TEMPLO MAUSOLEO SAN FRANCISCO JAVIER
En las Cartas Anuas de 1896 un compañero del R.P. José M.
Bustamante, S. J., narra el paso misional de éste por San
Javier:

Capilla vieja de San Javier
Foto Cayetano Bruno V-476 |
…”Aquí
[actual Villa Dolores] juntos con nuestro Padre Superior y el
Padre Jofré, tuvimos la satisfacción de gozar de la verdadera
amistad de don Estanislao Castellano y familia, por seis días.
Acercábase la fiesta que el lugar de San Javier hacía a su
patrono, y como era mucha la gente que en esta ocasión había de
acudir, y por consiguiente nada insignificante el fruto que se
podía hacer en las almas, nos dirigimos allí para no perder tan
buena oportunidad.
Parábamos en Yacanto, en casa de nuestro muy amigo don Pedro
Castellano, y convirtiendo en capilla una pieza, unas sillas de
brazos en confesionarios, y disponiendo con unos lienzos de
varios colores, preparábamos un altar elegante para colocar el
precioso y apreciado cuadro del Corazón de Jesús, como lo
solíamos hacer donde quiera que nos deteníamos.
De este modo se
improvisaba una basílica en que ejercíamos como en la primer
Catedral del universo. Allí se celebraba el Santo Sacrificio,
allí se confesaba por la mañana, allí se rezaba el Rosario por
la noche, cantábanse villancicos al Dios-Niño, hacíase un breve
sermón y se oían confesiones. Unos seis días estuvimos aquí lo
mismo que en casa de don Estanislao, siendo objeto en ambas
familias de tales atenciones que apenas habrá corazón bastante
agradecido para poderlas apreciar debidamente, cuanto menos
expresiones para darlas a entender".
|
De la lectura se desprende que la familia Castellano ya estaba
en San Javier y además, llama la atención que no se hiciera uso
de la capilla que existía y ya era antigua.

Misa en la vieja Capilla de San Javier - Foto
Gustavo Zerbinato

Vieja Capilla de San Javier
Foto Gustavo Zerbinato |
En las
postrimerías del Siglo XIX
“Es una pintoresca población de la sierra, de clima suave y
agradable, con hermosos panoramas, rodeada de quintas y bosques
que la envuelven en la frescura de sus copas verdes.
Se halla á corta distancia del pié de la sierra y á su frente
se eleva atrevidamente en el fondo azul de su cielo purísimo el Champaquí, el más alto cerro de las sierras de Córdoba
ofreciéndole mil panoramas diversos en los variados accidentes
de sus faldas y quebradas, que cambian á cada hora del día,
según reciben la luz del sol.
Del otro lado, la sierra sigue descendiendo en oleadas de
verdura hasta llegar al llano, que se prolonga más allá de donde
alcanza la vista, destacándose claramente en aquel manto de
esmeralda de los blancos caseríos de Dolores y San Pedro,
situados á cuatro leguas y que se hallan 400 metros más abajo
que San Javier.
Toda la región que rodea á San Javier es fertilísima y no hay
palmito de tierra susceptible de riego que no sea cultivado con
éxito asombroso. Aquí he visto maizales de cerca de cuatro
metros de alto y con numerosas espigas (en otros años que no
había la tremenda seca de ahora) verdaderos bosques de naranjos,
frutales diversísimos y cereales y verduras de toda clase.
En fin, es un paraje delicioso, que atraería infinitos turistas
si el viaje fuera más cómodo.
A pesar de que su población es bastante importante y de estar
rodeada de una población densísima no tiene ni telégrafo ni
correo, por lo que los vecinos se turnan para mandar la
correspondencia del lugar con sus peones particulares á Dolores
a cuatro leguas, que con la de Los Hornillos son las estafetas
más próximas.”
En este bucólico pueblito serrano de principios de 1900,
descrito amorosamente por el cronista, también hay una vieja
capilla y dice de ella:

