Síntesis

La Iglesia Nuestra Señora del Rosario de La Higuera, Departamento Cruz del Eje, Córdoba (Argentina), se asienta sobre tierras pobladas por distintas étnias y entregadas, a fines del siglo XVI, en carácter de Merced a Francisco Velázquez. La magnitud del territorio se extendía desde el Valle de Cantapas hasta el de Punilla. Los sucesivos propietarios apelaron a desplazar a los indios de Quisquisacate a zonas improductivas, en particular a la zona que con los años devino en el pueblo de La Higuera. Es así que en el lugar quedó radicada la familia de Macat Henen (pueblo del Cacique Macat). La actual Capilla fue construída a partir de 1879 sobre los restos del precario original oratorio y aportes del vecino Josué Vázquez de Novoa. Es bendecida en mayo de 1886.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO

 

He querido escribir, más que nada vivir
intensamente,
estar en el aroma, en la médula de las cosas.
Tantos fantasmas dijeron amarme
y sobre ellos me derramé como la lluvia de anoche.
La que ame fantasmas se convertirá en lluvias,
largas lluvias en la aurora.
Irán enamorándose los árboles, la apasionada tierra de tu espacio
y te poseerán los duendes mensajeros de la celosa señora soledad
y será ella el sol que entra por tu mañana
y el agüita mansa que se filtra y ocupa tu casa vacía
y la fibra misma de tu pétalo y tu camino.

Canto de la Pachamama

Etnairis Rivera (Fragmento)

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Volvíamos de visitar la Estancia de La Candelaria. El número de veces que lo habíamos hecho, en sí mismo, no tenía demasiada significación; lo que importaba era que, por primera vez, nuestra opción no era la de regresar hacia Punilla sino seguir hacia el oeste en búsqueda de La Higuera.

En el camino cruzamos el Río San Guillermo el que nos devuelve una amalgama donde sierras y agua se afanan en construir una escenografía que nos subyuga.

Unos kilómetros más adelante, Cruz de Caña se descubre a nuestro paso.

 

 

Nos detenemos el tiempo necesario para reconocer el lugar y conversar con un lugareño quien nos explica el origen del nombre del Pueblo. Según su relato la zona era el obligado paso de los troperos que transportaban mercancías y ganado desde y hacia Chile. Cuenta la tradición que en la Posta del lugar se detuvieron dos contingentes cuya camaradería inicial terminó en una disputa a cuchillo entre dos hombres. La muerte de uno de ellos y su entierro obligó a improvisar una cruz con cañas del lugar. Aún cuando esta historia nos lleva a asociarla con el origen del nombre de Cruz del Eje o de tantas otras ciudades con similares justificaciones históricas; entendimos que, tan solo por reiterada, la historia no tenía porque no ser cierta.

Vueltos al camino de ripio ingresamos en un serpenteante derrotero serrano que nos atrapó por su belleza. Aquellos días de finales del invierno se entretenían tiñiendo las laderas con pinceladas ocres, doradas e incluso rojas intensas.

Entre aromos, orcos quebrachos, algarrobos, molles, chañares, coco, talas, piquillines y mistoles, los rayos de luz juguetean iluminando, aquí y allá, los primeros verdes y los inevitables terracotas.

Un zorro gris se asomó curioso desde detrás de unos alambrados y si se quiere, con un dejo de aburrimiento, tan solo optó por seguirnos con la mirada mientras desaparecíamos con la siguiente curva.

Comienza un suave descenso; estamos ingresando al Valle de Cantapas, la vegetación serrana deja paso a la de llanura, los espinillos y romerillos se multiplican. La Higuera ya la intuímos cercana.

 

Las lecturas asociados a la zona remiten a la presencia de los comechingones al momento de la llegada de los españoles al lugar. Las distintas “familias” se identificaban como tuliahenen, yemelen, cantabuca, suluhenen, cantapas y tantas otras. Todas ellas, con mínimas variaciones, respondían al patrón de vida sobre el que ya nos hemos extendido en otros espacios de esta Web.

La disección de las tierras cordobesas efectuada por Jerónimo de Cabrera bajo las pautas del sistema de encomiendas significó para el Capitán Don Francisco Velázquez (en algunos casos se lo identifica como Blázquez) la apropiación en carácter de Merced de una superficie cuyos límites se perdían literalmente en la inmensidad, desde el Valle de Cantapas hasta la Punilla. Esta entrega ocurrió con anterioridad a 1585 ya que un 25 de junio de dicho año, cuando Don Luis de Abreu de Albornoz se ve también beneficiado con tierras en la zona del Valle de Punilla, lo hace bajo documentación que acredita que lo que recibe es: "... un pedazo de tierras en el valle de Camín Cosquín que llaman Buena Vista, desde linde de Francisco Velázquez en una Barranca Bermeja de un pueblo viejo de los indios de Quisquisacate, el río arriba hasta linde de Tristán de Tejeda, que es cerca del pueblo de Pucharaba en el dicho valle y de ancho media legua de cada banda del río...".

