La Estancia Jesuítica de Santa Catalina está en el Departamento
Totoral, Córdoba (Argentina). Los Jesuitas de la Compañía de Jesús han
sido los responsables de su fundación en 1622. El conjunto incluía
Iglesia, Noviciado, Rancherías, Tajamar. Luego del extrañamiento de la
Orden Religiosa por resolución del Rey Carlos III, la propiedad fue
pasando bajo diversas manos hasta llegar a nuestros días. En 1941 se la
designo como Patrimonio Histórico Nacional y en 2000, la UNESCO la
galardona con la distinción de Patrimonio Mundial.
La Página Web "Capillas y Templos"
está registrada en la DNDA(Ver
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ESTANCIA JESUITICA de SANTA CATALINA
Foto de Jorge B. Pilcher - 1880
Dibujo de Juan Kronfuss
Tercer domingo de abril de 1995, bella mañana donde
los distintos ocres teñían de colorido otoño al día.
Dibujo de Juan Kronfuss
En el grupo de matrimonios "San Ignacio de Loyola"
de la Parroquia Sagrada Familia del barrio
Pueyrredón de Córdoba, habíamos convenido en que ése
era el punto de partida.
La convocatoria hecha por
el padre Pedro Leopoldo Swinnen S. J., fue muy
clara: "Los invito a participar de la misa, el
domingo a las 11:00 hr, oficiada por un jesuita
[él] en la Iglesia de la Estancia Jesuítica de
Santa Catalina”.
¡Partimos!
Previo a este acontecimiento, en las reuniones del
grupo, habíamos distribuido documentación
informativa sobre los lugares que visitaríamos.
Varias personas no conocían la zona. En el recorrido,
incluimos el Museo Jesuítico Nacional Estancia Jesús
María desde donde su Director, Nelso Lenarduzzi, y
otras personas se sumaron acompañándonos.
Como se estilaba en otros tiempos, el monaguillo
salió tres veces al atrio, haciendo repicar el
carrillón, invitando a los feligreses más cercanos.
Dio comienzo la Santa Misa, contenidos todos por el
solemne entorno del templo, enseguida, nos dimos
cuenta que sería una celebración que perduraría en
el tiempo.
Quienes conocíamos la historia del lugar, de suyo,
no escuchamos al Hermano Doménico Zipoli, no vimos
al Padre Guevara, ni al Hermano Diego Millán, menos
aún al Hermano Antonio Harls, tampoco a Don José
Javier Díaz; sin embargo, pudimos sentir que la
presencia de ellos estaba en el solemne recinto,
estaban en comunión con la monumental obra que nos
legaron.
Hace cuatro centurias, la Compañía de Jesús adquiría las tierras
que darían formación a la Estancia de Santa Catalina, en las
que, a lo largo de 145 años, desarrollaron un emprendimiento de
gran magnitud, tronchado por la confiscación real.
Cronológicamente, Santa Catalina (1622) fue la tercera, después
de Caroya (1614) y
Jesús María
(1616), en la línea de establecimientos rurales productivos
implementados por la Compañía de Jesús, para hacer frente a la
demanda de recursos para el mantenimiento de sus casas
educacionales y religiosas en la ciudad de Córdoba, sede de la
Provincia del Paraguay. Las donaciones y limosnas habían
disminuido drásticamente por razones políticas y por la posición
explícita de los jesuitas contra el servicio personal de
encomienda. Era necesario buscar recursos y los encontraron en
la modalidad de estancias. Santa Catalina, una de las más
grandes del dispositivo jesuita, aportó para el Noviciado, la
Casa de Probación y la Procuraduría de la Compañía de Jesús de
Córdoba que, paulatinamente, dejaron de depender del Colegio
Máximo.
De izquierda a derecha: Estancias Jesuíticas
Santa Catalina, Jesús
María y Caroya
Pedro J. Frías, en su obra "Memorias de una estancia criolla",
reflexiona y concluye que "... se esperaba el reino y ha
venido la iglesia. La paradójica censura de Loisy no es
formulada por los nuevos habitantes de Santa Catalina. No que
identificaron, pero sí unían sin oposición, el reino de Dios y
la iglesia de los padres, el régimen de creencias y el curso de
la vida cotidiana. Sin perjuicio de una destinación salvífica,
los designios apuntaban al sustento del colegio de probación. En
éste, se formaban los operadores del reino, mientras en Santa
Catalina se instalaba, a su servicio, una ingente empresa
productiva”.
Fueron necesarios 4500 pesos corrientes de a 8 reales para que
la Compañía de Jesús comprara al herrero portugués Luis Frazón,
en agosto de 1622, las tierras del pueblo Viejo de Calabalumba
en Ongamira. Será el comienzo de la Estancia de Santa Catalina.
Se establecieron a legua y media al noroeste del actual
emplazamiento, probablemente en instalaciones que ya poseía el
vendedor en un área que disponía de agua suficiente, poniendo en
marcha el sistema de producción.
Al tiempo, para edificar la iglesia y residencia que hoy
conocemos, deciden mudar su asentamiento, buscando un lugar que
fuera más llano y mejor vinculado a las comunicaciones de ese
momento.
El arquitecto José Javier Correa asegura que, para poder
hacerlo, decidieron "... embalsar el agua a 5 km del río
Simpis; desde allí, serpentearon la serranía y en tramos de
aproximadamente 500 m debieron, en un caso, perforar un cerro y
en otro, cavar hasta 7 m, construir bóvedas y bocas de
inspección y volver a cubrir el acueducto. Esta parte de la obra
concluyó con la construcción del tajamar que, por un lado,
permitió regular el riego hasta el llano y por otro, construir
el molino para la molienda de trigo y dos batanes para el lavado
de lana".
Santiago Reyna, Teresa Reyna y María Lábaque en el
trabajo "Los primeros diques de Córdoba,
Argentina" que publicaron en común, dan cuenta
que para proveerse del agua del río Simpis
procedieron, sobre éste, a construir "... un azud
nivelador con dos cierres que, aún hoy, se
conservan. La obra de toma se encontraba regulada
por una compuerta rectangular". Los autores de
esta investigación describen al trayecto desde el
azud hasta el tajamar como "...verdaderas obras
de arte", ya que "... alternan en todo su
trayecto tramos a cielo abierto con otros
subterráneos, con soleras revestidas con mampuestos
de roca del lugar o ladrillos de fábrica, laterales
y cierre superior de mampostería o mediante túneles
excavados en roca". En 2013, al momento de
hacerse público este paper, los investigadores
aseguran que, si bien, "... algunos tramos
estaban deteriorados", la obra en cuestión
estaba, "... en gran medida, funcionando".
Detalle de las obras hidráulicas en la Estancia Jesuítica de
Santa Catalina
"Los primeros diques de Córdoba, Argentina: Los tajamares
jesuitas"
Santiago Reyna, Teresa Reyna y María Lábaque - Aqua-LAC
Vol.5 n°1 - marzo 2013
Continuando con la lectura del documento ante dicho, rescatamos
que el cierre del tajamar "... es un dique de gravedad
compuesto de dos paramentos verticales de mampostería de piedra
de 8,40 m de altura máxima en la cara seca; de aproximadamente
60 cm de espesor cada uno y separados unos 5,40 m, con
contrafuertes sobre la cara seca. Entre ellos tiene un relleno
de suelo del lugar compactado. La longitud del coronamiento es
de 86,5 m". El lago, así conformado tiene una "... una
superficie de 6,70 ha y su volumen es de 57000 metros cúbicos".
Por último, los autores describen que la "... salida está
regulada por una compuerta ubicada sobre el paramento mojado. La
descarga se produce a través de un conducto abovedado de
ladrillo de 0,60 m de altura. La misma comienza con una rápida,
luego continúa con un salto para luego terminar en un tramo
horizontal". Sorprende como, cuatrocientos años después de
su construcción, el sistema continúa "... en buenas
condiciones y funcionando".
Desde estos comienzos hasta el fatídico 1767, año del
extrañamiento, la estancia fue creciendo en forma permanente, lo
que se puede corroborar en las Cartas Anuas, Libros de Gastos e
Informes de los Provinciales. El conjunto llegó a tener vastas
construcciones que comprenden iglesia, cementerio, claustros,
perchel, noviciado, ranchería, talleres. Más de un siglo de
trabajo bajo un plan arquitectónico preconcebido, quedó plasmado
en el Inventario de la Junta de Temporalidades en momentos en
que la estancia estaba en su máximo esplendor.
Según el mismo, "... estaba levantada la casa que se compone de
tres patios y en el principal hay al este y al poniente 6 cuartos
viejos de tapial, su texo de tirantes, paja y caña; todos tienen su
corredor exterior techado de lo mismo con pilares de palo; en el
mismo patio y al norte seis cuartos bajos de bóveda y tres altos y
sobre dos de estos unos desvanes muy pequeños, también de bóveda".