Capilla vieja de San Javier - Foto Cayetano Bruno
IV-327

“Es uno de los templos más antiguos de la región, tanto que los
viejos del lugar no saben precisar la época de su fundación,
aunque se la atribuyen a los jesuitas.
Se halla situado frente á la plaza y consta de una sola nave,
sin torre, con dos sacristías al fondo, paredes de material
crudo, techo de tejas.
Muy aseado pero muy pobre con modestísimo altar mayor y
tabernáculo, á los lados del cual, en nichos incrustados en la
pared, se ostentan dos imágenes de bulto, una Dolores y un San
Francisco Javier, regaladas por el Obispo Castellano.
Cuelga al centro del presbiterio una arañita en que los bronces
están suspendidos con cartones dorados. La mejor prueba de la
pobreza del templo es que no se pudo contar con más de seis
candelabros para velar al arzobispo. En el coro hay un buen armonium.
Las campanas, una de las cuales, la mejor, la regaló Monseñor
Castellano, están suspendidas de unos palos plantados en el
suelo al lado de la iglesia.
En los últimos tiempos el Arzobispo se hallaba empeñadísimo en
la reedificación de este templo y en construirle una torre y ha
muerto sin ver realizado uno de sus más vivos deseos, como lo
demuestran diversas cartas suyas que he tenido a la vista y en
las que anunciaba la remisión de algunas cuotas para ayudar á
comprar el material. Este templo es el que guarda los restos del Arzobispo
Castellano”.
Como muchos pueblos de la provincia, que en su historia tienen a
un protagonista destacado vinculado a su templo, San Javier
tiene a uno de sus hijos dilectos, nacido y fallecido en el
lugar: Monseñor Uladislao Castellano, Tercer Arzobispo de
Buenos Aires (1834-1900).
Continuando con el relato, el cronista hace una
pintura de los hechos acaecidos en aquella época, en torno a los
últimos momentos de Mons. Castellano:
“A pocos metros detrás del templo se halla la casa del Señor
Tristán Castellano, donde falleció el señor Arzobispo. Es un
alegre edificio de un piso, rodeado de galerías que dan al
amplio patio lleno de flores.
La pieza que ocupaba el Arzobispo es la primera
entrando a la izquierda, grande bien ventilada, con mucha luz y
lindas vistas, de siete metros de largo, por cinco de ancho.
El ajuar aunque modesto es casi lujoso para lo que
se estila por aquí: juego se sillas de Viena con sofá, mesa con
mármol, alfombra de tripe, muchos retratos con marco, entre los
que figura una gran fotografía del Arzobispo, cama de fierro,
mesa de luz sin mármol, lavatorio de fierro sin espejo, algunos
floreros y objetos de adorno sobre la mesa.
Por la ventana se goza de una soberbia vista de la
sierra, en la que forma una nota interesante el lecho del arroyo
San Javier, lleno de grandes piedras, que pasa por delante de la
ventana y con cuyas aguas se riegan aquellas hermosas quintas
que forman el regio marco de la Villa.
Esa cámara presenció la agonía de Monseñor Castellano y las
infinitas manifestaciones de duelo á que diera origen su
fallecimiento.”

