Síntesis

El Templo dedicado a Nuestra Señora del Rosario se construyó a mediados del siglo XIX en tierras que, en 1590 y en conjunto con los tambos de Quillovil, el Capitán Francisco López Correa y Lemos recibió del Gobernador de Tucumán Juan Ramírez de Velasco y Abalos en carácter de Merced. Nace lo que, en el futuro, será Villa María del Río Seco en el Departamento de Río Seco, Córdoba (Argentina). Estas vastas extensiones irán cambiando de propietarios en varias oportunidades hasta que, en 1796, el Marqués de Sobre Monte inicia el expediente de formación de la Villa en el Curato de Río Seco, asignando la tarea a Bartolomé Echegoyen en junio de 1797. En el faldeo del Cerro de Romero, en la estancia que pertenecía a Mateo Barrera, la capilla y el fuerte serán las primeras construcciones de este asentamiento que fue azotado en muchas oportunidades por los indios abipones. En el malón de 1748, secuestran a la virgen del Rosario la que, rescatada días después, pasará a llamarse "La Cautivita". En esta Villa nació el poeta Leopoldo Lugones.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Fray Zenón Bustos y Ferreyra

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Página Web "Capillas y Templos" está registrada en la DNDA (Ver detalle)

 

 

NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO

 

Una familia trágica en la trágica Argentina (*)

Pirí aspiró hondo y viscoso.

No tenía cianuro; de haberlo tenido, sabía que su coraje no sería suficiente como para usarlo; le faltaría ese valor que tal vez supo tener su abuelo quien, cual estigmatizada sirvienta engañada, enfrentó el dolor lacerante que exprime y desgarra el estómago; que masticó la angustia del movimiento lento de un minutero que convirtió el tiempo en eterno; que apostó fuerte frente a una hipócrita muerte que jugaba a hacerse la distraída hasta agotar su disfrute para, luego, trepar los resbaladizos escalones de venas y arterias hasta masticarle, una a una, sus neuronas llenas de inolvidables poesías.

Pirí comprendió que, como su abuelo, no. ¡Como él, no!

Tragó saliva inundada en sangre. Desarmada como estaba tuvo claro que no recorrería el camino de su padre. ¡Como él, no! ¡Como él, seguro que no!

Recordó la imagen de su hijo Alejandro oscilando suave al impulso de la húmeda y pegajosa brisa de Tigre. ¡Otra vez Tigre! Como su abuelo, de nuevo en Tigre. Sin soga disponible, optó por asociar esa imagen con el mecer suave y adormecedor de una cuna. Se vio acurrucada junto a él dentro de su propia, cálida y materna placenta. Concluyó que, ¡como él, tampoco!

En ese instante, Pirí pensó que sería bueno y desafiante poder sonreir. ¡Entonces, sonrió!.

Le dio placer saberse preparada para enfrentar, con la dignidad de su coherente biografía, el estigma de una trágica familia bosquejada con los negros e impuros trazos de una herrumbrada guadaña hecha suicidio.

Pirí miró fijo a su verdugo, disfrutó viéndolo temblar aterrado. Lo atravesó, lo dividió en viruta de mala apolillada madera, fina e inservible. Lo tajeó, lo hizo estallar en miles de gotas de sudor sucio. Con su mirada helada y coagulada en sangre, estrelló los restos del sádico contra las paredes que, descascaradas y arañadas, dibujaban manos de suplicantes fantasmas previos.

Afirmó sus manos al camastro de hierro al que la unían oxidados alambres. Se elevó en el aire pensando en cuan penosa y torturadora logran ser la poesía, la droga, la utopía. Flotando poderosa, gritó con alaridos convertidos en risas, en carcajadas que, corrosivas y desgarradas, rebotaron y aún rebotan en la herencia de un apellido: - “¿Que sabés vos de torturar? ¡Torturador era mi viejo!".

 

Susana "Pirí" Lugones

 

(*) Apelando a una narrativa ficcional, el relato anterior sobrevuela la tragedia de la familia Lugones iniciada el 18 de febrero de 1938 cuando el poeta Leopoldo Lugones (abuelo de Susana "Pirí" Lugones) se suicida en el Recreo El Tropezón de Tigre ingiriendo cianuro mezclado en whisky. El 18 de noviembre de 1971, se quita la vida su nefasto hijo Leopoldo "Polo" Lugones (padre de Pirí) con gas mientras agonizaba con un disparo que se había auto propinado en el cuello. El 30 de noviembre de 1971, a los 21 años se ahorca Alejandro Peralta en Tigre (segundo hijo del matrimonio entre Pirí y el periodista Carlos Peralta). Como corolario de la secuela, Susana "Pirí" Lugones es secuestrada el 21 de diciembre de 1977 durante la última dictadura cívico militar, conducida a las catacumbas de la tortura conocidas como El Atlético y El Banco bajo dominio del General Guillermo Suárez Mason y finalmente muerta, a los 52 años, en el "vuelo de la muerte" del 17 de febrero de 1978.

 

Leopoldo Lugones, Susana "Pirí" Lugones y Leopoldo "Polo" Lugones

 

Villa de María del Río Seco

Cuando hablamos de Villa de María del Río Seco es muy difícil quitarle centralidad a la vida y obra del poeta Leopoldo Lugones; pero, si tan solo privilegiáramos al escritor pondríamos a la ciudad y su iglesia en un segundo inmerecido lugar apartándonos así, de modo manifiesto, de los parámetros que motivan a esta página. Buscaremos entonces el equilibrio más adecuado y posible.

