NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED o CAPILLA DE MERCEDES

El guante perdido por la bailarina dama de blanco (*)
La
Plata, es agosto de mediados de los '70.
El
frío y el sueño castigan las ganas de tener los ojos abiertos.
El ñato once doce es verde botella, algo golpeado, ruidoso,
larga humo negro cuando acelera y chilla con olor agrio cuando
frena. Correrlo quita el frío; pero, hacerlo mientras se fuma es
un desafío que orilla la estupidez y deja sin aire.
No
lleva más que unos pocos segundos sentarse en los últimos
asientos del avejentado micro y dormirse mientras la colilla del
cigarrillo cae al suelo sin que haya fuerza que logre mantenerla
entre los dedos.
Misterios del cerebro pero, unas cuadras antes de llegar, uno
siempre se despierta. Todos los días igual, en el mismo lugar.
La
fábrica metalúrgica te traga en la oscuridad del muy temprano.
Solo unos minutos para cambiarte en el vestuario, saludar algún
compañero, cruzar frases de ocasión y luego, sin más, nueve
horas de rutina.
Esta
vez, el día iba a ser distinto y empezó con un:
-
¿Te enteraste, flaco, lo que pasó en Elsieland?
Sabía bien lo que era el boliche Elsieland de Quilmes. Tenía
claro que no iba cualquiera; de hecho, ninguno de nosotros había
podido conocerlo por dentro. El saco y corbata de una época
apenas anterior, el sport elegante de estos días, el valor de la
entrada, el costo del viaje desde La Plata hacían que fuese una
categoría a la que no podíamos acceder. Sabía algo más: que la
música y las luces eran únicas e incomparables, que las chicas
entraban gratis y eran las más lindas de toda la zona sur del
Gran Buenos Aires. En fin, todo éso conocía de Elsieland; lo que
no sabía, era lo que había pasado.
-
Hace quince días. ¿Seguro que no lo sabés? Todo el mundo está
hablando de éso. ¡No puedo creer que no lo sepas!
Más
que interés me empezó a hacer ruido la bronca de ser el único
nabo que, por lo visto, ignoraba lo que ya conocían todos.
- Un
flaco fue a bailar hace dos semanas y se levantó una mina de
aquellas, preciosa, única. La pendeja parecía de 15. ¡Raro para
el lugar! ¿No te parece? Pero bueno, por ahí tenía más. Tal vez
por lo del vestido blanco onda quinceañera. Cara de nena, rubia,
hermosa, una muñequita. En concreto, se bailaron todo, móvido,
lento. ¡Todo! El flaco no podía creer lo que estaba ganando. En
un momento, tipo 2 de la mañana, la piba le dice que se tiene que
ir, que vive en Ezpeleta. El pibe le ofrece acompañarla, se
toman un bondi y bajan en la Estación de Quilmes donde deciden
tomar un café. Están en éso cuando a la mina se le cae la taza
manchándole el vestido que limpia, como puede, con servilletas
de papel. Se toman el 219 hasta unas cuadras antes del
cementerio de Ezpeleta donde bajan y caminan hasta la puerta de
la casa, ahí franelean un poco, se besan, se despiden y acuerdan
encontrarse al siguiente sábado ... ¿me seguís?
No
tan solo lo seguía; por el contrario, me estaba interesando cada
vez más en saber en que terminaba el relato.
-
Una semana después el flaco va a la casa a buscarla, lo atiende
el padre quien lo mira y escucha sin decir palabra. El momento
se cortaba con una yilé. ¿Sabés por qué? ¡Es de no creer! Porque
la mina, veinte años atrás, el día que había cumplido los
quince, en plena fiesta, se había muerto. ¿Entendés lo que te
digo? Estaba muerta, re morida. El pibe insiste con la cara, la
ropa, los gestos, como hablaba ... todo coincidía, no podía ser
otra. Te la hago corta, al otro día se fueron al cementerio, a
dos o tres cuadras de la casa,
abrieron el jonca y ¿sabés con lo que se encuentran? Con ella
como si se hubiese muerto hace diez minutos, todo igual; salvo
un solo detalle: una mancha marrón en el vestido. ¡El café! ¿Te
das cuenta? El flaco se va hacia la puerta y por el espanto
empieza a golpear la puerta, la golpea, la golpea, se vuelve
loco y la golpea y no para de golpearla ... más y más.
