La Iglesia Santuario Mariano Diocesano Nuestra Señora del Rosario de
Villa Tulumba, Departamento Tulumba, Córdoba (Argentina), se levantó
junto a la antigua Capilla construída por el portugués Antonio Ataide en 1700 y que, a fines del siglo XIX, estaba en ruinas. El
Presbítero López de Ascante ordena esta edificación en 1878 colocándose la
piedra fundamental en 1881 con la bendición de Fray Mamerto
Esquiú. La obra es dirigida por el Presbítero Andrés García y
Monseñor Uladislao Castellano la consagrará en 1894. El nuevo templo es
de líneas modernas y estilo románico con planta en cruz latina y una
importante cúpula en el crucero. La nave está cubierta con bóveda de
cañón corrido con altos lunetos. Digno de mención es el tabernáculo de
cedro paraguayo, finamente tallado, dorado y encarnado, con afiligranada
decoración floral y de ángeles. El mismo pertenecía a la Compañía de
Jesús y luego de la expulsión de los Jesuitas estuvo en la Catedral de
Córdoba como escala previa a la Villa Tulumba. La historia de la Villa
se asocia con los Hermanos Reynafé y el asesinato de Facundo Quiroga y
con el Padre Hernán Benítez, confesor de Eva Perón.
La Página Web "Capillas y Templos"
está registrada en la DNDA
(Ver detalle)
SANTUARIO MARIANO DIOCESANO NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO
El
lusitano Antonio Ataide,
hacia el
1700 mandó construir una capilla bajo la advocación de Nuestra
Señora del Rosario.
En 1749, por disposición del Obispo del Tucumán Don Pedro Miguel
de Argandoña, la capilla fue erigida en sede parroquial y unos
treinta años después, en torno de ella había 13 casas y 111
habitantes , según el censo de 1778/9.
“La antigua capilla cuya tipología es fácil reconstruir por
el camino de la tradición oral y su comprobación con los restos
arqueológicos, fue reconstruida en planos por el historiador
local y fino pintor, don Juan José Ramallo. Se trataría de una
fábrica de adobes con refuerzo de piedra tipo laja oscura. Común
en la región, con una sola nave y una torre del lado de
la Epístola. Ésta, con una abertura para las campanas, se
coronaba con un casquete esférico construido con la misma
técnica con que aún hoy se realizan los hornos de pan. Tenía muy
simples cabreadas de algarrobo con pares y tirante".
Primitiva Parroquia Nuestra Señora del Rosario del Valle de
Tulumba
-
Dibujo realizado a lápiz por
J. J. Ramallo, documentado en base
a testimonios de personas que conocieron la capilla.
Tomado de
"Tulumba" - Calvimonte, L.Q.
Ruinas de la primitiva Parroquia Nuestra Señora del Rosario del Valle de Tulumba
Contigua a la vieja capilla el presbítero Lopez de
Arcante, en 1878,
ordena levantar un nuevo templo, lo que
acentuará el deterioro del anterior. El presbítero franciscano
Andrés García Colmena logró llevar a cabo la obra. La piedra
fundamental fue colocada el 15 de febrero de 1881 y bendecida
por el catamarqueño Fray Mamerto Esquiú y Medina (1826-1883)
Obispo de Córdoba y Monseñor Uladislao Castellano hizo la
consagración el 1 de febrero de 1894.
La nueva iglesia
es
de líneas relativamente modernas en estilo románico.
Se accede al pórtico cerrado por una puerta de hierro de dos
hojas con dintel en arco de medio punto.
Imágenes previas a la restauración
Este ámbito, que mide
8,00 m por 2,70 m, posee dos recintos laterales bajo sendas
torres.
Desde uno de ellos, se puede acceder al coro alto y al
campanario alojado en la torre norte. Por una puerta cancel de
madera se accede al sagrado recinto.
La planta es en cruz latina con importante cúpula en el crucero.
La nave principal tiene 35,75
m de largo por 8,10 m de ancho, mientras que el transepto mide
17,00 m de largo por 7,10 m de ancho. La sacristía del lado del
evangelio, tiene las siguientes dimensiones: 6,10 m por 3,60 m;
con una alta ventana en el testero y puerta de dos hojas que la
comunica con el presbiterio. La contrasacristía, del lado de la
epístola, es de igual dimensión. Posee puertas al presbiterio y
al exterior y se ilumina con ventana al oeste. Ambas están
techadas a menor altura que la nave en correspondencia con la de
las galerías.
