Los
primeros tiempos.
En 1598, el gobernador del Tucumán Pedro de
Mercado de Peñalosa (1595-1600) entregó estas tierras al
segoviano Maestre de Campo Manuel Fonseca Contreras, a quién
heredó su esposa Doña Leonor de Tejeda Mexía Mirabal
(1574-1640).
Pablo Cabrera recupera que, durante el siglo
XVII, fueron dueños de Luyaba el Alférez Real Capitán Joseph
de Quevedo y su hijo Ignacio que lo heredó. [A.H.P.C.
Esc. I, Leg. 1, Exp. 23, año 1650]
A fines de ese siglo la propiedad perteneció
a Francisco González. Según uno de sus nietos, le fue dada
en merced por el teniente gobernador Tomás Félix de
Argandoña (1686-1692) y hay constancia que allí vivía en
1694, como Juez de Comisión. Se sabe que, en 1683, vendió
parte de la Estancia.
Distribución de tierras a fines del siglo
XVII - Víctor Barrionuevo Imposti
Francisco tuvo cuatro hijos a los cuales les
dio sendos sectores de su estancia, bajo el siguiente
criterio ordenado de norte a sur:
A María González le tocó "La Travesía",
territorio que se extendía desde el arroyo de la Cruz del
Quebracho hasta el Alto de las Maletas; por su parte, a
Juana Rosa González le correspondió "La Cañada" hasta
el Durazno Guacho y La Barranca; en lo que respecta a
Lorenzo González, heredó el poblado de Luyaba que, a fines
del siglo XVIII, también era conocido como "Población Vélez"
extendiéndose hasta el arroyo de las Sepulturas
identificado, hacia 1845, como arroyo de la India Muerta;
por último, Antonia González, se benefició con "El
Corralito" hasta el arroyo Los Talas.
Mapa del poblado de Luyaba - Víctor Barrionuevo Imposti
En 1783, Juan Esteban Arias siendo ya dueño
de la "Estancia de San Javier", compró a Francisco
González una parte de la Estancia de Luyaba y se la dio en
dote a su hija María de Jesús Arias quien contrajo enlace
con Pedro Altamira.
En octubre de 1926, en el Diario
"Tribuna" de Córdoba, el Padre Pedro Grenón S.J. publicó
una verdadera rareza cartográfica. Un plano de la
"Estancia de Luyaba" de 1816, con una enumeración
pormenorizada de datos que, para la época, eran por demás
valiosos y significativos. (Acceda
al mismo)
Acceda al artículo del Diario "Tribuna" del
21/10/1926)
Alexander Caldcleugh y su paso por Luyaba.
Alexander Caldcleugh (1780-1860),
comerciante, minero, botánico y mineralogista nacido en
Londres, fue un viajero inglés que partió de Plymouth rumbo
a Río de Janeiro en el buque HMS Superb de la Armada
Británica. Estando acompañado por Sir Edward Thornton,
ministro inglés en la corte portuguesa del Brasil; zarpó el
9 de septiembre de 1819 y llegó a Río de Janeiro el 23 de
octubre. Lo invitaron a ir a Buenos Aires y el 5 de febrero
de 1821, desembarcó en este puerto.
Quince días después de estar en Buenos
Aires, decide viajar a Chile, desoyendo toda exhortación a
la prudencia y el 29 de febrero, puso marcha por el camino
de Morón, acompañado por el paisano Sebastián Chiclana.
El viaje a Mendoza, con todos sus trastornos
y dificultades insumió 15 días. Sin demoras preparó el cruce
de los Andes y el 23 de marzo ya estaba en Santiago de
Chile. Estando allí, daría la impresión que debe haber
recapacitado que, "... ya que estoy aquí, me voy a Perú".
Con dicho objetivo, el
14 de abril, embarcó en la fragata Creole rumbo a El Callao.
En Lima, paró solo una semana; estuvo con el virrey La
Serna, recogió sustanciosa información en relación a San
Martín que, por entonces, estaba en el norte de la ciudad
con su ejército. Emprendió el retorno y el 21 de mayo
desembarcó en Valparaíso.
El mismo Caldcleugh recordaría que "... a
todo el mundo le parecía cosa de nigromántico haber visitado
Lima por espacio de una semana y proseguido un grado más al
norte para volver a Valparaíso en el corto espacio de un
mes".
