Síntesis

Las Capillas Chacareras fueron construídas en el Este de la Provincia de Córdoba (Argentina) en el Departamento de San Justo, por los inmigrantes que, mayoritariamente, italianos del Piamonte, llegaron al país a fines del siglo XIX y principios del XX. Toda esta vasta zona rural se conoció como Pampa Gringa. Algunos ejemplos de ellas son: la Capilla de San Grato de 1888 edificada por la familia Cerutti en Freyre Este y la Capilla de Nuestra Señora de las Gracias de 1893 levantada por la familia Pinarolo. De 1923, encontramos la Capilla Virgen del Carmen levantada por la familia Rainaudo. También las encontramos en otras varias localidades como Porteña, Colonia Valtelina o Colonia 10 de Julio

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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CAPILLAS CHACARERAS del ESTE CORDOBES

 

En una neblinosa mañana de mayo estamos recorriendo caminos de la otra pampa, ésa que por sus antecedentes bautizaron la Pampa Gringa; que en nuestra provincia se asienta en la zona  este del departamento San Justo y colinda con el de Castellanos, el oeste del departamento Las Colonias, buena parte de los Departamentos San Martín y Las Colonias y el oeste de San Cristóbal en la vecina Santa Fe.

Hace muchos años que ya no vemos pasar los sulkys, las volantas,  las chatas, las viejas corte y trillas, tampoco escuchamos hablar el piamontés;  pero hubo un tiempo, en las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX, que esta región se pobló con inmigrantes italianos que dejaron el viejo mundo en pos de una aventura.

 

¡ Andoma fé l’América !

 

En un enero muy frío, la nieve lo cubre todo. Los 30 km. que separan el caserío de Trana de la ciudad de Turín fueron difíciles de recorrer. La mujer y el pequeño esperan de pie en el andén de la Gran Estación. Los dos están en silencio.

A su alrededor un tumulto se abraza, llora y se despide.

Ellos están solos.

En unos minutos partirá el tren que los llevará a Génova, el barco parte mañana. Es una madre y su hijo emprendiendo un viaje inmenso, en distancia y en pérdidas.

Perder la tierra, la familia, un amor; dejarlo todo a cambio de una promesa. Carlo tiene apenas dos años y mira el rostro de su madre sin comprender demasiado; Capitolina le devuelve una sonrisa.

Pocas veces volverá a sonreír. Fueron años muy duros, de hambre, de frío, de guerra.

En el bolsillo de su pesado abrigo está la carta de su hermana que la espera en el sur del mundo, donde el trigo crece fácil, donde las vacas son gordas y el sol siempre calienta la frente. Sólo la esperanza justifica tanto dolor.

El tren anuncia la partida, es el momento en el que todo comienza....

La Terra Promessa todavía está muy lejos.

 

 

 

Miles de historias diferentes  acompañan a los hombres y mujeres europeos, que fueron atraídos por los tentadores planes de colonización de nuestro país.

Santa Fe y Entre Ríos fueron las primeras provincias receptoras de la ola inmigratoria. En la zona del este cordobés se demoró unos años el asentamiento  y recién desde 1886 con la Ley de Colonización hasta fines del siglo, los agricultores extranjeros compraron pequeñas fracciones de tierras incultas que pagaban en varias cuotas anuales. Esta es la etapa que el Dr. Roberto A. Ferrero denomina “Etapa de Colonización Privada por Venta”, posterior a la “Etapa de Colonización Mixta”.

En el Departamento San Justo junto a los grandes colonizadores santafesinos como José B. Iturraspe, Luciano Leiva y Camilo Aldao, actuaron audaces inmigrantes como Gorchs, Colombetti, Clucellas, Boero, Lanfranchi y otros que, primero se enriquecieron como agricultores o comerciantes y luego se aventuraron a fundar pueblos, nuevos establecimientos agrarios y lotear grandes extensiones de campo. 

Entre 1882 y 1892, el desarrollo del ferrocarril fue muy importante y los colonos se asentaban a lo largo del “camino de fierro”.  Dice el Dr. Roberto Ferrero: “... surgía el trigal, el almacén de ramos generales, la estación ferroviaria como su centro nervioso, la iglesia, los acopiadores de granos, y en poco tiempo una nueva localidad y una nueva colonia se sumaba a las existentes ...”. 