Lucía de Grados, esposa de Don Francisco Velásquez, heredará las propiedades al momento de enviudar. Contraerá nuevas nupcias con Don Juán Alvarez de Astudillo hijo de Vasco Hernández Godínez natural de Jerez de los Caballeros y Francisca nacida en Talavera de la Reina.  Vasco de Astudillo, Escribano Visitante en Santiago de Chile y Escribano de la Caja Real de La Serena, era propietario junto a su esposa de la estancia de Pachingo, en el valle de Limarí en la zona de La Serena.  

Conforme las normas vigentes que impedían fundar pueblos en tierras ocupadas por nativos y dado que la calidad de las mismas las hacían apetecibles para Don Juan Alvarez de Astudillo, éste apela a la argucia describiendo a dichos territorios como zona inviable para la agricultura por la aridez propia de la falta de agua y aconseja, para preservar la vida de los naturales, su traslado a zonas más fértiles. Esta presentación se realiza al entonces Gobernador de Tucumán Licenciado Don Pedro de Mercado y Peñaloza. El funcionario había asumido sus funciones en 1595 y era descripto por el Sacerdote Jesuíta Padre Pedro Lozano como "… caballero de gran valor, que le fue forzoso tener en ejercicio contra los barbarísimos Calchakíes, los cuales en su tiempo se tornaron a revelar, amenazando la existencia de Salta y San Miguel de Tucumán".

Don Juan sabía muy bien a quien dirigía su pedido, el Gobernador tenía una acumulada experiencia en los procesos de erradicación de comunidades aborígenes; los Quilmes de los Valles Calchaquíes supieron sufrir su metodología.

Una vez aprobado el pedido, las comunidades fueron movilizadas a las actuales tierras de La Higuera. 

A la muerte de Don Juan A. de Astudillo y de Lucía de Grados, las vastas propiedades pasaron a manos de su nieta Lucía de Loyola quien vende en 1658 a Pedro Bustos de Albornoz, hijo del matrimonio Luis de Abreu de Albornoz y Catalina de Bustos la fracción descripta como ”… Barranca Bermeja de un pueblo viejo de los indios de Quisquisacate  …”.

Estas circunstancias históricas concluyen en explicar por qué los españoles se desentendieron de las improductivas zonas de la actual La Higuera lo que no significa que la vida hubiese dejado de existir en el lugar: todo lo contrario, las tierras y la historia de aquellas "familias" han logrado sobrevivir hasta nuestros días con el nombre identificador de Macat Henen (Pueblo del Cacique Macat) o Macatiné.

La Higuera, heredera de tan profunda historia late sobre la ruta provincial 15 entre Villa de Soto y San Carlos Minas a unos 200 km de Córdoba Capital.

 

 

La zona con pictografías, petroglifos, morteros, puntas de lanzas y flechas expone las huellas indelebles de una civilización comechingona que se ha sabido conectar directamente y de un modo irrefutable desde aquel pasado con las actuales generaciones de habitantes de La Higuera.

 

Morteros sobre las márgenes del Río Pichanas

 

Río Pichanas

 

La actual Capilla, habilitada hacia 1886, es levantada practicamente contigua a las mismas ruinas de la anterior. La construcción se comienza en 1879 a partir de los aportes económicos del vecino del pueblo Don Josué Vázquez de Novoa cuyos restos fueron sepultos en el atrio de la misma.

 

Juana Vázquez de Novoa

 

El cronista de la visita pastoral que efectuara el obispo de Córdoba (1884-1886) fray Juan Capistrano Tissera (1825-1886), en su visita pastoral por el curato de San Carlos Minas, comenta:

“... A las doce de la mañana del día 28 de marzo de 1886, habiendo salido el 25 del mismo mes, llegó Su Señoría Ilustrísima al lugar denominado La Higuera, limítrofe de Minas, en donde está inhabilitada la capilla y trabajándose en una nueva, espaciosa y sólida, que ya está al concluirse. Pertenecía al curato de Cruz del Eje. Allí administró confesiones. Y siguió luego a Rara Fortuna, bajo la jurisdicción de San Carlos Minas, donde dejó el carruaje, y á caballo llegó el 30 de marzo a la capilla de la Ciénaga del Coro."