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Los pueblos originarios

Aníbal Montes, en un manuscrito de 1954, expresa: "El milenario acceso a las sierras del norte de Córdoba, llamado 'Camino de los Sanavirones' tiene una importancia primordial ... por esa vía de acceso llegaron a estas sierras sus primeros habitantes que, desde el Perú y el Tucumán, siguieron el curso del Río Dulce y después tomaron el obligado 'Corredor de Zumampa', que se dirige de Norte a Sur entre las Salinas Grandes y los que fueron grandes bañados, esteros y lagunas del curso inferior del Río Dulce" (Ver texto completo).

El estudio da cuenta de evidencias de presencia indígena entre tres y diez mil años.

El misionero jesuita, nacido en Friedberg en plena Bohemia alemana, Padre Martín Dobrizhoffer (1717-1791) convivió a lo largo de 18 años con los abipones y de hecho, es el responsable de la construcción de la cuarta reducción abipona del Santo Rosario y San Carlos del Timbó en territorios de la actual Formosa. De su experiencia en la convivencia nacen varios volúmenes de imprescindible lectura y que reproducen la vida y costumbres de la comunidad originaria desde la mirada subjetiva del sacerdote. Los mismos llevan por título: "Historia de Abiponibus equestri, bellicosaque Paraquariae natione".

 

 

De dicho material extraemos lo siguiente: "La belicosa tribu de los abipones, de la provincia del Chaco, está asentada en el centro mismo de la Paracuaria, o por decir con mayor exactitud, deambula por ella. No posee lugar fijo de residencia, ni más límites que los que le ha fijado el temor de sus vecinos. Si éstos no se lo impiden, recorren hasta muy lejos de sur a norte, desde oriente a poniente, de acuerdo a la oportunidad de una invasión al enemigo, o la necesidad de hallar algún camino. En el siglo pasado, tuvieron su cuna en la costa norte del río que los españoles llaman Grande o Bermejo, y los abipones Iñaté, tal como lo atestiguan los libros y registros contemporáneos. Pero a comienzos de este siglo, ya sea por haber terminado la guerra que los realistas emprendieron en el Chaco, o por temor a las colonias españolas del sur, emigraron y ocuparon por fin el valle que en otro tiempo perteneció a los indios calchaquíes, pueblo también de gigantes. A pesar de la oposición de los peninsulares, consideran como propio este territorio que se extiende unas doscientas leguas. Sin lugar a dudas en otro tiempo los antepasados de los abipones habían extendido desde estas tierras hasta las costas del Paraguay."

 

 

El Padre Martín Dobrizhoffer elabora una teoría según la cual los naturales del lugar tienen raíces europeas; de hecho llega a plantearse la posibilidad de un vínculo territorial entre Europa y el nuevo mundo que hubiese sido cruzado con facilidad a pie o en pequeños navíos para instalarse en estas tierras. Su razonamiento se sustenta frente a la sorpresa de encontrarse con una civilización con rasgos, para él, inesperados; he aquí sus palabras: "Cuando los pintores reproducen al hombre americano, lo representan de color oscuro, nariz torcida y chata, ojos amenazantes, abdomen prominente, desnudo de pies a cabeza e hirsuto, más semejante en todo a un fauno que a un hombre; monstruo en la forma, corvo de hombros, armado de arco, flecha y clava, coronado de plumas de colores; les parece que han realizado de modo perfecto la imagen del hombre americano. Y en verdad yo mismo, antes de conocer América, me los había figurado así in mente; pero mis ojos me mostraron mi error. Entre los incontables indios de muchas tribus que conocí de cerca, nunca vi aquellos vicios de forma que por doquier se atribuyen a los americanos. Yo he comprobado, que los americanos no son negros como los africanos, ni tan blancos como los ingleses, alemanes o muchos franceses; pero sí mas blancos que algunos españoles, portugueses o italianos. Son en general blancos; en algunas tribus son trigueños, en otras un poco más oscuros. Esta diferencia se debe en parte al cielo bajo el que viven, en parte a su modo de vida, o bien a los alimentos que emplean."

En lo que concierne a la visión de quién es el responsable de regular el equilibrio y funcionamiento de la vida y la naturaleza, la presente anécdota es clarificadora sobre las dos visiones: "Con el cacique Ychoálay, el más sagaz de todos los abipones que conocí, y el más notable en la guerra, me agradaba hablar. ¿No ves esta majestad del cielo, decía yo, y este orden, y esta magnífica fiesta de estrellas? ¿Quién o qué pensaría que ésto es fortuito?, le pregunto. El carro se vuelca, como sabes, si los bueyes no son guiados por alguien. ¿Acaso no es extraño que tantas bellezas del firmamento existieran por azar; estas carreras y estas vueltas del orbe celeste, se gobernaran sin la razón de una mente sapientísima, cómo se cree? ¿Quién te parece que es el autor y moderador de estas cosas? ¿Qué opinarán nuestros mayores de ésto? Padre mío, me respondió Ychoálay, mis abuelos y antepasados solían mirar la tierra en derredor, solícitos para ver si el campo ofrecería pasto o agua para los caballos. Pero nunca se atormentaban en absoluto por saber quién rigiera el cielo, o fuera el arquitecto y rector de las estrellas. El dijo esto; y en verdad no dudo de que así haya sido."