TOC,
TOC, TOC.
-
¡Señor, señor, despierte señor! - repite una voz desde algún
lugar.
Los
golpes contra la ventanilla del auto me despiertan
mal, muy mal. Me había detenido a dormir una siesta a la sombra
de un viejo molle al costado del camino que, agotado de tierra,
me llevaba de Villa Ascasubi a Pampayasta. Un desaprensivo
almuerzo en Río Tercero y el calor habían sido la peor
combinación para arruinar un sereno dormir donde a mi cabeza se
le ocurrió rescatar recuerdos de hace 40 años y convertirlos,
sin permiso alguno, en sueños malos.
-
Señor, señor - repite la voz desde afuera.
Bajo
la ventanilla y frente a mis ojos una jovencita me mira con ojos
celestes, profundos, absorbentes, pícaros, alegres. La sonrisa
me envuelve. Los cabellos dorados juegan en el aire gambeteando
la brisa. Toda era delicada, femenina, suave. Toda era serena y
dulce. Atino a murmurar algo así como "¿qué necesitás?".
-
Que me acerque a Pampayasta; perdí un guante y creo que ha sido
allá. Es muy importante para mi y necesito recuperarlo. Ha de
haber quedado en el boliche de Severo Andrada a la entrada de
Pampayasta Norte.
Acepto sin, todavía, haberme terminado de despertar. Tal vez por
éso es que accedo. ¡Quizás, por éso!
Se
sienta a mi lado y por unos minutos no cruzamos palabra alguna.
Le digo si sabe cebar mate y me dice que sí, que le gustaría.
Con habilidad toma el equipo que está detrás de su asiento y
comienza con la tarea. Lo hace bien, espumosos, sabrosos. Con el
mate se rompe el hielo, empezamos a hablar: de nuestras cosas,
historias, sueños, proyectos. Por momentos es una niña, luego la
veo grande, muy mayor; a veces de 20 y a veces de 40. No sé por
qué la veo de tantas formas distintas.
Empieza a reirse, me contagia. Nos reímos. La risa se
multiplica, rebota, entra y sale del auto. ¡Nunca me había reído
tanto!.
Tal
vez por la risa no veo un pozo y no puedo evitar el barquinazo.
El mate vuela por el aire y cae sobre ella y su vestido. Freno y
trato de ayudarla a limpiarse; es inevitable, la mancha verde no
sale y se confunde con otra que, descubro, es marrón y otra más
que es color rosa vino.
Ella
se ríe otra vez; me tiento y comienzo a reir junto a ella.
Ya
llegamos a Pampayasta y al almacén de Severo Andrada, la dejo y
acuerdo encontrarme a la vuelta una vez que termine de relevar
fotográficamente la Capilla de Nuestra Señora de la Merced.
- Te
espero acá - me dijo.
Pongo primera, acelero, me hundo de nuevo en el camino
polvoriento y pienso: "saco las fotos lo más rápido que pueda y
vuelvo para estar junto a ella".

(*) El anterior es un relato ficcional inspirado
en la tradicional leyenda fantástica que, con distintos
tintes costumbristas, es originaria de casi todos los países del
mundo; en la adaptación que, a mediados de la década de los
'70, trasladaba los hechos a la zona sur del Gran
Buenos Aires; en los
clásicos que, en años anteriores, ubicaban la escena en el
Cementerio de la Recoleta de Buenos Aires tal el caso de
"La dama de blanco" y por último, en el cuento "El guante de encaje" de María Teresa Andruetto que incorpora, en su versión, a Capilla Garzón y Pampayasta.
