Síntesis

La Capilla de Nuestra Señora del Rosario de Tegua ubicada en Elena, Departamento Río IV, Córdoba (Argentina) se levanta sobre el conocido como Camino de los Chilenos en vecindades del Arroyo Tegua. Una fracción de estas tierras conocidas como "El Tala" fueron adquiridas en 1689 por el Alférez Ignacio Fernández Montiel a un bisnieto del fundador de Córdoba de la Nueva Andalucía. Será su hijo Miguel Fernández Montiel quien, en 1696, construirá la capilla de adobe, la que tuvo una vida efímera. El Sargento Mayor José Arias Montiel será el constructor, a principios del siglo XVIII, de la actual capilla. Con el paso de los años, la construcción que llegó hasta nuestros días ha sufrido diversas modificaciones, algunas de las que han alterado de modo sustancial su arquitectura original. Una escalera externa lleva a la espadaña y da acceso al coro alto. Al frente se ubica el Camposanto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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La Página Web "Capillas y Templos" está registrada en la DNDA (Ver detalle)

 

 

NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE TEGUA

 

Le dice Ivan Gustavo Baggiani:

“…Y allí en medio del paisaje serrano, permaneces inmutable al paso de los años, esperando tal vez que alguien se preocupe en cicatrizar las heridas que la soledad y el viento te ocasionaron.

Pero déjame decirte, Capilla de Tegua, venerada reliquia que sobrevives ignorada por el hombre moderno, que en el alma de quienes por fortuna te hemos conocido y con toda justicia admirado permanecerás indeleble, y nuestro hálito postrer te llevará al corazón de nuevas generaciones.” 

 

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El miércoles, 28 de noviembre de 2007, el diario LA VOZ DEL INTERIOR, dentro de la sección Regionales, publicaba esta nota. Tiempo atrás, un 27 de noviembre de 2006, bajo el título “Por la capilla de Tegua, habíamos leído otro, haciendo un llamado a salvaguardar este valioso patrimonio, como así también la conformación de comisiones que trabajasen al respecto.

Después de tomar contacto con la Comisión Diocesana de Bienes Patrimoniales del Obispado de Río Cuarto y con la Municipalidad de Elena, partimos en busca de esta Capilla.

 

La encontramos cercana al Camino de los Chilenos que unía Córdoba con Cuyo y, aproximadamente, a dos leguas y media al norte de la Posta de Tegua a orillas del arroyo del mismo nombre.

Allá, como sede del más sureño de los curatos cordobeses surgió, bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario, a fines de la primera mitad del siglo XVIII. Verdadera punta de lanza en la evangelización de esos territorios fronterizos.

Entre la nota del diario y las fotografías que ilustran esta página, median casi cuatro años. Las fotografías por sí solas revelan la inacción, a pesar de la preocupación puesta de manifiesto por el Señor Intendente de la Municipalidad de Elena.

 

 

Digamos que el Alférez Alonso Fernández Montiel, natural de Baena en la Córdoba española, había llegado al Río de la Plata en la expedición de Juan Ortíz de Zarate (1515-1576), el 26 de noviembre de 1573 y se estableció en Santa Fe de la Veracruz, al poco tiempo de su fundación; donde formó familia con Isabel Arias de la Parra, que había llegado a estas tierras en la misma expedición. Procrearon siete hijos que, de acuerdo a las costumbres de la época, se apellidaron, de modo alternativo, Fernández Montiel y Arias Montiel, con el propósito de perpetuar los apellidos de la familia paterna y materna.

El segundo de sus hijos fue el sargento mayor Ignacio Fernández Montiel.

El origen de esta capilla de Tegua se remonta a la devoción mariana que el Sargento Mayor Ignacio Fernández Montiel, le transmitió a su hijo Miguel, en el testamento que éste protocolizó en 16 de julio de 1696, en Córdoba. Puede leerse en él:

“… También me comunicó que era su voluntad, y yo en su nombre lo declaro, que como yo fuese a vivir a dicha ciudad [de Santa Fe] pusiese a la Santísima Virgen del Rosario que tenía en su estancia [del Río Salado] en una capilla decente y de no dispusiese de ella, en cuya conformidad y su última voluntad, usando de la facultad que me concedió, mando se le haga entrega su capilla y conocer su disposición al padre doctrinante del dicho Partido, que al presente es y en adelante fuese, entregándosele todo adorno de dicha capilla, ya que esa fue y es mi voluntad, mando así se ejecute". [A.H.P.C., Protocolos Reg. 1, 1696, F.110]

El alférez Miguel Fernández Montiel (1643-1696), nacido en Santa Fe de la Veracruz, hijo del Sargento Mayor Ignacio Fernández Montiel y Doña Josefa de Quiñones, en el paraje denominado "El Tala" situado dentro de la Merced de Tegua, fundó una estancia orientada a la cría de ganado vacuno y mular, como actividad principal. El 12 de julio de 1689, por la suma de $1000, había comprado esas tierras al general Don Jerónimo Luis de Cabrera y Saavedra, bisnieto del fundador de Córdoba, quien se vio obligado a fraccionar y vender su merced por la dificultad de hacer frente a los gastos de explotación. Tenían como centro al “... paraje que llamaban el Tala y desde él, dos cuartos de legua la parte del Sur, y a la parte del Norte otro cuarto de legua y al Oriente tres cuartos de legua, y a la parte del Poniente dos cuartos de legua". La operación se realizó con boleto simple, ante el maestre de campo Juan de Echenique y testigos, a falta de escribanos. [A.H.P.C. Tribunales Esc. 1, 1724, leg. 250, exp. 14]

La venta la efectuó en su estancia La Lagunilla, pocos días antes de fallecer el 20 de agosto de 1689. Al no haber escrituración, en su carta testamentaria hizo constar, al enumerar las tierras, lo siguiente: "... y el paraje de Los Sauces, con excepción del pedazo que vendí a Montiel". [A.H.P.C. Protocolos Reg. 1, 1689/91, F.116]

Habían trascurrido siete años desde la compra de la estancia y su puesta en funcionamiento, cuando Don Alonzo, escribano reconocido en Santa fe, donde ocupara varios cargos públicos, desde su estancia del río Salado sita, el 10 de diciembre de 1695, a su hijo Ignacio. Ya moribundo era preciso testar a favor de él. Se produjo el fallecimiento y su hijo dispone cumplimentar la voluntad paterna. Regresa a Córdoba y el 16 de julio de 1696, protocoliza el testamento.