Los muros están ritmados en seis tramos, con pilastras poco
marcadas en correspondencia con los arcos fajones, siendo de
mayor sección, las pilastras que sostienen los arcos torales.
En el cuarto tramo, sendas puertas de dos hojas de madera,
comunican con las galerías laterales, las cuales se extienden
entre las bases de las torres y las sacristías, con cinco tramos
de arcadas de medio punto.
La imposta, de mucha presencia, recorre el inicio de las bóvedas
tanto de nave como de transepto, se une sobre el altar y se
suspende en el coro alto. Éste se desarrolla en todo el ancho de
la nave. Posee baranda simple de metal.
El espacio principal está cubierto con bóveda de cañón corrido
con altos lunetos que se aproximan al eje longitudinal. Son doce
en total, están cerrados en el costado sur y cinco de ellos,
tienen amplios ventanales en el lado norte, que proporcionan una
excelente iluminación a la nave.
El altar mayor y los demás retablos, fueron realizados por el
retablista catalán Don Antonio Font y donados por las familias
Casas, Galianao y Ataide.
En 1958, Monseñor Dávila encargó al discípulo de Fernando Fader,
el artista plástico Martín Santiago, la decoración pictórica de
la cúpula y pechinas. Como el párroco fallece en momentos en que
se concretaba la obra, Santiago a modo de homenaje, plasma el
rostro del cura, en el de uno de los evangelistas.
Su fachada que mira al naciente, posee dos torres campanario,
siendo la derecha, la que aloja las campanas. Esta torre posee
un vano que culmina en arco de medio punto, en cada una de sus
caras, mientras que la del lado del evangelio, han sido cerrados
los vanos sur y oeste. Ambas torres rematan en un cupulín con
cruz de hiero forjado.
En el plano frontal, una trabajada y voluminosa cornisa, que se
desarrolla a la altura del inicio de la bóveda interior y se
extiende a los laterales de las torres, horizontaliza la
composición de la fachada.
Sobre dicha imposta, entre ambas torres se desarrolla un tímpano
de forma semicircular. Dentro de él, en el eje de simetría,
sobre la puerta principal, un óculo oficia de ventana coral.
Cuatro pilastras se visualizan en la fachada y en los laterales
de las torres, cumpliendo la función de enmarcarlas; hoy
reforzadas con un cambio de color.
El valor mayor, en realidad, está en la joya
histórica que atesora:
el tabernáculo que fuera de los jesuitas.
Video - Año 2007
Por acta del 10 de enero de 1800, el Cabildo Eclesiástico de
Córdoba declaró que “ era útil y necesario para la decencia
del culto y especial adorno, un Tabernáculo de plata en
la Catedral para reservar el Santísimo Sacramento “.
Para poder llevar a cabo esta obra, entre otras cosas, se
solicitó colaboración a todos los curatos de la campaña. El que
más aportó plata en metal, fue el de Tulumba. Como premio a
esta generosidad de los tulumbanos, el Obispo Ángel Mariano
Moscoso entregó al Pbro. Dr. José Gabriel Echenique (1755-1836),
el tabernáculo que había pertenecido a la Iglesia de la Compañía
de Jesús de Córdoba y que luego de la expulsión de la orden,
había pasado a la Catedral.
Así la modesta capilla, se convierte en depositaria del valioso
tabernáculo tallado en madera, tal vez, único en nuestro país,
cuyo origen es, sin dudas, las Misiones Guaraníes que los
jesuitas tenía en Paraguay, sin conocerse su fecha de
construcción. Con el tiempo, al habilitarse en
el
nuevo templo,
el tabernáculo y las imágenes pasaron a embellecerlo.
Dejemos que Antonio Lascano Colodrero, lo describa: “... Construído en cedro paraguayo, finamente tallado, dorado y
encarnado, tiene tal exuberancia de afiligranada decoración
floral y de ángeles policromados, que deslumbra con el
reverberar prodigioso de los inalterables dorados y estofados.
Concebido a manera de templete, con una elevada coronación,
sostenida por columnas que apoyan sobre un basamento que a su
vez descansa en el altar, sigue la líneas clásica del sagrario
de tipo monumental, y por su posición, colorido y riqueza
denuncia que fue construido para otra perspectiva y distinto
ambiente que hoy le rodea”.