Aconsejamos acceder a estos materiales
para que, luego de su lectura, se pueda tener una mejor
comprensión del texto con el que hemos iniciado este trabajo y,
de modo particular, descubrir la razón de los tres colores de mancha en
el vestido de la protagonista.
Sobre las tierras, los naturales, los conquistadores:
Atento que en el espacio dedicado a la
Capilla de San José de
Pampayasta Norte nos hemos extendido con amplitud sobre
esta temática, aconsejamos visitar dichos textos para
encontrarse con el respectivo material evitando así, tener que
reiterarlo aquí.
Independientemente de lo cual juzgamos interesante dedicarle un
tiempo al proceso de arraigo de las comunidades a lo largo del
Río Tercero y las vicisitudes que enfrentaron durante el extenso proceso.
En
general y por las obvias razones sustentadas en que la historia
está escrita por los que ganan los relatos sobre esa etapa se
tiñen de grandilocuentes adjetivaciones a favor de los nuevos
hacendados; por su parte, edulcoradas palabras saturadas de
exacerbado misticismo rodean al proceso evangelizador impuesto por la
fuerza de la espada y el miedo a los naturales del lugar. Bajo
estas pautas, el relato solo deja espacio a despiadadas
descripciones de los aborígenes asociándolos con la maldad, la violencia, la ignorancia, la
crueldad, la vagancia, el pecado y por ende y sobre todo: la herejía.
Una
vez iniciada la distribución de las tierras a través de las
Mercedes, la
zona del Río Tercero en su largo proceso de afianzamiento
poblacional sufrió un penoso período de inestabilidad
producto de la puja por el espacio y sus frutos entre los
apropiadores y los naturales del lugar.
Las
escaramuzas eran frecuentas; algunas por demás cruentas. La
diferencia sustancial de recursos bélicos a favor de los nuevos
colonos se compensaron, durante un tiempo relativamente extenso,
con la diferencia del número poblacional de los naturales. Los
precarios fuertes para oficiar de cierta seguridad a los
primeros y contados aventureros asentados no eran lo
suficientemente aptos para resistir las embestidas de los
malones. Lo complejo de la aún poco explorada y gigantesca
geografía también hacía que el aporte de abastecimiento fuese,
como mínimo, pobre a malo. Estas vías de suministros que
recorrían la traza del los Ríos Paraná, Carcarañá y Ctalamochita,
la más de las veces, eran interceptadas en el camino y concluían
en la pérdida de vidas y mercancías; en este aspecto, el
conocimiento del terreno jugó a favor de
los aborígenes.
Otro factor al que debe darse un especial
espacio es a la pelea que los dos bandos en pugna debían librar
contra las enfermedades y pestes, algunas de las cuales
diezmaban las poblaciones sin distinción de origen con pasmosa
velocidad.

El
Presbítero Pablo Cabrera en "Tiempos y campos heroicos"
contiene una muy interesante recopilación de documentos que nos
permiten, a partir de extraer pinceladas históricas elegidas de
modo aleatorio, reconstruir las vivencias de los nuevos sujetos
a lo largo del proceso de su radicación mientras que, en
paralelo, avanzaba el desplazamiento, la eliminación o la
forzosa integración de las sociedades originarias.
La
ruta desde el norte hasta el Fuerte Gaboto en caso de hacerse
por agua debía encararse ''... con mucho riesgo de la gente y
hacienda, según
declaraba en 1585 un conocedor práctico de dicha ruta y de sus
dificultades, respecto de perderse en el dicho río por efectos
de las grandes tormentas que en él hay."
Pablo Cabrera - "Tiempos y campos heroicos"
(Archivo de
Tribunales de Córdoba) |
Por mayo de 1604, disponen las autoridades de Buenos Aires,
que se someta al cacique Bagual y a sus indios que, después
de haber abandonado el lugar en que estaban reducidos,
puesto fuego a su iglesia, desoído la voz del doctrinante y
asesinado a varios españoles invitaron, en fin, a los indios
de servicio, mansos o domésticos, para que sacudieran
también el yugo del gobierno español.