Le urgía volver a Buenos Aires. La
cordillera estaba cerrada, el país convulsionado por sus
guerras intestinas, pero cuando consiguió quien lo acompañe,
partió y en pocos días estaba en el cuartel general de las
fuerzas puntanas que mandaba el coronel Domínguez.
José Luis Busaniche, quien estuvo a cargo de
la traducción y el prólogo del libro "Viaje por América
del Sur" de Alexander Caldcleugh, dice que,
"... este viaje a Córdoba desde San Luis, será uno de los
capítulos mejor logrados, por la agudeza, la exactitud de la
visión y la caracterización feliz de los tipos, los hábitos
y las formas de vida regionales".
Remitiéndonos al Capítulo XVI del Tomo II de
la versión original de dicha obra literaria, nos encontramos
que, a mediados de junio de 1821, el viajero
inglés pasa por Luyaba y vuelca al texto su experiencia al
transitar dicha zona bajo el subtítulo "Stay at Luyaba"
("Permanencia en Luyaba").
Mapa del recorrido de
Alexander Caldcleugh desde
Valparaíso a Buenos Aires incorporado en el libro
"Travels in South
America"; abajo, encabezamiento del Capítulo XVI del Tomo II en su versión original
En su relato, el viajero inglés da cuenta
que el 15 de junio de 1821, tras dejar atrás San Luis e
ingresar en la provincia de Córdoba. Transita su camino
"...
entre bosques de jarillas y mimosas de
una hoja pequeña". Avanza
mientras la sierra viste la escenografía donde "...
muchas cascadas resplandecían en la falda
aumentando la belleza del paisaje y corrían, luego, bajo mis
pies en un paisaje de vegetación exuberante que aumentaba la
belleza de la escena. Grandes masas de cuarzo y pizarra
sembraban el lecho de los torrentes.
Tras sortear un lugar llamado Piedra Blanca,
llega "... a la 'chacra' [en castellano en el
original] de Luyaba, sede del juzgado, distante unas treinta leguas de La
Estanzuela". Allí, toma contacto con el dueño de casa Don
Eusebio de Cabral quien, según su texto,
"... me recibió muy afablemente y ... me hizo sentar a la
mesa. Entre otros platos sirvieron uno que pareció el
preferido de la familia; eran pequeñas rebanadas de queso
mezclado con melado [el traductor usa esta palabra
portuguesa para 'treacle' del original, cuando lo
conveniente sería, en español, 'melaza o arrope']
de uva".
La descripción de sus dos días de estancia
en Luyaba amerita leer lo que, en detalle, Alexander
Caldcleugh vuelca en su libro. Invitamos al interesado a
acceder a dicho texto original y su necesaria traducción,
haciendo
Click Aquí.
La primera Capilla.
En 1824, tres años después del paso del
viajero inglés y por iniciativa de Bartolomé Carranza, se
dieron los primeros pasos para erigir una capilla. En su
carácter de Juez, le escribió al Gobierno que, en ese
momento, estaba a cargo del General Juan Bautista Bustos
(1820-1829).
En su carta expone que, "... en este
referido paraje, en el corto recinto como de media
legua, consta de más de 600 almas y la mayor parte tan
pobres que le es de necesidad para el desempeño, oír
Misa, confesar y otras cosas de nuestra Sagrada
Religión, conducirse a pie a la Iglesia que dista de
este lugar más de dos leguas, por cuya indigencia
tenemos a la vista que gran parte de estos infelices no
solamente pasan años sin oír Misa, sino también, sin que
se experimente el debido cumplimiento que manda N. S. M.
de la Iglesia, de confesar y comulgar. Para en algún
tanto, evitar este notable daño en perjuicio de las
almas, y con arreglo a las instrucciones que tengo a la
vista expedidas por este Gobierno Supremo del año 1813
en el artículo 20 ... soy de sentir que en este paraje
de Luyaba, cada día se va aumentando en grande número de
habitantes, y les es de urgente necesidad un corto
templo que les sirva de Oratorio, a fin de que tanto los
padres como hijos, los hijos de menor edad y domésticos,
tengan al pie de su morada todos los días festivos, el
pasto Espiritual.
