
					
                
              
					
                 
					
					Los 
					primeros tiempos.
					 
					
					En 1598, el gobernador del Tucumán Pedro de 
					Mercado de Peñalosa (1595-1600) entregó estas tierras al 
					segoviano Maestre de Campo Manuel Fonseca Contreras, a quién 
					heredó su esposa Doña Leonor de Tejeda Mexía Mirabal 
					(1574-1640). 
					
					Pablo Cabrera recupera que, durante el siglo 
					XVII, fueron dueños de Luyaba el Alférez Real Capitán Joseph 
					de Quevedo y su hijo Ignacio que lo heredó. [A.H.P.C. 
					Esc. I, Leg. 1, Exp. 23, año 1650]
					
					A fines de ese siglo la propiedad perteneció 
					a Francisco González. Según uno de sus nietos, le fue dada 
					en merced por el teniente gobernador Tomás Félix de 
					Argandoña (1686-1692) y hay constancia que allí vivía en 
					1694, como Juez de Comisión. Se sabe que, en 1683, vendió 
					parte de la Estancia.
					
					 
					
					
					
					Distribución de tierras a fines del siglo 
					XVII - Víctor Barrionuevo Imposti
					
					 
					
					Francisco tuvo cuatro hijos a los cuales les 
					dio sendos sectores de su estancia, bajo el siguiente 
					criterio ordenado de norte a sur:  
					
					A María González le tocó "La Travesía", 
					territorio que se extendía desde el arroyo de la Cruz del 
					Quebracho hasta el Alto de las Maletas; por su parte, a 
					Juana Rosa González le correspondió "La Cañada" hasta 
					el Durazno Guacho y La Barranca; en lo que respecta a 
					Lorenzo González, heredó el poblado de Luyaba que, a fines 
					del siglo XVIII, también era conocido como "Población Vélez" 
					extendiéndose hasta el arroyo de las Sepulturas 
					identificado, hacia 1845, como arroyo de la India Muerta; 
					por último, Antonia González, se benefició con "El 
					Corralito" hasta el arroyo Los Talas.
					
					 
					
					
					
					Mapa del poblado de Luyaba - Víctor Barrionuevo Imposti
					
					 
					
					En 1783, Juan Esteban Arias siendo ya dueño 
					de la "Estancia de San Javier", compró a Francisco 
					González una parte de la Estancia de Luyaba y se la dio en 
					dote a su hija María de Jesús Arias quien contrajo enlace 
					con Pedro Altamira.
					
					En octubre de 1926, en el Diario 
					"Tribuna" de Córdoba, el Padre Pedro Grenón S.J. publicó  
					una verdadera rareza cartográfica. Un plano de la 
					"Estancia de Luyaba" de 1816, con una enumeración 
					pormenorizada de datos que, para la época, eran por demás 
					valiosos y significativos. (Acceda 
					al mismo)
					
					 
				
				
				
				
				Acceda al artículo del Diario "Tribuna" del 
				21/10/1926)
					
					 
					
					Alexander Caldcleugh y su paso por Luyaba.
					
					 
					
					Alexander Caldcleugh (1780-1860), 
					comerciante, minero, botánico y mineralogista nacido en 
					Londres, fue un viajero inglés que partió de Plymouth rumbo 
					a Río de Janeiro en el buque HMS Superb de la Armada 
					Británica. Estando acompañado por Sir Edward Thornton, 
					ministro inglés en la corte portuguesa del Brasil; zarpó el 
					9 de septiembre de 1819 y llegó a Río de Janeiro el 23 de 
					octubre. Lo invitaron a ir a Buenos Aires y el 5 de febrero 
					de 1821, desembarcó en este puerto.
					
					Quince días después de estar en Buenos 
					Aires, decide viajar a Chile, desoyendo toda exhortación a 
					la prudencia y el 29 de febrero, puso marcha por el camino 
					de Morón, acompañado por el paisano Sebastián Chiclana.
					
					El viaje a Mendoza, con todos sus trastornos 
					y dificultades insumió 15 días. Sin demoras preparó el cruce 
					de los Andes y el 23 de marzo ya estaba en Santiago de 
					Chile. Estando allí, daría la impresión que debe haber 
					recapacitado que, "... ya que estoy aquí, me voy a Perú".
					