En su retorno trajo consigo la imagen de la "Virgen del Rosario", tal como se lo autorizaba el testamento y es probable que, en los primeros meses del año 1696, junto a la vivienda y para su familia, Miguel Fernández Montiel, casado con Josefa Quiñones de Laredo, construyó la primitiva capilla, cumpliendo con la voluntad de su padre, colocándola bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario.

Llegó el mes de setiembre, estando en su estancia de las Sierras de las Peñas, Miguel decidió seguir el camino de su padre.

El 4 de octubre de 1696 "... para tasar y partir los bien muebles que quedaron por fin y muerte del alférez Miguel Fernández Montiel". [A.H.P.C. Tribunales Esc. 1 1724, leg.250, exp. 14] los comisionados nombrados procedieron a redactar el correspondiente inventario, documento éste, que es la primera relación de la Capilla de Nuestra Señora del Rosario de Tegua:

"Primeramente, tasamos una estancia pobladas de dicho difunto, que tenía en la jurisdicción de esta ciudad de Córdoba, 26 leguas de ella, poco más o menos, llamada El Rosario, que hubo y compró del general Don Gerónimo Luis de Cabrera ... Item: tiene dicha estancia una capilla recién edificada de adobe, de ocho varas de largo y cuatro varas y media de ancho y tres de alto, enlucida de yeso, con cumbreras y varas de sauce, con cañizo, cubierta de paja, puertas de algarrobo viejas con aldabón de hierro y tiene dentro de dicha capilla para su adorno y poderse celebrar el santo sacrificio de la misa, una Imagen de Nuestra Señora del Rosario de Tegua de bulto de tres cuartas de alto, con un niño Jesús y un rosario de cuentas engastado de plata, con una corona de filigrana de plata buena; un manto de dicha santa Imagen con escapulario de lana de Nápoles azul, guarnecido en encaje de plata, aforrado en tafetán carmesí; unos zarcillos de dicha Imagen de oro, con dieciséis perlas medianas y sus almendras de cristal; una toca de dicha Imagen de vara, guarnecida con puntas de Flandes de dos dedos de ancho; dos hechuras de bulto, la una de San José y la otra de Nuestra Señora de la Limpia Concepción, de tercia de alto, nuevos y bien tratados; un tabernáculo de tablas de cedro de tres cuartos de alto y una vara de ancho … y en las puertas bisagras y aldaba; y dicho tabernáculo tiene un velo de tafetán columbiano; y una hechura de San Miguel de bulto, nuevo, que tiene dos tercias de alto; dos pedazos de holandilla que tendrán ambos cuatro varas que sirven de dosel con cenefa  de cinta verde; doce serafines pequeños que están puestos en el dosel; cuatro cuadritos pequeños de media vara de alto y una cuarta de ancho, uno de Nuestra Señora de la Candelaria, otro de Santa Rosa, otro de San Onofre, otro de un ángel; cuatro estampas grandes en bastidores … Cuya capilla con todo el ornamento y alhajas referidas, tasamos en ochocientos pesos, y dicha estancia debajo de los linderos arriba expresados y mejoras en ella convenidas, se tasa en mil doscientos pesos corrientes. La campana sin badajo que tiene dicha la capilla no se tasa aunque se puso en el Inventario, por decir las partes, es de Fernando de Zuluaga de la ciudad de Santiago de Chile, a quien se le han de devolver". [A.H.P.C- Tribunales Esc.1, 1724, Leg 250, exp.14]

Como puede leerse en este documento la capilla estaba construída con adobe y es presumible que haya tenido una vida muy corta.

El Capitán Ignacio Arias Montiel Quiñones, hijo mayor de Miguel Fernández Montiel, casado con Lucía de Peralta fue quien heredó la estancia "... poblada de dicho difunto que tenía en la jurisdicción de la ciudad de Córdoba, 26 leguas de ella, poco más o menos, llamada El Rosario ... Item: tiene dicha estancia que así le damos", y decide construir una nueva capilla en piedra, en una ampliación de la Estancia "El Tala" hacia el sur.

Desconocemos la fecha de su fallecimiento y el número de hijos que tuvo; quedando en posesión de la Estancia y la Capilla de Tegua, uno de sus hijos el Sargento Mayor José Arias Montiel (1692-1746) quien es el verdadero constructor de la actual Capilla de muros de piedra, la que sufrirá varias modificaciones a lo largo del tiempo.

Si bien es cierto la obra tenía un carácter eminentemente religioso, también cumplía la función de refugio contra la acción de las avanzadas indígenas que sufría todo el sur cordobés. Además, actuó como eje centralizador de las comunidades que se radicaban en la zona en la época colonial.

Dice el historiador Carlos Mayor Laferrere que, por lo que se deduce del censo provincial de 1840, "... las familias de Molina, Basconcelos, Montiel, Duarte y Suárez vivían en las inmediciones del templo, en nueve casas diferentes, conformando un núcleo poblado de setenta habitantes, reunidos seguramente para estar mejor protegidos en caso de invasión de indios, de irrupción de montoneras, y del vandalaje que deambulaba por las campañas. Amparados también por la protección espiritual que le brindaba la milagrosa y venerada imagen de la Virgen del Rosario". [A.H.P.C. Gobierno. Censos]

 

 

La capilla que llegó hasta nuestros días podemos, desde lo arquitectónico, describirla como perteneciente a la tipología de las capillas de techo a dos aguas. La planta de la nave tiene internamente 12,90 m de largo por 5,30 m de ancho, enmarcada por muros de piedra de 0,90 m de espesor. Cubren el techo cuatro cabreadas de par y nudillo, con dos tirantes solidarios por tramo en cada cara. Sobre ellos las alfajías que sostienen las bovedillas; sobre las cuales, donde ayer estaban las tejas españolas, hoy está el zinc.

 

 

El presbiterio está marcado por un desnivel de piso de 22 cm y la barandilla del comulgatorio es de reja de hierro forjado con pasamano de madera.

 

 

Del lado de la epístola se comunica con la sacristía, con puerta de madera de dos hojas. Del lado del evangelio un púlpito de madera  de líneas muy simples y planos muy oscuros, aun podría cumplir con su función.