Detrás de la capilla - Foto Gustavo Zerbinato
El proyecto
del Arzobispo
La idea de reconstruir la vieja capilla no se apartaba de la
memoria del ilustre y llorado prelado, la acariciaba con el
mayor empeño entrando en detalles minuciosos de la obra
proyectada, habiendo comenzado a entregar algunas cuotas con que
pensaba favorecerla.
 |
Tres cartas publicadas a posteriori de la muerte del
Arzobispo y dirigidas a su primo Tristán Castellano, en cuya
casa murió, demuestran las intenciones del señor Uladislao (Acceda a las mismas).
En aquel momento, febrero de 1900, sus allegados decían:
“... Creemos que el Gobierno Nacional y el de la Provincia harían
un acto de justicia contribuyendo de una manera especial y
eficaz á la realización del proyecto enunciado y que desde
luego, deberían entregar á algún ingeniero de nota el plano de
la iglesia en que se ajustasen á las reglas del arte los deseos
de Monseñor Castellano, en el que se procurasen armonizar la
sencillez y belleza artística sin olvidar el sepulcro que ha de
contener los venerados restos.”
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Por entonces, Julio Argentino Roca (1843-1914) era Presidente de la Nación
y Donaciano del Campillo (1846-1910), Gobernador de la Provincia de Córdoba.
Monseñor
Monteverde y San Javier
A comienzos del año 1945, en un trabajo del Padre Ramón
Castellano, éste comentaba:
“Allá en los años 1905 o 1906, llegaba al pueblito silencioso y
patriarcal de San Javier un sacerdote porteño, entonces párroco
de Belgrano, en procura de un merecido descanso. Era el Pbro.
Sebastián L. Monteverde, joven dinámico, entusiasta, quien supo
granjearse desde el primer momento el aprecio sincero de las
familias lugareñas. Su nombre habría de quedar estrechamente
vinculado a San Javier, y como grabado en forma indeleble en los
muros del nuevo templo, construido por iniciativa suya.
La vieja iglesia de anchas paredes de adobe, de techo de tejas,
y rústico campanario de madera de algarrobo, hablaba de tiempos
idos, evocaba un paso de honda religiosidad; pero su estado era
poco menos que ruinoso. A la sobra de esa vieja capilla cobijábase la tumba humilde del que fuera Arzobispo de Buenos
Aires, Mons. Uladislao Castellano, su voluntad manifestada en
diversas oportunidades de ser enterrado en su pueblo natal, al
pie del querido Champaquí, habíase respetado allí, sobre el
pavimento de gastados ladrillos, una lápida sencilla señalaba el
lugar donde descansan sus restos mortales.
He mencionado esa circunstancia porque, debido a ella el P.
Monteverde concibió primeramente la idea de reparar la vieja
iglesia, y después la de levantar un nuevo templo, que fuera
digno mausoleo de Mons. Castellano. No fue otro su propósito al
llegar a San Javier y al fijarse en la desnudez y pobreza de
aquel sepulcro.
Efectivamente, en 1907 pone manos a la obra y se dirige a
Mons. Bustos por nota - que se conserva en el Archivo del
Arzobispado - pidiéndole autorización para recolectar fondos en
Buenos Aire entre el Clero y elemento católico, con destino a
introducir mejoras en la iglesia de San Javier, como homenaje a
la memoria de Mons. Castellano. Sea por un motivo u otro que
ignoro, el P. Monteverde abandona la idea primera y, hombre de
empuje, se resuelve a afrontar con dedicación y energía la
construcción de un nuevo templo.
Con la debida aprobación eclesiástica constituye en Buenos
Aires una “Comisión Central pro Monumento a
Mons. Uladislao Castellano”, de la cual él es el presidente
y el alma, actuando como secretario el Sr. Isaac Pearson. En
Córdoba y Villa Dolores se forman comisiones locales. Se trabaja
activamente allegando fondos con el propósito de dar principio a
la obra cuanto antes.
Es un error creer que la nueva iglesia se ha construido
exclusivamente con subsidios del Gobierno de la Nación. Nada
más falso. El P. Monteverde gestionó y obtuvo la ayuda oficial;
pero también solicitó en toda forma la cooperación popular,
antes y durante la ejecución de las obras. Desgraciadamente no
tengo a mano el libro de cuentas. La documentación empero
existente en el Archivo del Arzobispado atestigua que desde esta
ciudad le fue girada a la Comisión Central la cantidad de 3.425
pesos, y me consta por varias cartas que tengo a la vista y por
datos fidedignos, como el P. Monteverde movía todos los resortes
y se empeñaba personalmente, a fin de obtener los recursos para
proseguir los trabajos. |

Mons. Uladislao Castellano
|
Un dato ilustrativo. En carta de fecha 8 de octubre de 1910, le
escribe a Salvador Núñez, encargado de la obra del templo, estas
textuales palabras:” Yo ya no se a quien acudir, se me han
agotado los recursos de mis relaciones” y ante la
perspectiva de una paralización de los trabajos, lo autorizaba
para vender por 500 pesos un piano de su propiedad cuyo costo
era de 900 pesos.
Pese a las tareas absorbentes de la Parroquia de Belgrano [Bs.
As.] el P. Monteverde no descuida detalle alguno en la
construcción de la iglesia. La confección de los planos, el
envío del constructor y de operarios técnicos desde Buenos
Aires, los materiales, desde la piedra de los cimientos hasta el
techo y cielorraso, la rebaja de fletes, todo lo consulta, lo
vigila, lo controla, a fin de que se haga con la mayor economía
y con la perfección posible.”