Luyaba, 4 de octubre de 1924".
|
Para poner en práctica la idea, el Juez
solicitaba permiso para hacer trabajar a los condenados por
delitos civiles "... para que en castigo de su delito
trabajen cada uno a proporción de la pena que han
incurrido". Con gran beneplácito del Párroco, los
vecinos estaban de acuerdo con la propuesta y dispuestos a
colaborar con el emprendimiento. En línea con ésto, el
vecino Manuel Isidoro Sosa, donó el terreno para la capilla.
La falta de medios los llevó a realizar una
construcción un tanto rudimentaria; dando por resultado, una
capilla de corta vida. Aún así, se considera a 1825 como
fecha de construcción de la misma.
En 1875 y 1876, a solicitud de Margarita B.
de Torres, el Consejo Deliberativo destinó algunas sumas de
dinero a ser destinados a la refacción del templo.
Por entonces, el ya ordenado Venerable José
León Torres, volvía en las vacaciones de verano a su pueblo
natal y asistía espiritualmente a los vecinos. Les dedicaba
mucho tiempo a las confesiones en la vieja capilla que
distaba pocas cuadras de su casa natal. Doña Margarita, su
madre, llegaba a impacientarse ya que el Padre, las más de
las veces, no concurría ni siquiera a comer.
Al respecto y en su
libro "El Padre Torres", Fr. Avelino Ferreyra Alvarez
recupera un hecho muy singular ocurrido en 1886 y relatado
por el testigo presencial Don Ignacio Sársfield: "...
estaba el Padre en el confesionario rodeándolo un nutrido
grupo de hombres y mujeres que aguardaban pacientemente les
llegara el turno para confesarse; en éso, se oye un gran
trueno, se levanta una enceguecedora polvareda y huyen todos
por la sacristía que tenía una puerta con salida al
exterior".
La Capilla poseía un pequeño atrio en el
ingreso, el cual se desplomó arrastrando buena parte de la
nave de la capilla; todo ésto sucedía muy cerca de donde
estaban las personas por confesar. El Padre, viendo que
todos salían corriendo incluído el penitente al que atendía
en ese momento, presuroso, también dejó el lugar preguntando
si faltaba alguien. Una madre se da cuenta que, en la huida,
perdió a su hijito que llevaba en brazos; frente a ésto, el
Padre y otros hombres buscaron entre los escombros y
lograron hallarlo vivo, cubierto pero sin lesiones.
El Padre Torres supo reponerse de la
situación continuando con su piadosa tarea; de inmediato,
solicitó autorización a Mons. Uladislao Castellano para
trasladar los muebles y paramentos sagrados a su casa
paterna, donde continuó con la obra santa que lo ocupaba en
sus vacaciones y desde allí, siguió ejerciendo como párroco
hasta el año 1917 cuando es inaugurada y bendecida la
Capilla actual.
La nueva y actual Capilla.
El sábado 27 de febrero de 1897, el diario
"Los Principios" de Córdoba reproducía una nota
publicada en "La Defensa de Buenos Aires".
Según el artículo en cuestión, "...
Luyaba es un pueblito o pedanía del Departamento San
Javier, sito en las faldas de las sierras de Córdoba en
dirección Oeste de la capital cordobesa contando con 800
á 1000 habitantes, nada más lógico que pensara en
levantar un templo al Señor en reemplazo del miserable
rancho que apenas dá cavida á cincuenta cristianos.
Las dificultades en verdad eran
muchas para emprender obra tan importante; más no
importa, se dicen dos de sus principales vecinos señores
Nicolás Castellano y Odilón Lamas; la fé de estas gentes
es grande y una invitación apoyada en la autoridad
eclesiástica será suficiente para moverlos á trabajar la
casa de Dios. Nos comprometemos nosotros á cortar leña
para quemar el ladrillo necesario y que ellos ofrezcan
sus brazos para la conducción.
Dicho y hecho: Hombres y mujeres
aceptan la invitación y, con un celo desconocido por
nosotros, se ponen a conducir los ladrillos preparados
para la obra, cuyo plano había sido primeramente
aprobado por un inteligente arquitecto.
¡Qué cuadro tan edificante
presentaban en ciertos días los alrededores donde se
habría de edificar la Capilla! Hombres y mujeres iban y
venían por dos caminos, llevando sobre sus cabezas quien
veinte quien treinta ladrillos [SIC]. Parecían
aquellos caminos de hacendosas hormigas conduciendo las
provisiones para sus cuevas.