Francisco Antonio Diaz, comprador de Santa Catalina será el
encargado de terminar estas obras. De acuerdo a la información
disponible, no muy profusa, sí estaba terminada la majestuosa
iglesia bajo la advocación de
Santa Catalina de Alejandría.
Deberá prestarse atención a los trabajos de campo y la
investigación que, en proceso, es impulsada por la Fundación
CIEU.
El Templo. Tiempos y actores.
La iglesia y sus dependencias comenzaron a edificarse a mediados
o en el último tercio del siglo XVII, sobre un plan a
desarrollar en tiempo prolongado. No está determinada la fecha
de sus comienzos; sí, se sabe, que el templo existía cuando el
obispo de Córdoba Fray Juan Manuel Mercadillo y Patiño
(1643-1704) inicia pleito contra los jesuitas.
El 13 de octubre de 1701, el Dr. Navarrete y Velazco, en
cumplimiento del auto dictado por el Obispo, "... ofició misa
para consumir la sagrada forma, luego hizo clavar las puertas de
la iglesia en el umbral de abajo, no encontró pila bautismal, y
agrega el acta: fecha de estas diligencias ... procedió a
descolgar las campanas de la torre en que estaban colgadas y
hallando tres pendientes de abrazaderas de yerros clavadas ...
llamó a un negro herrero de la dicha casa de la Compañía de
Jesús y otros esclavos y gente de servicio y los mandó bajar al
suelo como se bajaron, declarando, como se declaró a todos los
presentes, por desierto la iglesia". [Archivo de la Curia
Eclesiástica de Córdoba del Tucumán, legajo 22, Nº 10]
Calixto José Nuñez, opina que, del acta se desprende que el
templo estaba construido en el mismo lugar en que se levanta el
actual, cuya fábrica era lo suficientemente robusta como para
contener tres campanas en su torre; a diferencia de los que se
estilaba en la época, colocando las campanas en un horcón de
palos atados con tientos de cuero, como lo pudieron ver el mismo
día en la Estancia de
Jesús María.
En el Libro del P. Procurador de Provincia, donde se ponen las
entradas y gastos de "Almacén", por marzo de 1711, puede
leerse el detalle de las compras efectuadas en distintas fechas
para la construcción, entre otras, siendo las más importantes:
compra de grandes cantidades de caña, paja y ladrillos para la
sacristía; de tejas y lajas, las últimas posiblemente para el
atrio de la iglesia; de 60 tablas y 22 tablones, elementos de
herrería y albañilería; ejes y rayos para carretas,
correspondiendo la mayor parte en el año 1717. Un año antes se
labran puertas y ventanas, se compran bisagras y en varias
oportunidades hierro y acero. En 1721 se compran dos onzas de
guarnición de oro para el pretil.
En marzo de 1716, la estancia de Santa Catalina, brindó albergue
al obispo diocesano Dr. Alonso de Pozo y Silva (1669-1745),
sucesor del Obispo Mercadillo, lo que significa que se le podía
ofrecer cierta comodidad y de que, en la iglesia, se podía
celebrar el culto.
En la Carta Anua de 1754 el P. de Provincia, acota que, "...
en este tiempo, se han hecho varias obras en nuestra estancia y
se está trabajando en la composición de la capilla que espero
sea muy hermosa".
En 1760, el Provincial Padre Nicolás Contucci escribía que
"... se acabó el crucero de la iglesia con la media naranja y se
está trabajando en la portada y acabado de los aposentos que
están pegados a la iglesia".
El Provincial Padre J. Andreu, en 1763, da las gracias al
Hermano Administrador Diego Millán "... por el singular celo
y empeño con que procura el adelantamiento de la hacienda, la
conclusión de la iglesia que está hermosa". También se
refirió a los planos de la casa "... según la planta que dexo
firmada y aprobada".
Estos antecedentes y las opiniones enfrentadas entre los
historiadores que se ocuparon del tema, permiten concluir que la
fabrica del templo se realizó a lo largo de muchos años; tal
vez, con la intervención de varios arquitectos en ese
desarrollo.
Lo expresado se refiere a las fechas ligadas a la construcción
del templo. ¿Qué puede aportarse en referencia a los
constructores? Otra vez, dada la escasa información que se
dispone al respecto, solo se puede hacer una aproximación al
tema.
El padre Guillermo Furlong S. J. en su obra "Arquitectos
Argentinos durante la dominación Hispánica" asegura que,
"... la magnífica iglesia y casa de Santa Catalina en las
sierras cordobesas, fue la obra del hermano Antonio Harls,
natural de Keikesein, en el Palatinado [Tegernsee, Baviera,
Alemania]. Nacido el 16 de marzo de 1725, ingresó en la
Compañía de Jesús en 1747 y vino al Rio de la Plata en 1748".
El Padre Lorenzo Casado, en su curiosa "Relación",
escrita en 1774 y consultada en el Archivo de Loyola, España,
dice que, "... el H. Antonio N., alemán, que al presente se
hallaba en Córdoba, designó las obras del Colegio y estancia".
Se sabe que el nombre que no recordaba el Padre Casado no puede
ser otro que el del Hermano Harls, quien efectivamente se
hallaba entonces en Córdoba. Es el P. Peramás quien lo incluye
en la lista de los jesuitas, que allí se hallaban en tiempo del
extrañamiento, consignando que, "... entre ellos, se
encontraba Antonio Arts [ Harls], arquitecto".
Agrega Furlong que, "... aunque en 1767 se hallaba este
jesuita al frente de las obras de Santa Catalina, es muy
probable y casi cierto que ni los planos son suyos ni fue quien
inició la construcción en 1750 o 1751".
Además, asegura que "... pueden haber participado los
hermanos constructores Andrés Roth, suizo, y Paulo Balthasar
que, entre 1753 y 1760, se encontraban en Córdoba".
Leímos, también, al historiador Antonio Lascano González que, en
su obra "Monumentos Religiosos de Córdoba Colonial", se
refiere al tema consignando que "... la importancia de la
obra, la armonía y equilibro del conjunto y el severo
virtuosismo de los detalles hacen pensar en una creación de
madurez. La carencia de otros documentos que pueden aclarar el
punto, nos obliga, a riesgo de incurrir en injusticia, a ser
parco en las suposiciones". Continúa el estudioso
concluyendo que, "... en la ejecución de planos y dirección
de obra de Santa Catalina, deben haber intervenido varios
artistas, como en la mayor parte de las construcciones de la
Compañía de Jesús. La unidad y grandeza de la obra, han
resultado del idéntico espíritu que animaba a sus ejecutores y
de la fe que los movía, a la que es necesario agregar el fervor
de la mano nativa [escasa y fundamentalmente, la de los
esclavizados africanos y sus descendientes]".
La opinión de Calixto José Nuñez es que los historiadores
Furlong Cardiff y Mario Buschiazzo se apoyaron en la información
del P. Peramas, para quien el Hermano Harls estaba entre los
jesuitas que residían en Santa Catalina cuando la acción de
desalojo. Es ésta una información errónea, ya que dicho Hermano
no estaba en la lista de los seis jesuitas que se encontraban en
ese momento, por lo que las teorías anteriores se fundan en un
error de información.
Después de dar fundamentos sobre esta expresión, introduce al
Hno. Juan Bautista Prímoli como de indiscutible presencia en la
estancia, al igual que el sobrestante Antonio Zebrero, como
director de la mano de obra.
Sin dudas, se debe seguir investigando sobre las autorías y los
tiempos, ya que la información que se dispone no es suficiente.
Todo parece indicar que los jesuitas pudieron disfrutar del
templo terminado, tan solo, durante muy pocos años.
El Templo. Su arquitectura.
Es expresión de Antonio Lascano González que, "... como
equilibrio estético y planta arquitectónica, Santa Catalina
integra, con la Compañía y la Catedral de Córdoba, el terceto
más representativo del arte eclesiástico cordobés. Imponente. El
aristocrático e imponente pretil de sus sillares enmohecidos, en
admirable contraste con el paisaje agreste y solitario que lo
circunda, hace de este monumento, la más elocuente evocación de
la grandeza lograda por la tesonera pujanza de los hijos de San
Ignacio".
Revista "Plus Ultra" Año V n°50 - Junio 1920
En la fachada del templo, que mira al naciente y tiene un ancho
de
18,20 m, causa admiración el plano avanzado de la parte central,
con dos líneas de cornisas quebradas ascendentes hacia el
centro, asentadas en columnas circulares y pilastras presentadas
en escorzo, a cada lado del portal. El mismo está compuesto por dos hojas
batientes de madera de algarrobo con ocho tableros y catorce
clavos de bronce distribuidos en cada una. Culmina en arco de
medio punto, con una clave magnífica presentando un ángel de
rostro humano; en comunión con las jambas, está contorneado en
piedra sapo.
Sobre este conjunto se destaca la ventana coral con dintel
ligeramente curvado y totalmente contorneada con la misma
piedra. Sobre ella, la cornisa curva y luego hacia arriba, la
pronunciada cornisa transversal desde donde parte el hastial
mixtilíneo, con motivos ornamentales y cruz forjada en hierro,
entre las dos esbeltas torres, que se resuelven en tres
estratos, mostrando las ventanas cuadrifolias y las de los
campanarios. Los cupulines, de ambas, culminan en el escudo
jesuítico y veleta con graciosos angelitos en hierro forjado.