Sobre las capacidades de los abipones el sacerdote es categórico: "El sínodo religioso de La Paz en 1638, consideró que la ignorancia de los naturales debía ser atribuida a la negligencia de los Pastores ... yo mismo conocí a bárbaros muy salvajes, nacidos en las selvas, acostumbrados toda su vida a supersticiones, rapiñas, y muerte, brutos e ignorantes, que sin embargo una vez trasladados a nuestras colonias, por la cotidiana instrucción y el ejemplo de los más antiguos, abrazaron finalmente con gran tenacidad y conocimiento las leyes divinas. Los americanos son de mente tardía, y débil, pero supliendo la habilidad de los maestros a la imbecilidad de los discípulos, se forman para toda humanidad y piedad, como para todo tipo de artes ... De qué modo la disciplina agudiza el ingenio de los indios, hasta cuánto se extienden sus condiciones ... En cada una de ellas encontrarías a indios muy diestros en la fabricación y dominio de los instrumentos musicales, hábiles pintores, escultores, fabricantes de cofres, artífices de metales, tejedores, arquitectos, eximios escribas, y otros que saben dedicarse a toda regla de arte como la relojería o la fabricación de campanas o franjas de oro ... Hubo no pocos, que compusieron libros, y de gran volumen, en tipos no sólo de su lengua materna, sino también en la latina, habiendo grabado ellos mismos el cobre. Saben escribir libros a pluma con tal arte, que los europeos más observadores afirmarían que es obra de un tipógrafo ... Si estas artes se ignoran en todas las demás fundaciones y provincias de América, no debe atribuirse a la estupidez de los indios, sino a la pereza de los maestros que los instruyen."

Por su parte y no siempre de modo pacífico, los sanavirones se mezclaban compartiendo territorios vecinos tanto con los toconotés, los abipones y los mocobíes hacia el norte, este y noreste como con los comechingones hacia el sur. La comunidad sanavirona se extendía desde la zona de Salavina y la llanura nutrida por las aguas de los ríos Dulce y Salado (actual Santiago del Estero) hasta las elevaciones de Sumampa al oeste,  y la zona de Ansenuza (actual norte y noreste de la provincia de Córdoba) hasta las vecindades de la actual provincia de Santa Fe al este.

En su cultura de vida, se evidenciaba una historia ancestral donde la comunión con lo selvático los definía en sus orígenes, al igual que los abipones y mocobíes, con las características propias de la vasta región identificada como Paraguay y las zonas del sur amazónico y andino. El nomadismo, además del hábito de recolectar frutas, propició el desarrollo de altas capacidades para la pesca y la caza de avestruces y ñandúes.

Ese estilo de permanente migración, tanto voluntaria como obligada al momento del ingreso de los españoles en el siglo XVI, los fue llevando hacia el sur y suroeste y a encontrarse con los comechingones iniciando así, conjuntamente con el aprendizaje del arte de la agricultura y la domesticación de las llamas, su proceso de reconfiguración en sedentarios.

El investigador del Conicet Carlos D. Paz, tras un sesudo análisis de las Tesis de Licenciatura que, sobre abipones y mocobies, realizaron Carina P. Lucaioli y Florencia S. Nesis, concluye en esta cuestión lo siguiente: "La base económica de los pueblos que habitaron el Gran Chaco, sin que ésto suponga una simplificación de las particularidades de los grupos, es uno de los puntos mayormente conocidos por la Historiografía. Lo que conocemos de las formas económicas es que las mismas articularon caza, pesca, recolección, incipiente agricultura y labores en los establecimientos productivos asentados en las fronteras. Esta combinación de prácticas, en buena medida, pudo ser sostenida por los indígenas, abipones y mocobíes, por una alternancia de sedentarismo con nomadismo".

De los comechingones, si bien copiaron el estilo de viviendas parcialmente enterradas así como la integración familiar en cada estructura habitable, fueron más allá ya que diseñaron una nueva concepción de estructuras que, por sus características constructivas basadas en estacas y palos clavados en la tierra, paredes de adobe y techos de paja, se podrían asumir como gérmen de los futuros ranchos.

Los pequeños pueblos o comunidades así configurados eran rodeados por cercos de ramas espinosas o plantaciones de cactus que oficiaban de cierto tipo de contención defensiva.

Tenían un espíritu guerrero significativo que los llevó a encarnizadas disputas por los territorios de los comechingones mientras que, en paralelo, resistían bravamente el ingreso y la radicación de los españoles y sus enfermedades y pestes, hasta terminar finalmente diezmados o en el mejor de los casos, mestizados.

Antiguos documentos españoles dan cuenta que "dicha gente es muy belicosa y vienen en escuadrón cerrado y pelean con fuego y flechas y medias picas".

 

Las tierras

A mediados del siglo XVII Acarete Du Biscay realiza un largo viaje uniendo el Río de la Plata con Potosí, del relato posterior recogido en un libro que lleva por nombre "Relación de un viaje al Río de la Plata y de allí por tierra al Perú", podemos extraer el siguiente texto: "Desde Córdoba tomé el camino de Santiago del Estero, que dista noventa leguas de allí. Durante mi viaje, de cuando en cuando, esto es cada siete u ocho leguas, me encontré con casas aisladas de españoles y portugueses, quienes viven muy solitarios. Están todas situadas sobre arroyuelos, algunas de ellas al amparo de bosques, con los cuales se encuentra uno frecuentemente en la región, y son en su mayor parte de algarrobos, cuyo fruto sirve para hacer una bebida que es dulce y picantita, y que sube a la cabeza como el vino; otras casas están en campo abierto y no tan dotadas de ganado como las de Buenos Aires; pero, sin embargo, hay suficiente y en realidad más aun del que se necesita para la subsistencia de los habitantes, quienes también comercian con mulas, algodón y cochinilla para teñir, que produce la zona".

 

 

En el relato del viaje que entre 1771 y 1773 realiza, desde Buenos Aires hasta Lima, el Visitador Don Calixto Bustamente Carlos Inca, alias Concolocorvo y que vuelca en el libro "El Lazarillo de Ciegos Caminantes", se describen las particularidades de los asentamientos, caminos y territorios visitados. Es así, que en lo que respecta a esta zona en particular una vez superada Caroya, Sinsacate y ... "la Estancia del Rey, nombrada Jesús María, que administra Don Juan Jacinto de Figueroa", opta por seguir hacia La Dormida a 16 leguas de Sinsacate atento que "... era mejor camino". Pasa por Totoral y Simbolar donde hay "... agua perenne y varios colonos que son gente de poca consideración ... de quienes no se puede fiar las postas"; para describir, de modo genérico, que: "... todo este territorio hasta el Cachi que es donde concluye la jurisdicción de Córdoba, es de monte muy espeso".