Pablo Cabrera - "Tiempos y campos heroicos"
(Registro Estadístico de Buenos Aires, tomo
II, año 1860, pág. 27) |
El 17 de mayo de 1610 el gobernador del Tucumán Quiñones de
Osorio, le escribía al rey: ''Ha salido (del Peso) ... con mucho gasto de su hacienda a correr las Pampas,
tierra adentro, con más de setenta hombres de pelea, a hacer
castigos de los indios de guerra por delitos graves que
habían cometido en el camino de Buenos Aires, donde mataron
nueve españoles y les robaron más de treinta mil pesos (oro)
y así mismo haber muerto los dichos indios a Baltasar
González, vecino de Córdoba".
Pablo Cabrera - "Tiempos y campos heroicos"
(Archivo de
Tribunales de Córdoba) |
El Licenciado don Francisco de Alfaro, investido Visitador
manifiesta en enero de 1612: ''... en cuanto a los
indios del dicho distrito de Córdoba que caen en las Pampas
de Buenos Aires, los cuales no han tenido pueblo asentado y
son la gente más sin orden que en esta gobernación hay; y
que han hecho mucho daño a los pasajeros que van al dicho
puerto, se han de procurar atraer asentándolos en los Ríos
Segundo y Tercero, procurando tengan manera de reducción.
Pablo Cabrera - "Tiempos y campos heroicos"
(Correspondencia de Buenos Aires con los
Reyes, Edición Levillier) |
Por esa misma época, José de Quevedo ... haciendo a su turno
la relación de sus servicios, decía a Su Majestad:
''Siendo yo mancebo, en la rebelión de los indios pampas que
mataron a Baltasar González, salimos al castigo de ellos,
siendo como son los más belicosos indios que se conocen en
estas provincias."
Pablo Cabrera - "Tiempos y campos heroicos"
(Archivo de
Tribunales de Córdoba) |
Para 1617, un intento de reducción será conocido como
''Reducción de San Antonio", igualmente de indios pampas,
erigida por Alonso Díaz Caballero, en el establecimiento de
campo de que era poseedor en Pampallacta, a la margen del
Tercero, empadronada, el propio año de 1617 por Meneses, con
anterioridad a las del Cuarto Río. En el acta
correspondiente hácese notar que el cacique Quepetien, en
nombre suyo y de los otros bárbaros allí asentados, solicitó
del Visitador que se los mantuviese en aquel sitio. Pero
éstos, algunos hacía seis años que estaban reducidos en
aquel paraje. Dos de éllos habían sido visitados allí por el
propio Alfaro. En lo que concierne a Yucat o Lacla,
magnífico establecimiento, sito, según la documentación que
me sirve de guía a cuatro leguas del anterior, río abajo, de
propiedad de Juan Dávila y Zárate, encomendero de indios
pampas, la reducción de éstos hallábase, para la fecha
indicada en un estado todavía rudimental.
Pablo Cabrera - "Tiempos y campos heroicos"
(Archivo de
Tribunales de Córdoba) |
En los primeros meses de 1623, un hijo del difunto Alonso de
Salvatierra, sucumbía a manos de los salvajes de la Pampa.
Regresaba también como su infortunado padre, de la capital
bonaerense a la "del Valle de Quisquisacate trayendo
pliegos y cartas de importancia del dicho puerto."
Pablo Cabrera - "Tiempos y campos heroicos"
(Archivo Municipal de Córdoba) |
En 1645, los infieles pampas, alzados en armas contra los
españoles, infestan los caminos tendidos desde la
jurisdicción ríoplatense a la de Córdoba ... quienes obligan
al general Cristóbal de Garay, a efectuar dicho viaje en
aquellos días, asistido de una nutrida escolta, bajo cuya
salvaguarda marchó conjuntamente una tropa de carretas que
iba rumbo a Santiago del Estero.