Todo lo descripto está precedido por un atrio semi circular
sobreelevado, al cual se accede desde la plaza, por una señorial
escalera flanqueada por un ornamental pretil. A la derecha del
templo, el cementerio o Campo Santo de los Negros, con su
impresionante y delicado portal "... con un gracioso juego de
cornisas onduladas y columnillas".
Al referirse a la fachada del templo, el arquitecto Rodolfo
Gallardo, dice que "... sobre todo Santa Catalina, donde el
muro ondulado, la integración de las Artes, la escala de la
obra, la luz tratada con dramatismo, la escenografía y el
ilusionismo en su presentación, contribuyen a esa calidad de
vida barroca, que se supo contemplar con la música de su
tiempo".
Continúa Gallardo concluyendo que, "... la Portada de Santa
Catalina, en una expresión dinámica de sus muros ondulados, en
la coronación de las volutas centrales es teatral,
escenográfica, con sus dos altas torres que enmarcan el
imafronte y los cupulines de las torres que en un oponerse de
curvas y contra curvas semejan los chapiteles de los ejemplos
europeos. El frontis como estallado por una fuerza ascensional".
El estudioso, además, se detiene en destacar que "... las
distintas calidades de los materiales, en una simpática
integración, van cambiando texturas y colores. La suave y gris
piedra sapo que recuerda la piedra sabao de Minas Gerais. Todo
tiene en su conjunto una impronta bávara".
Quienes la concibieron, optaron por un diseño de iglesia con
planta de una sola nave, en cruz latina. La nave está cubierta
con una bóveda alta de cañón corrido con arcos perpiaños, en
correspondencia con las pilastras de los muros, asentada en una
voluminosa imposta que también está presente en las bóvedas del
transepto. La bóveda central posee lunetos, muy marcados, en
cada sección.
En el crucero, la cúpula de media naranja, está apoyada sobre
tambor circular, y estriba en cuatro arcos torales apoyados
sobre pilares interceptados por pechinas de forma triangular.
Las bóvedas están cubiertas por techos a dos aguas recubiertos
con tejas españolas.
En lo que a dimensiones se refiere, hemos relevado que la
longitud de la nave es de 35,16 m y su ancho de 6,73 m; la
altura de piso al intradós de la bóveda es de 10,29 m. En el
ingreso, el cenit del arco generatriz de la bóveda del sotocoro
tiene una altura de 4.24 m sobre el nivel de piso. El transepto
mide 17,27 m de largo y su ancho es de 6,83 m; en el crucero la
linterna de la cúpula está a 19,78 m del nivel de piso. El
presbiterio tiene una profundidad de 6,40 m. La sacristía mide
4,95 m por 4,77 m y la cubierta de la lucera de la cúpula está a
8,08 m. La contra sacristía mide 4,80 m por 4,28 m; la bóveda
del techo tiene una altura máxima de 4,93 m.
Planta según Juan Kronfuss (1929)
Vista Frontal
Vista Lateral
Corte y Vista Posterior
Vista axonométrica
El presbiterio, amoblado con sillones fraileros y altos
candelabros de algarrobo, limita con el crucero con la original
reja del reclinatorio, cuyo diseño es común a las del coro alto
y las dos tribunas.
Desde este espacio se ingresa a la sacristía y contra sacristía
que presentan sus puertas con cuarterones con motivos mudéjares,
de los que el arquitecto Martín Noel opina que "... la
destreza del tallista regional parece haberse deleitado en
imitar maliciosamente las puntas de diamante, los acartonados
rosetones y las estrellas del rudo arte vascongado de aquella
extraña tierra en que los magos y piratas del océano se
complacían en gravar toscamente en sus objetos familiares los
signos característicos del Cosmos".
Al coro alto y al campanario se accede a través del corredor
desde la escalera con su característica ventana cuadrifoliada
desde donde se visualiza el patio bajo.
El retablo del altar mayor del templo, tallado en algarrobo con
molduras y relieves dorados, con tres calles y dos cuerpos,
presenta en la parte superior de la calle central, un frontón
curvo partido que tiene en su centro el emblema IHS de la Compañía
de Jesús, monograma que representa la abreviatura del
nombre de Jesús, en griego.
Corona el retablo, un edículo enmarcado, de factura diferente a
la del retablo; sobre fondo negro, alberga a la Patrona, la
imagen de Santa Catalina de Alejandría que sostiene, con su mano
derecha, el espadachín sobre la cabeza del Emperador Maximino
quien fue su verdugo haciéndola decapitar; mientras
que, con su mano
izquierda, sujeta una larga vara de palma.
En el cuerpo superior, bajo el frontis, un nicho mixtilíneo
contiene un crucifijo con un Cristo de rostro agónico, pero con
la serena significación de alcanzar algo superior; a ambos
lados, dos columnas torsionadas entre boceles, con basa alta y
capitel corintio.
A ambos costados y culminando las calles laterales, a la derecha
en un nicho con cierre superior de medio punto, la imagen de San
Rafael Arcángel con Tobías y a la izquierda, la de San Miguel
Arcángel, protector de la Iglesia, armado con su espada y su
escudo dispuesto a derrotar al demonio. Cierran lateralmente
esta trilogía, sendas columnas planas con capiteles de
dimensiones mayores que pueden haber funcionado como peanas.
Ocupando el centro del cuerpo inferior está el
cuadro al óleo con los desposorios de Santa Catalina
de Siena, doctora de la Iglesia. Anterior a esta
obra "... existía una pintura de la Patrona Santa
Catalina de Alejandría, Virgen y Mártir en un cuadro
de mediana pintura de 2 y 2/3 varas de alto y 1/7 de
ancho al que cubre un velo de calamaco". [A.H.P.C.
Archivo Frías. Cuaderno Nº 28, Inventario Santa
Catalina (2c). Citado por Nuñez C. J. -1980]
En ambos lados, nichales culminados en veneras de estrías
radiales, cobijan las imágenes de San Ignacio de Loyola,
Prepósito general de la Compañía de Jesús y a San Francisco
Javier, el gran misionero jesuita.
A los lados del retablo, completando el espacio
entre éste y las paredes laterales del presbiterio
se exponen seis magníficos cuadros representando La
Pasión que, quizás, corresponden a la influencia de
pintores potosinos.
En el centro de la mesa del altar, se aloja el
magnífico sagrario dorado a fuego, con sus dos
puertas en las que están talladas las efigies de San
Pedro y San Pablo, en cada una de ellas.
El frontal del altar, en madera de algarrobo, fue tallado por un
verdadero ebanista logrando una gran riqueza artística.
En los muros del transepto, a los lados del altar mayor, hay
sendos altares colaterales de mampostería y yeso, cargados
decorativamente al estilo de finales del siglo XVIII, acogen las
imágenes de Nuestro Señor de la Humildad y la
Paciencia y de Nuestra Señora de los Dolores
respectivamente.
Opina el arquitecto Buschiazzo, que "... el
autor, aún desconocido, es el mismo que levantó el
altar que decora la Ermita de Tiburcio y Valeriano
en el Colegio Jesuítico de Córdoba". En los
cabezales del transepto, por sobre la imposta, se
observan sendas ventanas con paño de vidrio que,
conjuntamente con la coral, introducen luz natural
al sagrado recinto.
En el crucero, frente al altar de la Dolorosa, está la imagen de
Cristo crucificado, de factura un tanto tosca, reconocido como
"... el crucifijo grande recién enmarcado", del que habla
el Inventario.
El arquitecto Mario Buschiazzo, en el Cuaderno IX de Documentos
de Arte Argentino, cierra su descripción de la obra
reflexionando que, "... el afán con que nuestros ojos
recorren las curvas gráciles del hastial, acariciando la
delicadeza de sus molduras y ornatos, subiendo hasta detenerse
en el ángel regordete que corona la sutil veleta, al propio
tiempo que se piensa con admiración en la energía que fue
precisa para levantar esta enorme fábrica en pleno desierto, es
el mejor elogio que, inconscientemente, se brinda a la más
preciada joya de las serranías cordobesas".
De las tierras.
Pueblos
Originarios
Las tierras que por sucesivas incorporaciones formaron la
Estancia de Santa Catalina, que fuera propiedad de la
Compañía de Jesús, estuvieron habitadas por los sanavirones
y comechingones en sus distintas etnias. "Los sanavirones de Santa Catalina procedentes de
Inchinsacate, actual Sinsacate, como los que habitaban más
al norte y en Santiago del Estero, bajaron desde los ríos
Dulce y Salado, corridos hacia Córdoba por los lules". (Nuñez
C. J., 1980).
Por métodos varios fueron desplazados, a lo largo del
tiempo, por los conquistadores españoles y sus
descendientes.