Al coro alto, sobre el ingreso, se llega desde el exterior en el lateral derecho, después de sortear los dieciséis escalones de piedra de la escalera con gruesa baranda de igual material, que  también conduce a la colonial espadaña con sus tres orificios que terminan en arco de medio punto y que supieron alojar sendas campanas. La espadaña, también en piedra, nace desde el piso de la fachada que tiene orientación este-sur este y culmina con una cruz de hierro forjado de una “simplicidad acongojante”.

 

 

Una puerta de madera de una hoja permite el acceso al coro que tiene tirantes de madera, soportado por dos columnas y esta resguardado con una baranda de listones de madera. “A través de la baranda del coro, se advertía el viejo órgano, que un día envolvió con sus prístinos acordes,  la sencilla fe de los cristianos de Tegua".

 

 

Hacia el este, con vistas al viejo cementerio, se abre la ventana coral, de buenas dimensiones, en madera con dos hojas de abrir.

 

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Se complementa, como la de Dolores de Punilla o San Roque de la Cumbre, con un volumen  previo,  de factura muy posterior a la capilla, que desmerece el conjunto colonial,  armado con cuatro arcadas de medio punto en ladrillo de 75 cm de espesor que determinan el nártex, siendo sus dimensiones 7,85 m de ancho por 4,90 m de profundidad; cerrado lateralmente con muros de ladrillos de 38 cm de espesor,   con techo de losa armada con perfiles metálicos doble te y bóvedas aplanadas de ladrillos; levemente inclinado hacia el frente, comenzando bajo la ventana coral.

 

 

Esta, que termina en arco de medio punto,  tiene un recercado, de escaso relieve,  que culmina con una cruz en la parte superior. El tímpano de la fachada, que acompaña la pendiente del techo, con un pequeño mojinete, tiene en su cúspide una cruz de hierro forjado.

 

 

En el muro sur, tres pétreos contrafuertes cumplen su función estructural.

 

 

Dice el historiador Carlos Mayol Lafferére: “Una puerta 'de dos manos' da acceso al templo. Es de madera de algarrobo, con sus tableros tallados a mano. Goznes, bisagras y cerrojo de hierro forjado, se remontan, seguramente, a la factura original de la capilla. El artista ha dejado allí su impronta, su carismático don. Según la tradición [difícil de confirmar], las heridas que muestra la madera fueron producidas por las lanzas de los indios en su afán de mancillar el sagrado recinto.”

 

 

Las imágenes son las descriptas en el inventario mencionado, de 1696 (de la anterior capilla), siendo la principal la que le daba el nombre: Nuestra Señora del Rosario.

Habían pertenecido al hogar paterno del sargento mayor Ignacio Fernandez Montiel, tenía “tres cuartas varas de alto con un Niño Jesús y un rosario de cuentas, empastado en plata, con una corona de plata buena” (hoy retirada por razones de seguridad).

También existían “... dos hechuras de bulto la una de San José y la otra de Nuestra Señora de la Limpia Concepción de a tercia de alto … Un tabernáculo de tablas de cedro de vara y tres cuartas de alto y una vara de ancho, con su media naranja arriba y sin dorar y en las puertas bisagras y aldabas”. En él estaba colocada una imagen de San Miguel, de madera, de dos tercias de alto.   

Todas estas imágenes pasaron a la nueva capilla, con algunos arreglos. Por ejemplo, en el mencionado tabernáculo se ubicó la imagen de Nuestra Señora del Rosario, de dos tercias de alto, que sin dudas sería la que presidía la procesión en los días 7 de octubre de cada año.

El actual altar, dorado y sencillo, colocado frente las antiguas hornacinas  que contenían las imágenes, fue donación testamentaria de la señora Dolores Buteler de De la Torre, en 1902. Contiene en el centro el camarín de la Virgen y a los costados  los nichos que albergaban a San José y al Corazón de Jesús.

 

 

El conjunto se completa con un atrio de 8,20 m de ancho por 7,45 m de profundidad bordeado por un pretil, constituido por muros de 38 cm de espesor y pilastras sin rejas y con tres puertas de hierro forjado.

En el "Libro de Fábrica de la Vice Parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Tegua", archivado en la Catedral de Río Cuarto, puede leerse que el misionero franciscano Fray Leonardo Herrera, en su afán de mejorar la Capilla, tuvo un gran apoyo con la donación testamentaria de la señora Dolores Buteler de De la Torre fallecida en 1902. Sus restos descansan en el interior del templo. Con los 3550 pesos aportados se realizaron las siguientes obras:

"Primeramente se construyó el pórtico de cuatro arcos, delante de la fachada original, sostenido su techo por macizos rieles. Después se levantó al frente de la iglesia un pretil o verja de material, a la manera de atrio descubierto, al que se accedía por tres puertas de hierro forjado. En el interior, en tanto, se embaldosó el piso completo y se separó el presbiterio del lugar destinado a los fieles con una baranda de hierro. Y algún ignoto artista labró el magnífico retablo de madera del altar mayor, milagrosamente conservado, además de un confesionario y un púlpito del mismo material".

En los Papeles Sueltos de la Colección Fassi del Archivo del Obispado de Río Cuarto puede leerse que:

"... Anteriormente, sin poder determinar una fecha precisa, el templo había sufrido una sustancial modificación. Para dar mayor amplitud a la nave, la puerta principal colocada originalmente dos varas hacia el interior, formando un pequeño porche, se corrió hacia adelante quedando en línea con la pared. Lo muestra el contra-arco que fue necesario hacer para colocarla, y la boca del arco antiguo, más arriba que no ha podido borrarse."

 

 

 

Frente a la Capilla, rodeado por una baja pared de piedra, hay un cementerio de interesantes recursos artísticos, en especial las cruces de hierro forjado.

 

 

Lamentablemente la depredación efectuada por los visitantes ha desmejorado el lugar, que está inactivo desde 1982.