					Con dicho objetivo, el 
					14 de abril, embarcó en la fragata Creole rumbo a El Callao. 
					En Lima, paró solo una semana; estuvo con el virrey La 
					Serna, recogió sustanciosa información en relación a San 
					Martín que, por entonces, estaba en el norte de la ciudad 
					con su ejército. Emprendió el retorno y el 21 de mayo 
					desembarcó en Valparaíso.
					
					El mismo Caldcleugh recordaría que "... a 
					todo el mundo le parecía cosa de nigromántico haber visitado 
					Lima por espacio de una semana y proseguido un grado más al 
					norte para volver a Valparaíso en el corto espacio de un 
					mes". 
					
					Le urgía volver a Buenos Aires. La 
					cordillera estaba cerrada, el país convulsionado por sus 
					guerras intestinas, pero cuando consiguió quien lo acompañe, 
					partió y en pocos días estaba en el cuartel general de las 
					fuerzas puntanas que mandaba el coronel Domínguez.
					
					José Luis Busaniche, quien estuvo a cargo de 
					la traducción y el prólogo del libro "Viaje por América 
					del Sur" de Alexander Caldcleugh, dice que, 
					"... este viaje a Córdoba desde San Luis, será uno de los 
					capítulos mejor logrados, por la agudeza, la exactitud de la 
					visión y la caracterización feliz de los tipos, los hábitos 
					y las formas de vida regionales". 
					
					Remitiéndonos al Capítulo XVI del Tomo II de 
					la versión original de dicha obra literaria, nos encontramos 
					que, a mediados de junio de 1821, el viajero 
					inglés pasa por Luyaba y vuelca al texto su experiencia al 
					transitar dicha zona bajo el subtítulo "Stay at Luyaba" 
					("Permanencia en Luyaba").
					
					 
					
					
					
					Mapa del recorrido de 
					Alexander Caldcleugh desde 
					Valparaíso a Buenos Aires incorporado en el libro
					
					"Travels in South 
					America"; abajo, encabezamiento del Capítulo XVI del Tomo II en su versión original
					
					 
					
					En su relato, el viajero inglés da cuenta 
					que el 15 de junio de 1821, tras dejar atrás San Luis e 
					ingresar en la provincia de Córdoba. Transita su camino 
					"... 
					entre bosques de jarillas y mimosas de 
					una hoja pequeña". Avanza 
					mientras la sierra viste la escenografía donde "... 
					muchas cascadas resplandecían en la falda 
					aumentando la belleza del paisaje y corrían, luego, bajo mis 
					pies en un paisaje de vegetación exuberante que aumentaba la 
					belleza de la escena. Grandes masas de cuarzo y pizarra 
					sembraban el lecho de los torrentes.
					
					Tras sortear un lugar llamado Piedra Blanca, 
					llega "... a la 'chacra' [en castellano en el 
					original] de Luyaba, sede del juzgado, distante unas treinta leguas de La 
					Estanzuela". Allí, toma contacto con el dueño de casa Don 
					Eusebio de Cabral quien, según su texto, 
					"... me recibió muy afablemente y ... me hizo sentar a la 
					mesa. Entre otros platos sirvieron uno que pareció el 
					preferido de la familia; eran pequeñas rebanadas de queso 
					mezclado con melado [el traductor usa esta palabra 
					portuguesa para 'treacle' del original, cuando lo 
					conveniente sería, en español, 'melaza o arrope']
					de uva".
					
					La descripción de sus dos días de estancia 
					en Luyaba amerita leer lo que, en detalle, Alexander 
					Caldcleugh vuelca en su libro. Invitamos al interesado a 
					acceder a dicho texto original y su necesaria traducción, 
					haciendo
					
					Click Aquí.
					
					 
					
					La primera Capilla.
					
					 
					
					En 1824, tres años después del paso del 
					viajero inglés y por iniciativa de Bartolomé Carranza, se 
					dieron los primeros pasos para erigir una capilla. En su 
					carácter de Juez, le escribió al Gobierno que, en ese 
					momento, estaba a cargo del General Juan Bautista Bustos 
					(1820-1829).
					 