10/12/1584
Merced
El teniente de Gobernador y Justicia Mayor de la ciudad de
Córdoba capitán Juan Burgos Celis (1576-1640), entrega una
merced de tierras a Miguel de Ardiles (1515-1596) "... de
todas las tierras vacantes que tienen los indios de
Calabalumba, de su encomienda y de Inchinsacate con una
legua en torno de cada pueblo, dejando a los dichos indios
tierras suficientes para sus sementeras. Y así mismo le
hicía e hizo merced de todas las tierras de su pueblo de su
encomienda, que se llama Salsacate, que está en pueblo
despoblado al presente, camino de Sanumbasate, con una legua
entorno". (A.H.P.C. Archivo Frías. Leg. 2 Inst. 1)
18/02/1606
Posesión
Al momento de fallecer, el Capitán Miguel de
Ardiles, "El Viejo", la posesión de las tierras le es dada a
su hijo Miguel de Ardiles, "El Mozo", por el Alcalde
Ordinario Capitán Tristán de Tejeda.
31/10/1610
Compra
Luis Frazón, o Frasón o Frassón, portugués de origen,
oficial herrero, por 250 pesos reales de a 8 el peso, le
compra a Miguel Ardiles, "El Mozo", "... una estancia que
está en el viejo pueblo de Calabalumba, ... una estancia que
tengo en el pueblo viejo de Calabalumba, que está a legua y
media más o menos de la estancia de Diego Martín, el
ovejero, a tres leguas del pueblo de Sinsacate y a otra
legua del pueblo del Capitán Francisco López Correa".
(A.H.P.C. Archivo Frías. Leg. 2 Inst. 2)
06/10/1614
Merced
El Gobernador Luis de Quiñones Osorio le hace merced a Luis
Frazón, de un pedazo de tierras vacante y despobladas con un
manantial en una quebrada, junto a otras tierras del dicho
Luis Frazón "... que son sobras de otras de otras
estancias circunvecinas, que será una legua de largo poco
más o menos y otra de ancho, en aguas vertientes del cerro
de Ongamira abajo, hasta lindar con las tierras y estancia
de Francisco López Correa". (A.H.P.C. Archivo Frías. Leg.
2 Inst. 3 y 4)
01/08/1622
Compra
"... sepan cuantos esta escritura vieran como yo Luis
Frazón morador de la ciudad de Córdoba del Tucumán otorgo
por la presente, que vendo realmente a la Casa de Probación
de la Compañía de Jesús que está en esta ciudad, la estancia
y tierras que tengo en jurisdicción de ella, nueve leguas de
ella, llamada Santa Catalina, que es la que tuve y compré de
Miguel Ardiles". Además, se incluían las tierras que le
había hecho merced Don Luis Quiñones. Se detallan todos los
enceres y animales que se agregan a las tierras "... todo
lo cual géneros de la dicha estancia y tierras le vendo
libre de censo, tributo e hipoteca, ni otra enajenación que
no la tienen, por precio y cuantía de cuatro mil quinientos
pesos corrientes de a ocho reales que ahora recibo en
presencia del P. Pedro Oñate, Provincial de la dicha
Compañía de Jesús en reales en dos zurrones y un montón de
reales de a ocho y de a cuatro, que confieso tengo contado y
está toda la cantidad". Actuó el escribano Alonso Nieto
de Herrera, escribano de S.M. público del Numero de hacienda
real y bienes de difuntos. (A.H.P.C. Archivo Frías. Leg. 2 Inst.
5)
03/08/1622
Posesión
Ante el alcalde ordinario licenciado Luis del Peso, se hace
presente el Procurador General de la Compañía de Jesús, P.
Lope de Mendoza, con la escritura y solicita posesión de las
tierras y estancia que en aquella se refieren. Resuelve el
alcalde que se le otorgue posesión, sin perjuicio de
terceros y para ello dio comisión a cualquier persona que
sepa leer y escribir. Dice la escritura respectiva, que el
comisionado para otorgarla don Diego Correa de Lemos "...
tomó al P. Lope por la mano y le metió en la casa y cerró y
abrió la puerta, y hecho de ella a los que estaban, y
saliendo fuera de las tierras, se sentó y tomando piedras
las arrojó, y echó fuera al mayordomo y esclavos del dicho
Luis Frassón".
12/02/1644
Compra
Jorge Correa de Lemos vende al P. Tomás Ureña de la Compañía
de Jesús, un pedazo de tierras que están en el arroyo de
Simpis lindando con lo que fue de Juan Maldonado, con la
estancia Santa Catalina, y por otro lado con la estancia de
Miguel Ardiles y herederos de Pedro Arballo de Bustamante.
(A.H.P.C. Archivo Frías. Leg. 4 Inst. 5)
18/11/1644
Compra
Juan Maldonado y su mujer Leonor Correa de Lemos venden al
P. Lorenzo Ilarduy, en favor del Colegio de la Compañía de
Jesús, una estancia con el resto de las tierras que están en
el arroyo de Simpis. (A.H.P.C. Archivo Frias. Leg. 4 Inst.
4, 6 y 7)
08/06/1650
Venta
Diego Correa de Lemos vende a Gaspar de Quevedo las tierras
de Tabalmaura, que están en la cabecera de su estancia San
José, heredadas de su padre, el capitán Francisco López
Correa, adquiridas por merced, lindando al poniente con
tierras de Diego Celis de Quiroga y al sur con la estancia
de Santa Catalina. (A.H.P.C. Archivo Frías. Leg. 3 Inst. 1)
15/12/1655
Venta
Domingo Vázquez Burgos, vende la mitad de las tierras del
Arroyo Inquivira, una legua de largo y otra de ancho, al
Noviciado de la Compañía de Jesús. (A.H.P.C. Archivo Frias.
Leg. 1 Inst. 3)
20/04/1656
Compra
Manuela de Salas Vda. de Gaspar de Quevedo vende las tierras
de Tablamaura a la Compañía de Jesús. (A.H.P.C. Archivo
Frias. Leg.3 Inst. 3)
28/12/1659
Inventario y
Renuncia
a sus Bienes
En 1659, muere el sargento mayor Pedro de Castañeda y se
procede a hacer el inventario de sus bienes, entre los que
se encuentran la estancia de Ascochinga con su iglesia y
ornamentos, esclavos y ganado, la estancia y tierras de
Calabalumba, la estancia y tierras de San Antonio, la
estancia de Ascochinguilla, la suerte de tierras en
Ascochinga el viejo y Río de Franco. Después de un largo
juicio sucesorio, queda como único heredero el Hermano
Francisco de Castañeda, quien renuncia a sus bienes a favor
de la Compañía de Jesús y en nombre de ésta es designado
para recibir la donación el P. Rector Agustín Aragón. (A.H.P.C.
Escribanía 2, año 1672, Leg. 2 Exp. 15)
20/09/1670
Merced
De acuerdo a la petición formulada por el P. Cristóbal de
Grijalba, Procurador General de la Compañía de Jesús, el
gobernador Ángel de Peredo otorga merced al Colegio y su
Noviciado de todas las tierras vacantes y sin dueño dentro
de los linderos de todas las tierras que se refiere en dicho
escrito. (A.H.P.C. Archivo Frias. Leg. 2 Inst. 8)
19/05/1674
Posesión
judicial
El P. Cipriano Calatayud, en nombre de la Casa de Probación
y Noviciado de la Compañía de Jesús, toma posesión judicial,
corporal, actual, jure dominis, de todas las sobras de
tierras que se hallen vacantes y sin dueño y son realengas
inmediatas a dicha estancia de Santa Catalina. (A.H.P.C.
Archivo Frias. Leg. 3 Inst. 9)
13/10/1682
Donación
Don Pedro de Olmos y Aguilera dona al Noviciado de la
Compañía de Jesús, el potrero de Calabalumba de Ascochinga.
La respectiva escritura consigna que, "... Pedro de
Castañeda hace gracia y donación … al dicho Colegio de la
Compañía de Jesús, su provincial, rector y procurador que al
presente son y adelante fueren, de un pedazo de tierra que
se me adjudicó en la medición que hice el año de mil
seiscientos y cincuenta y cinco ... y es una cañada que cae
yendo de mi estancia de Ascochinga a la estancia de Santa
Catalina de la dicha religión, la Nueva ... tiene 1720 varas
de sur a norte y 1160 varas de oriente a poniente". (A.H.P.C.
Archivo Frias. Leg. 2 Inst. 1)
1683
Donación
Según escritura de este año el Superior General de la
Compañía de Jesús, Pedro Antonio Ibañez, manifiesta que:
"... el general Francisco de Vera Mujica, feudatario de esta
ciudad de Córdoba, ha hecho donación del Noviciado de esta
Provincia de unos potreros y estancia llamados de Río Pinto,
Ocampis y Quilambis en cuyos contornos parece haber unas
sobras de tierras".