Fue en 1898, cuando Fray Leonardo Herrera, se quejó de la presencia del campo santo: “… Hay, sin embargo, algo que lamentar y que conceptúo muy grave, y es que en frente de la puerta de la iglesia, hay un cementerio a distancia de 12 varas, y está lleno de cadáveres, y lo más peor todavía es que el suelo es muy pedregoso, lo que hace difícil la buena sepultura de los cadáveres, siguiéndose de ésto que en los meses de calor se hace imposible e insoportable la estadía en dicha capilla por el mal olor que se siente; ya he pensado en cambiarlo". [Archivo del Convento de San Franciso, Río Cuarto: "Memoria presentada por el P. Leonardo Herrera al R. P. Comisionado sobre los trabajos ejecutados por él durante la guardianía del P. Longo (1895-22 de junio de 1898)]

 

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En coincidencia con la línea de la contrafachada, adosadas a la pared norte de la capilla, una comisión de vecinos construyó cuatro habitaciones, a mediados del siglo pasado, destinadas a una escuela que no llegó a funcionar. El primero de esos ambientes oficia de sacristía.

 

 

El Sargento Mayor José Arias Montiel, uno de los hijos del Capitán Ignacio Fernández Montiel y Lucía de Peralta se casó con Francisca de Sosa en primeras nupcias y con Margarita de Medina en segundas, constructor de la capilla actual falleció el 14 de julio de 1746, siendo muy curioso el documento que testifica su muerte: “… habiendo tomado un pedazo de biscochuelo con un poco de vino le dio un parasismo  y se cayó de la silla donde estaba sentado y que apenas alcanzó la absolución que le dio el maestro don Francisco Fuentes y que en ese instante expiró y que lo pusieron en la cama a donde estaba dicho cuerpo con vestido de campaña”.

El 5 de setiembre del mismo año el maestre de campo Don Pedro de Arguello procedió a inventariar los bienes del difunto, tasarlos y adjudicarlos. Después de un pormenorizado inventario, anota:

"Item: tasamos la capilla nueva que se halla en dicha estancia, con tres tirantes que le corresponden, cuatro huecos, con su puerta de dos manos, con dos varas y dos tercias de alto y dos varas menos un cuarto de ancho y bien umbralada toda, en doscientos pesos".

En la sección de adjudicación de bienes dice: "... hijuela del capitán D. Francisco de Molina, como marido y conjunta persona de Doña Vicenta Montiel, heredera de su padre ... Primeramente: le adjudicamos la estancia, con todo lo edificado y plantado, la capilla con todas sus alhajas". 

La posesión de la estancia, con la capilla, pasó a manos de la única hija de Arias Montiel, llamada Vicenta Montiel y Sosa, la cual se casó con el capitán Francisco Molina Navarrete y Tejeda Guzmán, quien era hijo del matrimonio formado por Luis Molina Navarrete y Tejeda Guzmán e Isabel de Garay y Tejeda Peralta. El Capitán, que ejerció el patronato de la capilla, fallece en 1761.

Hechos los inventarios, tasaciones e hijuelas correspondientes, se procede al reparto de bienes heredados entre los ocho hermanos, recibiendo don José Marcos Molina "... la hacienda y Capilla del Rosario". José Luis Molina, hermano mayor de José Marcos que solo tenía tres años, es designado depositario y administrador de los bienes de aquel. Además, es nombrado patrón de la Capilla del Rosario en reemplazo de su fallecido padre.

Con el paso de los años, José Marcos pasó a ser uno de los mayores acaudalados del valle de Tegua. Se casó don Doña Marquesa de Liendo y Moinos, quedando el matrimonio sin descendencia. El 8 de agosto de 1786, transfiere sus bienes a su hermano José Luis, "... en cuantía y cantidad de 650 pesos, incluyéndose en la operación el dominio sobre la Capilla del Rosario". [A.H.P.C. Tribunales Esc. 2, 1761, Leg. 30, exp. 23]

A fines del siglo XVIII se conoció este recinto sagrado con el nombre de “Capilla de los Molina” o “Capilla del Rosario de Tegua”, para identificarla de otras capillas existentes en la provincia con igual advocación mariana.

En 1799, fallece José Luis Molina. Todas sus propiedades fueron fraccionadas entre sus ocho hijos y es Luis Bernardo Molina, el mayor, quien recibe la Capilla del Rosario [A.H.P.C. Tribunales Esc. 2, 1799, Leg. 99, exp. 16]

En 1856 llegan los franciscanos a la Villa del Río Cuarto, haciéndose cargo de la parroquia de la que dependían varias capillas entre ellas la de Tegua. El Párroco Fray Mario Bonfiglioli nombró patrón o fabriquero de la capilla al vecino Cesáreo Vasconcelos.

Desde "MONTE DE LA CAPILLA DE TEGUA", con fecha agosto 17 de 1859, Restituto Cabrera al Sr. Cura de este Departamento D. Plácido Sargenti, escribe: "El Sr. Provisor D. Eduardo (Ramírez) de Arellano, en el mes de mayo, me llamó a su casa para prevenirme que como dueño actual de esa estancia, conviniese con el Cura de este Curato sobre el Patrón que deberíamos poner de esta Iglesia, en virtud de no poderla servir en virtud de mi poca estabilidad en esta ... de mi parte es de mi aceptación poner dicho patronato en D. Manuel Basconcelos, porque S. S. es muy capaz de atender con el mayor cuidado y reparar las necesidades de la iglesia que está llena de murciélagos y lechuzas que la infestan y el campo santo deshecho ... y por otra parte el cementerio es muy chico que yo [he] consentido aceptara mi propuesta le he hecho, que así que tenga algún fondo la iglesia con la anuencia de su Paternidad, agrande el campo santo y lo asegure que no entren animales, y se metan los murciélagos y lechuzas que hay dentro de la iglesia ... También aviso a su Paternidad que dejó en donación la Sra. Arcelia [que era la esposa de Manuel Basconcelos] que la salita que está en la capilla se las prepare para los sacerdotes que vengan a las ocurrencias de su ministerio". [Archivo de la Catedral de Río Cuarto, Caja 2 Leg. 3]

El 9 de diciembre de 1862, se reunieron en este lugar de la Capilla de Tegua el Teniente cura Fr. Luis Solís, el pedáneo D. Gregorio Berrotarán y los testigos D. Cipriano Cáceres y D. Pastor Garzón, procediendo a medir nuevamente los terrenos de la capilla, de tal manera que ella ocupase el centro de la cuadra medida, para lo cual se tiraron las líneas necesarias y se amojonaron las cuatro esquinas, que determinan la situación topográfica de la cuadra perteneciente a la Capilla de Tegua, Curato de Río Cuarto.