Proyecto de fachada Templo Mausoleo
Colocación de
la piedra fundamental
El corresponsal del Departamento San Javier del diario Los
Principios de la ciudad de Córdoba, cronicaba:
“Al amanecer del día miércoles 6 de febrero de 1910, las
atronadoras bombas congregaron a un inmenso gentío en los
alrededores del templo, dándose comienzo poco después a las
misas de ocho sacerdotes, algunos veraneantes y otros venidos
expresamente para encontrarse en este solemne día de la
bendición de la piedra fundamental del templo-panteón en
homenaje a Monseñor Castellano.
A las 9 comenzó la función solemne, estando el coro a cargo de
reputados artistas de la Capital Federal. Los fieles no
conservan tradición de haber oído aquí una misa tan bien
cantada.
La invitación al pueblo era para las 6 de la tarde y algunas
horas antes ya presentaba esta plaza un aspecto imponente, por
la gran cantidad de carruajes y caballadas de todas procedencias
principalmente de Villa Dolores. Todo lo representativo de este
departamento y mucha gente del de San Alberto hizo acto de
presencia.
A la hora precitada, el señor cura Gregorio Rodríguez nombrado
por el Iltmo. Señor Obispo de Córdoba para la bendición, se
revistió de los ornamentos correspondientes y auxiliado por
otros sacerdotes comenzó la ceremonia, en compañía de los
padrinos (cincuenta y cuatro personas).
Terminada la bendición se procedió a la lectura del acta labrada
en pergamino
(Click
para acceder al acta)
y enseguida comenzaron los discursos.
Habló el señor cura, el Pbro. doctor Juan José Guevara a nombre
de la comisión central de Buenos Aires, el ingeniero Zapata a
nombre de la comisión constructora y el doctor Nicanor Carranza
por la comisión de festejos.
Los solemnes funerales celebrados esa mañana en sufragio del
alma del finado arzobispo, fueron digna conclusión de todos los
precedentes".
Se decía en aquel momento, que la obra, de correctísimo estilo
será digna del religioso pueblo y del gran prelado cuya memoria
va a perpetuar.
El templo ha sido presupuestado en 60.000 pesos; de éstos dará
solo diez el Congreso Nacional. La comisión general presidida
por el Pbro. Sebastián Monteverde ha trabajado empeñosamente y
tiene ya fondos para comenzar la obra. La comisión de Córdoba
presidida por Mons. José A. Luque ha reunido más de cinco mil
pesos en varios meses de trabajo y ha presentado una solicitud a
las cámaras que es de suponer le darán la importancia y la
preferencia que se merece en atención a los preclaros méritos de
Mons. Castellano.
Otras fuentes indican que el terreno fue donado por la Sra.
Jesusa Torres, el portal de ingreso por la Sra. Genoveva
Christensen y la estructura de la nave central, el altar
principal y el reloj del campanario, fueron traídos de
Inglaterra y donados por la Sra. María de La Plaza de
Arias Moreno.
El
Arquitecto proyectista fue Juan Manito y el constructor el
Maestro Mayor de Obras Salvador Núñez.
Continúa comentando el Padre Ramón Castellano, en 1945:
"Bendecida solemnemente la piedra fundamental, los trabajos
se inician de inmediato con un ritmo acelerado hasta la
colocación del techo. Vienen después las interrupciones más o
menos prolongadas por falta de dinero. El P. Monteverde logra,
tras grandes esfuerzos el revoque de la torre y el frente, pero
no pude seguir adelante ni completar su obra, debiendo dejar en
otras manos la tarea restante.
Era entonces yo un niño, pero recuerdo muy bien la
satisfacción que producía en su espíritu el mirar los sólidos
muros y la airosa torre, y el entusiasmo con que hablaba de sus
proyectos para dejar todo perfectamente terminado.
Las obras de Dios no marchan nunca como sobre ruedas. Los
obstáculos las padecen y les acompañan siempre. El P. Monteverde
en su camino encontró piedras de toda laya: incomprensión,
indiferencia, derrotismo y hasta franca oposición. Muchos fueron
los alfilerazos que hicieron sangrar su corazón, y la ingratitud
humana dejó en él huellas sombrías. Por eso su obra es más
meritoria a los ojos de Dios y también ante los hombres.
Paréceme que el más cumplido elogio de su actuación se
encuentra en las palabras consignadas en el Decreto de Mons.
Luque del año 1919, nombrando una comisión de cinco vecinos de
San Javier para revisar cuentas de la iglesia. He de recordar
que el P. Monteverde por extrema delicadeza había pedido
insistentemente y en reiteradas ocasiones que se tomara tal
providencia.
Mons. Luque accede al fin, pero no sin hacer constar que
procede únicamente para complacerle. En un documento de
referencia se leen estas significativas palabras: 'Ha iniciado
(la construcción de la iglesia) y ha continuado a su exclusivo
cargo. Conocemos el gran desinterés, abnegación y piedad, que ha
desplegado en la realización de dicha obra, que le ha costado
muy meritorios sacrificios'.
El espíritu progresista del P. Monteverde no se limitó a
levantar la hermosa iglesia de San Javier. Toda empresa de bien
público encontró en él un entusiasta propulsor. Vecinos y
veraneantes de aquellos años no olvidan su preocupación por el
mejoramiento de los caminos y por el arreglo de la plaza, la que
fue dotada a propuesta suya de bancos y faroles. A todos
brindaba su amistad franca y leal. Para todos gustosamente
estaba abierta su casa, que era como el centro vital de San
Javier en verano. Y muchos son los padres que golpearon a su
puerta siendo socorridos con la limosna o un trabajo bien
remunerado.
Es verdad que después de 1916 ya no viajaba a San Javier,
sino una que otra vez y en forma brevísima, pero su afecto por
los viejos amigos y por todos aquellos lugares no se apaga ni se
entibia. Últimamente, minado ya su organismo por la grave
enfermedad, me hablaba con verdadero interés de aquellos pagos,
como ellos llamaba, prometiéndose viajar en el siguiente verano
para contemplarlos por vez postrera, lo que no pudo llevar a
cabo por prescripción médica".
Culmina la nota diciendo:
"Dentro de pocos días la Parroquia de San Javier y sus
numerosos amigos perpetuarán su memoria en una placa de bronce,
a colocarse en el frente de la iglesia fruto de su empeño y de
sus desvelos. Es un homenaje justísimo. Se pondrá de manifiesto,
así, el reconocimiento y la gratitud de los hijos de San Javier
para Mons. Sebastián L. Monteverde, amigo y benefactor insigne
de ese privilegiado rincón de nuestras sierras".
|
"In Memoriam a Monseñor Sebastián L.
Monteverde
Iniciador y gestor incansable de la
obra de este templo. La parroquia de San Javier y sus
amigos
Febrero 25 de 1945"
|