“Las encarnadas figuras de ángeles vestidos, que se respaldan en
las basa, o se asientan sobre los capiteles corintios de las
columnas, las cabezas de los querubines y las otras figuras que
descubren la custodia, que ocupa el centro del templete de
finísima encarnadura y colorido, ubican esta obra en el siglo
XVII y hacen presumir que proviene: o bien de los talleres
escultóricos de las doctrinas del Paraguay, que proveyeron de
tanto elemento ornamental para el decorado de las iglesias de la
Compañía ; o fueron talladas y trabajadas bajo la dirección de
alguno de los padres jesuitas radicados o de paso por Córdoba”.
“Sus columnas salomónicas con capiteles corintios, sus ángeles
portadores de la Custodia, sus niños atlantes, logran
crear ese clima de alegre presencia del barroco americano, como
una repetida aleluya que se expresa con una lograda ascensión,
donde la forma y el color contribuyen a la reacción emocional de
los sentidos, que está en la esencia misma del barroco”.
En la actualidad, en su interior, encontramos la imaginería de
la vieja capilla. La titular del templo, la Virgen del Rosario,
es una imagen de vestir con cabello natural, corona y vara de
plata de 5 onzas, con un gran rosario con cuentas de nácar. Fue
mandada a confeccionar por el Pbro. Echenique en 1806.
Un patético Crucificado, articulado, con cabeza de curiosos
rasgos y factura rústica, que data de 1799, se encuentra en la
antesacristía y es usado en Semana Santa.
Cristo articulado en la procesión de Viernes Santo
Al
respecto, aporta
un folleto del lugar: “Sus brazos y cabeza articulados
permitían representar los diferentes momentos del calvario de
Cristo hacia la cruz, generalmente en la hora tercia del Viernes
Santo, dejando caer la cabezasobre el pecho en señal de
muerte. Sus facciones mestizas, sus ojos rasgados y claros,
hacen suponer que se tomó como modelo algún nativo sanavirón del
lugar…”.
Es fácil de imaginar para aquellos años, el terror que causaría en los asistentes el
observar el referido movimiento de la cabeza en un ámbito
seguramente con pobre iluminación y enmarcado en el lúgubre
contexto que significa, dentro de la liturgia, la circunstancia
propia del Viernes Santo.
Se conserva una Dolorosa, imagen de candelero y el
recuerdo de un misterioso San Roque de pequeña talla, siempre
colocada al lado del
vice patrono de la Villa, que fue robado, aproximadamente en
1950, devuelto por alguien en cerrado paquete, sin identificarse
unos cinco años después y vuelto a robar en los primeros años de
la década del setenta.
En el lateral izquierdo del pórtico de ingreso, se encuentra el
sepulcro del Presbítero José María Dávila y Matos, quien se
consagró en este templo y fue su párroco por más de cincuenta
años hasta su fallecimiento en 1959.
Cura Párroco José María Dávila en la Casa
Parroquial que será demolida en 1982 (Foto de 1950)
Desde fines del año 2010 y comienzo del 2011, se están
efectuando tareas de refacción en este templo. Se ha eliminado
un recinto construido en la galería norte y una nueva paleta de
colores engalana sus planos exteriores.
Datos
Complementarios:
Contrato de construcción del Santuario:
Dado lo
inusual
que es el acceso a un documento de esta naturaleza donde
pueden observarse minuciosamente los componentes tanto
de la obra como
de las
condiciones a cumplir, transcribimos la copia del contrato
firmado
el 4 de abril de 1884 en
la Ciudad de
Córdoba, entre el Arquitecto
Mariano Güell y el Presbítero
Andrés García Colmena, para la construcción de la Iglesia
de Tulumba, de acuerdo a los planos de Angel
Marturet.
En el
texto del contrato se hace mención a la vara; se trata de
una
medida española antigua. La más utilizada en nuestro país
era la vara castellana de aproximadamente 83,5 cm,
múltiplo de tres pies
castellanos de 27,83 cm. Podía variar, según las regiones,
entre 72 y 95 cm.
Padre Hernán Benítez sobre Tulumba
Padre Hernán Benítez
(Confesor de Eva Perón)
"En ningún sitio he sentido tanto, como en
Tulumba, esa gran presencia indiana, tan diluída ya
en las sierras y brutalmente perseguida en sus
últimos reductos por el urbanismo. Allí se presiente
todavía. Me ha parecido ver el alma del indio
asomarse por sobre las tapias de adobes
semiderruidas y he creído que me miraba momificada
desde la cara plana de los tunales.
El valle es inexpresivo, pero sus cielos
nocturnos son sencillos triunfales. No existe noche
de estrellas como la noche tulumbana, ancha y
limpia, al igual que un alma grande y sufrida.
