas y de poder.
Acompañando a Jerónimo Luis de Cabrera ingresa a Santiago del
Estero en un contingente que lo cuenta como Alférez General.
Desde dicho emplazamiento y en respuesta a mandato de su
superior inicia una marcha junto a una cincuentena de hombres en
procura de una ruta que lo conecte con el Río de la Plata. De
esta expedición toma parte como evangelizador el mercedario Fray
Luis de Valderrama.
Tirso de Molina en su biografía de Fray Valderrama reproducirá
las críticas que éste elevaba al Obispo sobre el proceder de
otros religiosos, en estos términos: "... vosotros
doctrineros o curas de tres o cuatro poblaciones de indios,
contais los pesos a millares, comeis en vajillas de plata y
engordais mulas autorizadas con el sudor de vuestros desnudos
feligreses". Indignado por la situación, continúa Tirso de
Molina, "... Fray Luis pedirá licencia al favorable Obispo y
contra su voluntad se partió en compañía del capitán Zurita a la
conquista y conversión de la provincia dilatada y fértil que
llamaban del Tucumán. En cuyo descubrimiento no son ponderables
los trabajos y peligros que pasó, la hambre, los despeñaderos,
los páramos, la desnudez irremediable (porque aquellos casi
irracionales ni sabían que eran las ropas, ni andaban sino en
carnes vivas a imitación de la simplicidad primera), lo mucho
que le costó el aprender su bárbaro lenguaje para predicarles,
por ser totalmente diverso de los Ingos, que es el que corre
generalmente por el Cuzco".
Diego Pacheco, entonces Gobernador de Tucumán y gestor de la
población de Talavera en la provincia de Esteco, expresa en un
documento de 1570 que "... no habiendo ni hallado religiosos
que quisiesen residir en el dicho pueblo adonde se padecía de
falta de sacerdote que bautizase, confesase y administrase los
santos sacramentos ..." y atento al envío desde Santiago del
Estero de un sacerdote agrega que "... es un religioso que se
dice Fray Luis Valderrama sin interés ninguno a estar en la
dicha ciudad y administrar allí los santos sacramentos y
doctrina cristiana a los indios. El dicho religioso fue el
primero que fundó casa allí de la dicha Orden lo cual fue cosa
muy necesaria ...".
Este dato ubica a los Mercedarios como la Orden primigenia
asentada en la zona. De hecho, 1557 ubicaría al P. Diego de
Porres como posible primero y más antiguo religioso afincado
fisicamente en Santiago del Estero, hacia 1565 se daría lo mismo
en Tucumán y el tercer ejemplo concreto de Convento es el de
1568 atribuído a Fray Luis Valderrama en Talavera del Esteco;
población que, con la etiqueta de maldita, desaparece con el
terremoto de 1692 rodeada de un manto de intrincados mitos y
apasionantes leyendas.
En
1573 encontramos a Don Lorenzo y a Fray Valderrama en su
carácter de Capellán, ambos ya de vuelta de sus expediciones, fundando junto a Jerónimo Luis de Cabrera, la
ciudad de Córdoba de la Nueva Andalucía. Bajo estas
circunstancia Don Lorenzo asciende al grado de
Capitán y Teniente de Gobernador.
Nuevas
expediciones los llevan hacia el sur alcanzando y reconociendo
los territorios bañados por el Río Cuarto.
Tras
el ajusticiamiento de Jerónimo Luis de Cabrera, su sucesor
Gonzalo de Abreu ratifica a Don Lorenzo Suárez de Figueroa como Teniente de Gobernador. Hacia 1580 asume
como Gobernador de Santa Cruz de la Sierra.
Es
interesante cotejar la cronología de los hechos de su vida y
relacionar las fechas con su lugar de afincamiento al momento
que se le entrega, en 1584, las tierras lindantes sobre el Río
Tercero en carácter de merced a su beneficio y propiedad.
En su
vida personal, fruto de una relación extra matrimonial con Ana
Caballero, nace Catalina de Figueroa a quien reconoce como
hija propia. Será ella quien contraerá matrimonio con Juan de
Avila y Zárate en 1594 el que se convertirá en un personaje
relevante de la vida política de la naciente Córdoba.
Es así que ocupa funciones de Regidor en el Cabildo, Teniente de
Gobernador y Alcalde.
Al
momento del matrimonio, Don Suárez de Figueroa lega a su hija
Catalina numerosos bienes en Córdoba así como el vasto
territorio vecino al Río Tercero cuyos límites llegaban hasta el
Río Segundo.