Dice Carlos Mayor Laferrére que "... esta cuadra fue cercada en la década del sesenta con una pared de piedra asentada en barro, midiendo sus costados 73 m de largo por 84 de ancho, encerrando una superficie de 6132 metros cuadrados y dejando en el centro a la capilla. Hasta muy entrado el siglo XX esa muralla se mantuvo en pie, dándole al lugar el aspecto de un recinto fortificado. Aún hoy, en algunos tramos, se perciben perfectamente los cimientos".

Los franciscanos continuaron la atención de la Capilla en su carácter de vice parroquia. El padre Leonardo Herrera presenta, en 1898, al R. P. Comisionado un informe de la situación de la Capilla en el que, con ingenuidad, le relata que se había refugiado el Marqués de Sobre Monte en su huida de Buenos Aires en 1806 y que la Capilla guardaba señales de los ataques de los salvajes, decía: "... en el año 1894, en el mes de enero, me mandó el P. Guardián a dicha Capilla para que hiciera algunos adelantos en ella, pues estaba muy abandonada. Con la protección de varios vecinos pude recolectar alguna limosna en dinero y algunos animales, comencé a hacer cortar material y enseguida hice edificar tres cómodas piezas para habitación de los padres, como también una galería que sirve de reparo a la gente ... En 1896 volví nuevamente a Tegua y principié los trabajos de reparación en la Iglesia; demolí el coro que era de material, amenazaba ruina, y lo hice hacer de madera de mayores dimensiones, quedando muy lúcido. En el mes de diciembre volví nuevamente a Tegua para hacer la fiesta de la Virgen del Rosario, el 21 de enero de 1898, principié la novena, haciéndola con la solemnidad de los años anteriores y el 30 del mismo mes se celebró la función con toda solemnidad, acompañándome igualmente el R. P. Juan José Gigena. Por la tarde del mismo día salió la procesión seguida de un gran concurso de gente, estrenando ese día unas andas nuevas que el vecindario por medio de suscripciones compró para esta iglesia. Tengo actualmente 15000 ladrillos cortados, 60 chapas de cinc y el valor de 170$ en madera de pinotea para hacer el salón para la escuela, pues ese vecindario clama por un establecimiento de esa clase. Todo se ha hecho con limosnas de los vecinos". [Archivo del Convento de San Francisco, Río Cuarto: "Memoria presentada por el P. Leonardo Herrera al R. P. Comisionado sobre los trabajos ejecutados por él durante la guardianía del P. Longo (1895-22 de junio de 1898)] 

Se determinó que el predio con la capilla había sido donado por la familia Meneghello a la Municipalidad de Elena, faltando todavía el proceso de escrituración.

 

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Datos complementarios:

Latitud :     30º 54’ 26,45” - Sur

Longitud :  64º 32’ 07,60” - Oeste

 

Fue declarada Monumento Histórico Nacional (MHN) el 8 de julio de 1976, por decreto 1256/1976 de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos y Lugares Históricos.

En el Boletín Nº 06,  julio 2010, de dicho organismo, puede leerse:

 

Capilla de Tegua

El Comité Ejecutivo del 17/06/10, acordó prestar conformidad al informe elaborado oportunamente por la Dirección Nacional de Arquitectura, únicamente en lo relativo a la consolidación estructural y otras acciones propuestas a efectos de evitar la ruina del edificio, y en caso necesario, el apuntalamiento preventivo. Asimismo, se acordó solicitar el envío del proyecto y requerir al Delegado en la provincia un informe acerca del titular del dominio.

 

Noticias alentadoras:

Del diario El Puntal de Río Cuarto, en su edición del 24 de enero de 2017 y bajo el título: "Dos comunidades se unen para recuperar la Capilla de Tegua", extraemos:

"Vecinos e instituciones de Gigena y Elene acordaron iniciar las obras para restaurar esta joya arquitectónica histórica. Tras un recorrido por el lugar, se evaluaron los daños y definieron las primeras tareas a ejecutar."

Se formó la "Comisión Honoraria Monumento Capillas de Tegua", integrada por los Intendentes de Elena y Alcira Gigena y el Obispo de Villa de la Concepción de Río Cuarto. La Comisión Ejecutiva, integrada por profesionales en restauración, Secretarios de Cultura, archivistas y Párrocos de Elena y Alcira Gigena, dispuso el inicio de las obras más urgentes, en base al "Informe sobre necesidades básicas para la restauración. Dirección de Patrimonio Cultural. Agencia Córdoba Cultura"; con la intención de terminarlas para octubre en que se conmemora el Día de la Virgen de Nuestra Señora de Tegua.

El Intendente de Elena Néstor Zunino, uno de los impulsores de esta restauración, se mostró entusiasmado por el avance logrado en los últimos días: "Estamos muy contentos por el inicio de la obra. Existe el compromiso de ambos Municipios de trabajar juntos".

A propósito del proceso de restauración se invita a acceder a la siguiente nota periodística del 17 de marzo de 2018: "Se salvó la capilla de Tegua, la más antigua del sur cordobés".

 

 

Capilla Nuestra Señora de Tegua, restaurada (27 de marzo de 2018)

 

"La unión hace la fuerza", antiguo proverbio puesto en práctica en esta oportunidad. Cada uno, en su medida, hizo su aporte y la obra se concretó. Gobierno de la Provincia de Córdoba, Obispado de Río Cuarto, Municipalidad de Elena, Municipalidad de Alcira Gigena, profesionales intervinientes y vecinos.

El proyecto de restauración fue realizado por la Secretaría de Arquitectura de la Provincia y ejecutado por la Agencia Córdoba Turismo, siguiendo lineamientos y sugerencias profesionales de los organismos competentes en conservación y restauración de patrimonio. Todo el proceso fue acompañado con las aprobaciones y sugerencias permanentes de la Comisión de Monumentos Históricos Nacionales. La inversión fue de $ 4.392.651. En este día de júbilo, así se expresaron los protagonistas:

 

Video 2018

 

 

Capilla, caminos y postas. Relatos.