                      
						
							
								| 
						En su carta expone que, "... en este 
						referido paraje, en el corto recinto como de media 
						legua, consta de más de 600 almas y la mayor parte tan 
						pobres que le es de necesidad para el desempeño, oír 
						Misa, confesar y otras cosas de nuestra Sagrada 
						Religión, conducirse a pie a la Iglesia que dista de 
						este lugar más de dos leguas, por cuya indigencia 
						tenemos a la vista que gran parte de estos infelices no 
						solamente pasan años sin oír Misa, sino también, sin que 
						se experimente el debido cumplimiento que manda N. S. M. 
						de la Iglesia, de confesar y comulgar. Para en algún 
						tanto, evitar este notable daño en perjuicio de las 
						almas, y con arreglo a las instrucciones que tengo a la 
						vista expedidas por este Gobierno Supremo del año 1813 
						en el artículo 20 ... soy de sentir que en este paraje 
						de Luyaba, cada día se va aumentando en grande número de 
						habitantes, y les es de urgente necesidad un corto 
						templo que les sirva de Oratorio, a fin de que tanto los 
						padres como hijos, los hijos de menor edad y domésticos, 
						tengan al pie de su morada todos los días festivos, el 
						pasto Espiritual. 
						Luyaba, 4 de octubre de 1924". 
						 | 
							
				 
					 
					
					Para poner en práctica la idea, el Juez 
					solicitaba permiso para hacer trabajar a los condenados por 
					delitos civiles "... para que en castigo de su delito 
					trabajen cada uno a proporción de la pena que han 
					incurrido". Con gran beneplácito del Párroco, los 
					vecinos estaban de acuerdo con la propuesta y dispuestos a 
					colaborar con el emprendimiento. En línea con ésto, el 
					vecino Manuel Isidoro Sosa, donó el terreno para la capilla.
					
					
					La falta de medios los llevó a realizar una 
					construcción un tanto rudimentaria; dando por resultado, una 
					capilla de corta vida. Aún así, se considera a 1825 como 
					fecha de construcción de la misma.
					
					En 1875 y 1876, a solicitud de Margarita B. 
					de Torres, el Consejo Deliberativo destinó algunas sumas de 
					dinero a ser destinados a la refacción del templo.
					
					Por entonces, el ya ordenado Venerable José 
					León Torres, volvía en las vacaciones de verano a su pueblo 
					natal y asistía espiritualmente a los vecinos. Les dedicaba 
					mucho tiempo a las confesiones en la vieja capilla que 
					distaba pocas cuadras de su casa natal. Doña Margarita, su 
					madre, llegaba a impacientarse ya que el Padre, las más de 
					las veces, no concurría ni siquiera a comer.
					
					Al respecto y en su 
					libro "El Padre Torres", Fr. Avelino Ferreyra Alvarez 
					recupera un hecho muy singular ocurrido en 1886 y relatado 
					por el testigo presencial Don Ignacio Sársfield: "... 
					estaba el Padre en el confesionario rodeándolo un nutrido 
					grupo de hombres y mujeres que aguardaban pacientemente les 
					llegara el turno para confesarse; en éso, se oye un gran 
					trueno, se levanta una enceguecedora polvareda y huyen todos 
					por la sacristía que tenía una puerta con salida al 
					exterior".
					
					La Capilla poseía un pequeño atrio en el 
					ingreso, el cual se desplomó arrastrando buena parte de la 
					nave de la capilla; todo ésto sucedía muy cerca de donde 
					estaban las personas por confesar. El Padre, viendo que 
					todos salían corriendo incluído el penitente al que atendía 
					en ese momento, presuroso, también dejó el lugar preguntando 
					si faltaba alguien. Una madre se da cuenta que, en la huida, 
					perdió a su hijito que llevaba en brazos; frente a ésto, el 
					Padre y otros hombres buscaron entre los escombros y 
					lograron hallarlo vivo, cubierto pero sin lesiones.
					