Observando el panorama de cualquiera de los cerros
que ciñen al pobladío, parece éste un enorme lago
hondo y ensombrecido en el que brillan intermitentes
luciérnagas. Las leyendas indias de la región dicen
que aquí las vírgenes a quienes vencía el sueño
sobre la maciega del arroyo, si al despertar se
hallaban ultrajadas, no culpaban al demonio, ni a
los incubos silvestres, sino al lucero y a los
astros. Y aún hoy aseguran que en los campos y
noches tulumbanas, las estrellas cometen picardías.
En aquel sitio, por su humilde soledad habría
germinado en la Europa Medioeval, un monasterio de
monjes contemplativos, aborrecedores del mundo.
Aquí, en Sudamérica, no ha dado más de un aduar de
indios sanavirones, en los días de la conquista, y
una villa real para mestizos tumulentos y para
españoles pobretones y lujuriosos, en los tiempos de
la colonia. Desde entonces hasta ahora, un pobladío
de elemental inspiración edilicia, cubos y
rectángulos alineados flojamente en la urdimbre de
diez o doce manzanas de edificación urbana y a la
entrada de los tres caminos principales, un
sarpullido de ranchos tristes e inurbanos.
No sé que poesía llevaría en mi alma, cuando
niño, pero es verdad que no podía ver ese caserío
entre llovizna sin que me doliera el corazón. Cuando
he visto amortajarse entre nieblas la lejana cadena
montañosa de Inti Huasi y languidecer los cerros del
horizonte, me ha parecido que yo mismo moría".
(Extraído de "Yo fui el confesor
de Eva Perón, conversaciones con el Padre Hernán
Benítez" - Norberto Galasso)
Las tierras y el pueblo:
Conocida
leyenda, que en vieja cerámica, está en las "cuatro
esquinas"
de este histórico pueblo de Tulumba. El gobernador "propietario"
en ejercicio, no está de acuerdo con ella; le parece sinónimo de
negación de progreso, estancamiento, desesperanza. Cuando
inaugura una obra, no pierde oportunidad de hacer esa
referencia. Estamos seguros que Oliverio de Allende, posible
autor de los versos y Don Francisco de Arranz quien materializó
la placa, tenían claros conceptos de proteccionismo y
conservación de esta villa, hace más de medio siglo.
"Lindo el nombre, bello el pueblo,
buena jente (sic), fragante el pan. Quien le ame, por todo
ello, deje las cosas como están".
"Tunumba"
llamaban los vecinos a un cerro cercano, allá por 1641 y de allí
parece haber derivado el nombre de esta Villa que es una de las
más antiguas del norte cordobés y una de las que pone
preocupación en la conservación de su patrimonio urbanístico.
La merced de Chipitín otorgada por el teniente de gobernador
Juan de Burgos, en 1585 a Juan Nieto, escribano del Cabildo de
Córdoba, es el primer antecedente español de la zona ocupada por
entonces por las tribus sanavironas. Las tierras, en 1609,
pasan a Alonso Nieto de Herrera por haberse casado con Doña
Estefanía de Castañeda viuda de Nieto.
En 1627 Alonso Nieto de Herrera, las vende al capitán García de
Vera y Mujica, heredándole sus hijos. Uno de ellos, el general
Francisco de Vera y Mujica, en el año 1656, vendió sus derechos
de parte de las tierras, denominadas Cuchi Huasi y Tulumba a
Pedro Gonzalez.
El 30 de abril de 1664, el lusitano Antonio Ataide, compró por
275$, las tierras que llevaban por nombre Cuchi Huasi a Don
Pedro Gonzalez. El 23 de mayo de 1672, después de desalojar a
los usurpadores, tomó posesión, formando una estancia con todos
los elementos disponibles. Agua, leña, árboles frutales, buenos
pastos.
Hacia el
1700 mandó construir una capilla bajo la advocación de Nuestra
Señora del Rosario. El 13 de febrero de 1675, se casó con Ana
de Mendoza y sus ocho hijos formaron hogar en las inmediaciones.
El Marqués de Sobre Monte en 1796, propuso fundar una población
con jerarquía de villa. El rey de España, Carlos IV, por
recomendación del Consejo de Indias, expidió el Título Real con
fecha 3 de octubre de 1803, otorgándole el título de Villa del
Valle de Tulumba. Estaba, por ello, autorizada al uso de escudo
de armas, la formación del Tribunal de Justicia y del
Ayuntamiento, que eligen entre sí a seis regidores y éstos a su
vez, a los alcaldes.