Luis Roberto Altamira
en su libro"Paso de Ferreira
(Historia de la célebre estancia en cuyas tierras fundáronse
dos pueblos cordobeses: Villa Nueva y Villa María)"
recupera el testamento inédito de Lorenzo Suárez de
Figueroa del 15 de agosto de 1595 en San Lorenzo el Real previo
a su muerte de donde extraemos que si bien no aumenta los bienes
entregados en su momento a Catalina, ratifica aquello ya
asignado a su hija natural bajo el siguiente texto: "a mi
hija Da. Catalina de Figueroa he dado todo lo que tenía en
Tucumán, que es más que lo que pueda caver en parte".
Vale
reproducir textual, en este punto, un párrafo del libro de
Altamira ya que sintetiza con total claridad la situación de las
tierras del Río Tercero en relación a la presencia efectiva de
sus encomenderos: "Suárez de Figueroa y Avila y Zárate no
pasan de la simple condición de terratenientes del Río Tercero.
Ellos no levantan viviendas en dichas comarcas ni se entregan a
las faenas agrícolas. Es que a uno y otro les cabe un destino de
mayor realce: el Cabildo con sus reuniones más o menos
frecuentes; las expediciones armadas para la conquista de los
salvajes; la vida en las salas, con sus pebeteros de plata, sus
instrumentos musicales, la gracia de mujer española o mestiza."
En el caso de Juan de Avila y Zárate deberá reconocerse, al
menos, la instalación de un molino harinero en el lugar.
El
matrimonio entre Catalina y Juan gesta ocho hijos de los cuales
Lorenza será el punto de inflexión en la historia de estas
propiedades ya que, tras haber quedado viuda del Capitán Diego
Suárez de Figueroa y con una hija producto de esta relación
llamada Juana, contrae un nuevo contrato marital con el Capitán
portugués Juan López Fiuza o Fiusa en 1640.
Hijo
de Antonio López Fiuza e Inés Suárez de Araujo se convierte en
un hábil comerciante en las ricas y prosperas tierras ocupadas
por la conquista. Su casamiento con Lorenza le garantiza la
posesión de 25 leguas en la zona del Río Tercero mientras que él
aporta tal como se puede leer de uno de sus propios testamentos:
"cuarenta y siete mil pesos en mulas, vacas, ropas, plata
labrada, de los que resta unos dos o tres mil pesos en concepto
de arras, a fin de entregar a su mujer mediante escritura
pública".
La
zona en cuestión tenía su epicentro en la Laguna Honda, la que
era una fuerte depresión en el terreno que se inundaba de
resultas de converger las aguas de desborde de los distintos
brazos del Río Tercero. En torno a ésta se constituyó el hábitat
donde se asentó la comunidad de los Yndios del Pueblo de
Yucat, nombre que, con claras raíces quéchuas traducible
como "engañar" o "simular", fue el que utilizó la
conquista durante el siglo XVII para identificarlos.
A poco
de afincarse el lusitano con su esposa en estas tierras los
indios Yucat dejan de aparecer en cualquier registro pudiéndose
concluir que el proceso de exterminio, migración a territorios
áridos o el de integración y su consecuente mestización
completaron el proceso de desaparición de estas familias
naturales del lugar.
Según
la investigación de Altamira, López Fiuza, en los siguientes
años, ve acrecentar su patrimonio como consecuencia de recibir:
"... de su cuñado Alonso los bienes que le corresponden y
pueden caber por vía de la herencia legítima paterna y materna
(1643) ... otro tanto de su cuñado clérigo Martín y del
Gobernador Fernando Mate de Luna (1683) en los antiguos dominios
de los indios Yucat ...". Esta última concesión es en
respuesta a un pedido de Fiuza al Gobernador donde le solicita
"... media legua de contornos que fueron de los indios Yucat
y de la cañada de Tiopujio i Cochecorral por cuanto a más de
cuarenta años los estoi poseyendo y mis ganados pasiendo en
ellos como es público y notorio y no aver en dhas. tierras en
todos estos años indio natural del dho. pueblo que me
contradijera dha. poseción" (SIC).
Altamira consigna, además, que en estas tierras Fiuza "...
construye casas y ranchos para esclavos, forma huertas, siembra
árboles frutales y legumbres y ordena fabricar corrales para
animales".
Hay
solo sospechas que darían cuenta que, a la llegada del lusitano,
existiría una capilla o precario oratorio en estas propiedades.