Esta pampa del este cordobés de grandes pajonales, monte bajo y tierras fértiles pero incultas, donde el agua no sobraba, fue la “terra promessa” de los piamonteses.

No fueron los únicos, también hubo lombardos, novareses, genoveses, pero en ínfima proporción.

Ellos provenían de una región montañosa poco fértil del norte de Italia, que por aquellos años sufría una profunda crisis agraria. Debían defenderse con un terreno de 4 ha. promedio por productor.

Como dice Nora Daniele, en su libro Orígenes de Porteña, En Piamonte, la casa paterna ya no daba albergue para tantos y la tierra no producía lo suficiente para el sostén de toda la familia; decididos, inconscientes y soñadores, dieron el gran salto y llegaron a América en busca de nuevos rumbos; nuestro país les brindó la inmensidad de las pampas y llanuras junto con la benignidad de su clima como queriéndoles hacer contraste al frío y montañoso Piamonte. Por una cuestión de subsistencia emigraron, pero echaron profundas raíces en nuestro suelo, formaron aquí sus hogares y construyeron las bases de generaciones de argentinos cuya única preocupación fue la de producir, aún teniendo que soportar la etapa más ingrata de nuestra historia económica.

“El piamontés no fue el agricultor singularmente técnico, pero supo que en las tierras vírgenes basta quebrarlas y luego sembrarla, aunque ello suponga un trabajo rudo y sacrificado; sobrios, perseverantes, soportaban fácilmente las rudas tareas del campo; de vida sencilla y humilde conservaron sus costumbres y usos, de tal  modo que en las manifestaciones de la vida social se notó uno que otro rasgo de la tierra que habitaban El anhelo por conseguir bienestar que encontraban reinante a sus alrededores, producía la extensión de los trabajos y una actividad febril.

“Traían consigo un hábito: el del trabajo honrado; una filosofía: la del sentido común y dos grandes pasiones; la ganancia y el ahorro.  

El escritor italiano Edmundo De Amicis, (1846-1908) autor de de la famosa obra “Corazón, diario de un niño” comentaba en 1884 que, al visitar las colonias de la “Pampa Gringa”, se asombró de la gran cantidad de piamonteses que poblaban la región: 

“Un enjambre de jovenzuelos y de niños se llamaban por sus nombres entre la multitud, con los diminutivos acostumbrados de los piamonteses, y reconocí la pronunciación del Alejandrino, del de Pinerolo, del de la Provincia de Cuneo y de otros lugares, cuya acentuación era tan clara como la de la misma madre patria.

“Algunos, llamados por mis compañeros, empezaron a acercarse; a los pocos momentos me vi en derredor una multitud que me hurtaba por todas partes. No tuve necesidad de preguntar a nadie, me dirigieron en seguida la palabra ellos con avidez. Me relataron todos de que país eran. Yo soy de Caluso. Yo soy de Gallanico. Yo de San Segundo. Yo de Dromero. Muchos eran de los alrededores de Pinerolo. ¿Cómo va por allá? me preguntaban. Algunos me pidieron noticias de sus parientes como si fuese natural que yo los conociera. Otros se quedan admirados y reían de contento entre ellos mismos, oyéndose citar el nombre del antiguo alcalde o el del secretario del Ayuntamiento de su pueblo.”

Por su parte, el presbítero Edgar Gabriel  Stoffel manifiesta que: “... la centralidad del piamontés que en la vida cotidiana llega a suplantar al idioma oficial de nuestro país, pone de manifiesto la supremacía como grupo étnico y económico de los hablantes originales y sus descendientes - que siendo ya argentinos - se identifican por varias generaciones con la lengua recibida. Esto implica no solo la conservación endogámica del dialecto sino también la asunción del mismo  por otros italianos que se encuentran en minoría frente a ellos, inmigrantes de otras nacionalidades e incluso los nativos que por razones laborales debían aprenderlo para entenderse con los propietarios de las chacras.”