					El Padre Torres supo reponerse de la 
					situación continuando con su piadosa tarea; de inmediato, 
					solicitó autorización a Mons. Uladislao Castellano para 
					trasladar los muebles y paramentos sagrados a su casa 
					paterna, donde continuó con la obra santa que lo ocupaba en 
					sus vacaciones y desde allí, siguió ejerciendo como párroco 
					hasta el año 1917 cuando es inaugurada y bendecida la 
					Capilla actual.
					 
					
					La nueva y actual Capilla.
					 
					
					El sábado 27 de febrero de 1897, el diario
					"Los Principios" de Córdoba  reproducía una nota 
					publicada en "La Defensa de Buenos Aires".
					 
                      
						
							
								| 
						Según el artículo en cuestión, "... 
						Luyaba es un pueblito o pedanía del Departamento San 
						Javier, sito en las faldas de las sierras de Córdoba en 
						dirección Oeste de la capital cordobesa contando con 800 
						á 1000 habitantes, nada más lógico que pensara en 
						levantar un templo al Señor en reemplazo del miserable 
						rancho que apenas dá cavida á cincuenta cristianos. 
						Las dificultades en verdad eran 
						muchas para emprender obra tan importante; más no 
						importa, se dicen dos de sus principales vecinos señores 
						Nicolás Castellano y Odilón Lamas; la fé de estas gentes 
						es grande y una invitación apoyada en la autoridad 
						eclesiástica será suficiente para moverlos á trabajar la 
						casa de Dios. Nos comprometemos nosotros á cortar leña 
						para quemar el ladrillo necesario y que ellos ofrezcan 
						sus brazos para la conducción. 
						Dicho y hecho: Hombres y mujeres 
						aceptan la invitación y, con un celo desconocido por 
						nosotros, se ponen a conducir los ladrillos preparados 
						para la obra, cuyo plano había sido primeramente 
						aprobado por un inteligente arquitecto. 
						¡Qué cuadro tan edificante 
						presentaban en ciertos días los alrededores donde se 
						habría de edificar la Capilla! Hombres y mujeres iban y 
						venían por dos caminos, llevando sobre sus cabezas quien 
						veinte quien treinta ladrillos [SIC]. Parecían 
						aquellos caminos de hacendosas hormigas conduciendo las 
						provisiones para sus cuevas. 
						Alguno se admirará de que los seres 
						racionales se conviertan en bestias de carga; más, no 
						hay motivo para pensar así, dada la escasez de medios de 
						conducción y principalmente de dinero para abonar a los 
						operarios. 
						De admirarse es que la fé de aquella 
						pobre gente lo supla todo confundiendo la indolencia de 
						los católicos de las grandes capitales, que abundando en 
						medios para hacer obras buenas, nada ó casi nada hacen 
						por Dios y por las almas: les falta la fe de los de 
						Luyaba. 
						Los esfuerzos de estas buenas almas 
						han conseguido colocar a la Capilla á la altura de las 
						cornisas: solo les falta el techo, que, debiendo llevar 
						un armazón de hierro, ha paralizado la obra hasta tanto 
						consigan los 500$ que son de imprescindible necesidad 
						para terminarlo y establecer en el sagrado recinto el 
						culto religioso. ¿No habrá en esta capital quién, 
						dándose cuenta de lo narrado, quiera extender su mano 
						generosa á aquellas buenas almas?. 
						Cuanto no rogarían por sus 
						bienhechores. 
						Pueden, nuestros lectores, creer lo 
						expuesto porque lo hemos oído contar de boca del Cura 
						Rector de San Miguel señor Juan Delhaye, quien ha sido 
						testigo de ello durante mes y medio que ha atendido las 
						necesidades espirituales de los habitantes de Luyaba, en 
						su última gira acompañando al Exmo. Señor arzobispo. El 
						mismo señor Delhaye se haría cargo de hacer llegar á su 
						destino el óbolo que se ofreciera a favor de la capilla 
						en construcción". 
						"La 
						defensa de Buenos Aires" | 
							
				 
					 
					
					Desde La Paz, Departamento San Javier y con 
					fecha 21 de julio de 1899, el corresponsal del Diario 
					"Los Principios" de Córdoba asignado en dicha zona, le 
					escribe al Director de la publicación periodística dando 
					cuenta, en detalle, de su visita a Luyaba y el estado de 
					construcción que encontró de la novel Capilla.
					 