 

El Camino de los Chilenos también llamado Ruta Real, según comenta Miguel Ángel Gutiérrez, unía la población de Córdoba con el Reino de Chile a través de Mendoza.

Su descubrimiento se debió a la expedición de Gonzalo de Abreu y Tristán de Texeda realizada en 1579. El fin específico de la empresa era la búsqueda de los Césares que no pudieron concretar. Las penurias y sufrimientos que soportaron los expedicionarios los obligaron a desistir.

"Vueltos del descubrimiento pasando mucha ambre y necesidad en tanto que ubo bez que al cabo de tres días que no comían el y sus soldados cosa alguna un guebo de avestruz del cual comieron once soldados".

La consolidación de este camino de los Chilenos aconteció recién en 1585, vale decir, después de la campaña de Tejeda contra los comechingones de la región.

"Este es el comienzo del camino conocido durante centurias de años, con el nombre de Camino de los Chilenos, que costeando la sierra y pasando por el Morro, era la vía de comunicación directa de la población de Córdoba con las de Cuyo".

Las principales paradas oficiales de este camino que pasaba por el valle de Tegua eran las siguientes: “Córdoba – La Lagunilla - Corralito – Tegua – Río Cuarto y La Punilla”, donde termina la jurisdicción de esta Ciudad de Córdoba.

Aún faltaba casi una centuria para que naciera la Capilla de Tegua.

 

Dn. Joseph Francisco de Amigorena

 

Con fecha 6 de febrero de 1787 y en su carácter de Comandante de Frontera y de Armas del Partido de Cuyo, describe los caminos por donde se transita desde la Ciudad de Buenos Aires a la de Mendoza; con una "Relación esacta de todos los parages en que hay Población ó Casas, con las leguas de distancia de unos a otros Poblados distinción del parage donde hay Posta, Río de buena o mala agua, Pozos, arroyos, Lagunas, etc".

Al llegar a la zona de la posta de Tegua relata:

"A la Punta del Agua (se pagan 6 leguas). Tres leguas y media de la Posta se atraviesa un Bosque de mas de una de ancho. Dentro de él hay dos Ranchos con sus Puestos que tienen los dueños de estas tierras. Hay dos o tres Lagunas de agua llovediza que suele conservarse años enteros como no haya mucha seca. Sobre el arroyo de tegua (que ya por aquí trae poca agua) está la Posta propia de Dn. Roque Bazquez. La Casa cubierta de teja, y con su espacioso corredor es muy decente aunque no tiene defensa: inmediata esta la Capilla que también es muy regular, y tres casas, de las quales una tiene su fuerte estacada aunque sin foso. Viven en la Población mas de 40 Personas; y Dn. Roque tiene mucha porción de ganado especialmente Bacuno.”

"A la Posta de Sta. Barbara (se pagan 6 leguas). Caminanse por la orilla del citado Arroyo de Tegua: A las quatro leguas se encuentra el Puerto de san Javier que és del mismo Dn. Roque Vazquez, se compone de tres ó quatro Ranchitos en que viven 16 á 20 personas. La Posta es un Rancho sin ninguna defensa, pero tiene buenos Cavallos; y asi en ella como en otros dos ranchos inmediatos habrá 16 personas, que viven de la Cria de sus cortas porciones de Animales".

"A la Posta de Tegua (se pagan 4 leguas). Cuatro o cinco ranchos se encuentran sobre el Arroyo á diferentes distancias: todos habitados de gente pobre, que serian mas de 20 personas, y se mantiene con sus Bacas Lecheras, algunas Ovejas, Yeguas y Caballos.  En el parage llamado tegua además de la Posta que tiene su estacada, ay 10 entre Casas y Ranchos, desviados dos o tres cuadras unos de otros con mas de 100 havitantes que se mantienen de la cria de animales de las especies referidas aunque no pasa su numero del preciso para poder subsistir: también siembran trigo, Maiz y Zapallos. Las mujeres de todos estos Lugares, como todas las demás de las estancias de Córdoba que siguen al Norte de todo lo largo del Camino se aplican a hilar, y tejer, Ponchos, etc. Según referimos de las del Río 3º".

"A la Posta de Tambo (se pagan 7 leguas). No se encuentra habitación en esta distancia, ni mas agua que la que suele juntarse en los bajos quando llueve".

 

Walter L. Bosé

 

El historiador se ocupó de cronicar sobre los servicios de correos y todo lo concerniente a esa actividad desde tiempos de la colonia, relata:  

"La ruta principal de postas a Chile se apartaba del camino real al Perú en la Esquina de Medrano, a orillas del Rio Tercero, para tomar hacia el oeste, en dirección a las sierras de San Luis".

Nombra a las postas de Arroyo San José, también llamada "... lo de Cabral", luego la Cañada de Lucas y más adelante a la posta Punta del Agua.

"A las nueve leguas [de Punta del Agua] se llegaba a la posta de Santa Bárbara, cuyo maestro fue Dn. Antonio Alcántara, desde 20 de abril de 1785. Desde Santa Bárbara se dirigía al oeste, hasta Tegua cuatro leguas, donde se nombró maestro de postas a Dn. Santiago Guebara el 8 de marzo de 1779. Habiendo fallecido en agosto del mismo año, fue designado Dn. Francisco Xavier de Medina por 'Maestro Mayor Conservador de Postas' por sus activas gestiones en el establecimiento de esta ruta. El 6 de abril de 1782 le sucedió Dn. Dalmacio de Acosta y el 6 de agosto de 1791 su sobrino Dn. José Domingo de Irusta, a quien sucedió Dn. Luis de Molina, y en 1819 su hijo Luis Bernardino de Molina. Esta posta de Tegua se hallaba en el punto de empalme con el camino que venía de Córdoba por las sierras en dirección a San Luis. En 1784 se creó una nueva posta en el Corral de Barrancas 'arrimando al monte para defenderla del enemigo infiel', a seis leguas de Santa Bárbara y cuatro de Tegua, más al sud. Para maestro se nombró a Dn. José Urbano Echenique. En septiembre de 1819 se previno al público y a los correos que podían tomar la ruta que mejor les plazca (por Tegua ó el Corral de Barrancas) por la fragosidad e impedimentos de los caminos en las diferentes estaciones del año. En 1825 el Gobernador de Córdoba [Brigadier General Juan Bautista Bustos] prohibió seguir directamente desde Santa bárbara a Corral de Barrancas, debiendo todos los viajeros ir por Tegua bajo pena de 50 pesos de multa. La próxima posta del camino se hallaba en el Tambo, cuatro leguas de Corral de Barrancas al sud, formada por seis ranchos".