En este sentido encontramos a quienes, como José A. Pedernera en
1947, que van más allá arriesgando una hipótesis voluntarista y
difícil de comprobar, sosteniendo: "... no parece inverosímil
que el Capellán Valderrama influyera en el animo del Capitán don
Lorenzo Suárez de Figueroa de quien era, sin duda, amigo y
consejero, para el fundo que luego pediría en Merced al Rey,
erigiera una Capilla a la Virgen de las Mercedes, ad vocación
con la cual honra a la Madre de Dios la orden religiosa a la que
pertenecía aquel sacerdote."
Aquella construcción o una posterior, quizás es la que fue testigo y cobijo del matrimonio de Lorenza y
Juan; de lo que sí hay
documentación certera es de una capilla u oratorio existente en la zona
donde, sin identificarse tanto su exacta ubicación como su
advocación, Juana Suárez de Figueroa (hija del
primer matrimonio de Lorenza) se desposa el 9 de setiembre de 1662 con el Capitán
Juan Ortiz de Angulo.
En
cuanto a este oratorio es válido consignar que Fray Avelino
Ferreira Álvarez recupera del testamento de López Fiuza la
siguiente descripción: “... me declaró declararse por sus
bienes dos candeleros con sus arandelas y despabiladeras, con
más dos cucharas, un cucharón; una fuente, un salero, dos
jarros, uno de pico y otro llano, una basinica, una templadora y
una olla de asoleta todo de plata y quatro platillos. Yten mas
una ymagen pequeña de nuestra Señora de la Concepción de bulto,
vien vestida y adornada, con un rosario de corales al cuello,
los extremos de oro. Y la cruz, tres cuadros pintados al óleo,
el uno de un crucifixo, el otro de un santo a caballo ... otro
de San Onofre menor y dos estampas grandes de varias ymagenes
para adornar el oratorio que está en dicha Estancia, con más un
crucifixo pequeño de madera, un relicario grande de plata de
Nuestra Señora del Carmen.”
Al
momento de este matrimonio la riqueza de Juan López Fiuza era
significativa al punto de legar a su hija adoptiva (según
documentación testaria) "una dote de esclavos, joyas y plata
labrada por valor de ocho mil pesos".
Dos
son los testamentos que elabora López Fiuza preocupado por no
tener descendencia: uno en 1693 y otro en 1694. En ambos,
designa heredero universal a su buen amigo el Capitán Antonio
Vélez de Herrera, siendo el segundo documento manifiestamente
más doloroso ya que expone la soledad del portugués tras
enviudar. Sus deseos se truncan ya que Vélez de Herrera fallece
en 1697; ésto lleva al lusitano a aumentar sus obras de
beneficencia colaborando y auxiliando la economía de las
congregaciones religiosas y a una mayor incertidumbre sobre que
destino darle a sus bienes.
Próximo al fin de siglo y principios del siglo XVIII, López
Fiuza toma contacto con Fray Francisco Zarza Comendador
mercedario del Convento que la Orden poseía en Córdoba desde
1601. Los muros guardarán por siempre, cual secreto inviolable,
el contenido de los diálogos entre aquellos dos hombres. De
resultas de dichos encuentros, López Fiuza toma los hábitos de
San Pedro de Nolasco ingresando así a la Orden bajo el
compromiso de "... guardar pobreza, obediencia y castidad a
Dios Ntro. Señor y a la Inmaculada Virgen María Nra. Sra. y a
Vuestra Paternidad Reverenda Comendador de este Convento de
Cordova Maestro Fray Francisco Zarza de Ntra. Sra. de la Merced
Redem. de Cautivos ... Fray Juan Lopez Fiuza, Fray Francisco
Zarza, Fr. Joseph Garay, Fr. Luis Calvo de Mendoza, Fr. Josephus";
para luego, cederles a través de escritura del 10 de febrero de
1700 "... para siempre y perpetuamente ... la Estancia y
tierras que fueron de los indios llamados Yuca..." con la única
condición que no sean jamás vendidas. Acceda a la Escritura Pública
Contradiciendo el deseo testamentario de Fiuza,
durante el siglo XIX, la Congregación inicia el
proceso de venta de las propiedades legadas por el
portugués. Será Apolinario Argañaráz, mentor de la
Iglesia de San Francisco del Chañar, en su carácter
de Procurador, Vicario Capitular y Gobernador del
Obispado de Córdoba quien sale al cruce de esta
intentona, evitándola.