 

En su recopilación refleja que la geografía va diseñando "... a dilatados trechos, unas ensenadas donde están las haciendas y casas de algunos colonos dispersos ... En las haciendas y casas de otros habitadores venden sin repugnancia gordos y tiernos corderos y gallinas a dos reales, y pollos, sin distinción de tamaños, a real. También se encuentran algunas calabazas y cebollas, rara vez pan ... Hay muchísimos arroyos en todas las ensenadas que proveen suficientemente de agua a varios hacendados y otros colonos".

Al llegar a la zona de Las Peñas evalúa que "... hubo población, que se conoce por la ruina de las casas que están en un agradable y dilatado campo, guarnecido a trechos de árboles muy elevados y gruesos, que desampararon por haberse sumido de repente el agua de un río caudaloso que pasaba muy cerca".

Varias leguas al norte se encuentra con "... la parroquia nombrada Turumba en un competente pueblo"; para, luego de atravesar el sitio Los Sauces, dejar al noroeste el pueblo de Guayascate, sortear Los Cocos y el río Los Tártaros del que asegura que se "... resume en la multitud de arena suelta que hay", detenerse en la casa del "... maestre de campo Don Pedro del Pino, hombre acomodado. Tiene oratorio en su casa en que se dice misa los más de los días de fiesta".  

La larga marcha lo depositará finalmente en el sitio que motiva esta página, del mismo dirá lo siguiente: "El fuerte nombrado de Río Seco es sitio agradable con algunos colonos y a sus orillas se aparecía de repente un trozo de río que solo ocupa como media legua y se vuelve a sumir entre las arenas sin ruido ni movimiento extraordinario. En el alto de la población y en la plaza hay una noria muy bien construída y abundante de agua cristalina. Un solo muchacho la mueve y saca agua con abundancia; pero los buenos vecinos que llegan a 30, tienen por más cómodo proveerse del aparecido, que así dicen, que costear las sogas que se rompieron de la referida noria. Es cabeza de partido donde reside el cura y tiene una capilla muy buena y de suficiente extensión. Todo el interior de la jurisdicción está llena de estos ríos ambulantes en donde se encuentra porción de cochinilla sin dueño que aprovechan los diligentes y sacan o benefician grana, que aunque no es tan fina como la del obispado de Oajaca, en la Nueva España, es mucho mejor que el magno de la provincia de Parinacocha y otras de este reino, y acaso en lo interior de estos espesos, dilatados montes, se hallarán otras producciones de igual utilidad. No se internen en ellos mucho los caminantes por el riesgo de los tigres y recelo de perderse en los laberintos que hacen las muchas sendas".  

A mediados del siglo XVIII, el Padre Martín Dobrizhoffer en su "Historia de los avipones" discribirá el lugar del siguiente modo: "Hay un lugar entre Córdoba y Santiago que llaman el Río Seco por su torrente arenoso casi sin caudal con buen tiempo, pero que cuando descienden las aguas de lluvia desde los montes, crece como un río y tiene un curso rapidísimo. Aquí y allí, entre las cimas de los montes, se extiende una planicie rica en increíble cantidad de predios y de ganados de todo tipo y de pobladores".

En la actualidad, Efraín U. Bischoff en su libro "Leopoldo Lugones, un cordobés rebelde" expone, con pinceladas impregnadas de poesía, las características de la zona: "Los aletazos del viento del salitral, la permanente rebeldía de sus cactos, el resignado apasionamiento de sus gentes y las letanías para impregnar el alma de esperanza, insisten en ser signos de un escudo de todo una región de Córdoba en el rumbo norte. Le apremian por los horizontes cercanos las características del bosque santiagueño tumbado por el dolor de su agonía, el ocre resplandor de la leyenda riojana y la frescura litoraleña."

 

La historia

Monseñor Pablo Cabrera en su "Córdoba de la Nueva Andalucía, Noticias etno-geográficacas e históricas acerca de su fundación" relata la siguiente convocatoria expedicionaria de Jerónimo Luis de Cabrera según lo escrito por su escribiente Lozano: "... para lo cual llamó a algunos vecinos principales de Talavera y de San Miguel y a muchos de Santiago, ofreciendo acomodar con buenos repartimientos a los que sirvieran a S. M. y quisiesen avecindarse en la nueva ciudad, y de éstos y de los demás soldados, compuso un ejército, que así lo llamaban, no mereciendo este nombre por el número, pero sí por el valor y animosidad; pues no pasando de cien españoles, se atrevían a emprender lo que pudiera un gran ejército".

Continúa Pablo Cabrera: ".... asignóles por alférez a D. Lorenzo Suárez de Figueroa, por maestre de campo a Hernán Mejía Mirabal y por sargento mayor a Juan Pérez Moreno. Hecho lo cual, púsose en marcha D. Gerónimo con su lucida aunque poco numerosa columna, rumbo a la provincia de Ansenusa, o mejor dicho, al país comechingónico. Venía al lado suyo el representante y heraldo de la Cruz, licenciado D. Franciso Pérez de Herrera, capellán de la tropa y Cura de Españoles y Naturales. El ejército siguió, con toda probabilidad, el mismo itinerario efectuado años antes por Aguirre, cuando su desgraciada expedición hasta el paraje en que fue tomado preso, hecho que, según barrunto, tuvo lugar a inmediaciones de la provincia indígena de Quillovil [o Quillovit, Quelluvel, Quilubel o Quilloamira, vocablos que significarían 'río muerto' o 'río seco']; de allí fue al pueblo del mismo nombre, capital de la provincia, más tarde Río Seco; de Quillovil encaminóse a Guayascate, de Guayascate a Chipitín, de Chipitín a Cunisacate, de Cunisacate a Cavisacate, y sucesivamente, a Chinsacate, Guanusacate, Ministalaló, después de haber pernoctado en un paraje que más tarde llamóse, en mérito de esta circunstancia, la Dormida de Don Gerónimo Luis de Cabrera, y con posterioridad, hasta hace poco tiempo, la Posta de Castellanos".