Alguno se admirará de que los seres
racionales se conviertan en bestias de carga; más, no
hay motivo para pensar así, dada la escasez de medios de
conducción y principalmente de dinero para abonar a los
operarios.
De admirarse es que la fé de aquella
pobre gente lo supla todo confundiendo la indolencia de
los católicos de las grandes capitales, que abundando en
medios para hacer obras buenas, nada ó casi nada hacen
por Dios y por las almas: les falta la fe de los de
Luyaba.
Los esfuerzos de estas buenas almas
han conseguido colocar a la Capilla á la altura de las
cornisas: solo les falta el techo, que, debiendo llevar
un armazón de hierro, ha paralizado la obra hasta tanto
consigan los 500$ que son de imprescindible necesidad
para terminarlo y establecer en el sagrado recinto el
culto religioso. ¿No habrá en esta capital quién,
dándose cuenta de lo narrado, quiera extender su mano
generosa á aquellas buenas almas?.
Cuanto no rogarían por sus
bienhechores.
Pueden, nuestros lectores, creer lo
expuesto porque lo hemos oído contar de boca del Cura
Rector de San Miguel señor Juan Delhaye, quien ha sido
testigo de ello durante mes y medio que ha atendido las
necesidades espirituales de los habitantes de Luyaba, en
su última gira acompañando al Exmo. Señor arzobispo. El
mismo señor Delhaye se haría cargo de hacer llegar á su
destino el óbolo que se ofreciera a favor de la capilla
en construcción".
"La
defensa de Buenos Aires" |
Desde La Paz, Departamento San Javier y con
fecha 21 de julio de 1899, el corresponsal del Diario
"Los Principios" de Córdoba asignado en dicha zona, le
escribe al Director de la publicación periodística dando
cuenta, en detalle, de su visita a Luyaba y el estado de
construcción que encontró de la novel Capilla.
El cronista da cuenta que "... he
visitado el templo, en construcción, de esta población
[Luyaba], bajo la dirección é iniciativa tan
plausible del mismo señor Castellanos [había
visitado su finca vitivinícola con antelación], y el
trabajo está bastante adelantado, aunque por el momento
paralizado. Es un hermoso templo que tendrán que
envidiar muchas poblaciones circunvecinas. Los
materiales son de primera calidad y el ladrillo es
conducido a mano por las señoras de esta localidad,
desde los tabiques hasta la misma iglesia. El trabajo
espontáneo que verifican en los días feriados las
señoras y los niños manifiesta muy á las claras el
entusiasmo y anhelo por la pronta conclusión de este
templo, cuya piedra fundamental fue colocada por el
actual Arzobispo Monseñor Castellano, poco antes de su
elevación al arzobispado [12-11-1892] y el mismo
que, hace pocos meses, habilitando una parte del templo
ha celebrado misa en él.
Qué triste es, señor Director, que en
esta población nuestra [La Paz] no tengamos un
templo, por falta de iniciativa talvez ó de un pequeño
esfuerzo de los principales vecinos en este sentido,
pero no pierdo la esperanza, señor Director, de que en
tiempo no lejano pueda darle noticias de que este
vecindario se mueva con igual ó mejor entusiasmo al de
los vecinos de Luyaba, para construir un templo, que
tanta falta nos hace, pues en este año, no se ha
celebrado ni aún la fiesta del Patrono, por razones que
se ignoran, pero que se juzga que sea por falta de un
local adecuado. Su Corresponsal". |
Con fuerte impulso del Padre Torres, la
nueva Capilla comenzó a construirse, aunque no con la
premura deseada. Esto se refleja en el informe de la visita
pastoral realizada, en noviembre de 1905, por el Obispo Fray
Zenón Bustos y Ferreyra (1850-1925) cuando aconsejaba
"... que se promueva la terminación de la capilla de Luyaba,
interesando a los vecinos". [AAC. Fondo
Zenón Bustos, Apuntes autobiográficos, s/f.]
El templo actual se bendijo el 1 de mayo del
año 1917, habiendo sido levantado sobre los cimientos
bendecidos por Monseñor Uladislao Castellano (1834-1900) y
dedicado a la Virgen de la Merced cuya imagen fue donada por
el padre José León Torres.