1922: Las dos iglesias
Foto Gustavo Zerbinato
(detalle) |

1922: San Javier - Las dos iglesias - Fotos
Gustavo Zerbinato

El 17 de octubre de 1930 la Revista "El Hogar" dedica un
espacio a recorrer Yacanto de San Javier; un pequeño texto y
varias fotos rubricadas por el fotógrafo A. Francisco dan cuenta
de los atractivos del pueblo, su entorno y la vieja iglesia aún
en pie; un detalle aparte es el de las campanas que, sostenidas
en un caballete de leños, se encuentran imposibilitadas de ser
colocadas en la torre por la fragilidad de ésta.

Acceda a la nota de la revista
"El
Hogar" del 13 de octubre de 1930
haciendo
click aquí |

Las campanas de la iglesia de Yacanto fueron
colocadas así debido a que la torre del templo era
tan débil que no resistiría su peso (Foto de A.
Francisco
|
El Templo
Mausoleo:
Frente a la plaza del pueblo, ruta provincial 14 llamada “Camino de la Costa” de por medio, está emplazado el
templo-panteón.
Tiene un pequeño atrio, generado por el retiro
con respecto a la línea de vereda. Blanca fachada, orientada al
oeste, nordoeste, con elementos característicos del estilo
gótico. Un cuerpo principal y del lado de la epístola, una mono
torre que nace desde el suelo.



Se ingresa por una puerta de madera de dos hojas con dintel
ojival, que se encuentra en el centro del plano de fachada y
once escalones más arriba que el nivel de vereda.
La puerta está enmarcada por sendas pilastras a modo de muros de
contrafuerte de dos niveles, que culminan en pináculos aplicados
con diseño de cúspide igual a los del conjunto. Ambas están
vinculadas por una moldura en tímpano muy apuntado.
A la misma altura de esta decoración se aplicaron dos hornacinas
con arco ojival. Sobre todo este conjunto y en el eje de la
composición, un rosetón, propio del arte gótico, aunque
simplificado en este caso, con vidrios de colores hace también
las veces de ventana coral. Puede observarse que, además, fueron
aplicados en los frentes de los transeptos, pero, posteriormente
fueron eliminados, conservándose el que corresponde al testero,
sobre el altar
Este plano de fachada culmina con un ático moldurado que sigue
las pendientes de la cubierta de techos que se encarga de
ocultar.


La torre campanario está pegada a la nave, ligada a ella por un
zócalo que es común a toda la obra. Enmarcada por muros
contrafuertes de ángulo de tres niveles, que culminan en
pináculos y le otorgan sensación de esbeltez.
Se distinguen cuatro niveles En el primero están las ventanas
ojivales que corresponden al baptisterio. En el segundo nivel
tres aberturas con enrejillado metálico horizontal ojivales, de
mayor tamaño que las anteriores, bajo una cornisa que se
encuentra en las cuatro caras. En el tercer nivel cuatro óculos
circulares, uno de los cuales contiene el reloj.
Culmina con un chapitel de base octaédrica cubierto con pizarras
y la cruz de hierro fundido.

La iglesia es de planta en cruz latina. La nave tiene una
longitud de 29,50 m. y un ancho de 9,60 m. Se continúa en el
presbiterio que tiene 5,70 m de ancho por 6,40 m de largo. El
transepto mide 16,50 m de largo por 6,40 m de ancho.


