El antiguo pueblo aborigen Altaptina, habitado por los
comechingones, aparece en documentos legados por los
españoles desde mediados del siglo XVI. En lengua camiare se
llamó Pisiscara. Por los conquistadores sabemos que en esos
tiempos los caciques dominantes en Altaptina eran Balta
Navie y Haica Navi.
Víctor Barrionuevo Imposti, en el capítulo XV del tomo I de
su obra "Historia del valle de Traslasierra",
consigna que, "... en 1598, el escribano Juan Nieto
recibió en Merced grandes extensiones de tierras en el valle
transerrano". Las mismas comprendían "... los
parajes de Nono y Tilahanén, que incluían las tierras de
Canchisaca (también conocida como Chanquinchona), Pisiscara
(o Altaptina), Paha (tal vez, entre Altaptina y 'el río de
los Sauces abajo'); Tilahenén (Río de los Sauces, donde sale
de la sierra); Soconda (al sur de Ciénaga de Allende) y
otras más".
Después de que fueran propietarios la Compañía de Jesús y el
Capitán Gregorio Díez Gómez, quedan en manos de Ana María
Bustos y Albornoz como dueña inequívoca de la estancia de
Panaholma y el Potrero de Altaptina. Esto es en el año 1689.
En división de condominio el Potrero de Altaptina, que pasó
a llamarse Altautina, le correspondió al licenciado Antonio
Bustos y Albornoz, quien en 1728 lo vendió a Sebastián
Ortega, en el sector denominado "El Potrero de Altautina".
En fecha 31 de marzo de 1746, Ortega declara en su
testamento, que está casado con Feliciana Mercado y nombra a
sus cinco hijas como herederas. Menciona nombres de los
distintos parajes que integran su estancia Altautina: "El
Saucecito", "El Divisadero", "La Cuesta",
"Los Altos de Chaquinchuna", "El Rincón",
"Cerro Blanco", "Cuesta del Quebracho".
Le heredaron sus hijas Ana, Amadora, María, Flora y Josefa;
de quienes, por ventas parceladas o bienes hereditarios,
pasaron a otros dueños.
En 1887, don Carlos Agüero, se presenta ante el Juzgado
Civil de 2° Nominación de Córdoba, solicitando la mensura de
su propiedad llamada "Estancia del Carmen".
Distribución de tierras a fines del siglo
XVII - Víctor Barrionuevo Imposti
El 1 de abril de 1866, el cura y vicario con asiento en
Villa del Tránsito, presbítero Francisco Ignacio del Rosario
Aguirre (1823-1892) que, desde 1862 hasta 1869, estaba a cargo del Curato de San Alberto con
asiento en El Tránsito, envió un
oficio al Canónigo Honorario de Córdoba Dr. David Luque (1828-1892), comunicándole que don José Agüero, vecino de Altautina, ofrecía en donación un terreno en dicho paraje
con destino a la construcción de una capilla y en las
cercanías, una parcela de terreno donde radicar un cementerio.
Los vecinos, por su parte, se comprometían a hacer los
aportes necesarios para la construcción del proyecto.
En el escrito, el sacerdote califica "... el gesto como piadosa confesión y considera viable el propósito, dado
que las capillas en la región se hallan a muchas leguas de
distancia". Agrega que "... la construcción es sólida, siendo
sus murallas de piedra y cal con techo cubierto por tejas,
lo cual permite erigirla en Capilla".
Brinda las medidas de la pieza, "... siendo su largo de
diecisiete varas [14,70 m] y su ancho, de siete varas [6,06
m]".
El Presbítero Aguirre le solicita al señor Obispo que se le
conceda la licencia correspondiente, permitiendo la
habilitación de la Capilla y del Cementerio, facultándolo
para proceder a las bendiciones y sirviéndose tomar en cuenta
los bienes donados, acceda a sus peticiones.
Con fecha 17 de abril de 1866, el Obispo le responde al
padre Aguirre que, "... en vista de lo solicitado
y llevando a cabo tan importantes donaciones, documente en
forma fehaciente esas disposiciones que don José Agüero
realiza a favor de la Iglesia, acerca de la sala para
Capilla y el terreno destinado para Cementerio". Le solicita
que de mayores precisiones con respecto a la ubicación del
terreno contiguo, si es posible la construcción de
habitaciones para los curas y si se encuentra solo o con
otras edificaciones en un patio común. Además, apela a que
don José Agüero salve todos los obstáculos para la
viabilidad de los ofrecimientos.