En el discurso de inauguración y bendición
de la nueva Capilla, el Padre José León Torres rememorará
aquel lejano acontecimiento de 1886 vivido en el primer y
precario ámbito religioso del lugar, cuando "... estando
un sábado por la tarde confesando en esa Yglesia a un
crecido número de gente, durante una fuerte tormenta de agua
y viento, sentí de improviso ruidos en el techo de la
Yglesia y como si hubiese sentido un botón eléctrico, me
levanté presuroso dando voces de que la Yglesia cae y corrí
como una luz abriéndome paso entre los lamentos. Cuando
salvé el peligro di vuelta y vi gran parte de la iglesia en
el suelo".
La arquitectura del templo.
Situada frente a la plaza José León Torres
tiene su fachada orientada al oeste - noroeste; está
retirada 5,50 m de la línea municipal marcada por una verja
baja de mampostería. De composición ascensional se destacan
pares de pilastras con basa y capitel, a ambos lados del
vano del nártex.
Las pilastras del lado norte continúan sobre
la cornisa generando la espadaña que tiene remate en arco de
medio punto, flanqueado por esferas. Aloja una campana de
bronce con importante yugo.
En el imafronte sobre el vano de ingreso la
ventana coral tiene forma cuatrilobular vertical con vidrios
repartidos de colores. Sobre la cornisa, un tímpano de
líneas curvadas remata en una cruz de hierro forjado.
El pared lateral sur tiene una sucesión de
siete arcos ciegos con columnas a las que se superponen
pilastras con basa y capitel. Sobre los arcos de medio punto
corre una pequeña cornisa y más arriba la imposta, de
elaborado diseño, que se extiende entre el coro alto y el
testero. Tres ventanas con arco levemente aguzado introducen
luz natural al sagrado recinto.
El cerramiento lateral norte está
constituido por los mismos elementos, incorporándose en el
tercer arco una puerta de madera de dos hojas con tableros y
vidriado superior, que comunica con el patio lateral
constituyéndose en un ingreso secundario.
Los arcos sexto y séptimo se transforman en
vanos y permiten la comunicación con la sacristía que tiene
8,13 m de largo y un ancho de 4,30 m con cielorraso de
madera machihembrada a 4,23 m de altura. Tiene salida al
patio lateral con una puerta ídem a la mencionada en la
nave.
El templo está techado a dos aguas con una
estructura metálica simple, con tensores de hierro en
coincidencia con las columnas.
Se ingresa al templo a través de un nártex
con techo de bóveda que tiene en planta, una profundidad de
3,05 m y un ancho de 3,64 m, por el portal que es de madera
con dos hojas batientes de ocho tableros cada una,
terminando en arco de medio punto. A sus laterales, del lado
norte, en correspondencia con el nártex, está el espacio
para alojar la escalera para acceder al coro alto. Del lado
sur, el espacio está desactivado, al igual que el coro alto
en el segundo nivel.
Una vez en el interior, se accede a una
única nave de 29,23 m de largo por un ancho de 7,20 m entre
pilastras y 8,62 m en fondo de paramentos.
El cielorraso esta
recubierto con material aislante a la vista, con la cumbrera
a 9,53 m del nivel de piso; la cubierta es de chapa de zinc
pintada con colectora de aguas.
En el presbiterio, apoyado en el testero, el
retablo tiene cuatro columnas basa de dos boceles y una
escocia; el fuste es de sección circular, acanalado por
estrías en el tercio inferior de su altura y con capitel de
orden corintio. Sostienen una imposta con guarda denticular,
generando una calle central ancha y dos menores laterales.
La central, en la hornacina bordeada por
guarda dorada, aloja la imagen de la Virgen de La Merced con
el Niño. Sobre el conjunto, el ático formado por
mixtilíneas, contiene una hornacina sobre peana que alberga
la imagen del Sagrado Corazón.
Toponimia de Luyaba.
El vocablo "Luyaba" es posible que sea la
voz fragmentada del lenguaje usado por los primeros
pobladores del lugar que se referían a "La Uyaba",
tal el nombre de una merced de 1590 o el de una estancia que
luego pasó a una orden religiosa. También es razonable
cuando se lo atribuye al nombre de la hija de un cacique
afincado con su familia en la zona.
Según el padre Grenón S.J., el nombre es
sanavirón y significaría "grandes piedras grises".