Espacialmente, merced a la presencia de arcos apuntados y
cielorrasos distintos, la nave llega marcadamente hasta el
presbiterio, incorporando para sí el crucero y fraccionando el
transepto en dos partes separadas. Sacristía y contra sacristía
se desarrollan a ambos lados del presbiterio. Este, que se
encuentra a mayor altura que la nave, fue ampliado con su piso
de madera, avanzando en el crucero.



El altar principal con claros elementos del neogótico, tiene
cinco calles que culminan en finos pináculos. Sobres sendas
peanas, en el centro la imagen de San Francisco Javier a su
derecha San José con el Niño y a su izquierda Nuestra Señora
del Carmen.



Todos los espacios están techados con cabreadas de madera y
cubierta de chapa de zinc a dos aguas a distintas alturas,
siendo la de la nave la de mayor cota.


Los muros laterales del recinto principal están ritmados en seis
espacios iguales por cuatro pilastras trilobuladas En el primer
espacio un gran arco ojival secciona el transepto, en los cuatro
siguientes se presenta un aventanamiento de buena dimensión, con
dintel apuntado y multicolores vidrios, que inundan de luz el
recinto sagrado, dando pie a lo que dijera Hugo de San Víctor:
”¿Hay algo más bello que la luz que, aun no teniendo color en
sí misma, sin embargo hace aparecer los colores de todas las
cosas iluminándolas”.
En el último tramo, a los pies del templo, del lado de la
epístola esta el baptisterio, en la base de la torre campanario
y es utilizado, también, como pequeño museo. Del lado del
evangelio se desarrolla la escalera que conduce al coro alto, el
cual está asentado sobre dos columnas de fuste lobulado, con
baranda de blancos balaustres y enmarcado con un arco levemente
apuntado.
La nave está cubierta con un cielorraso de madera cuya
generatriz es un arco angular truncado, destacándose las cuatro
cerchas caladas cuyos apoyos están incrustados en los capiteles
lisos de las pilastras. Estas pilastras se corresponden en el
exterior con muros contrafuertes de dos niveles que refuerzan la
mampostería.
Los tramos de transepto tienen cielorraso plano de madera y en
el presbiterio es a dos aguas.
¿Será éste el partido elegido por Monseñor Uladislao Castellano,
cuando se imaginaba la nueva capilla? No parece según sus
cartas.