El camino así diagramado configura lo que se ha dado en llamar "Camino Real del Bajo" que se dibuja paralelo al este del "Camino Real del Alto". Ambos encontraban dos únicos puntos en común: Cavisacate (actual Totoral) y la Estancia Caroya.

Otros historiadores, como Aníbal Montes, corrigen esta ruta asegurando que, luego de abandonar el Río Dulce, se dirigieron hacia el oeste en dirección a Ojo de Agua, después hacia el sur en procura de San Francisco del Chañar y posteriormente, con rumbo a Toco Toco (actual Cruz del Eje).

Ana M. Rocchietti en su trabajo "Frontera: Arqueología e Historia Social" recoge que Jerónimo Luis de Cabrera "... demarcó los repartimientos de la heredad más mediterránea del país entre el 29 de octubre y el 9 de diciembre de 1573. Al norte, habría de extenderse unas 36 leguas (hasta Isacate y Quilloamira); al oriente hasta el río Paraná (donde chocó con Juan de Garay); hacia occidente, unas 50 leguas en dirección a Chile y, por fin, al sur otras 50".

Sobre Quillovit, Monseñor Pablo Cabrera hace una acotación relevante: "Quillovil, Quilubel, Quelluvel y Quillovit: de todas estas maneras aparece el nombre aplicado a dicha comarca, en un buen número de títulos y escrituras del Archivo Judicial de Córdoba, referentes a las tierras mencionadas. Por los propios documentos consta haberse producido, ya desde muy temprano, el intercambio o equivalencia de estos dos temas geográficos: Quillovil y Río Seco y bien pudiera acaecer que el último no fuese sino la traducción del primero al español".

El portugués nacido en Lisboa Capitán Francisco López Correa y Lemos (1547-1630) compartió el grupo expedicionario que ingresó a la actual Córdoba transitando la tierra de los comechingones. Estuvo presente en 1573 en la marcha que incluyó la fundación de Córdoba de la Nueva Andalucía y luego, acompañó hasta el Río de la Plata a Jerónimo Luis de Cabrera compartiendo la fundación del Fuerte San Luis sobre el Río Paraná. Fue entre numerosos cargos, encomendero del extenso Valle de Quisquisacate en 1577, región que actualmente se extiende desde Carlos Paz hasta Cosquín y que, en el siglo XX, fue inundada por el Lago San Roque.

En 1587 el Capitán Francisco López Correa y Lemos habitó hasta su muerte una de las primeras viviendas erigidas en la Córdoba recién fundada. La misma se encontraba en el terreno que hoy en día corresponde a la calle Entre Ríos 40. Radicado en la primigenia ciudad cumplió los roles de Procurador 1576, Alguacil Mayor en 1576, Regidor en varios períodos entre 1581 y 1614, Tesorero de la Real Hacienda de 1582 a 1585; Alcalde Ordinario de Segundo Voto en los años 1586 y 1588.

Según relata Pablo Cabrera el Capitán Francisco López Correa y Lemos recibe, en 1590 y de manos del entonces Gobernador de Tucumán Juan Ramírez de la Piscina de Velasco y Abalos (1539-1597), en carácter de merced "... los tambos de Quillovil [actual Villa María del Río Seco] y de Cavisacate [actual Villa del Totoral] con sus suelos correspondientes, distantes, según el título, veinticinco y quince leguas de la ciudad, de Córdoba, respectivamente".

 

Juan Ramírez de Velasco

 

Según Héctor Di Lalla esta concesión corresponde a un pedido que el Capitán había hecho bajo los siguientes argumentos: "poblar el camino que va de esta ciudad [Santiago del Estero] a la ciudad de Córdoba y establecer en ese asiento un tambo y tener todo lo necesario para los caminantes, por ser, como es, camino tan frecuentado". La visión del expedicionario era aprovechar la ubicación estratégica de esas tierras por ser ruta obligada tanto hacia el Río de la Plata, el Alto Perú y Chile.

Posteriormente, en 1625 el Capitán López Correa y Lemos, recibió en carácter de merced las tierras realengas bañadas por el actual arroyo Santa Catalina donde, posteriormente tomó asiento la Estancia Jesuítica de Santa Catalina donde se privilegió la explotación ganadera de mulas necesarias para los viajes a lo largo del camino al Alto Perú.

La sucesión de ventas de las tierras ocurridas a partir de 1630 son cronológicamente descriptas por Alejandro Moyano Aliaga en su texto "Orígenes de Villa María del Río Seco". Aconsejamos remitirnos a su trabajo del que solo extraeremos, de modo suscinto, que el hijo de Francisco López Correa y Lemos (nacido del segundo matrimonio del Capitán con Leonor Abad Astudillo), Diego Correa de Lemos Abad Astudillo vende a Pedro Luis de Cabrera (hijo del fundador Jerómino Luis de Cabrera). Posteriormente, las propiedades se dividen en distintas fracciones a ambas márgenes del Río Seco quedando el tambo sobre la orilla sur del mismo; para luego, ir cambiando de propietarios en forma paulatina.

A estas transacciones no faltaron los litigios legales.