Pablo Cabrera - "Tiempos y campos heroicos"
(Crónicas de Fray Diego de Córdoba
Salinas) |
A
mediados de 1662, Juan López Fiusa querellóse ante el
Superior, de que gozando como él disfrutaba por concesión de
las autoridades españolas, de la exclusiva para efectuar
vaquerías en las Pampas, algunos convecinos suyos,
terratenientes como él, "habían, con poco temor de Dios"
y sin la anuencia suya, aventurándose a vaquear, una y más
veces, en la expresada región. Y para comprobar la verdad y
justicia de su reclamo, labrose, de acuerdo con la voluntad
del magistrado, una información en el paraje del Fraile
Muerto (actual Bell Ville).
Pablo Cabrera - "Tiempos y campos heroicos"
(Archivo de Tribunales de Córdoba) |
En 1676, un religioso de la Merced, que viajaba, de Buenos
Aires a Mendoza, al amparo de una tropa de carretas, en
momentos que habíase adelantado a la caravana, le salieron
al paso los indios en solicitud del vino de misa o de mesa
de que iría provisto; pero el fraile se los rehusó, quizá en
vista de lo peligroso que eran aquellos bárbaros en estado
de beodez. Le costo caro al cura la repulsa. Los indios le
maltrataron inhumanamente y apoderándose de su persona, si
para llevarle cautivo, si para sacrificarle, no lo sabríamos
resolver. La intervención oportuna de los troperos, llegados
en aquellos instantes, fue para el afligido sacerdote una
tabla de salvación.
Pablo Cabrera - "Tiempos y campos heroicos" |
Por abril de 1678, el gobernador de Buenos Aires don Andrés
de Robles, informaba a S. Majestad que los indios del
mencionado distrito "venían a la siega y a las faenas de
la matanza de ganados para el cuerambre, pagándoseles los
jornales a que se ajustaban". Y añadía, "que sin
tales peones, ambas cosas hubieran sido imposibles; pero
(por desgracia) volvían ellos a la vida vagabunda."
Pablo Cabrera - "Tiempos y campos heroicos"
(Quesada - "Historia") |
En 1680 frente al Comisionado Martín de Garayar expusieron
distintos testigos, por ejemplo el esclavo de José de
Cabrera llamado Miguel manifestó que en "... ocasión de
haber salido con su amo a vaquear junto con veinte
españoles, "les envistieron doscientos bárbaros armados de
lanzas, media lunas que llaman desjarretaderas y bolas de
piedra y algunos provistos de algunos provistos de
alfanjes." Por su parte Blas de Valladares describe a
los naturales como "... gentío pernicioso y muy dañoso,
porque nunca se han querido reducir a población ni a vida de
hombres, sino que como bárbaros andan vagando." El
capitán Juan Robledo de Torres aseguraba que ''... ya
dichos indios no se contentaban con robar las caballadas de
los que iban a vaquear, sino que mataban a los españoles.
Que aunque muchos de esos indios eran bautizados, no
observaban ni guardaban ley. Corrían peligro las estancias
de Córdoba, especialmente las del Río Cuarto, y Río
Tercero."
Pablo Cabrera - "Tiempos y campos heroicos"
(Archivo de Tribunales de Córdoba) |
Hacia 1681 le fue asignada a Alonso Díaz Ferreira o Alonso
Ferreira de Aguiar una zona de suelo ''en el paraje que
llaman la Cruz de Salvatierra [actual
Cruz Alta próxima a la frontera de Córdoba con Santa Fe],
a sesenta leguas poco más o menos, de la ciudad del Suquía,
sobre las márgenes del Río Tercero" ... la zona iba a
lindar río abajo con los terrenos de otra merced hecha al
interesado ... la cual tenía de superficie, sobre la costa
misma de la arteria y a una y otra banda, dos leguas de
largo y otras dos de ancho "... dichos terrenos
hallábanse ubicados "en el paraje de Carcarañá, la estancia
de Juan López Fiusa
y la Cabeza del Tigre". López Fiusa era propietario
además de las próximas y productivas tierras de
Yucat, vecina a los
algarrobales de Lacla. Ferreira de Aguiar transfiere (sin
ocupar el lugar) a Juan José de León y éste al Pbro. Dr. don
Diego Salguero y Cabrera y por fin, a Jacinto Piñero el 25
de febrero de 1690 quien sí se radica en el lugar. Sus
vecinos: Manuel Ferreira de Aguiar (Pampayacta), José
Martínez de Betancur (Masangano), el ya mencionado
López Fiusa (Yucat)
y Lorenzo de Lara en su estancia Nuestra Señora de la Limpia
Concepción de
Fraile Muerto.