                      
						
							
								| 
						El cronista da cuenta que "... he 
						visitado el templo, en construcción, de esta población 
						[Luyaba], bajo la dirección é iniciativa tan 
						plausible del mismo señor Castellanos [había 
						visitado su finca vitivinícola con antelación], y el 
						trabajo está bastante adelantado, aunque por el momento 
						paralizado. Es un hermoso templo que tendrán que 
						envidiar muchas poblaciones circunvecinas. Los 
						materiales son de primera calidad y el ladrillo es 
						conducido a mano por las señoras de esta localidad, 
						desde los tabiques hasta la misma iglesia. El trabajo 
						espontáneo que verifican en los días feriados las 
						señoras y los niños manifiesta muy á las claras el 
						entusiasmo y anhelo por la pronta conclusión de este 
						templo, cuya piedra fundamental fue colocada por el 
						actual Arzobispo Monseñor Castellano, poco antes de su 
						elevación al arzobispado [12-11-1892] y el mismo 
						que, hace pocos meses, habilitando una parte del templo 
						ha celebrado misa en él. 
						Qué triste es, señor Director, que en 
						esta población nuestra [La Paz] no tengamos un 
						templo, por falta de iniciativa talvez ó de un pequeño 
						esfuerzo de los principales vecinos en este sentido, 
						pero no pierdo la esperanza, señor Director, de que en 
						tiempo no lejano pueda darle noticias de que este 
						vecindario se mueva con igual ó mejor entusiasmo al de 
						los vecinos de Luyaba, para construir un templo, que 
						tanta falta nos hace, pues en este año, no se ha 
						celebrado ni aún la fiesta del Patrono, por razones que 
						se ignoran, pero que se juzga que sea por falta de un 
						local adecuado. Su Corresponsal". | 
							
				 
					 
					
					Con fuerte impulso del Padre Torres, la 
					nueva Capilla comenzó a construirse, aunque no con la 
					premura deseada. Esto se refleja en el informe de la visita 
					pastoral realizada, en noviembre de 1905, por el Obispo Fray 
					Zenón Bustos y Ferreyra (1850-1925) cuando aconsejaba 
					"... que se promueva la terminación de la capilla de Luyaba, 
					interesando a los vecinos".  [AAC. Fondo 
					Zenón Bustos, Apuntes autobiográficos, s/f.]
					
					El templo actual se bendijo el 1 de mayo del 
					año 1917, habiendo sido levantado sobre los cimientos 
					bendecidos por Monseñor Uladislao Castellano (1834-1900) y 
					dedicado a la Virgen de la Merced cuya imagen fue donada por 
					el padre José León Torres.
					
					En el discurso de inauguración y bendición 
					de la nueva Capilla, el Padre José León Torres rememorará 
					aquel lejano acontecimiento de 1886 vivido en el primer y 
					precario ámbito religioso del lugar, cuando "... estando 
					un sábado por la tarde confesando en esa Yglesia a un 
					crecido número de gente, durante una fuerte tormenta de agua 
					y viento, sentí de improviso ruidos en el techo de la 
					Yglesia y como si hubiese sentido un botón eléctrico, me 
					levanté presuroso dando voces de que la Yglesia cae y corrí 
					como una luz abriéndome paso entre los lamentos. Cuando 
					salvé el peligro di vuelta y vi gran parte de la iglesia en 
					el suelo".
					 
					
					La arquitectura del templo.
					 
					
					Situada frente a la plaza José León Torres 
					tiene su fachada orientada al oeste - noroeste; está 
					retirada 5,50 m de la línea municipal marcada por una verja 
					baja de mampostería. De composición ascensional se destacan 
					pares de pilastras con basa y capitel, a ambos lados del 
					vano del nártex.
					 
					
					
					
					
					
              
					 
					
					Las pilastras del lado norte continúan sobre 
					la cornisa generando la espadaña que tiene remate en arco de 
					medio punto, flanqueado por esferas. Aloja una campana de 
					bronce con importante yugo.
					
					En el imafronte sobre el vano de ingreso la 
					ventana coral tiene forma cuatrilobular vertical con vidrios 
					repartidos de colores. Sobre la cornisa, un tímpano de 
					líneas curvadas remata en una cruz de hierro forjado.
					 