Acceda al respectivo documento.
(Archivo Arzobispado de Córdoba, Legajo 42, Notas al
Sr. Obispo, Vicario y Secretario - Años 1795/1886.
Tomo I).
Préstese especial atención al siguiente párrafo del
documento; sobre el mismo, por lo claro, no amerita
comentario explicativo alguno: "... la cofradía
sin derecho para ello haría donación al Convento de
tres cuartas partes del valor y se quedaba con
una por la galantería de no estorbar la venta.
Esta es la consecuencia lógica de la transacción
propuesta que yo rechazo con toda mi alma, para no
cargar, según mi pobre juicio, con una
responsabilidad grave."
Pocos días después de haber testado, Don Juan López Fiuza fallece y sus
restos son sepultados en el primer cementerio conventual ubicado
hacia el sudeste de la actual Basílica de la Merced en Córdoba. El postrer documento que
da cuenta del hecho se puede extraer del trabajo de recopilación
"Apuntes parroquiales de Yucat" de Fray José Brunet:
"... aver fallecido y pasado desta vida el dicho Hno. Fray Juan
López Fiusa en 21 de marzo de este dicho año ... en cumplimiento
de su voluntad, su cuerpo fue sepultado en la Yglesia de mi
Sagrada Religion y se hizo su entierro como a uno de los
Religiosos della a mi parecer y voluntad con misa de cuerpo
presente y los demás Sufragios que se hasen a los tales
Religiosos ...".
La Dra. Ana Inés Ferreyra en su trabajo "Estancias
conventuales en la campaña cordobesa. Del antiguo régimen a la
independencia" nos brinda la oportunidad de hacer una
lectura desde un ángulo que, quizás podría servir de
clarificador o explicación de lo precedente: "Tanto en la época
colonial como en la independiente, varias unidades de producción
de la campaña cordobesa fueron administradas alternativamente
por órdenes religiosas pertenecientes al rito católico. Pero, en
muy pocas ocasiones ésto se debió a operaciones de compra venta
o permutas; la mayoría de las veces fue la consecuencia de dos
prácticas bastante difundidas en la época. En primer lugar, a
las funciones capellánicas o vinculaciones piadosas, que
tuvieron como principales beneficiarios a jesuitas, dominicos,
franciscanos, mercedarios, catalinas, betlemitas y Seminario de
Loreto.(1) En segundo lugar, a la práctica de tomar dinero a censo
de las citadas órdenes religiosas y poner como garantía bienes
inmuebles.(2) En estas operaciones crediticias sucedía con
frecuencia que si no se cumplía con las obligaciones pactadas y
no se abonaban regularmente los intereses, se procedía a
ejecutar la hipoteca; de este modo, la propiedad afectada como
garantía pasaba a manos de la institución que había prestado el
dinero."
"(1) Esta modalidad de vinculaciones piadosas
de carácter perpetuo sobre bienes inmuebles, fue introducida al
Río de la Plata a principios del siglo XVII y en el siglo XVIII
se constituyeron en una práctica ampliamente difundida entre los
sectores más acomodados de Córdoba. En el marco de una sociedad
profundamente católica, los fundadores de estas instituciones
urgidos por el interés de salvar su alma del "purgatorio",
creaban una renta anual sobre un fundo de su propiedad para
cubrir mandas de misas y rogatorios por su salvación. (2) El
censo fue un instrumento jurídico muy difundido tanto en el
período colonial como en la época independiente, que daba forma
a varias operaciones económicas entre las cuales se encontraban
las crediticias. En este sentido, las instituciones religiosas
desempeñaron un papel central frente a la falta de metálico que
parece haber caracterizado a la economía cordobesa."
Aquí los destinos que las distintas órdenes daban a los bienes
obtenidos difería de cada congregación ya sea por sus propios
objetivos o por las circunstancias coyunturales o momento
histórico en el que accedían a tales cesiones.
De hecho, la Dra. Ana Inés Ferreyra en su investigación concluye: "Ninguna de las órdenes religiosas que tuvieron la
responsabilidad de administrar propiedades rurales
demostraron los mismos criterios empresariales exitosos que
desarrollaron los jesuitas en su momento. Por el contrario,
muchas de ellas revelaron no solo falta de capacidad, sino
también, de interés por mantenerlas, al menos, al mismo nivel de
producción que las recibieron. En algunas de ellas, porque sus
esfuerzos estaban puestos en otras actividades que, con menor
esfuerzo, producían igual o superior rentabilidad como la
colocación de dinero a censo. Y casi todas ellas se inclinaron
por arrendar las unidades antes que agudizar las estrategias de
producción".