07/09/1690
Venta
Don Ignacio de Herrera y Guzmán, vende al Noviciado de la
Compañía de Jesús, una suerte de tierras de la estancia de
San Cristóbal que lindan al poniente con Cupil, por el norte
con Río Franco, por el oriente con tierras que fueron de los
herederos de Diego de las Casas y por el sur con el río de
San Cristóbal. (A.H.P.C. Archivo Frias. Leg 14 Inst. 10)
15/03/1700
Compra
Juan Correa de Lemos vende al Noviciado de la Compañía de
Jesús un pedazo de tierras con límites por el oriente con la
Junta de los Arroyos, por el norte con el río, por el
poniente con el corral de las piedras de la estancia Santa
Catalina y por el sur con dicha estancia. (A.H.P.C. Archivo
Frias. Leg. 5 Inst. 3)
24/03/1721
Compra
Ventura Correa hijo del capitán Juan Correa vende al
Colegio de la Compañía de Jesús, su estancia San José
lindera con Santa Catalina. (Archivo Frías. Leg. 6 y 8 Inst.
3)
Superficie ocupada por la estancia Santa Catalina
según Plano de Gustavo A. Saborido Forster
La propiedad llegó a cubrir una superficie de 67 leguas
cuadradas, territorio que equivale a 167.000 ha.
12/07/1767
Extrañamiento
El Dr. Antonio Aldao verifica en la Estancia de Santa
Catalina el Real Decreto de Extrañamiento de los religiosos
de la Compañía y ocupación de las Temporalidades. Eran las 2
de la madrugada, cuando el oficial y sus soldados, enviados
por Fernando Fabro, representante en Córdoba de las
autoridades de Buenos Aires, irrumpieron en las habitaciones
de los religiosos para informarles que debían abandonar el
lugar. En ese penoso momento, el administrador hermano Diego
Millán, sin oponer resistencia, reunió a los seis jesuitas
presentes para obedecer la orden real. Quedaron poco más de
400 personas, entre esclavizados y aborígenes abandonados y
desconsolados, a la buena de Dios.
27/03/1769
Orden de Venta
El Rey Carlos III en su Real Cédula, dada en Madrid, ordena
la venta de las Temporalidades "... que habiendo
acreditado la experiencia la gravísima deterioración y
menoscabo en que se constituyen los bienes raíces de las
temporalidades ocupadas a dichos regulares en fuerza de mi
Real pragmática sanción del 2 de abril de 1767, por los
riesgos y contingencias en la mayor parte de la
administración".
Rey Carlos III - Dibujo de Juan Cotone Isaia
del libro "Argentina Católica"
Febrero 1771
Administrador
La Junta Municipal de Temporalidades designa al maestro de
campo don José Antonio Allende, administrador de la estancia
de Santa Catalina.
20/02/1773
Edictos de
Venta
La Junta de Temporalidades resuelve difundir cuatro edictos
en la plaza afuera del Cabildo, anunciando la venta de la
estancia de Santa Catalina; mientras, que otros, son
despachados a la campaña.
Mayo 1773
Oferta
Don Francisco Antonio Diaz (1738-1808), alcalde de primer
voto, expresa a la Junta de Temporalidades que "... se
allana comprar Santa Catalina, esclavos y edificios, con
todas sus tierras, bajo las siguientes condiciones ..."
que enumera, ofrece un monto a pagar y un tiempo para
hacerlo.
20/07/1773
Aprobación de
Venta
Se aprueba la venta a don Francisco Antonio Díaz, haciéndole
saber por la satisfacción del precio, queda pendiente el
punto del Patronato de la iglesia y que se le haga retirar
de inmediato a Francisco de Anta como administrador de la
estancia.
20/10/1774
Escritura de
Compra
"En la ciudad de Córdoba, en veinte días del mes de
octubre de mil setecientos setenta y cuatro años, ante mí el
presente escribano y del número y testigos que en su lugar
se nominarán pareció presente el coronel Francisco Antonio
Díaz, alcalde de primer voto de esta ciudad y vecino de
ella, a quien testifico conozco y dijo: que la presente
carta e instrumento público otorga, conoce y confiesa que
debe realmente y con efecto y quedará pagará a S. M., en su
Real nombre a los Sres. de esta ilustre Junta Municipal de
Temporalidades, o quien su derecho representare a saber la
cantidad de NOVENTA MIL SETECIENTOS DIEZ PESOS, CUATRO
REALES Y MEDIO, producida dicha cantidad de los remates que
tiene hecho en la estancia de Santa Catalina, sus haciendas,
esclavos y demás muebles".
25/02/1808
Fallecimiento
Francisco Antonio Diaz de Miers, fallece a la edad probable
de 79 años. Había casado, el 12 de enero de 1804, con María
del Carmen Albornoz Carranza, quien falleció cuatro años
antes que Francisco. Sus hijos: María Clara Díaz Albornoz
(1761-1830), José Francisco Xavier Díaz Albornoz (1764-1829)
y Juana Isabel Díaz Albornoz (1769-1845) fueron sus
herederos. La mayor, María Clara, heredó las tierras del
valle de Ongamira y las de Todos los Santos. José Francisco
Javier, quien no aceptó el mayorazgo impuesto, quedó como
propietario de Santa Catalina, casa e iglesia en las mismas
condiciones que su padre y de las tierras que, desde el
arroyo de Ongamira (San Lorenzo), corren hacia el naciente.
A la menor, Juana Isabel, le correspondieron las de Ascochinga, Las Higueras y Escoba.
La información de este apartado es producto de la
investigación del Dr. Calixto José Nuñez, plasmada en su
obra "La Estancia de Santa Catalina – Estudio Histórico e
Historiográfico" (1980).
Segunda mitad del siglo XIX
Santa Catalina se convirtió en un centro de
poder de gran importancia nacional producto de los
casamientos de Julio Argentino Roca
(1843-1914) y Miguel Juárez Celman (1844-1909) con las hermanas Funes, nietas de Francisco Antonio Díaz.
Personalidades como Nicolás Avellaneda (1837-1885), Domingo
Faustino Sarmiento (1811-1888) y muchos otros, pasaron días
de descanso en este hermoso lugar; donde, tal vez,
Avellaneda haya acuñado su famosa consigna con la que
asegura que "... los pueblos que olvidan sus tradiciones
pierden la conciencia de su destino; mientras que los que se
apoyan sobre sus tumbas gloriosas son los que mejor preparan
su porvenir".
1870
El Gobierno de
la Provincia encomendó a Vicente Alcalde Espejo que
realizara una exhaustiva recorrida por los Departamentos del
norte cordobés con el objetivo de realizar una recuperación
de muestras de las riquezas propias y representativas de
cada zona así como los productos elaborados, los trabajos
artesanales y artísticos realizados por los lugareños de
dichas comunidades. Lo acumulado durante su expedición
tendría por fin su exposición en la programada Exposición
Industrial a realizarse en 1871 en la Docta. Cumplida su
tarea, el respectivo informe fue volcado a un libro
publicado en 1871 bajo el título "Una excursión por la
Sierra de Córdoba. Memoria descriptiva de los productos
naturales y de industria de los Departamentos del Oeste".
En lo que respecta a Santa Catalina da cuenta que, "...
la Iglesia, con sus dos vistosas torres góticas que esbeltas
se destacan en medio de las soledades de la Campaña, atrae
al viajero; para quien es una novedad encontrarse frente a
frente de un santuario imponente en medio de aquellos
despoblados. Es un edificio interesante y no lo son menos
las dependencias que tiene a sus costados.
En el
convento puede vivir un pueblo. Fuera de él, están las
habitaciones que servían de atarazanas y otras en donde
vivían los esclavos.
Había batán
que se ha destruído; así como un magnífico molino, del que
solo quedan las ruinas.
En medio de
la gran huerta, está el noviciado. ¡Qué desconsuelo siente
el alma, al penetrar en aquellos antros de penitencia!
¡Cuánta frialdad experimenta el corazón, al entrar a
aquellas prisiones, en donde se olvidaban todas las
afecciones del mundo! ¡Por cuántas pruebas necesita pasar el
novicio de San Ignacio hasta su iluminación!
El acueducto
que conduce las aguas, al pantano o malecón, que da riego a
un extenso campo o vega inmediata; es otra obra que en
aquellos tiempos, en medio de indios y fieras solo la
hubieran podido realizar los Padres de la Compañía; ninguna
otra sociedad o congregación, se hubiera atrevido a
emprender tan gigantescos trabajos.
Hoy se
empieza a deteriorar la Iglesia y el Convento está cuarteado
por varias partes; por otras, en ruinas. El noviciado sirve
de habitación a búhos, vívoras, culebras y sobretodo, a
considerables bandas de murciélagos. De las materias fecales
que éstos han depositado, hay una prodigiosa cantidad de
guano.
El muro del
malecón ha criado árboles del grueso de un hombre; cuyas
raíces han aflojado la obra, produciendo muchas grietas que
acabarán con la muralla dentro de algunos años.
En la
Iglesia hay un cuadro de Santa Catalina de gran mérito
artístico. Corresponde a la Escuela Italiana".