El historiador Domiciano Osvaldo Herrero rescata que,
el día 30 de julio de 1866 y ante el Juzgado de Primera
Instancia de San Pedro a cargo de Don Pedro Puertas, Don
José Agüero y su esposa Jesús (SIC) Romero hicieron donación de un
terreno con una casa, ubicado en su estancia, a favor de la
Capilla de Altautina, a erigirse en ese lugar. En el mismo
acto, donaron un terreno contiguo a la futura capilla,
siendo sus medidas "... ochenta y cinco varas de largo, de sud
a norte, por setenta varas de ancho, de naciente a
poniente".
A lo largo de tres años se trabajó en la casa recibida, a
fin de adecuarla a su nuevo destino adicionándole, además,
una sacristía. Las tareas le fueron encargadas a don Juan Vilches.
El mismo Herrero suma que, "... asimismo, se disponía de los ornamentos y vasos sagrados
indispensables, lo cual permitiría el desenvolvimiento del
culto normalmente".
El Cura y Vicario Interino de la Villa del Tránsito Francisco
Ignacio Aguirre es quien encaró las tareas necesarias para la
ejecución de la primera capilla. El 3 de abril de 1869 y para
proceder a bendecirla, el sacerdote le solicita la pertinente
licencia al Obispo Dr. D. José Vicente Ramírez de Arellano
(1858-1873).
En paralelo, le remite adjunto los documentos que acreditan la donación
de la sala para capilla, el del terreno destinado para
plazoleta, el del otro terreno comprado para panteón y lo
referente al lote donde se construirá la habitación para
los sacerdotes.
Estimamos que, a partir de mayo de 1869, se debió haber realizado
el acto oficial de bendición de la Capilla a cargo del padre
Aguirre, descontando el seguro júbilo que habrá tenido con gran
repercusión en las comarcas transerranas.
|
Obispo Dr. D. José Vicente
Ramírez de Arellano |
A fines de este año, el Cura José Gabriel Brochero llega a San
Pedro para hacerse cargo del Curato. A partir de entonces,
ejercería su ministerio sacerdotal en la capilla de Altautina.
Al respecto, el historiador Herrero describe que "... el
eco legendario de su labor en este paraje, llega a nuestros
días, con la emoción de sus añoranzas".
El Cura Brochero, desde San Pedro y acompañado por un peón,
inició su primer viaje por el valle transerrano, tomando el
"penosísimo camino" de herradura por la Cuesta de Altautina;
éste era el
único camino que comunicaba el Departamento San Alberto de
sur a norte. Se dirigía con destino a Ambul, donde debía
ubicar al Padre Francisco Aguirre para que le haga entrega
del Curato de San Alberto que tenía a su cargo y que debía
dejar, al haber sido nombrado Rector del Seminario Menor de
La Rioja.
La senda era sumamente tortuosa y empinada, cruzando de
tanto en tanto por acequias que carecían de puentes y por
zonas muy arboladas que invadían el trazado de la huella.
Imagen tradicional del Cura Brochero, su
firma y de su mano, borrador del camino de la Cuesta de
Altautina
Es el mismo Cura Brochero quien recuerda que en un momento
perdieron la senda; la complicada circunstancia la
rememorará más tarde, diciendo que, "... en el año
’69, iba hacia Ambul, buscando al cura que me entregara el
curato según nota que llevaba y, viéndome desde su casa que
iba extraviado con mi peón, me salió al través con su
comedida madre y me dijo: 'Va usted mal. Venga con nosotros,
descanse en casa y luego le doy un vaqueano que lo lleve a
Ambul'. Desde los últimos días del ‘69 le debo servicios a
la señora Zoraida". [Los Principios, 02/02/1922] (Acceso al
discurso completo).
Al momento de llegar a Altautina, fue recibido por sus flamantes
feligreses que muy gustosos le hicieron conocer la pequeña
Capilla de reciente construcción y que, por especial pedido
del donante del terreno, habían colocado bajo la advocación
de la Virgen del Carmen.
Algarrobo blanco (Prosopis alba)
La pequeña villa estaba formada por un grupo de familias que
construyeron sus viviendas al costado del camino, al igual
que la Capilla. El centro de reunión vecinal era un
centenario algarrobo blanco (Prosopis alba) que aún vive y
que, según cuenta la tradición oral, bajo su sombra, el Cura Brochero escuchaba las confesiones de sus feligreses.