 

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Sacaron de sus valijas, no solo las modestas ropas, sino, también su identidad cultural, necesaria para construir un tejido social en un suelo donde casi todo estaba por hacer.  La religión que traían de sus “paeses” les sirvió para sentir el apoyo de una divinidad superior y funcionó como un eje organizador de las comunidades agrícolas que poco a poco iban creciendo en la inmensidad de la llanura cordobesa. 

Para rogar por la fecundidad de la tierra que trabajaban, para agradecer la ausencia de pestes y enfermedades, el restablecimiento de seres queridos de alguna dolencia; muchos colonos construyeron pequeñas capillas, en alguna esquina de su campo, en homenaje a los santos patronos de sus pueblos natales, impulsados por la fe y agradecimiento a Dios, ante la soledad y el desarraigo.

Rodeadas de sembradíos, con alguna línea de paraísos o eucaliptus,  a veces cerradas con algún alambrado con puerta a modo de atrio, siempre cargadas de historias de sacrificios e inclemencias y sobre todo de fe, fueron puntos de unión de los colonos inmigrantes caracterizados por el amor a la tierra, al trabajo y a la familia.

La más antigua de las capillas de esta Pampa Gringa es la de San Grato, data de 1888 y está situada en la zona rural de Freyre Este. Fue construida por la familia Cerutti y la festividad es el día 7 de septiembre. En el mismo sector,  en el campo de su propiedad, la familia Pinarolo, en 1893, levanto una capilla bajo la advocación de Nuestra Señora de las Gracias.

Las que han llegado a nuestros días, más de treinta en el área, han sido levantadas con fondos de los primeros colonos o sus descendientes y de la misma manera las siguen sostenido.

 

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Arquitectónicamente, pueden no ser destacables, muchas no contaban con la autorización de la iglesia oficial, pero guardan un gran valor patrimonial para el área chacarera en cuestión, como registro de un pasado que fue una verdadera epopeya social y económica.

Los invitamos a conocer algunas de ellas:

 

Las manos entrelazas, el misal sostenido con los dedos pulgares y el rosario entre los otros, cabeza cubierta con la mantilla oscura, inclinada en señal de respeto y sumisión. En  coro, que se escuchaba desde lejos, tantísimas veces han rezado la oración que, desde niños, han aprendido:

 

Pare nòstr, ch'it ses ant ij Cej,

ch'a sia santificà tò nòm,
ch'a ven-a tò regn,
ch'as fasa toa volontà,
coma 'n cel parèj an tèra.
Dane ancheuj nòstr pan cotidian,
e përdon-ne ij nòstri débit,
coma noi i-j përdonoma ai nòstri debitor.
E fane nen droche an tentassion,
ma liber-ne da la mal, amen.

 

 

 

Pinceladas históricas.

  • Acerca de Porteña en 1899. Diario "Los Principios".

     

    Con la firma del "Corresponsal Viajero", dos artículos publicados en el Diario "Los Principios" en mayo y en noviembre de 1899, se ocupan de describir la actividad productiva y comercial de Porteña; así como, también, del entorno natural de la naciente comunidad de Porteña. (Acceda a dicho material)

 

 

Fuentes de consulta:

  • ALBARRACÍN, Santiago J.: "Bosquejo Histórico, Político y Económico de la Provincia de Córdoba" -  Edición Oficial, Córdoba, 1889.

  • DANIELE, Nora: "Orígenes de Porteña 1892–1985". Edición Biblioteca Alfonsina Storni. Impresiones El Labrador. s/f.

  • FERRERO, Roberto  A.: "La colonización agraria en Córdoba" – Junta Provincial de Historia de Córdoba – Córdoba, 1978.

  • FERRERO, Roberto A.: "La Pampa Gringa cordobesa" - Ediciones del Corredor Austral. Córdoba, 2003.

  • POLIOTTI, Edmundo: "Estampas de ayer (Otros recuerdos de la 'Pampa Gringa')" - S/e. Rosario, 1994.

  • STOFFEL, Edgar G., Pbro.: "La 'Terra Promessa' de los Piemonteses. Etnicidad, dialecto y religiosidad", 2014.

  • Diario "Los Principios" - Córdoba (Argentina), jueves 18 de mayo y viernes 17 de noviembre de 1899.

 

 

 

 

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