Walter Bosé se refiere a la creación de un nuevo camino: "En abril de 1817, quedó establecida una nueva ruta postal que uniría a Córdoba directamente con el camino principal que iba de Buenos Aires, por la Esquina de Medrano, a San Luis y Mendoza. El empalme se hacía en Corral de Barrancas. La ruta salía de Córdoba hacia el sud, llegando a las cinco leguas al Bajo Grande cuyo maestro de postas fue Dn. Matías Almeida. Desde aquí cuatro leguas hasta Pedernera, cuya posta se estableció en casa del vecino Don Mariano Mansilla. Continuando por el bajo y bordeando las sierras se llegaba a cinco leguas hasta Sachapujio, en donde se hallaba establecido Dn. Domingo Dominguez, quien expedía las correspondencias hasta EL SALTO del Río Tercero, siete leguas del punto anterior, siendo su maestro de postas Dn. Juan Esteban Molina. Cuatro leguas más adelante se hallaba la posta de los Quebrachos a cargo de Dn Lino Castillo, de cuya casa se proseguía hasta Ortoguasi a cinco leguas de Quebrachos, y cuya posta era administrada por Dn. Solano Berrotarán. Desde Ortoguasi hasta Tegua había siete leguas, siendo maestro de posta en este lugar Dn. Luis Molina (desde el año 1805), como veremos por otra ruta. Aquí empalmaba antiguamente la ruta, pero después se trasladó a Corral de Barrancas, cuatro leguas más al sud, por ser sitio más apropiado".

 

Croquis de las Postas en Córdoba - Walter L. Bosé (Fragmento)

 

Luis Alberto Molina

 

En 1797, este destacado poblador del Valle de Tegua, propietario de la Capilla Nuestra Señora del Rosario y dedicado a los quehaceres rurales, decide ampliar su radio de acción y alquila la Hacienda y Molino de Tegua propiedad de los esposos Francisco Javier Medina y María Mercedes de Acosta. La misma estaba ubicada en las nacientes del arroyo del mismo nombre.

En 1799, adquiere la propiedad y se traslada a ella dejando la estancia del Rosario con la Capilla; estableciendo en el lugar, la Posta de Tegua. Desde 1819, por muchos años, será su maestranza. En 1840, el Censo Provincial lo encuentra nuevamente en la estancia El Rosario.

 

John Miers

 

En su Viaje al Plata (1819-1824), relata: "La posta siguiente [de Santa Bárbara] estaba primitivamente en Coral de Barrancas a unas seis leguas de distancia, pero el actual gobernador de Córdoba [Brigadier General Juan Bautista Bustos], a fin de recompensar a un hombre [Dn. Luis de Molina] que se unió a su causa en la última guerra civil, dispuso que el viajero soportara los inconvenientes, demoras y gastos derivados de una desviación angular del camino que alarga en cuatro leguas la distancia entre ambas postas; de las postas antiguas nadie podría enviar caballos por el camino viejo sin exponerse a pagar una multa de cincuenta pesos; por lo tanto el viajero debe dirigirse hacia Tegua, posta bastante decente, que aún cuando nunca se encontró en la ruta a Mendoza, fue una casa bien establecida de antiguo sobre la línea de Postas de entre Córdoba y San Luis. Llegué a la posta en plena celebración del fin de la cosecha; es costumbre en estas regiones de América, donde se cultiva el trigo, que durante la trilla la casa quede abierta a todo el mundo que quiera llegarse a ella, donde puede comer, beber y alegrarse a gusto. Es una época de gran regocijo en todo el país, y, por supuesto se producen más borracheras que en ningún otro momento. En casa del maestro de posta encontré un buen número de señoras de Córdoba y alrededores elegantemente vestidas y muchas personas de más categoría que el común de los gauchos; fuera había más de cincuenta peones ataviados con sus mejores ponchos, banqueteando, cantando, tocando la guitarra y jaraneando a su manera. Esto aumentó la demora, porque nuestro posadero, de acuerdo a sus costumbres de hospitalidad en tales ocasiones, insistió en que me quedara, y con gran dificultad pude imponerme para que me permitiera continuar el viaje. Me sirvió una comida suntuosa, plato tras plato: guisos, sopas, asados, etc., dulces, frutas, y gran abundancia de vino, que compartió conmigo, y no me permitió que le pagara, como si de haberlo aceptado hubiera sido de su parte, una infracción a las buenas costumbres del país, y de la mía, un insulto el insistir. Tegua está situado junto a un arroyito de ese nombre que desemboca en el Río Cuarto [sic], cerca de Corral de Barrancas. El maestro de posta tiene una extensa familia y grandes construcciones. Fue dueño de una estancia, pero se arruinó durante la guerra civil de cuyos efectos sólo ahora se está reponiendo, su tropilla de caballos muy mala. A lo largo de las riberas del Tegua crucé matorrales compuestos casi siempre de verbenas y mimosas enanas, pero la mayor parte del camino se tiende sobre una pampa llana y con pastos, hasta una distancia de cuatro leguas en que se llega a la posta de Corral de Barrancas".

 

Santiago Estrada

 

El 15 de enero de 1869  es nombrado Secretario de la Legación Argentina en Chile. En el camino de Córdoba a Cuyo, en marzo de 1870 pasa por Tegua y anota: "A medio día pasamos un gran pedregal, dominado por algunos talas seculares y rodeados de molles de hojas cenicientas. El ruido de la corriente nos apercibió de la proximidad del río Tercero, de impetuoso y turbio caudal. Lo atravesamos con algún esfuerzo; y una vez en la opuesta orilla, paso a paso y dando tumbos, porque las piedras interceptaban el camino, llegamos a la posta de Tegua, término de la jornada. Con los primeros albores del día abandonamos aquella malhadada ranchería. A las doce vadeamos el Río Cuarto, en cuyas orillas lavaban sus ropas los soldados de la guarnición del pueblito vecino".