Pablo Cabrera - "Tiempos y campos heroicos"
(Archivo de Tribunales de Córdoba) |
En 1694 aparece el sarampión y diezma a los españoles y a
los naturales, con preferencia a estos últimos a causa de su
desaseo habitual, de sus míseras condiciones de alimentación
y de vivienda, de su abandono, de sus vicios inveterados y
de su abyección. Fue para Córdoba especialmente en su parte
sud y sud naciente.
Pablo Cabrera - "Tiempos y campos heroicos" |
El 3 de diciembre de 1700 la Corona dicta un dispositivo:
"Respóndasele aprobando su celo y la proposición que hace de
erección, de iglesias y pueblos en dicho paraje, diciéndole
se participa al Gobernador del Tucumán para que ...
solicite, acalore y fomente esta plantación de iglesias y
pueblos, fundando los precisos y en las partes más
convenientes para el fin de la mejor administración
Cristiana de aquellos naturales ..." De resultas de ésto,
aquellos colonos no confiaron su suerte, su destino a sólo
su robusto brazo y a "las bocas de fuego" de los
piquetes enviados en auxilio de ellos, sino que vincularon
además, con estrechísimo lazo, su presente y su futuro con
los intereses y la salvaguarda de su fe; tan convencidos
estaban, de lo incontrovertible de aquel dicho conocido de
Plutarco: ''es más fácil edificar una ciudad en el aire que
establecer un pueblo sin Dios."
Pablo Cabrera - "Tiempos y campos heroicos" |
En 1718, la viruela cebose furiosa, implacable,
especialmente entre "la gente de color" (los negros)
y los indios, y sus estragos hubieran sido incalculables, a
no haber llegado a Córdoba en aquellos días ... varios
religiosos jesuítas alemanes, que con sus indicaciones
médicas, oportunas y acertadas, hicieron frente al mal,
pusiéronle coto y le arrebataron un sinnúmero de víctimas,
destacándose entre éllos el padre Asperger quien deja
registrado que "murieron entonces más de diez y siete mil
indios."
Pablo Cabrera - "Tiempos y campos heroicos"
(Archivo de Tribunales de Córdoba y Félix
Garzón Maceda - "Medicina en Córdoba") |
Hacia 1728/1730 ya se distinguen capillas u oratorios en
Pampayacta, Estancia
de Rodríguez.
Pablo Cabrera - "Tiempos y campos heroicos" |
En el quinquenio 1740/1745 la audacia de las hordas ...
había venido intensificándose ... cobró mayores bríos,
aspectos inesperados, nuevos, más odiosos, más implacables y
desoladores aún. El pillaje, la cautividad o la muerte y el
consiguiente pánico de los núcleos rurales de población
española, punto de mira ordinario de las depredaciones del
indio, a mérito de las ventajas de su situación, de su
feracidad y riqueza, fueron causa para que en las épocas
indicadas no quedase ya ninguna aldea, casi ningún
establecimiento de campo, haciendas, granjas y cortijos, que
no hubieran sido arrasados por los bárbaros y visto emigrar
a sus dueños, lo mismo a las orillas del río Cuarto que a
las márgenes del Tercero, del Segundo y del de Córdoba.