					
					
					 
					
					El pared lateral sur tiene una sucesión de 
					siete arcos ciegos con columnas a las que se superponen 
					pilastras con basa y capitel. Sobre los arcos de medio punto 
					corre una pequeña cornisa y más arriba la imposta, de 
					elaborado diseño, que se extiende entre el coro alto y el 
					testero. Tres ventanas con arco levemente aguzado introducen 
					luz natural al sagrado recinto.
					
					El cerramiento lateral norte está 
					constituido por los mismos elementos, incorporándose en el 
					tercer arco una puerta de madera de dos hojas con tableros y 
					vidriado superior, que comunica con el patio lateral 
					constituyéndose en un ingreso secundario.
					 
					
					
					 
					
					Los arcos sexto y séptimo se transforman en 
					vanos y permiten la comunicación con la sacristía que tiene 
					8,13 m de largo y un ancho de 4,30 m con cielorraso de 
					madera machihembrada a 4,23 m de altura. Tiene salida al 
					patio lateral con una puerta ídem a la mencionada en la 
					nave.
					
					El templo está techado a dos aguas con una 
					estructura metálica simple, con tensores de hierro en 
					coincidencia con las columnas.
					
					Se ingresa al templo a través de un nártex 
					con techo de bóveda que tiene en planta, una profundidad de 
					3,05 m y un ancho de 3,64 m, por el portal que es de madera 
					con dos hojas batientes de ocho tableros cada una, 
					terminando en arco de medio punto. A sus laterales, del lado 
					norte, en correspondencia con el nártex, está el espacio 
					para alojar la escalera para acceder al coro alto. Del lado 
					sur, el espacio está desactivado, al igual que el coro alto 
					en el segundo nivel.
					 
					
					
					 
					
					Una vez en el interior, se accede a una 
					única nave de 29,23 m de largo por un ancho de 7,20 m entre 
					pilastras y 8,62 m en fondo de paramentos.
					
					El cielorraso esta 
					recubierto con material aislante a la vista, con la cumbrera 
					a 9,53 m del nivel de piso; la cubierta es de chapa de zinc 
					pintada con colectora de aguas.
					 
					
					
					
					
                
              
					 
					
					En el presbiterio, apoyado en el testero, el 
					retablo tiene cuatro columnas basa de dos boceles y una 
					escocia; el fuste es de sección circular, acanalado por 
					estrías en el tercio inferior de su altura y con capitel de 
					orden corintio. Sostienen una imposta con guarda denticular, 
					generando una calle central ancha y dos menores laterales.
					
					La central, en la hornacina bordeada por 
					guarda dorada, aloja la imagen de la Virgen de La Merced con 
					el Niño. Sobre el conjunto, el ático formado por 
					mixtilíneas, contiene una hornacina sobre peana que alberga 
					la imagen del Sagrado Corazón.
					 
					
					Toponimia de Luyaba.
					 
					
					El vocablo "Luyaba" es posible que sea la 
					voz fragmentada del lenguaje usado por los primeros 
					pobladores del lugar que se referían a "La Uyaba", 
					tal el nombre de una merced de 1590 o el de una estancia que 
					luego pasó a una orden religiosa. También es razonable 
					cuando se lo atribuye al nombre de la hija de un cacique 
					afincado con su familia en la zona.
					
					Según el padre Grenón S.J., el nombre es 
					sanavirón y significaría "grandes piedras grises".
					
					Por su parte, en 1931, Monseñor Pablo 
					Cabrera, consigna que "Luyaba" debe su nombre a unos 
					grandes peñascos existentes en las inmediaciones.
					
					Otra opinión es la de Paulé Alvarez quien 
					sostiene que "Luyaba" debió ser "Llullapa", 
					"el que trae nubes"; resultado de la combinación del 
					término quechua "llullai" (nube) y "apa", 
					apócope de "apamuy" (traer).
					
					 
					
					Fray José León Torres O. de M. 
					 (1849-1930). "Para llegar al fin, amar".
					 