 

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               Hay historias que no tienen por qué ser necesariamente ciertas. En algunos casos, imaginación mediante, bastaría con que se asemejen a lo que uno desearía que fuesen. ¡Esta, ... ésta es una de ellas!

Los cajones que supieron amparar a las mejores prendas lucían vacíos. 

Uno tras otro desfilaron frente al manchado y único espejo de cristal de la vieja casona de adobe. Se veían altos, erguidos, firmes. Las espaldas, hasta ayer dobladas de campo; hoy, se mostraban erectas aún y a pesar del omnipresente cosquilleo en la molesta cintura. 

El hombre fue el primero: peinó su bigote y sus tupidas cejas; tomó un poco de distancia ajustando el pañuelo a su cuello para luego, con esmerado cuidado, volcar el sombrero ligeramente hacia atrás mientras se aseguraba que asomasen tan solo aquellas canas nacidas de las experiencias propias de su edad. Supo admirarse mientras corregía con delicadeza la visión de la cadena que se sumergía en lo profundo del bolsillo de su saco atrapando el reloj que su padre le legara minutos antes de su muerte. Sus pómulos se expresaban hundidos, su rostro curtido, sus ojos profundos y teñidos del negro abismal de las ausencias. 

Ella se acercó con respeto y esperó su oportunidad. Tal como debía ser, se vio convertida en una robusta matrona. Disfrutó del aroma de las aguas de rosas con que había humedecido sus cabellos a los que estiraba con firmeza hasta enredarlos en su oculto y disimulado rodete. Sujetó, justo debajo de sus pechos, el único botón de su saco buscando dibujar una cintura perdida en la lejanía del paso de los años. Con sus manos, expandió el largo faldón que convertía a su cuerpo en pura imaginación solo revelable a su único hombre. Por último, miró sus manos: dedos largos, finos, interminables, de uñas gastadas y carnes rugosas. Mientras se alejaba del espejo pensó que no le gustaban sus manos. 

El hijo mayor ocupó el sitio. Al verse, se apreció moderno con su moño, con su rostro afeitado a navaja y con la adecuada conjunción de tiradores y cinturón. Con gesto provocador, se ladeó el sombrero. Demoró tiempo, mucho tiempo mirándose; era el heredero y el saberse deseable por las jovencitas del pueblo lo ponía bien. 

Con timidez, sus hermanas ocuparon su lugar, las dos juntas, al mismo tiempo. Se medían, se comparaban, se veían tan iguales, tan copiadas, tan repetidas. Sabían que tan solo allí, frente al cristal, podrían mantener la mirada en alto; en la calle, siempre hacia el piso. 

En todos predominaban los tonos marrones, tostados y beige, ropa comulgada con la tozudez de la tierra del campo.

Salieron uno detrás del otro. Eran poco más de las dos de la tarde. En la calle subieron al carro que, cansino, los llevó hasta la plaza del pueblo.

Bajo un sol ardiente, los esperaban dos sillas y un fotógrafo venido de muy lejos.

El hombre con su mujer ocuparon las sillas al tiempo que los hijos se ubicaron de pie detrás de ellos. Una blanca paloma tomará vuelo haciendo que el momento se congele sobre el papel sensible.

Distante y en silencio, el perfil de líneas difusas de la capilla enmarca sus espaldas componiendo así un conjunto que, dibujado en vívido gris plata, devendrá, con el tiempo, en anciano e inexorable sepia.

 

Datos complementarios:

Desde 2007 se ha instaurado que la fecha de fundación de La Higuera es el 1º de agosto: Día de la Pachamama.

La primera conmemoración se efectúo dicho año centralizando los actos en la Plaza del Pueblo "José Gabriel Brochero". Se construyó un pozo ceremonial conocido como "apacheta" identificándolo con piedras y se lo colmó de ofrendas para agradecer a la Pachamama lo recibido durante el año transcurrido, tal las pautas de la tradición ancestral.

Un testigo privilegiado de la fiesta fue, con sus líneas coloniales simples, la Capilla Nuestra Señora del Rosario.

 

Foto publicada en "Historia de la Iglesia en la Argentina"

 

Coordenadas:

Latitud: 31º 00’ 49,15" S

Longitud: 65º 06’ 11,01" O

 

 

 

 

Fuentes de consulta:

  • BRUNO, Cayetano: "Historia de la Iglesia en la Argentina". Volumen duodécimo. Editorial Don Bosco. Buenos Aires 1981.

  • LOZANO, Pedro: "Historia de la Conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán" - 1745

 

 

 

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