San Javier, 6 de febrero de 1922 – Inauguración:
El corresponsal del Diario Los Principios, relata:
“En este rincón de las sierras de Córdoba,
privilegiado por sus bellezas sorprendentes y clima exquisito,
falleció hace veintidós años el insigne arzobispo Monseñor Uladislao Castellano, que naciera aquí mismo sesenta y seis años
antes, en 1834.
Debiendo actuar en los días de la organización
nacional junto con los maestros del pensamiento argentino, Dios
que suscita los hombres requeridos por las circunstancias y
momentos históricos, lo había dotado de una mentalidad superior,
como para que formara a nuestro clero dentro del marco de la
austeridad y pureza de la doctrina católica. Tal fue la obra
fundamental del prelado, que a sus condiciones de sacerdote
eminente supo reunir también las de preclaro patriota, lo cual
determinó que cuando llegara a la más alta cumbre de la Iglesia
pudiera ser un factor decisivo en la obra del mantenimiento de
las buenas relaciones con nuestros vecinos ultra cordilleranos,
pues la paz con Chile la deben al igual que a los presidentes
Roca y Errázuris, a los arzobispos Casanova y Castellano, que,
al abrazarse en los balcones de la Metropolitana de Buenos
Aires, sellaron la alianza de los dos pueblos tan dignamente
representados por ellos.
Los restos de Mons. Castellano, en vez de tener la
suntuosa sepultura de los arzobispos bonaerenses en su sede
metropolitana, reposan, obedeciendo a su última voluntad, comprobadora de una singular modestia, en la pobre y antigua
iglesita de San Javier, donde fuera bautizado; pero el tiempo
que nada respeta, decretó su ruina, y vino como consecuencia la
erección de una nueva que se levanta ahora esbelta y airosa a la
sombra de la vecina montaña, maravilla gigantesca tirada por el
Creador en este rinconcito encantado de nuestra tierra.
Consagrada a honrar la memoria del hijo preclaro de
la comarca, gloria también de la Patria, su habilitación exigía
el traslado de sus restos al nuevo templo; y esta es la
ceremonia realizada hoy en San Javier, cuya descripción
requeriría la pluma capaz de un gran cuadro, en el que
apareciesen dentro de la naturaleza sorprendente una muchedumbre
inmensa que llega al templo por todos los senderos y recodos de
la montaña dominada por un solo sentimiento, el del culto a un
muerto eminente tan querido como respetado.
Exhumados los restos de su antigua tumba, donde
habían sido sepultados en un tosco cajón de algarrobo 22 años
antes y colocados en una urna de mármol, fueron conducidos
procesionalmente desde la iglesia vieja a la nueva, el domingo
al hacer la tarde. Presidían el acto los ilustrísimos obispos
monseñores Luque y Echenique, y llevaban las andas, en medio de
una gran multitud que llenaba completamente la plaza del pueblo,
los caballeros más representativos de la distinguida familia
Castellano.
En el centro de la novel iglesia, toda enlutada, levantábase un severo catafalco con las insignias pontificales.
Allí fue dejada la urna, siendo velada toda la noche.
Hoy lunes, después de las misas celebradas por una
veintena de sacerdotes llegados para asistir a las ceremonias,
se efectuó el solemne funeral en que pontificó Mons. Luque.
El templo resultaba pequeño para contener la enorme
concurrencia, que se desbordaba por todos sus pórticos.
Los oficios fueron cantados por un coro selecto de
clérigos y seminaristas.
Terminada la misa ocupó la cátedra sagrada el rector del
Seminario, Pbro. Doctor Juan Carlos Vera, encargado de la
oración fúnebre de la circunstancia. Fue el suyo un gran
discurso,
(Click para acceder al discurso)
digno del acto y de la memoria del ilustre
muerto, cuyo culto queríase enaltecer. De fondo meduloso y
delicadas formas clásicas, su mejor elogio sería decir que tuvo
la virtud de conmover a los asistentes, aún a los más
expectables.
Luego habló Mons. Luque. La alta investidura del gobernador del
Obispado demandaba su palabra, que en el caso es también la de
uno de sus hijos espirituales sobrevivientes, más justamente
predilecto del arzobispo Castellano. Su discurso, grave y
circunspecto, resultó así emocionante.
(Click para acceder al discurso).
El cabildo metropolitano de Buenos Aires,
representado por su digno miembro, el doctor Fortunato Devoto,
sabio astrónomo que expulsado por sectarismo criollo de la
Universidad de La Plata, donde desempeñaba una cátedra, tuvo la
alta honra, no alcanzada por ningún estudioso argentino, de que
el gobierno francés lo pusiera al frente de uno de sus
renombrados institutos oficiales, puesto que dejó para volver a
la patria; el cabildo metropolitano, decimos, representado por
el doctor Devoto y por los presbíteros Monteverde y Viacaba, encargó a éste el discurso del caso,
(Click para acceder al discurso)
que también habló, en
forma tan sencilla como elocuente y expresiva.
Finalmente cerró los discursos el nuevo cura
párroco, Pbro. Julián Pio Cuesta, quien en frases conceptuosas
prometió constituirse en digno custodio del monumento que se
confiaba a su cuidado, para lo cual en todo momento tendría
presente los ejemplos y virtudes del gran padre de la Iglesia de
Córdoba y orgullo legítimo de San Javier. Éste párroco novel,
alma del homenaje que nos ocupa, sacerdote joven y dignísimo,
está bien al frente de la feligresía que se le ha designado, al
dividir el viejo curato de Villa Dolores y crear el de San
Javier.
Tales han sido las ceremonias efectuadas con motivo del traslado
de los restos del venerable arzobispo Castellano al nuevo templo
construido como monumento a su memoria, por iniciativa y empeño
del distinguido sacerdote porteño Pbro. Monteverde, encariñado
con esta comarca y su hijo ilustre, del que en sus días fuera
familiar y secretario privado.
La nueva tumba consiste en un pequeño sarcófago construido en
el centro mismo del templo que acaba de inaugurarse, llevando a
flor de tierra una gran lápida de mármol.”
|
"Exmo.
y Rvdo. Monseñor Uladislao Castellano. Tercer Obispo de
Buenos Aires Vicario General, Vicario Capitular y Obispo
Auxiliar de Córdoba, Deán del V. Cabildo Eclesiástico y
padre de los pobres. Rector del Seminario Conciliar de
la Diócesis. Profundo teólogo y sobrio maestro.
Sacerdote justo, celoso apóstol y esclarecido patricio.
Predicó la verdad divina y celebró las glorias de la
Patria. Aquí nació el 23 de noviembre de 1834. Aquí
falleció el 6 de febrero de 1900. Descansen en paz sus
venerados restos. Rogad por él."
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“En este sarcófago se guarda desde hoy la urna de mármol donde
han sido depositados los restos venerandos del tercer arzobispo
de Buenos Aires.
En las paredes frontales del crucero del nuevo
templo se han incrustado, además, dos lápidas de mármol.”
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"El
Exmo. Señor Doctor Uladislao Castellano, tercer
arzobispo de Buenos Aires , llorado y venerado,
falleció en San Javier el 6 de febrero de 1900. Su
sucesor Mariano Antonio Espinosa, le dedica este
recuerdo. R.I.P."
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“R.I.P. Beati martni qui in Domino moriuntur”.
En este humilde sepulcro yacen los venerandos restos mortales
del Excmo. y Rvmo. Arzobispo de la Santísimo Trinidad de
Buenos Aires, Dr. Uladislao Castellano. † en San Javier
el día 6 de enero de 1900. Su madre y hermanos que lloran
resignados su muerte, consagran este modestísimo
recuerdo a su memoria, repitiendo con el corazón sublimes
“Requien eterna dona eis Domine etlux perpetua luceat
eis”.
Esta última placa es la que en los días de su
fallecimiento, se colocó sobre la tumba de Mons. Castellano, y
la cual hállese ya casi ilegible, por la acción del tiempo.
Sobre esta lápida se ha incrustado una tercera más pequeña, de
bronce enviada recientemente por el Cabildo Metropolitano de
Buenos Aires. Lleva la siguiente inscripción:
Pax multa - A la veneranda memoria del Iltmo.
Señor Arzobispo Dr. Uladislao Castellano, iniciador de la
paz con Chile - Homenaje del Cabildo Metropolitano
de Buenos Aires – Febrero 6 de 1922.”
Fiestas patronales
- 3 de diciembre:
La tradición oral atribuye a los jesuitas la formación de la
villa San Javier, en torno a una capilla, que estaba dentro de
las tierras que pertenecían a la estancia de
San Ignacio de los
Ejercicios.
Francisco Jasso Azpilicueta Atondo y Aznares, señor de Javier
(Castillo de Javier, Reino de Navarra, 7 de abril de 1506 – Isla
de Sanchón, China, 3 de diciembre de 1552) San Francisco Javier
Un navarro valiente y ambicioso.
Un noble que quería ganar el mundo.
Un atleta que recorrió miles de kilómetros.
Un estudiante brillante y prometedor.
Un jesuita que asistía a enfermos y visitaba presos.
Un peregrino que evangelizó a miles de personas.
Un misionero pionero en Japón y que llegó a las puertas de
China.
Un maestro que dialogó con otras culturas y religiones.
Un líder que incendió los corazones de Europa con la pasión de
sus cartas.
Un aventurero amigo del Rey de Portugal y nuncio del Papa.
Un amigo que recordaba cada día a los suyos.
Un joven soñador que cambió todo por seguir a Cristo.
Un santo que sigue siendo actual.