En un artículo del Diario "La Voz" se describe que "... Altautina
creció congregando alrededor de este algarrobo caballadas y
vacadas, oficiando asimismo de posta para viajeros, reuniendo
destinos, soledades, rumbos y anhelos. El añoso y ancho
algarrobo, imperturbable frente al tiempo que nada perdona,
sigue siendo para Altautina ese gigante
bonachón que agrupa a la gente, ahora a salvo y para siempre
de la tala indiscriminada a que fueron sometidos sus pares
desde comienzos del siglo XX, hasta diezmarlos, como lamenta
el escritor villadolorense José María Castellano (1924-2013)
en su novela testimonial 'Réquiem por el árbol' de 2004".
Bajo "El Árbol Dulce", tal como lo llaman, una placa recuerda que,
por decreto de fecha 8 de mayo de 1878,
el Gobierno de la Provincia de Córdoba estableció una posta
en Altautina
designando Maestro de Posta a don Magín Peralta.
Al respecto, Herrero expresa que, "... ubicada en torno al
viejo algarrobo, fue un alto en el camino transitado por tropas
de carretas, las diligencias, los chasquis mensajeros, los
viandantes lugareños y las tropas de ganados, hacia distintos
rumbos de nuestra geografía". |
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Una vez hecho cargo del Curato de San Alberto, el Cura
Brochero dirigió la obra de reconstrucción de la Capilla.
Durante esos tiempos de trabajo, detrás de la capilla, el
sacerdote se había construído una rústica pieza de lajas
apiladas donde se guarecía cuando debía permanecer más de un
día. Es lamentable que, dado su valor histórico, la misma no
haya sido conservada.
Precaria vivienda utilizada por el Cura Brochero
"Un largo camino
evangelizador: el Obispado de Cruz del Eje" - Liliana
de Denaro
Liliana de Denaro en su libro "Un largo camino
evangelizador: el Obispado de Cruz del Eje"
consigna que Brochero, "... en sus frecuentes travesías
y para asistir espiritualmente
a los enfermos o acercarse a sus feligreses, descubrió que
crecía un bosque de álamos y decidió utilizar su madera para
techar la casa de ejercicios y el colegio. Entonces convocó
a los vecinos para realizar una expedición al lugar y
arrastrar los troncos hasta el lugar de la obra".
Brochero organizó verdaderas mingas con los vecinos que,
hacha en mano con decidido empeño y voluntad, aprovechó los
bosques de quebracho y algarrobo para transformarlos en
vigas y tirantes para los techos de la Casa de Ejercicios
Espirituales y Colegio de Niñas de Villa del Tránsito. La
capilla de Panaholma muestra en su techo y en el entrepiso
del coro alto el uso de este maderamen.
Cuesta de Altautina. Los primeros años de la Capilla.
En 1870 debió trabajar el Cura Brochero en el camino de
herradura de la Cuesta de Altautina, como parte de la única
vía de comunicación que recorría de norte a sur el
departamento San Alberto, era muy necesario para la tarea de
evangelización y el transporte de los materiales.
Años después y en una carta al Jefe Político D. Severo
Cortés de fecha 25 de diciembre de 1910, el mismo sacerdote
apuntará que "... en el
primer año de mi Vicaría en San Alberto hice el camino de
herradura para dejar los dos penosísimos caminos que
encontré en Altautina cuando vine". Posteriormente, por iniciativa del Pbro. José Martínez,
Brochero se esforzó para transformarlo en camino de ruedas,
por lo que recurrió a las autoridades provinciales buscando
el apoyo necesario para la obra. Conseguido éste, "... se
principió la obra y se terminó con toda felicidad en pocos
meses, quedando algunos inconvenientes penosos,
especialmente en el trayecto de la Cuesta del Agua de los
Bueyes".
La primera referencia a la Capilla Ntra. Sra. del Carmen
dentro del Curato de San Pedro fue a mediados del año 1872
en que asistió al lugar el "ayudante" Pbro. Facundo Bejaramo.
En el libro de Bautismos de San Pedro, quedó registrado que
Brochero bautizó en la Capilla del Carmen en noviembre de
1873, 16 de enero de 1874, 25 de julio de 1874 y 14 de
octubre de 1875.
En el año 1880, ante el paulatino deterioro del templo a
causa del paso de los años, Brochero decide reconstruir la
capilla.
Un vecino de Villa Dolores fue el artesano que fabricó las
campanas. De origen chileno, Don Fructuoso Mercado tenía su
herrería frente a la Plaza Mitre, y en la campana mayor se
estampó el año 1881 correspondiente a la fecha de su fabricación. Según
historiadores transerranos, ambas campanas fueron trasladas
a lomo de mula hasta su emplazamiento final en la Capilla.
Dentro de la mensura realizada por el agrimensor Justo P.