					
					Sacerdote profeso de la Orden de la Merced. 
					Fundador de Hermanas Terceras Mercedarias del Niño Dios.
					La Orden de la Merced en Argentina es 
					el sitio obligado para rescatar una síntesis del perfil 
					biográfico del Fray José León Torres.
					 
					
					
					
					 
                      
						
							
								| 
						Según el mismo, se trata de 
						"... un hombre de Dios que vivió con 
						sencillez, mansedumbre y bondadosa confianza en todos. 
						Un hombre de campo, de Luyaba, que evangelizó la ciudad. 
						La grandeza de su alma se dejó ver en 
						la juventud de su espíritu y en la robustez soñadora de 
						su inteligencia, con las que maduró grandes proyectos e 
						ideales fundados en la Eucaristía. 
						Los más grandes: la revitalización de 
						la Orden Mercedaria en Argentina, la Fundación de 
						Hermanas Terceras Mercedarias del Niño Jesús y la 
						evangelización liberadora de la niñez y la juventud. 
						Quienes caminaron junto a él, 
						encontraron siempre en su palabra y su presencia al 
						Padre, al Hermano y al Amigo. 
						El Venerable Padre Fray José León 
						Torres, nace en Luyaba, Provincia de Córdoba, Argentina, 
						el 19 de marzo de 1849. El 11 de junio del mismo año, 
						por el párroco don José Andrés Vázquez de Novoa, recibe 
						el Bautismo en la Capilla de su pueblo natal. 
						  
						 
						Constancia del bautismo de José León 
						Torres - 11 de junio de 1849 
						El documento consigna que el acto se 
						realizó en la Capilla del Rosario de Luyaba 
						  
						La Confirmación será el 6 de agosto 
						de 1860 a la edad de 11 años en la Catedral de Córdoba, 
						a través del Obispo Mons. José Vicente Ramírez de 
						Arellano (1797-1873).   
						Sus padres fueron los humildes 
						agricultores Gregorio Torres y Margarita Rivero. El 
						ambiente de su familia era profundamente cristiano, 
						tanto que también, dos hermanas de José León abrazaron 
						la vida religiosa.  
						El joven Torres viaja con su madre a 
						Córdoba; allí trabaja, durante un breve tiempo, en el 
						comercio del Sr. Dionisio Centeno.  
						A la edad de 14 años, el adolescente 
						entra a la Orden de la Merced en el Convento Máximo de 
						'San Lorenzo Mártir' de Córdoba.  
						El 30 de octubre de 1867, recibe el 
						hábito mercedario, comenzando canónicamente su año de 
						noviciado. El 1º de noviembre de 1868, hace su primera 
						profesión de votos simples y emite su profesión solemne 
						el 8 de julio de 1872 de manos del Padre Lorenzo 
						Morales, ordenándose sacerdote el 27 de abril de 1873.  
						Al año siguiente es designado Maestro 
						de Novicios y tres años después, a la edad de 
						veintisiete años, es nombrado Vicario de la Provincia 
						Mercedaria Argentina.  
						El 10 de mayo de 1887, al celebrar el 
						14º aniversario de su Primera Misa, el Espíritu Santo le 
						inspira fundar el Instituto de Religiosas Mercedarias 
						del Niño Jesús, hecho que se concreta el 1º de octubre 
						de ese mismo año.  
						Es elegido Superior Provincial en 
						seis períodos y además nombrado Vicario General de la 
						Orden.  
						En 1927, llegando a la edad de 78 
						años, es incluido en la terna en la que se debía escoger 
						al nuevo Obispo de Córdoba resultando electo Monseñor 
						Fermín Emilio Lafitte (1888-1959). 
						El 15 de diciembre de 1930, a la edad 
						de 81 años, parte a la casa del Padre Eterno durante la 
						celebración del Capítulo Provincial. Es ahí cuando antes 
						de morir se ve rodeado por todos los Superiores de la 
						Provincia Mercedaria Argentina, quienes tuvieron la 
						gracia de recibir su última paternal bendición y sus 
						últimos consejos. Es sepultado en la Iglesia de las 
						Hermanas Mercedarias del Niño Jesús en el Barrio de Alta 
						Córdoba, de la Ciudad de Córdoba, Argentina". 
						(Ver 
						documento ampliatorio). |