A través de la reconstrucción de Alejandro Moyano Aliaga tomamos conocimiento que dos familias disputaron la propiedad de estas tierras al punto que el Gobernador del Tucumán Tomás Félix de Argandoña, quien luego de actuar como Corregidor en Guayaquil había asumido dicho cargo en 1686, debió ser el juez de la controversia sentenciando que, tomando como centro el Río Seco, "... tengan dichas tierras para una banda media legua para el sur y otra media desde el dicho río para el norte y la oriente a poniente lo mismo de manera que tenga una legua de ancho y otra de largo."

El Prof. Ignacio C. Tejerina Carreras en su trabajo "Linajes troncales del Río Seco" aborda un estudio genealógico de las distintas familias que, conjuntamente con los descendientes de Jerónimo Luis de Cabrera, dieron identidad a la zona del Río Seco custodiada por la sombra del Cerro del Romero.

Mario J. Buschiazzo en los "Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas" da cuenta de lo siguiente: "La posta del Río Seco era un punto importante de referencia en el camino del norte, sobre la frontera chaco-cordobesa". Posteriormente, amplía: "Todo quedó destruído en un ataque de los abipones en 1748 y, al ser reconstruído, el asentamiento asumió la forma de un pueblo fortificado".

Será entre 1760 y 1768 que se concretan las obras de construcción del fuerte y presidio para defensa y protección de la frágil población.

A la situación de la zona durante el período correspondiente a esa segunda mitad del siglo XVIII se refiere el Padre Martín Dobrizhoffer en su "Historia de los avipones": "... después que establecimos a la mayor parte de los mocobíes y de los tobas en misiones, la provincia, ya libre de tantos enemigos, comenzó a respirar. Algunos de ambos pueblos que se empecinaban en su antiguo odio hacia los españoles, y vagaban fuera de aquellas fundaciones, aunque vejaron y devastaron el campo de Santa Fe y Asunción, casi no molestaron dentro del territorio de Córdoba. Esta tranquilidad se debió al jefe militar Alvarez y al santiagueño Benavídez, procurador en Río Seco. Ambos pusieron todo el cuidado posible mostrándose perspicaces en refrenar a los bárbaros, inflexibles en rechazarlos y férreos en guardar los límites que se les adjudicaron ... Esto ha sido para mí sumamente palpable: después que los cordobeses se volvieron más audaces y vigilantes gracias a sus jefes Alvarez y Benavídez, varones tan valientes, los abipones comenzaron a ser más temerosos en sus ataques, máxime cuando uno de ellos fue capturado en el campo por un soldado cordobés, y otro, Pachieke, hijo del célebre cacique Alaykin tan dañino, fue muerto".

Mario J. Buschiazzo en los "Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas" afirma sobre el nuevo pueblo que en 1796 el Marqués Sobremonte "... promovió su consolidación cuando ya contaba con 168 habitantes [otros textos son más explícitos al atribuir los 168 habitantes a 33 familias más 294 personas en 56 familias cercanas al 'fuerte de abajo' y 26 casas vacías que se ocupaban durante las fiestas del Rosario]. Oficializada la traza, que sigue el tipo cuadricular, los vecinos cedieron las tierras para uso público el 23 de junio de 1797".

Efraín U. Bischoff en "Norte, norte, norte, su leyenda y su historia" reconstruye esta etapa de la historia atribuyendo al Marqués de Sobremonte, por entonces Gobernador de Córdoba del Tucumán, el inicio en 1796 del expediente en el que se promueve, allende el Cerro del Romero, "... la formación de una villa en el Curato de Río Seco, por la utilidad que la formación de pueblos ha de proporcionar a la vida cristiana y a la civilidad".

Carlos A. Page en "El espacio público en las ciudades hispanoamericanas. El caso de Córdoba (Siglos XVI a XVIII)" expresa lo siguiente: "Otra línea de poblaciones surgieron en Córdoba al este de la provincia y sobre el camino real del norte. Son ellas la antigua población indígena de Nabosacate, que Sobremonte declara caduca fundando la villa Real del Rosario (1795), San Francisco del Chañar (1796), la población indígena de Quilino (1796), y las villas de Tulumba (1796) y Río Seco (1797)".

En el texto de Bischoff se da cuenta que a principios de dicho año se solicita información sobre la posible ubicación y tamaño del pueblo así como su clima y acceso a las necesidades básicas (agua, madera, etc) lo que fue, con prontitud, respondido por el Párroco Bernabé Antonio Aguilar.

Cumplidos estos pasos, se debió esperar a junio del año siguiente para que el Comisionado Bartolomé de Echegoyen (quien era el propietario de las tierras vecinas a la actual Churqui Cañada conocidas como Guayascate y que, como Juez Pedano, había realizado el censo de 1778) lleve a la práctica la fundación formal del pueblo de Río Seco; del mismo modo procedió con Tulumba y San Francisco del Chañar.

Al momento de ceder sus tierras y según documentación recuperada por Bischoff, los vecinos de Río Seco afirmaban lo siguiente: "... desde hoy y para siempre jamás renunciamos todos las leyes que nos puedan favorecer, derecho de propiedad, señoría y posesión, voz y recurso".

Hacia 1782, una Real Ordenanza configuraba el Virreinato del Río de la Plata dividiéndolo en ocho intendencias asignándole a cada una de ellas un cuerpo de milicias que, en el caso de Río Seco, quedó bajo el mando del Comandante Eufrasio Agüero.

El siglo XIX comienza con hechos que signarán la historia de aquella población. El lugar, por entonces, contaba con el asentamiento de la Comandancia del Norte desde la cual, en mayo de 1817, el Coronel Francisco de Bedoya arremete al frente de sus milicias contra los naturales del lugar conjuntamente con fuerzas venidas de Santa Fe y de Santiago del Estero; según el relato de Efraín Bischoff en su libro “Leopoldo Lugones: un cordobés rebelde” se extrae que “… por desinteligencias posteriores, la excursión no dio el resultado esperado”.