La Orden finalmente se hizo cargo de los campos y bienes; es
así que en 1770 nombra procurador y administrador a Fray Andrés
Machado y en el mismo año al Fray Juan Obelar como
evangelizador.
Pocos años después, en 1774, se procede a la primera
reconstrucción que involucrará varias décadas de trabajo; es así
que, bajo la gestión del comendador Fray Pedro Nolasco Melgarejo,
el oratorio es remodelado y enriquecido estructuralmente
adoptando la categoría de capilla; es probable que con estas
obras adopta la configuración arquitectónica actual.
La construcción necesitará volver a restaurarse en 1892 y por
tercera vez, a principios del siglo XXI, en 2003.
Producto de un inventario efectuado en 1774 en sintonía con las
tareas emprendidas, podemos acceder a una descripción detallada
de la capilla dando cuenta que la misma tiene "... catorce
varas de largo y seis de ancho, con su sacristía lo que se halla
en estado de enmaderar, con las maderas labradas, clavazón
necesaria, texa y ladrillo correspondiente. Yten tres tablas de
cedro y dos tablones de nogal con cinco varas y medio de largo
cada una las que son para las puertas de dicha capilla y
sacristía ... y ten unos escapularios grandes bien obrados y con
sus cintas de agua y dos cabelleras para nuestra Santísima Madre
... unas vinajeras de plata con su platillo de lo mesmo ... unos
yerros de hacer ostias ... una campana de tres arrobas de peso".
Nótese que aquí ya no se menciona a la virgen de la Concepción
ni a la del Carmen oportunamente consignadas en el testamento de
Fiuza cuatro años antes; por el contrario, el inventario ubica a
la Santísima Madre (Virgen de la Merced) en la centralidad
advocativa.
A pesar de las dificultades propias de la distancia, la
infraestructura operacional del Convento Mercedario de Córdoba
logró articular un adecuado abastecimiento de materiales y mano de obra idónea
al
proceso de recuperación edilicia de la capilla; ésto permitió
que en un corto tiempo de trabajo, hacia 1776 y según consta en
documentos de la época, la Capilla ya contara con licencia del
Ordinario, lo que le permitía funcionar como tal.
La investigación expuesta por Fray José Brunet en su libro
también da cuenta que, durante la reconstrucción, se documenta
el primer bautismo ocurrido un 12 de setiembre (el año se
consigna dentro de un ambiguo período que va de 1777 a 1785):
"... se puso óleo y crisma en la Capilla de Yuca a José Ramón
hijo de Juan de la Rosa Machado y María de la Natividad Ponce.
Padrinos: Juan Manuel Fonseca y Juan Ponce. De dos años.
Bautizó, con licencia, don Gregorio Ponce. El mismo día óleo y
crisma a José Tomás hijo de Juan Manuel Fonseca y Juan (sic)
Ponce, de tres años. Padrino: Juan de la Rosa Machado, bautizó
don Gregorio Ponce".
De esta meticulosa recopilación accedemos a que el primer
registro matrimonial encontrado corresponde al 12 de diciembre
de 1816 en los siguientes términos: "En la Capilla de Yucat
del Curato de este Río Abaxo ... habiendo corrido dos proclamas,
por haver dispensado la tercera ... el P. Fr. Rosa Vega
Religioso Mercedario casó y no veló a Dn. Josce Ribas natural de
Bs. Ays. y recid.te en Santiago del Estero ... con Da. Ma.
Mancilla ... feligreses míos haviendose seguido esta informac.n
en la Curia Provisoral ...".
En cuanto a lo que se refiere a defunciones, Brunet rescata un
documento que manifiesta lo siguiente: "... vice parroquia de
Yuca, 1-8-823 mi ayudante Fr. Ignacio Calvillo (mercedario), 46
años María del Rosario Saco, enterró viuda del fdo. Jacinto de
San Pedro, con rito menor rezado".
Video - Año 2013
Los
sucesivos inventarios van describiendo los adelantos y
retrocesos en las tareas. En el libro "Apuntes
parroquiales de Yucat" de Fray José de Brunet se encuentra
reflejada la cronología de los trabajos realizados a lo largo de
varias décadas. Acceda a un extracto de los distintos
inventarios haciendo
CLICK AQUI.