Referentes notorios que estuvieron en Santa Catalina:
Domenico
Zipoli (1688-1769) - Compositor, Organista y Misionero.
"A las 7 de la noche del 16 de octubre de 1688,
en los suburbios de la ciudad de Prato,
[Toscana, Italia], Eugenia Varrochi, esposa de
Salustino Zipoli, daba a luz un niño que fue
bautizado en la Catedral, al día siguiente, bajo el
nombre de Domenico". Así narra el musicólogo
uruguayo Lauro Ayustarán en una nota publicada en la
"Revista Musical Chilena".
Domenico Zipoli, falleció el 2 de enero de 1726, a
los 37años de edad, a consecuencia de una aguda
tuberculosis. Es incierto el lugar de su tumba,
aunque en el lateral izquierdo del portal de ingreso
del cementerio o campo santo de los esclavos de la
Estancia de Santa Catalina, hay una placa que dice:
"Domenico Zipoli - Músico Jesuita - Falleció aquí
- 1726".
En los primeros tiempos, estudió música en Florencia, bajo
el mecenazgo del Gran Duque de Toscana, Cosme de Médicis y
los profundizará en Nápoles, Bolonia y Roma. Es esta ciudad
tuvo varios cargos obteniendo el codiciado de Maestro di
Cappella de la Chiesa del Gesú (1715), iglesia
madre de la Compañía de Jesús, en Italia.
Contemporáneo de eminentes figuras del barroco italiano como
Tomaso Albinoni (1671-1751), Antonio Vivaldi (1678-1741),
Domenico Scarlatti (1685-1757), Georg Fredrich Händel
(1685-1759), Johann Sebastian Bach (1865-1750), respetado en
los círculos musicales romanos; recibe, en 1716, el apoyo
económico de la princesa de Forano, María Teresa Strozzi,
que le permite hacer la primera edición de sus "Sonate
d’intavolatura per órgano e címbalo", su obra europea
más conocida.
Este acontecimiento marca una ruptura de Zípoli con el
ámbito cultural europeo y, según asegura Guillermo Furlong
S.J., "... en plena efervescencia creadora sobrevino en
él una profunda vocación sacerdotal y misionera; con el
ánimo de entregar a Dios, lo mejor que él sabía hacer: la
música".
El 1 de junio de 1716 estaba en Sevilla, España, ingresando
al noviciado de la Compañía de Jesús, con ánimo de pasar a
América.
El padre Pedro Lozano, contemporáneo de Zipoli, escribió
que, "... cuando podía esperarse de él cosas mayores, lo
sacrificó todo para la salvación de los indios y se embarcó
para el Paraguay".
Al año siguiente viajó al Nuevo Mundo radicándose en
Córdoba, Argentina, capital de la Provincia Jesuítica del
Paraguay, donde completó sus estudios en teología y
filosofía quedando en condiciones de ser ordenado sacerdote;
pero, en virtud de que la sede episcopal de Córdoba estaba
vacante, la ceremonia nunca pudo cumplirse.
Se desempeñó como organista de la iglesia de la Compañía en
la ciudad de Córdoba. El Padre Lozano aseguró que "... el
joven organista deleitaba con su música y era enorme la
multitud de gentes que iba a nuestra iglesia con el deseo de
oírle tocar hermosamente".
A lo largo de los ocho años y cinco meses de actividad
compositiva produjo una importante obra musical con destino
a las Reducciones Jesuíticas. Por emisarios se distribuían,
principalmente, en la "Chiquitanía" boliviana, donde
fueron halladas a partir de 1943 por el musicólogo uruguayo
Lauro Ayestarán.
En 1966, el musicólogo chileno Samuel Claro descubrió varios
fragmentos de obras de Zipoli en el oriente boliviano y
recientemente, el arquitecto y restaurador de la Reducciones
de Chiquitos, Hans Roth, descubrió miles de páginas
musicales de Zipoli y autores anónimos que hoy son
estudiadas, reconstruidas y difundidas en el mundo entero
constituyéndose en el testimonio sonoro de aquella
formidable aventura.
Lauro Ayestarán, investigador de la vida y obra de Zípoli,
opina que "... a nivel de sus coetáneos más importantes
como Vivaldi, los Scarlatti, Rameau, Couperin, J. S. Bach o
Haendel, el perfil de Domenico Zipoli se recorta con
extraordinaria nitidez, casi diría con dureza. Pero tienen
la fuerza, la originalidad y, consecuentemente, la sabrosa
aspereza de la 'fructa temprana', como diría el Marqués de
Santillana, de un músico de excepcional linaje. Su obra se
yergue, sin desmedro, entre la de los grandes de su tiempo".
Urna conteniendo tierra de Prato, ciudad natal de
Domenico Zipoli
Pedro Lozano S.J. (1697-1752) - Cronista e Historiador.
El 16 de octubre de 1697, nació en Madrid en el seno de una
familia muy acomodada. A la edad de 14 años abrazó su
vocación sacerdotal e ingresó a la Compañía de Jesús el 7 de
diciembre de 1711, profesando sus primeros votos dos años
después.
Llegaron a él numerosas noticias de las Misiones del
Paraguay, lo que despertó una necesidad de viajar a esas
latitudes, por lo que de inmediato solicitó autorización
para hacerlo. Llegó al Río de la Plata en abril de 1717, con
un grupo de 72 misioneros de varios países. Fue destinado a
la provincia de Tucumán y en la Universidad de Córdoba
culminó sus estudios el 5 de agosto de 1720.
En 1724, fue enviado a Santa Fe como cronista de la
Compañía, sucediendo al Padre Diego Lezama, retornando al
Colegio Máximo para enseñar Filosofía y Teología junto a
ilustres jesuitas como Tomás Falkner (1702-1784); José
Cardiel (1704-1782); José Quiroga Méndez (1707-1784) y Pedro
Guevara (1719-1806).
Si bien la residencia estable del Padre Lozano era la
Estancia de Santa Catalina y el Colegio Máximo de Córdoba,
viajó por toda la región del Plata, pasando a Paraguay, bajó
por el Alto Uruguay, investigó Corrientes; recogiendo, en
todos estos lugares, material que luego utilizará en sus
trabajos de historia.
En 1726, el superior de la Orden, viendo el gran interés que
el Padre Lozano manifestaba por la crónica histórica, lo
designó historiador oficial de la Compañía. De inmediato
comenzó a viajar en búsqueda de información, dirigiéndose
varias veces a Buenos Aires. Residió, además, en Asunción
del Paraguay, en Santiago del Estero, Tucumán y Salta donde
consultó distintos repositorios de estas ciudades.
El 25 de febrero de 1740, después de diez años de trabajo,
presentó sus escritos a las Autoridades de la Compañía a los
efectos de su análisis y corrección. La obra está compuesta
por dos partes: la primera, es la crónica de la conquista
española de las regiones del Paraguay, Río de la Plata y el
Tucumán; la segunda, es la narración de los 28 años de la
actuación de la Compañía de Jesús en el Río de la Plata,
desde la entrada en Tucumán en 1586 hasta el final del
provincialato del padre Diego de Torres, en 1613.
La Consulta de Córdoba, en base a un dictamen, formula una
serie de correcciones y devuelve el manuscrito al autor.
Este se toma algo más de cinco años para cumplimentarlas. El
procurador general de la Provincia del Paraguay, en 1747,
solicita la licencia del Consejo para la impresión de la
obra. Pasarán otros seis años más y el 13 de abril de 1753,
fue considerado digno de publicación, bajo el título de
"Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del
Paraguay".
María Graciela Monte de López Moreira, investigadora de la
vida y obra del Padre Lozano, suministra un listado de las
obras más importantes del más prolífico de los nueve
historiadores de la Compañía en la Provincia del Paraguay:
"Descripción chorográfica del Gran Chaco, los
terrenos, ríos, árboles y animales de las dilatadísimas
provincias del Chaco Gualamba, y de los ritos y
costumbres de las innumerables naciones bárbaras e
infieles que las habitan, con su cabal relación
histórica de lo que en ellas han obrado para
conquistarlas algunos gobernadores y ministros reales, y
los misioneros jesuitas para reducirlas a la fe del
verdadero Dios" - Madrid, 1736 - Tucumán, 1941.
"Historia de la Compañía de Jesús en la provincia del
Paraguay" - Madrid, 1754 y 1756. (edición de la
primera parte con el título "Historia de la conquista
del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán" - Buenos
Aires, 1873)
"Historias de las Revoluciones de las Provincias del
Paraguay" - Buenos Aires, 1905.
"Diario de un viaje a la costa de la mar Magallánica
en 1745" - Buenos Aires, 1836.
En plena actividad camino a Lima, falleció el 8 de febrero
de 1752 en Humahuaca, Virreinato del Perú; donde debía
reclamar, ante el Virrey y la Audiencia, por las
consecuencias que tendría, para las misiones orientales, el
Tratado de Límites de 1750 entre España y Portugal.