Según Mónica Ghirardi en su trabajo "Familias de sectores populares para defender el territorio, Córdoba, Argentina, 1819", expone: "... Río Seco, departamento cuyo tamaño poblacional rondaba los 4934 habitantes según el censo de 1813, comprendía el actual departamento Sobremonte, más tarde escindido. Sus límites estaban constituidos por Santiago el Estero al norte y Santa Fe al este. Río Seco constituía una zona más bien de emigración en estos años debido a la inseguridad, no tanto por los malones de tribus de abipones como por las partidas de montoneros y salteadores que evadían las fuerzas de la ley y rondaban el territorio".

Por su parte, en su trabajo de tesis “Notas para el estudio de la Historia de la Provincia de Córdoba. La época de Juan Bautista Bustos. Organización de las milicias y defensa de la frontera de la Provincia de Córdoba,1820-1825”, Nicasio Felipe Martino sostiene que "... esta región era la más adecuada para evadirse del brazo de la justicia".

Mónica Ghirardi, en su trabajo, concluye que "... la misión de las guarniciones de milicianos de esta frontera era prestar seguridad al tráfico comercial procedente de las provincias del norte o del sur, y cuya ruta principal atravesaba los curatos de Río Seco y Tulumba".

Bedoya también será la cara responsable de otro hecho que viste aquellas primeras décadas del siglo XIX de modo trágico. La muerte, en 1821, del Supremo Entreriano Pancho Ramírez a manos de una partida integrada por milicianos del Coronel. Atrapado y decapitado en el camino a San Francisco del Chañar, su cabeza fue exhibida en la Río Seco durante varios días. Hoy día, un monolito recuerda y ubica el lugar donde fue expuesta.

Decididamente la ruta hacia el norte privilegiaba Avellaneda y San Francisco del Chañar quedando como muy secundaria aquella que unía Villa del Totoral con Río Seco. La Villa languidecía sin progreso alguno.

Hacia mediados de la década del '30 del siglo XIX, se construye un nuevo fuerte cuya configuración edilicia sirvió, muchos años después, como modelo de lo descripto en el poema "El rescate" de Leopoldo Lugones.

Si bien la decisión original de Sobremonte era la de crear una Villa en Río Seco, esta designación debió esperar a 1858 cuando el, por entonces, Gobernador Roque Ferreyra (miembro del Partido Liberal que ejerció el cargo durante dos períodos: 1855/1858 y 1863/1866) dicta un decreto de fecha 26 de mayo dándole carácter de Villa a la comunidad.

Cuando Río Seco deviene en Villa comienza el proceso de un adecuado diseño del plano parcelario y de demarcación así como la puesta de límites de los distintos ejidos. A pesar que estos pasos implicaban un impulso al desarrollo de la comunidad, ésto estaba muy lejos de concretarse atento a los recurrentes ataques de los aborígenes, al punto que hasta la ruta de tránsito de los viajeros se ve replanteada eludiendo la Villa en su recorrido.

De este período, correspondiente a la segunda mitad del siglo XIX, rescatamos que el viajero irlandés Thomas J. Hutchinson en su libro "Buenos Ayres and Argentine Gleanings – 1862/1863" hace algunas menciones sobre el lugar: evalúa que la comunidad alcanza "... para mi ..." unos 1500 habitantes (SIC), describe al entorno asegurando que "... Río Seco está situado en un anfiteatro de salvaje belleza [y que,] frente a la plaza, la iglesia está en ruinas, desierta y llena de murciélagos".  Agrega que, tras recorrer varias leguas hacia el oeste, "... tenemos a nuestra vista altos montes al estilo 'Intihuasi', del quichua 'Casa del Sol', por la idea poética que cuando el sol cae detrás de esas colinas, se retira a su casa a pasar la noche".

 

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Villa de María del Río Seco en 1928

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La escritora costumbrista Noemí Vergara de Bietti (1914-1988), por entonces colaboradora en la Revista "El Hogar", publica en 1953 un delicado texto, donde, al referirse a la Villa asegura que "… vive aún en serena mansedumbre de estampa bíblica. A sus riberas, buscando quizás no perturbarla, se extiende la cinta densa y dura del camino; el caserío, claro y cordial, acurrucado entre la falda agreste de sus cerrijones, parece indiferente a los afanes del siglo. Costeado el cerro del Romero, la luna, extraña asceta, llueve su luz de plata sobre la plaza, las calles, las tapias de adobe, los pozos rústicos, los amplios patios de tierra, como en los tiempos de nuestros bisabuelos. Todo un cuadro de idílica poesía". [Acceda al texto completo]

La capilla

 

Mario J. Buschiazzo en los "Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas" consigna que junto a la posta "... existía desde mediados del siglo XVII, una capilla dedicada a la Virgen del Rosario". La capilla en cuestión o precaria ermita estaría dentro de la Estancia propiedad de Mateo Barrera la que se extendía en un amplio territorio desde el norte de Córdoba hasta Santiago del Estero.

La imagen de vestir de la Virgen era de reducido tamaño, superando tan solo los 60 cm. De madera sólida y articulaciones que permitían sostener un niño Dios entre sus manos, se hallaba vestida con los mantos usuales y una corona dorada. El conjunto revela una mano artesanal rudimentaria donde el rostro, su cabello natural y el modo en que había sido pintada son de una sencillez absoluta.

Existen documentos notariales de 1657 que dan cuenta de la participación del entonces 5º Obispo de Tucumán Melchor Maldonado de Saavedra (nombrado en 1632 y arribado a Santiago del Estero en 1635) en el traslado de la Virgen de dicha capilla a una de mayor envergadura erigida en una vecina estancia propiedad de Domingo Gómez n. Guimarais y su esposa María Martínez.