En
sitio central del altar se expone una imagen de la Virgen de la
Merced y sobre ella, la moldura de una ostra que deberá
asociarse a la Inmaculada Concepción.
La nueva Iglesia:
A fines del siglo XIX la vieja capilla estaba en estado ruinoso,
de hecho se utilizaba como escuela y el púlpito había sido
llevado a la iglesia de Tio Pujio;
razón por la cual, se impulsa el proyecto de erigir una nueva
iglesia. La obra se vuelve realidad en los últimos años de la
segunda década del siglo XX (es inaugurada el 04 de octubre de
1919) y se expone con un diseño de líneas simples y clásicas
donde el conjunto es delimitado por dos torres que contienen
sendos campanarios coronándose las mismas con cupulines y cruces
de hierro. El frente presenta una sólida puerta de madera
tallada delimitada y resaltada con dos pares de columnas en
relieve que actúan de falso sostén del arco superior que, a su
vez oficia de seudo balcón ocultando el puente que une ambos
campanarios.
Tres ojivas circulares permiten iluminar, desde el frente del
edificio, el interior de la iglesia, siendo la más significativa
en tamaño la que corresponde al coro. La nave central
presenta a ambos lados de su abovedado una serie de ventanas de
medio punto que completan la luminosidad del ámbito. El atrio está
delimitado por una reja que lo enmarca de modo perimetral. En su
interior, una nave central y dos laterales menores confluyen,
bajo las pautas de una estructura en cruz, hacia un altar pobre
en ornamentación.
Es en cada una de las naves laterales donde el hecho distintivo
es el de lucir en una
la imagen de San Ramón Nonato resaltando en lo alto de un pequeño
altar decorado de vivos dorados, mientras que en la otra ala cobra nitidez la
representación de Nuestra
Señora de la Merced luciendo en cintura y pecho los colores de
nuestra bandera.
Datos complementarios:
En 1965 una expedición de seis jóvenes aficionados, que se habían
motivado con la lectura del libro "Arqueología de la Laguna
Honda", realiza excavaciones en la zona de la misma
accediendo a la recuperación de importantes restos arqueológicos
así como al descubrimiento de un esqueleto indígena el que,
posteriormente, fue trasladado al Museo de Ciencias Naturales de
La Plata dependiente de la UNLP.
Es significativo que al exhibir la osamenta al público no se haya podido
poner una placa que lo supiese identificar por el nombre que sus padres
supieron ponerle al nacer.
En
la actualidad
la Estancia Yucat, administrada por la Orden Mercedaria, continúa
manteniendo la actividad que la ha identificado desde su origen;
es así que, del total de la propiedad, menos de la mitad
de las tierras son hechas producir por la misma Congregación
mientras que las restantes se alquilan a terceros a beneficio de
los Mercedarios. El establecimiento abarca desde las actividades
agrícola ganaderas hasta el turismo rural y religioso.
Coordenadas:
Latitud:
32º 22’ 10,37" S
Longitud:
63º 25’ 32,51"
O
Fuentes de consulta:
ANA INES FERREYRA - "Estancias
conventuales en la campaña cordobesa. Del antiguo régimen a la
independencia" - XXII Jornadas de Historia Económica -
Asociación Argentina de Historia Económica - UNRC - 2010
Lic. AURORA MONTEOLIVA DE RIGALT, "Capilla de Yucat" -
CIVITAIS
MARIAE
ALTAMIRA,
Luis Roberto: "Paso de Ferreira
(Historia de la célebre estancia en cuyas tierras fundáronse
dos pueblos cordobeses: Villa Nueva y Villa María)", Facultad de Filosofía y
Humanidades (UNC) - Imprenta de la Universidad - 1950.
CONSTANZA GONZALEZ NAVARRO - "Pobleros, mayordomos y
administradores en el mundo rural cordobés (1580-1650) -
Buenos Aires 2012.
TIRSO DE MOLINA, "El P. Fr. Luis de Valderrama" -
Chronica Sacri et Militaris Ordinis V. Mariae de Mercede
Redemptionis Captivorum av anno 1574 ad haec usque tempora -
pag. 115/120
Fuente del Descubrimiento Arqueológico: eldiariocba.com.ar
FRAY JOSE BRUNET - "Apuntes parroquiales de Yucat" -
Imprenta Ambrosino - 2003
FRAY BERNARDINO TOLEDO - "Estudios Históricos - Provincia
Mercedaria del Tucumán (1594-1918) - Tomo III"