Podría, pues, decirse con el poeta: "que hasta sus ruinas
habían desaparecido"; sin que se sustrajera al estrago,
a la catástrofe general, ni aún el recinto sagrado: el
templo, la capilla, la ermita, ante cuyas aras aquellos
buenos amigos de Dios, como apellidara Bridaine a las gentes
del campo, depositaban, junto con sus preces y devotas
acciones de gracias, los frutos primeros de su labor, el
opulento racimo, las espigas de oro ... en aquella era de
incertidumbres amargas, de peligros siniestros, de
rapacidad, de exterminio y de sangre, la Providencia veló
porque en uno y otro de los sectores indicados, sud y
nordeste, quedaran a salvo ... entre los ríos Primero y
Seguno, el histórico santuario de la guarnición del Tío, y a
las márgenes del de Nuestra Señora, la heroica, la
invulnerable Capilla
de Rodríguez, una y otra dedicadas a la Madre de Dios,
en el augusto misterio de su Inmaculada Concepción.
Pablo Cabrera - "Tiempos y campos heroicos" |




Sobre la Capilla
Circa 1789, el matrimonio español constituído por José Antonio
Mayorga Escalante y Ana Rosa Iñigo ven nacer en Mendoza a un
hijo a quien llamarán José de la Paz Mayorga. Será él quien,
apenas iniciado el siglo XIX y ya casado desde 1815 con Manuela
Maldonado, se encontrará ocupando estas tierras bañadas por el
Río Ctalamochita.
Afianzados en el lugar el matrimonio gesta seis hijos de los
cuales se rescatan los nombres de Justo (nacido en 1825),
Segundo, Polonio y José Saturnino (éste será quien dará vida a
la Capilla San José).
Según lo que se puede recoger del trabajo realizado por Ilda
Susana
Ughetto de Giraudo ("Parroquia “Sagrado Corazón de Jesús” Oliva - Civitatis
Mariae - La ciudad de María - Historia de la Diócesis de
Villa María") se da cuenta que Segundo contrae
matrimonio con Griselda Domínguez quien, hacia 1880 y
para dar cumplimiento a una promesa, compra "... una
imagen de la Virgen de la Merced. Como la imagen no tenía un
lugar adecuado, su esposo, ... le obsequió la construcción de un
templo".

Don Segundo Mayorga y Doña Griselda Domínguez
Será
el año 1880, entonces, el considerado como data de fundación.
Una
hija del matrimonio de Segundo y Griselda, de nombre Mercedes
Mayorga, contraerá nupcias con Pedro Oyarzábal (hijo de Pedro
Oyarzábal y W. Ponce, bautizado como tal en 1871), con buen
grado de certeza en esta capilla. Existen datos que ubican el
hecho un 26 de marzo de 1897; el acto matrimonial fue refrendado
por la entonces cabecera radicada en la
Inmaculada Concepción de
Villa Ascasubi. Ughetto de Giraudo, en su recopilación, suma
otro casamiento durante el mismo año: se trata de "... Don
José Antonio Mayorga y Doña Manuela Mayorga".
Los
apellidos Mayorga y Oyarzábal se multiplican en las distintas
ramas de descendientes ocupando espacios relevantes tanto en el
naciente mundo social como en el religioso del lugar.


Volviendo a la investigación de Ughetto de Giraudo se da cuenta
que en "... 1913, este templo 'familiar', se reconoció en el
Obispado de Córdoba y se dejó establecida la creación canónica
de la Capilla de Mercedes, en la Iglesia de la Compañía de
Jesús, trámite realizado por el reverendo cura párroco José
Bernard."
José
Anselmo Luque (1856-1930), había nacido en Villa del Rosario
ordenándose sacerdote en 1881. Su destino sería, a poco de
comenzado el siglo XX, el de ser Obispo Auxiliar de
Córdoba/Tucumán hasta su muerte. Será él la primera figura
eclesial relevante que, por aquellos años, recorrería los
espacios de la pequeña capilla, su pequeño bosque circundante y
el adjunto cementerio.