Balmaceda en el año 1886, se deja constancia que "... allí se encuentra la
Capilla de Nuestra Señora del Carmen". [A.H.P.C. Civil 2º,
Año 1887, leg.3, exp. 3]
En el frontispicio del templo se podía leer la fecha "1896",
ésto se debía a que, en ese año, el templo fue refaccionado
ampliando sus dimensiones. Más adelante los vecinos
decidieron reducirlo a una sola nave.
Dada la gran extensión del Curato de San Alberto, con la
falta de caminos que dificultaban la atención de los
feligreses y ante reiterados pedidos, el Obispo Fray Juan
Capistrano Tissera (1884-1886) accedió a la disminución de
su territorio, creando el Curato de Tránsito por decreto
del 4 de agosto de 1885, designando al frente del mismo al
Pbro. José Gabriel Brochero. [Cf. A.A.C. Libro de Autos,
1867-1905, F.69/70]
Altautina quedó dentro del Curato de San Pedro Apóstol,
junto a las Pedanías de San Pedro (sede), Carmen y San
Vicente, razón por la cual quedó fuera de la jurisdicción
del Cura Brochero haciéndose cargo el Pbro. Facundo Bejaramo
desde el 1º de mayo de 1885 hasta el 9 de junio de 1887. El
Pbro. José López cubrió un interinato de pocos días,
sucediéndole el padre José Domingo Martínez, desde el 25 de
julio de 1887 hasta el 17 de septiembre de 1902.
El Departamento de San Alberto, creado en diciembre de 1858,
en el gobierno de Mariano Fragueiro (1858-1860), con sus
3.327 km2, actualmente está dividido en siete pedanías:
Ambul, Carmen, Nono,
Panaholma, San Pedro, Tosca y Tránsito.
La Pedanía Carmen, que tomó su nombre de la Virgen Ntra.
Sra. del Carmen, tiene como cabecera el Pueblo de Altautina.
Su arquitectura.
Está ubicada a la vera de la Ruta Provincial 305.
Su fachada, muy simple, está orientada al sur-suroeste,
retirada 8,50 m de la línea de vereda. Una verja de
mampostería y reja metálica produce frontalmente el cierre
del predio.
El imafronte está constituido por un plano rectangular
horizontal sobre el que se asientan dos espadañas y el
hastial. Ambas espadañas, aunque no se manifiesten en
fachada como iniciadas desde el suelo, están por fuera del
ancho de la nave.
En el eje de simetría, un portal de madera de dos hojas
batientes con doce tableros, esta bordeado por una moldura
que supera el dintel plano, en arco de medio punto. A ambos
lados un zócalo fue terminado en igual color que la referida
moldura.
El lado superior del rectángulo esta bordeado por una
pequeña cornisa igual a la del tímpano del hastial. Las
espadañas tienen el vano terminado en arco de medio punto,
alojándose en el de la derecha las campanas de 1881. Ambas
espadañas terminan con un tímpano coronado en su cúspide por
sendas cruces forjadas en hierro.
La capilla esta resuelta en una sola nave de 15,46 m de
largo por 4,09 m de ancho. Esta techada con una estructura
formada por 8 cabreadas de par y nudillo reforzado y seis
correas sobre las que se toma la cubierta de chapas de zinc
pintadas. La estructura está a la vista teniendo su cumbrera
a 6,84 m del nivel de piso.
En el paramento oeste están las aberturas que proporcionan
luz al recinto: dos rajas y una ve. El paramento este solo
tiene el vano de ingreso a la sacristía.
En el presbiterio, sobreelevado 40 cm y con una profundidad
de 4,15 m, está el retablo de mampostería donde 4 columnas
circulares generan tres calles, cada una con su hornacina
bordeada con una moldura, alojándose en ellas las
respectivas imágenes. En
la central, la Patrona Virgen Nuestra Señora del Carmen, del
lado de la epístola; San José y el Niño y del lado del
evangelio, San José del Rosario Brochero.
A la derecha, un vano con arco de medio punto rebajado
comunica con la sacristía que tiene 6,96 m de largo por 3,92
m de ancho. En esta abertura puede medirse el espesor del
muro: 1,22 m.
El techo está formado por vigas de algarrobo canteado a
hachuela y chapa de zinc; el piso es de ladrillones y tiene
puerta y ventana a la explanada que esta en el lateral este
de la capilla.
El montarás caserío de Altautina en traslasierra, al costado
de las rutas principales, casi sin vecinos permanentes, se
escapa del mapa en respetuoso silencio con una paz total.