El Padre Guevara, su sucesor como cronista, dijo que "...
el Padre Lozano fue el último erudito que trabajó la
Historia, sujeto versadísimo en todo género de lectura,
lleno de noticias sagradas y profanas, varón de los que
raras veces produce la naturaleza para admiración de los
siglos".
José Guevara S.J. (1719-1806) - Educador, Misionero e
Historiador.
"Seria, probablemente, el 14 de julio, al mismo tiempo que otro
destacamento se apoderaba de Jesús María. Dice el P. Peramás
('Expulsión de los Jesuitas', publicado en la 'Revista
Eclesiástica', año VI, pág. 786): "Al abrir la portería (de Santa
Catalina) cogieron de la mano al H. Diego Millán, diciéndole se
diese preso al Rey. El les dijo: De buena gana. Fueron al aposento
del P. Guevara, que actualmente estaba escribiendo la Historia de la
Provincia y se les leyó el decreto". [Paul Groussac - Estudios
de Historia Argentina, 1918]
José Guevara nació en Recas un pueblo español de la provincia de
Toledo, el 14 de marzo de 1719. De su familia y sus primeros años,
aún nada se sabe.
A la edad de trece años, el 31 de diciembre de 1732, ingresó al
noviciado de la Compañía probablemente en el Colegio viejo de
Montrechel. Al año siguiente, en carácter de novicio, pide adherirse
al grupo de jesuitas que el Padre Antonio Machoni S.J. (1672-1753),
estaba preparando en Sevilla con destino al Paraguay.
El 13 de diciembre de 1733, junto a 67 operarios, zarparon de Cádiz
y arribaron al puerto de Buenos Aires, el 25 de abril de 1734.
Guevara es destinado a Córdoba del Tucumán, ingresando al noviciado
donde debía continuar sus estudios. En 1743, ya es sacerdote jesuita
y está registrado como maestro de gramática del Colegio de Córdoba.
Un año después, por el Catálogo de Provincia, se sabe que
Guevara enseñaba teología y a finales de 1746, se lo señala
como maestro de filosofía en el mismo Colegio.
Es en 1752, siendo muy joven, cuando el Padre es nombrado
historiador de la Provincia, en reemplazo del Padre Lozano
que había fallecido ese año.
Amén de relatar la historia, "... el cronista oficial
venía a ser, ante todo, una suerte de archivero de la
Compañía, a cuyas manos convergían diariamente, para su
clasificación y extracto, o informe, según el caso, las
cartas descriptivas, memorias, estadísticas y cualesquier
apunte de carácter no reservado que de todos los colegios,
residencias y reducciones de la vasta provincia jesuítica
eran remitidos a los superiores". (Paul Groussac, 1918)
Recorrió en varios viajes, como lo indica el doctor Lamas,
buena parte del inmenso territorio que casi abarcaba el del
futuro Virreinato, deteniéndose en las principales
poblaciones del Paraguay, Tucumán y Cuyo. Pero es harto
evidente, a juzgar por los resultados, que iba más
preocupado de seguir las huellas conquistadoras de la
Compañía, que, de indagar la sucesión exacta de los hechos
políticos y sociales, ya que de orden superior le era
vedado, aunque quisiera y supiera, escudriñar sinceramente
los móviles humanos, descubriendo los hilos tenues que ligan
los efectos visibles a las causas ocultas.
El P. Guevara tuvo como tarea principal, si no exclusiva,
durante sus diez últimos años de permanencia en la provincia
del Paraguay, más específicamente en la Estancia de Santa
Catalina donde residía, la composición o compostura, de la
Historia del Paraguay, condensando en ella la doble materia
civil y jesuítica que Lozano tratara por separado.
Podemos, consignar que, en octubre de 1758, según él mismo
lo indica, hallábase Guevara escribiendo la página 82
vuelta, del manuscrito de Buenos Aires, lo que permite fijar
en los primeros meses de dicho año el comienzo probable de
la redacción.
Dice Paul Groussac "... que su Historia se adelantara
algunos años a la de Lozano, no hace sino prolongar hasta
1640 los apuntes biográficos de unos pocos misioneros,
quedando en realidad muy atrás de su predecesor, cuyas
noticias de gobernadores y obispos del Río de la Plata,
Paraguay y Tucumán, hasta los años en que escribía,
representan al cabo, fragmentos de verdadera historia".
En un artículo publicado en la revista "Caras y Caretas"
n°532 del 12 de diciembre de 1908, Paul Groussac hace
una descripción desde una visión muy personal y algo
cuestionada, sobre el padre Guevara y sus vivencias en Santa
Catalina. (Acceda
al mismo)
Ocurrido el extrañamiento, con la mayoría de los miembros de
la Compañía, Guevara se estableció en Faenza, ciudad del
norte de Italia en la región Emilia-Romana, donde fue rector
del Colegio de Brisighella (1769-1772). Algunos años
después, en agosto de 1773 y ya estando suprimida la
Compañía, obtuvo una canonjía en Spello, cerca de Perusa,
siendo canónigo de la Catedral Santa María Maggiore. Allí
fallece, a los 87 años de edad, el 23 de febrero de 1806.
Régimen laboral en las estancias. Los hacedores: esclavos
africanos y sus descendientes.
Si bien se carece de un cálculo completo del número de
esclavos que fueron propiedad de la Compañía de Jesús en
América, se estima que, a la hora de la expulsión, la
cantidad llegaba a 17.275 personas de origen africano,
correspondiéndole a la Provincia jesuítica del Paraguay
5.164 sometidos y a las seis estancias cordobesas un total
de 1.505 esclavizados.
Desde la primera hora en la adquisición de tierras para la
formación de estancias fue recomendada este tipo y calidad
de mano de obra.
En 1627, el Padre General escribió al Provincial Durán
Mastrilli diciéndole que "... es de grande importancia
para el aumento de las haciendas, que se animen los rectores
a comprar todos los negros que son menester para labrar la
tierra y guardar ganado".
En los tres primeros Concilios limenses (1551, 1552 y 1567)
se trató el tema de la evangelización de los africanos
esclavizados concluyendo que, para lograr una buena
integración de la sociedad colonial con los esclavos
integrados, se les debía impartir la doctrina cristiana.
El padre Andrés de Rada (1601-1672) dictó "Las
Instrucciones" compuestas por 21 artículos, dados a
conocer en 1663. Los mismos, referían a la evangelización
que debía regir en las estancias de la provincia del
Paraguay. Se recomendaba la lectura de ellas por parte de
los padres a los hermanos, al menos una vez al mes, ya que
se las consideraba como "... muy importantes para el buen
régimen de nuestras estancias".
Llamó la atención la dimensión que cobraba la trata de
esclavos en América; pero, en realidad, nadie la
cuestionaba. La esclavitud era sobradamente "justificada",
tan solo había que proporcionarle un nuevo ordenamiento
esclavista.
La adquisición de la mercancía humana por los padres
jesuitas como mano de obra principalísima en sus estancias,
se realizó de distintas maneras: por compra legal, por
contrabando o por donación e incluyó como uno de sus
objetivos, la cristianización de los africanos. En ese
sentido la religión constituyó, si bien no necesariamente de
manera consciente en los padres jesuitas, un significativo
instrumento de dominación. (Ghirardi Mónica, 2019)
Se llegaba a recomendar a los jesuitas que "...
hagan buenos cristianos a los esclavos y los harán
buenos sirvientes".
Es asombrosa la falta de definición de la Compañía
de Jesús sobre el tema de la esclavitud del africano
que se contrapone con la exacerbada defensa del
indígena. (Carlos Page, 2017)
Los jesuitas no tuvieron encomiendas de indios ni
permitieron que los indios trabajaran como esclavos,
siempre se les pagaba por las labores que realizaban
y tampoco hicieron uso del trabajo personal (Furlong
Guillermo, S.J.,1946) oponiéndose con energía al
mismo, teniendo como partes activas a su favor a los
Obispos Hernando de Trejo y Sanabria O.F.M.
(1554-1614) (a derecha, dibujo de Juan Cotone Isaia
del libro "Argentina Católica") y Melchor de
Maldonado y Saavedra O.S.A. (1588-1661).
En medio del sistemático proceso de desculturización, es
decir, la pérdida de elementos de la propia cultura que
soportaron los africanos, sumado al desarrollo de una
conciencia que fomentaba la sumisión y la mera subsistencia;
los negros encontraban en los jesuitas una esperanza de
vida, expresada en la autoestima del mismo trabajo dentro de
un desarrollo de virtudes ennoblecidas. (Carlos Page, 2017)
Carlos Mayo en su trabajo "Las haciendas jesuíticas en
Córdoba y el noroeste argentino" indica que en las
estancias jesuíticas, el sector esclavo es, en rigor, la
clave para entender el esquema y el proceso de producción
que singulariza a aquellas vastas explotaciones agrarias y
señala que, "... al menos en las estancias jesuíticas de
la gobernación del Tucumán, la eficiencia de las
producciones se sostienen gracias a la hiper explotación
laboral de los esclavos, puesto que no solo producen los
elementos esenciales para su manutención, elaboran los
insumos necesarios para la producción, mantienen el capital
productivo - fabricando o reparando sus herramientas - y
realizan los bienes que se cambian por otros productos que
la hacienda no produce y consume; sino que, además, por
medio de la producción excedente subsidia una parte de los
trabajadores libres que, a cambio de ciertas actividades
preestablecidas reciben, mayoritariamente, productos
manufacturados - en principio textiles - como forma de pago
de jornal".