Por su parte, en 1931, Monseñor Pablo
Cabrera, consigna que "Luyaba" debe su nombre a unos
grandes peñascos existentes en las inmediaciones.
Otra opinión es la de Paulé Alvarez quien
sostiene que "Luyaba" debió ser "Llullapa",
"el que trae nubes"; resultado de la combinación del
término quechua "llullai" (nube) y "apa",
apócope de "apamuy" (traer).
Fray José León Torres O. de M.
(1849-1930). "Para llegar al fin, amar".
Sacerdote profeso de la Orden de la Merced.
Fundador de Hermanas Terceras Mercedarias del Niño Dios.
La Orden de la Merced en Argentina es
el sitio obligado para rescatar una síntesis del perfil
biográfico del Fray José León Torres.
Según el mismo, se trata de
"... un hombre de Dios que vivió con
sencillez, mansedumbre y bondadosa confianza en todos.
Un hombre de campo, de Luyaba, que evangelizó la ciudad.
La grandeza de su alma se dejó ver en
la juventud de su espíritu y en la robustez soñadora de
su inteligencia, con las que maduró grandes proyectos e
ideales fundados en la Eucaristía.
Los más grandes: la revitalización de
la Orden Mercedaria en Argentina, la Fundación de
Hermanas Terceras Mercedarias del Niño Jesús y la
evangelización liberadora de la niñez y la juventud.
Quienes caminaron junto a él,
encontraron siempre en su palabra y su presencia al
Padre, al Hermano y al Amigo.
El Venerable Padre Fray José León
Torres, nace en Luyaba, Provincia de Córdoba, Argentina,
el 19 de marzo de 1849. El 11 de junio del mismo año,
por el párroco don José Andrés Vázquez de Novoa, recibe
el Bautismo en la Capilla de su pueblo natal.
Constancia del bautismo de José León
Torres - 11 de junio de 1849
El documento consigna que el acto se
realizó en la Capilla del Rosario de Luyaba
La Confirmación será el 6 de agosto
de 1860 a la edad de 11 años en la Catedral de Córdoba,
a través del Obispo Mons. José Vicente Ramírez de
Arellano (1797-1873).
Sus padres fueron los humildes
agricultores Gregorio Torres y Margarita Rivero. El
ambiente de su familia era profundamente cristiano,
tanto que también, dos hermanas de José León abrazaron
la vida religiosa.
El joven Torres viaja con su madre a
Córdoba; allí trabaja, durante un breve tiempo, en el
comercio del Sr. Dionisio Centeno.
A la edad de 14 años, el adolescente
entra a la Orden de la Merced en el Convento Máximo de
'San Lorenzo Mártir' de Córdoba.
El 30 de octubre de 1867, recibe el
hábito mercedario, comenzando canónicamente su año de
noviciado. El 1º de noviembre de 1868, hace su primera
profesión de votos simples y emite su profesión solemne
el 8 de julio de 1872 de manos del Padre Lorenzo
Morales, ordenándose sacerdote el 27 de abril de 1873.
Al año siguiente es designado Maestro
de Novicios y tres años después, a la edad de
veintisiete años, es nombrado Vicario de la Provincia
Mercedaria Argentina.
El 10 de mayo de 1887, al celebrar el
14º aniversario de su Primera Misa, el Espíritu Santo le
inspira fundar el Instituto de Religiosas Mercedarias
del Niño Jesús, hecho que se concreta el 1º de octubre
de ese mismo año.
Es elegido Superior Provincial en
seis períodos y además nombrado Vicario General de la
Orden.
En 1927, llegando a la edad de 78
años, es incluido en la terna en la que se debía escoger
al nuevo Obispo de Córdoba resultando electo Monseñor
Fermín Emilio Lafitte (1888-1959).
El 15 de diciembre de 1930, a la edad
de 81 años, parte a la casa del Padre Eterno durante la
celebración del Capítulo Provincial. Es ahí cuando antes
de morir se ve rodeado por todos los Superiores de la
Provincia Mercedaria Argentina, quienes tuvieron la
gracia de recibir su última paternal bendición y sus
últimos consejos. Es sepultado en la Iglesia de las
Hermanas Mercedarias del Niño Jesús en el Barrio de Alta
Córdoba, de la Ciudad de Córdoba, Argentina".
(Ver
documento ampliatorio). |