Esta capilla rural, ubicada a siete kilómetros de Pampayasta
Norte sobre la ruta S234, presenta en lo edilicio una particularidad que la
hace claramente distinta al común que la arquitectura religiosa
cordobesa expone en su conjunto. El diseño de la estructura que
contiene ambas campanas remite a una estética más asimilable a
lo que suele verse en capillas del nordoeste; incluso, el color
terracota con el que están pintadas actualmente afianzan esa
primera sensación.

El
frente, entre los dos campanarios muestra el diseño de la
trinidad que por su diseño y color provoca, desde la distancia,
la ilusión óptica de semejar hueco; por sobre éste detalle se
ubica una cruz de hierro diseñada por un herrero de hábiles
manos.

Es
evidente que la capilla ha recibido una serie de importantes
tareas de refacción algunas de las cuales, con claridad, son
recientes. Esto ha permitido que su imagen se muestre en un
estado de buena conservación visual lo que no significa que se
haya respetado la adecuada preservación histórica; en ese
sentido, el uso de cerámicos en la fachada no ha sido una
decisión afortunada.

Por
no haber tenido la oportunidad de ingresar al interior de la
capilla nos vemos en la necesidad de tener que remitirnos a la
excelente descripción textual que Ughetto de Giraudo realiza del
mismo en su trabajo contenido en
"Civitatis
Mariae - La ciudad de María - Historia de la Diócesis de
Villa María":
"El altar ... es de mármol
blanco; sobre el mismo sobresale una inscripción que se lee a lo
lejos y dice: 'Yo soy el Pan Vivo bajado del Cielo'.
Respecto a la Virgen de la Merced, originaria de la familia
Mayorga, la historiadora la ubica en "... la cima del altar",
y la describe como "... pequeña, bellísima, tallada en
madera, con cuerpo de cruz de palo ...". El texto se
extiende en detalles: "... Vestido blanco bordado con
piedras, cabello natural oscuro, banda azul y blanca que coronan
su cabeza."
Ernestina
Oyarzábal, hermana menor de Pedro y cuñada de Mercedes, será
quien sume una nueva imagen en este caso de mayor tamaño y
confeccionada en yeso. Volviendo al texto de Ughetto de Giraudo
nos encontramos que se da cuenta que "en antiguas fotografías
esta imagen inicialmente estaba cubierta con hermosas vestiduras
de seda blanca que luego le fueron quitadas ... ésta es la
imagen que se saca para las procesiones para las Fiestas
Patronales."
Volviendo al
altar, por debajo de la Virgen nos encontramos con el Calvario
que incluye, según lo recopilado en
"Civitatis
Mariae":
"... Jesús crucificado, la Virgen María y San Juan." El
conjunto se complementa con "el Niño y el Corazón de Jesús
... adornados de arabescos dorados y ... coronados con las
banderas Papal y Argentina."
José
de la Paz Mayorga muere, con 79 años, en 1873, mientras que su
esposa Manuela deja este mundo en 1881. Sus restos, junto a
Segundo Mayorga y su esposa Griselda descansan bajo el piso
frente al altar de la capilla.


Datos complementarios:
Las fiestas patronales se conmemoran del 15 al 24 de
setiembre.
Coordenadas:
Latitud: 32º 16’ 27,69" S
Longitud:
63º 35’ 34,25"
O

Fuentes de consulta:
-
Se agradece la especial colaboración del Sr. Aldo Lubatti
-
Ughetto de Giraudo, Ilda Susana -
"Parroquia “Sagrado Corazón de Jesús” Oliva - Civitatis
Mariae - La ciudad de María - Historia de la Diócesis de
Villa María"
-
Presbítero Pablo
Cabrera - "Tiempos y Campos
Heroicos" - Revista de la Universidad Nacional de Córdoba -
Año 14 - 1/2 y 3/4 - 1927
-
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