 

A pesar de la eficacia de los relatos de los viajeros que aportan un valioso material descriptivo de las áreas que recorrieron, no hemos encontrado mención alguna de la Capilla N. S. del Rosario de Tegua. Situada a dos leguas y media al norte de la Posta de Tegua y aproximadamente, dos leguas al oeste del Camino de los Chilenos, era distancia suficiente para no ser vista por los viajeros y en tal caso no mencionarla en sus relatos de viaje.

 

Acuarelas de Emeric Essex Vidal ("Carreta pasando el pantano" y "La galera")

 

El sentido de las Diagonales.

La distancia entre dos puntos es la recta. Pitágoras jugó con esa idea y nos permitió no solo probar que era cierto sino que nos dio la oportunidad de calcular su valor. Fue él quien nos obligó a aprendernos la palabra hipotenusa y a controlar los dolores de cabeza propios de meternos en un mundo de ecuaciones, incógnitas, potencias y raíces cuadradas. Era un complejo aporte extra para los cerebros de una juventud que en la segunda mitad de los 60 y principios de los 70 deambulaba su adolescencia por las aulas; mientras que en el afuera de esos pasillos, el gérmen de una música distinta y el revoloteo de ideas nuevas, sacudían el mundo todo.

Argentina no era la excepción y esos jóvenes tampoco.

Pero, volviendo al inicio: hablábamos de diagonales.

Hay una ciudad que lleva indisoluble a su esencia la palabra "diagonales". No es que otras no las tengan, todo lo contrario; sin embargo, decir Ciudad de las Diagonales significa decir La Plata. Y es allí, en ese damero cuadrado partido en cientos de triángulos donde uno de los puntos va a necesitar que otro se materialice para que luego, una línea los termine uniendo.

Esos dos puntos sintetizan caminos parecidos y distintos. Los dos puntos eran desconocidos entre sí y sin embargo, estaban muy cercanos. Uno se llevó la imagen del Comedor Universitario, el otro conserva la gris cara de escombros dejados por una bomba. Uno recorrió los pasillos de una Facultad donde una carrera era defendida con pasión por Zaragoza; el otro, a plena marcha por la 14250, aprendía a ser obrero de una metalúrgica. Uno, tuvo que alejarse y el otro, por el azar de la ruleta de la vida y la muerte, no.

Los puntos tan vecinos en un momento se separaron por cientos de kilómetros. Treinta y seis años después esos puntos tuvieron la voluntad de juntarse. La Capilla de Tegua será la excusa conectora, el imprescindible atajo geométrico, la razón impensada para que Pitágoras pudiera, una vez más, trazar de modo firme una diagonal para unir circunstancias.

Ese trazo reabrió imágenes y recuerdos; esa línea, finalmente, tomó cuerpo adoptando la forma de un firme apretón de manos.

 

Al Sr. Néstor Zunino en su carácter de Intendente de Elena, gracias por el momento compartido.

 

 

 

Fuentes de consulta:

  • BAGGINI, Iván Gustavo – La Capilla Nuestra Señora del Rosario de Tegua y la Evangelización del Sur de Córdoba ( Siglos XVII y XVIII) – Primeras Jornadas de Historia de los Pueblos de Paravachasca, Calamuchita y Xanaes , Alta Gracia , 1999.

  • AMIGORENA, José Francisco de: "Descripción de los caminos, pueblos, lugares, que hay desde la Ciudad de Buenos Aires a la de Mendoza, en el mismo Reino" - Presentación de José Ignacio de Avellaneda - Cuadernos de Historia Regional n°11, Vol IV, Abril 1988 - División de Historia del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Luján (EUDEBA)

  • BOSE, Walter B. L.: "Córdoba, Centro de Comunicaciones Postales de las Provincias Unidas del Río de la Plata" - LABOR del Centro de Estudios Históricos de la UNLP - 1942

  • CARBONARI, María Rosa (UNRC) y BAGGINI, Iván (UNRC) - "Población y familias en la región del Río Cuarto - Fines del siglo XVIII"

  • ESTRADA, Santiago: "Apuntes de viajes del Plata a los Andes y del Mar Pacífico al Mar Atlántico" - Imprenta Americana - Buenos Aires, 1872

  • GUTIERREZ, Miguel Angel: "Achiras histórica" - Editorial de la Universidad Nacional de Río Cuarto, 1996

  • SEGRETTI, S. A.: "Córdoba, Ciudad y Provincia - Siglos XVI-XX" - Centros de Estudios Históricos, Córdoba, 1998

  • FURLONG CARDIFF, Guillermo, S.J. : Arquitectos Argentinos durante la dominación hispánica, editorial Huarpes, S.A. - Buenos Aires, 1945.

  • GALLARDO, Rodolfo; MOYANO ALIAGA, Alejandro; MALIK de TCHARA, David – Estudios de arte Argentino – Las Capillas de Córdoba, Academia Nacional de Bellas Artes, 1988.

  • KRONFUSS, Juan :  Arquitectura Colonial en la Argentina, Editorial A. Biffignandi - Córdoba.

  • LAZCANO GONZALEZ,  Antonio : Monumentos Históricos de Córdoba Colonial, S. de Amorrortu e hijos - Buenos Aires, 1941.

  • MAYOL LAFFERRÉRE, Carlos: “Historia Antigua de la Capilla de Tegua Boletín del Instituto de Estudios Históricos “Lorenzo Suárez de Figueroa”, Nº2- Huanchilla, 1976.

  • PALOU de CARRANZA, Elsa (Compiladora) - La historia pasa por Tegua, Capilla Nuestra Señora del Rosario. Ediciones de la Concepción del Río Cuarto. 2017

  • CAPILLA DE TEGUA: http://www.unrc.edu.ar/publicar/22/siete [tomado el 14/03/08] – Carlos Mayol Lafferére/Alberto Manuel Cubría.

  • Artículo del diario La Voz del Interior (21 de julio de 2016) sobre el estado de la Capilla: http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/sigue-en-riesgo-una-de-las-capillas-mas-viejas-de-cordoba

  • Agradecemos las atenciones recibidas de  parte del Sr. Néstor Zunino en su carácter de Intendente de la Municipalidad de Elena así como al Sr. Julio Oviedo que nos condujo hasta la Capilla. Para ambos, nuestro reconocimiento por la preocupación que dispendian por este monumento.

 

 

 

 

 

 

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