En sus estancias, crearon ámbitos arquitectónicos de usos
especiales para sus esclavizados "... por un lado, el
lugar para vivir (despectivamente llamados rancherías); por
otro, el lugar de trabajo (obrajes) y finalmente, el más
importante, el lugar para ser cristiano: las iglesias".
(Carlos Page, 2017)
Obrajes de Santa Catalina - A. F. de C. -
Antigua Postal (sin fecha)
En la estancia de Santa Catalina, "la ranchería"
donde se daba albergue a los esclavizados, se encuentra en
ruinas desde el siglo XVIII, pero aún se puede apreciar la
calidad de los materiales utilizados que en nada difieren de
los de la residencia de los jesuitas.
Portal de la Ranchería
En 1768 vivían 445 esclavizados que poseían, fuera de la
ranchería y a una legua de distancia, una chacra para sus
propios cultivos. Expresa el Provincial Machoni en un
memorial que, a los trabajadores, "... se les dará
también bueyes, para que hagan sus propias chacras y con las
legumbres, raíces de mandioca y batatas que cogieran en
ellas, puedan tener competente alimento". (Troisi Melean,
2004)
Según el inventario de la Junta de Temporalidades del 7 de
enero de 1771, las viviendas se encontraban "... en un
rectángulo como de una cuadra de sur a norte y media de este
a poniente cercada toda de piedra y barro y dentro de ella
55 cuartos ... y el techo de tirantes de teja y caña y el
uno de ellos de bóveda". Además, informa sobre "...
una casa que sirve de recogimiento para la crianza de las
negras solteras y en ella cinco cuartos de bóveda, con sus
corredores de los mismo, cercada con pared de barro y
ladrillo". (Carlos Page, 2017)
En el inventario referido, el Dr. Antonio Aldao señala el
edificio del Noviciado o Conventillo, destinado a vivienda
de las esclavizadas jóvenes.
Calixto José Nuñez dice que "... es una obra cuya
arquitectura se ofrece a la admiración de los entendidos, al
mismo tiempo que infunde un marcado deleite por su ambiente
puro y noble y su aspecto vetusto y silencioso".
Está situado al noreste del templo en la zona que los
jesuitas tenían huerta y muy próximo al muro perimetral.
Está formado por seis habitaciones construidas en piedra,
ladrillo, barro y cal; cubiertas con bóvedas de cañón
corrido. Todas se abren a un corredor de 31 m de largo que
tiene la particularidad que va copiando el desnivel del
terreno, subiendo hacia el norte donde se cierra con un
muro, también de piedra, de un metro de alto. Las bóvedas
son de arista, ejecutadas con ladrillones puestos de canto
al igual que los arcos de medio punto, los que están
asentados en gruesas columnas con basa en igual material.
Cabe consignar, con respecto al destino de esta
construcción, que el Padre José Manuel Peramás, S.J. autor
del "Diario del Destierro", señala que en época de
vacaciones los alumnos del Colegio Máximo se alojaban en
este Noviciado o Conventillo, posiblemente como significado
de pequeño convento, como se lo conocía, Incluso cita
algunas arengas que el Rector P. Manuel Querini S.J. les
impartía al despedirlos.
Una excursión de estudio en 1917.
Compartimos el trabajo realizado por los alumnos de 5° año
de la Escuela de Arquitectura de Buenos Aires en su primera
excursión de estudio a la Córdoba Colonial y cuya reseña fue
publicada por la "Revista de Arquitectura", organo
del Centro de Estudiantes, en su nº 12, Año III de julio y
agosto de 1917. A lo largo de cuatro días recorrieron las
construcciones jesuitas guiados por los profesores
arquitectos Pablo Hary y René Karman.
El autor de la nota, el profesor Hugo Pellet Lastra nos
transmite que "... Córdoba es interesante no solo por los
tesoros arcaicos que guarda, sino también, por los paisajes
de su naturaleza, una armoniosa belleza que educa el
espíritu e inspira al artista, al que ofrece amplios
horizontes y ricos elementos de composición".
Tras visitar la Estancia Santa Catalina, plasmaron sus
observaciones sobre este gran emprendimiento jesuítica en
este trabajo; el mismo expone la falta, distinta y/o errónea
información disponible durante esos años.
Por lo poco accesible, ponemos dicho material a disposición
del interesado haciendo
Click Aquí.
Reducción de Santa Catalina (M.H.N.).
Con esa errónea denominación, la Comisión Nacional de
Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos, en forma
conjunta con otros bienes patrimoniales, por Decreto Nº
90.732 del 14 de mayo de 1941, declaró Monumento Histórico
Nacional a la Estancia de Santa Catalina; con el siguiente
texto:
"Reducción de Santa Catalina: la más importante de las estancias
que poseían los jesuitas en Córdoba, que conserva el templo de
fachada barroca, cementerio anexo, claustro principal, talleres,
viviendas para indígenas, noviciado y tajamar, cuya construcción se
terminó en el año 1726". (Acceda
al Decreto completo)
Ocho años después de esta declaración, el 31 de agosto de
1949, el Dr. Raúl Felipe Lucini presentó el Proyecto de Ley
en la Honorable Cámara de Diputados de la Nación "...
declarando de utilidad pública la REDUCCIÓN DE SANTA
CATALINA, ubicada en la Pedanía Río Pinto, Departamento
Totoral de la Provincia de Córdoba ..- y dispónese su
expropiación hasta la suma de QUINIENTOS MIL PESOS MONEDA
NACIONAL ($500.000 m/n) a los fines de indemnizar a los
propietarios del inmueble expropiado". (Acceda
al Proyecto)
El 24 de julio de 1950, bajo el n°291 se inicia un nuevo
Expediente frente a la Cámara de Diputados. Un numeroso
grupo de comerciantes, propietarios y arrendatarios se
dirigen al Dr. Héctor J. Cámpora, por entonces Presidente de
dicho Cuerpo Legislativo, con motivo de haber tomado
conocimiento "... del Proyecto de Ley presentado por el
Dr. Raúl Felipe Lucini por el cual declárase de utilidad
pública la Reducción Jesuítica de Santa Catalina ...",
solicitan que "... los colegas de V.E. que componen esa
H. C. de Diputados que se sientan con el amor por la Patria
y grandeza de la Nación se interesen en el pronto retiro del
monumento al que hacemos referencia del poder de las
personas que lo habitan como dueños". (Acceda
al Expediente)
Patrimonio Mundial.
La declaración oficial de la UNESCO como Patrimonio Cultural
de la Humanidad, hoy Patrimonio Mundial, se realizó el 29 de
noviembre de 2000 desde Cairns, Australia, durante la 24º
Sesión del Comité del Patrimonio Mundial. Los lugares
elegidos pasaron la aprobación del Bureau Técnico formado
por 23 especialistas, quienes tuvieron que decidir entre 81
propuestas de todo el mundo.
El antiguo complejo de la Manzana Jesuítica en Córdoba,
junto con cinco de las estancias homónimas, está comprendido
en la declaración.
La Comisión para incluirlos en la Lista de Patrimonio
Mundial, consideró que cumplían los criterios de evaluación
II y IV.
Criterio II: exhibir un intercambio importante de valores
humanos, a lo largo de un período de tiempo o dentro de un
área cultural del mundo, sobre desarrollos en arquitectura o
tecnología, artes monumentales, urbanismo o diseño
paisajístico.
La Organización de la Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura (UNESCO) en 2014, declaró sitios de la
memoria de "La Ruta del Esclavo" a la manzana
Jesuítica y a las Estancias jesuíticas.
La participación africana/afrodescendientes en la
transculturación y reproducción de sistemas constructivos y
tareas de producción agropecuaria y textil desarrollados en
dichos establecimientos rurales acreditan que éstos son
"... sitios de memoria relacionados a expresiones
inmateriales y materiales, derivadas del trabajo de la mano
de obra negra, en el sistema productivo jesuítico cordobés".
El día 8 de noviembre es declarado "Día Nacional de
las/los Afroargentinas/os y de la Cultura Afro", por Ley
Nº 26.852 promulgada por el Congreso de la Nación el 20 de
mayo de 2013. (Acceda
al contenido de la Ley)
Video - Año 2007
Coordenadas:
Latitud:
30º 52’ 11,66’’ S
Longitud:
64º 14’ 00,81’’
O
Altura: 781 msnm
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Anuario de C.E.H. Nº 4 Año 4, 2004.
Agradecemos a Juan González y Sra. por su
hospitalidad y disposición.
Agradecemos al Arq. José Javier Correa por su colaboración con
nuestro trabajo.