Iglesia San Francisco Javier y Casa Parroquial-
Foto Gustavo Zerbinato
Datos complementarios:
Altura sobre nivel de mar: 832 m.
Latitud: 32º 01’ 36.72” Sur
Longitud: 65º 01’ 47.51” Oeste


Fuentes
de consulta:
-
BARRIONUEVO IMPOSTI, Víctor. Historia del Valle
Traslasierra, Tomo I - Dirección de Publicidad de la
Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba, 1953.
-
BLANCO, José María S.J.: R.
P. JOSE M. BUSTAMENTE DE LA COMPAÑIA DE JESUS, FUNDADOR DEL
INSTITUTO DE LAS ADORATRICES Y ORGANIZADOR DEL INSTITUTO DE
LAS ESCLAVAS DEL CORAZÓN DE JESUS. Editorial Amorrortu,
Buenos Aires , 1935.
-
LA VOZ DEL INTEROR, Diario – 7 al 17 de agosto de 1934 –
Ernesto S. Castellano “Investigaciones históricas”.
-
"Revista El Hogar" - 17 de octubre de 1930
-
LOS PRINCIPIOS, Diario – Jueves 22 y domingo, 25 de febrero
de 1900 - Notas de Juan Valdez.
-
LOS PRINCIPIOS, Diario – Templo Mausoleo San Javier-
2 de febrero de 1910
-
LOS PRINCIPIOS, Diario – Traslado de los restos de
Monseñor Castellano. 6 de febrero de 1922
-
LOS PRINCIPIOS, Diario – Jueves15 de febrero de 1945 – Pbro.
Ramón Castellano “Monseñor Monteverde y San Javier“
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