Los Reinafé:
Imposible dejar Tulumba, sin hacer referencia a una familia
que es parte importante de la historia de este pueblo:Los Reinafé.
Hacia
1770, llegó
a Tulumba el fundador de este “Clan”,
un trotamundo vendedor ambulante, de origen irlandés, de amplia
cultura con posible formación jesuítica, que el 15 de junio de
1781, en la vieja capilla ante la Virgen del Rosario, se casó
con Claudia Hidalgo. En los siguientes veinte años tuvieron doce
hijos. Algunos de los cinco varones, instruidos y militares de
importante actuación, fueron protagonistas principales de
la
trágica historia
acontecida
la
tarde del 16 de febrero de 1835.
En
Barranca Yaco el
Brigadier General Juan Facundo Quiroga y las ocho personas de su
comitiva, son masacrados;
la historia registra a
Santos Pérez
como autor material del hecho y a los hermanos Reinafé como los
instigadores.
José Vicente
Reinafé
(1782-1837),
Guillermo
Reinafé
(1788-1837)
y
Santos Pérez (1805-1837),
sin que se les quitaran los grilletes,
fueron
fusilados un
25 de octubre de 1837
por un pelotón al mando del General Agustín Pinedo. Luego del
usual disparo de gracia fueron ahorcados y expuestos durante
seis horas
bajo
las
arcadas del Cabildo de Buenos Aires.
Los otros hermanos Reinafé tuvieron distinto fin:
José Antonio (1796-1837) falleció en la cárcel siete días antes
de la ejecución, Francisco (1798-1840)
logró huir
de la prisión y
después de la derrota de Cayastá se arrojó al Paraná
para evitar que lo atraparan nuevamente. Por último,
Isidoro (1798- 1828)
no estaba implicado
pues
ya había
fallecido
siete
años antes
de los homicidios.
José
Márquez:
También es recordado en Tulumba, José Márquez, que un día
decidió bajar al sur y se presentó ante el coronel José de San
Martín a quien le solicitó incorporarse al Regimiento de
Granaderos a Caballo. En el combate de San Lorenzo defendiendo a
la Patria, perdió su vida este tulumbano el 3 de febrero de
1813.
La Comisión Nacional de Museos y Monumentos y Lugares Históricos, el 11 de abril de 2002 por Ley 25579, declaró “Bien de
Interés histórico” al tala de Esquiú,
que se encuentra en la Plaza Granadero Márquez, al lado de la
Iglesia de Tulumba. Bajo este árbol, Fray Mamerto Esquiú
impartía catequesis a los vecinos de la Villa.
Actualmente parte del pueblo de Tulumba,
está protegido y declarado Lugar Histórico de Interés Provincial
mediante el Decreto Nº 7639, del 11 de diciembre de 1979, en el
que se incluyen las dos calles principales, su encuentro en las
“cuatro esquinas” y algunas edificaciones aisladas. La decisión
esta respaldada en la Ley Nº 5543 de protección a los bienes
culturales de la Provincia de Córdoba.
Coordenadas:
Latitud:
30º 23’ 43,41" S
Longitud:
64º 07’ 19,53"
O
Fuentes de consulta:
CALVIMONTE, Luis Quiterio,
Tulumba, aspectos históricos de la villa y su contorno - Córdoba,
1983.
DOCUMENTOS DE ARTE ARGENTINO: En los senderos misionales
de la arquitectura cordobesa, Cuaderno XV
-
Buenos Aires, 1942.
FURLONG CARDIFF, Guillermo, S.J.,
Arquitectos Argentinos durante la dominación hispánica
-Editorial
Huarpes, S.A. - Buenos Aires, 1945.
GALLARDO, Rodolfo (Ver
Biografía); MOYANO ALIAGA, Alejandro; MALIK de TCHARA,
David,
Las Capillas de Córdoba
– Estudios de arte Argentino, Academia Nacional de Bellas
Artes, 1988.
LAZCANO GONZALEZ, Antonio,
Monumentos Históricos de Córdoba Colonial
-
S. de Amorrortu e hijos -Buenos Aires, 1941.
BENITEZ, HERNAN: "Tulumba de mis amores" - 1943
Agradecemos a la Secretaría de Cultura y Turismo de la
Municipalidad de Tulumba, en la persona de su Secretario Sr.
Oscar G. Díaz, la información suministrada.
Villa Tulumba y Santuario Mariano Diocesano Nuestra Señora del Rosario en 1930