 

Obispo Melchor

Maldonado de Saavedra

 

Esto encuentra fundamento en documentos resguardados en el archivo del Arzobispado de Córdoba que dan cuenta de un matrimonio concretado en 1657 en dicho ámbito. La Estancia de Gómez, conjuntamente con estas circunstancias, asume el nombre de Nuestra Señora del Rosario y su capilla pasa a funcionar como vice parroquia del Curato de Sumampa.

Dicho Curato, hacia 1662, ocupaba una superficie de unas treinta leguas por seis asegurándose, por entonces, que dichos territorios eran habitados por medio centenar de familias españolas y vacío de presencia aborigen.

El Curato de Sumampa contaba con cuatro capillas: la de Sumampa, la de San Miguel, la de Nuestra Señora del Rosario de Río Seco y la de Caminiaga.

Existen documentos que, hacia fines del siglo XVII, confirman la existencia de la capilla y su vecino campo santo a partir de dar cuenta del pedido testamentario de un convaleciente de ser enterrado en dicho lugar.

El Padre Martín Dobrizhoffer, en su "Historia de los avipones", consigna que, en 1748, Río Seco: "... cuenta con un grande y elegante templo dedicado a la Divina Madre construído con piedras; un gran concurso de gentes se llegan hasta él con exvotos de plata, para impetrar los beneficios celestiales".

Alejandro Moyano Aliaga rescata que, en esos años, el responsable del lugar era  "... el maestre de campo don Juan del Pino y Medina y su mujer, doña Jerónima Machado ... que cuidaba del aseo de dicha capilla, donde fue sepultada el 17 de agosto de 1751".

En el proyecto, del 26 de mayo de 2017, proponiendo la adhesión al aniversario de la fundación de la Villa y que fuese presentado en el Senado de la Nación, se da cuenta de lo siguiente: "Existía desde antiguo un oratorio en el faldeo del Cerro del Romero, pero su transformación en Fuerte y presidio data de 1760 y 1768 respectivamente. Más tarde llegó a ser asiento de la comandancia general de la frontera norte de la provincia. Durante años, las defensas se erigieron en torno del templo, el cual quedó rodeado por altos muros de piedra, con cuatro torres que servía de fortaleza ante los malones."

Efraín U. Bischoff en "Norte, norte, norte, su leyenda y su historia" asegura que "... la antiquísima capilla fue colocada bajo la advocación de la Virgen del Rosario, que atendió el presbítero Juan José de Avila, durante largos años hasta 1772".

El Prof. Ignacio C. Tejerina Carreras en su trabajo "Linajes troncales del Río Seco", reconstruye que "el antiguo Curato de Río Seco, fue una división que sufriese en 1772 la antigua Doctrina de Sumampa, que abarcaba el sud de la Provincia de Santiago del Estero y parte del norte de la de Córdoba ...  el Curato comprendía las Pedanías de Aguada del Monte, Caminiaga, Chañar, Chuñahuasi, de la Estancia, de la Parroquia y San Miguel". Luego de esta escisión la administración de la capilla según E. U. Bischoff, "... pasó a manos del Doctor López Caballero y luego al presbítero Bernabé Antonio de Aguilar".

Tal como ya hemos consignado, Concolocorvo, tras su viaje de 1771 a 1773, apuntaba que Río Seco "... es cabeza de partido donde reside el cura y tiene una capilla muy buena y de suficiente extensión".

Monseñor Pablo Cabrera en un artículo publicado a mediados de la segunda década del siglo XX en el Diario Los Principios se refiere al Dr. Don Domingo Guerrero consignando que "... nació en Córdoba del Tucumán y fueron sus padres Don José Justo Guerrero y Doña Catalina López. Ex alumno de la Universidad de Trejo y de la de Chuquisaca posteriormente, ésta le confirió los títulos de licenciado en ambos y aquella la de Doctor en Teología. Ordenose de Presbítero en 1773 a título de cura de Río Seco, beneficio de que hízose cargo a principio de octubre de aquel año, permaneciendo al frente de él hasta febrero de 1777, en que fue promovido al del Río Tercero Arriba".

Próximo a finalizar el siglo XVIII el pueblo y la capilla se encuentran protegidos del ataque aborigen con empalizadas defensivas erigidas en piedra y adobe que lo rodeaban. El vecino Cerro del Romero funcionaba como inmejorable mirador.

Hacia 1882 Fray Mamerto Esquiú, de paso por el lugar, propone instalar una cruz de madera sobre el Cerro del Romero.

Al día de hoy, de aquella primera capilla al pie del Cerro del Romero, se conservan los restos de sus cimientos que dibujan un rectángulo de alrededor de 10 m de largo x 5 m de ancho. Una placa sirve de homenaje a su recuerdo.

 

 

Cerro del Romero

 

 

 

El pequeño cerro invita a ascenderlo por un suave sendero; a medio camino, un desvío conduce a la tumba y mausoleo de Leopoldo Lugones. Una placa hace comprensible la elección del lugar a partir de la voluntad manifiesta del poeta: "En la Villa de María del Río Seco al pie del Cerro del Romero nací ... y donde quisiera dormir en paz cuando me muera".

Recordemos que el poeta había tomado la decisión de suicidarse en Tigre (Provincia de Buenos Aires) dejando una carta de puño y letra dirigida al Juez interviniente donde se evidencia el profundo dolor que estaba atravezando: "No puedo concluir la historia de Roca. Basta. Pido [escribe sobre la palabra 'Deseo' a la que tacha] que me sepulten en la tierra sin cajón y sin ningún signo ni nombre que me recuerde. Prohibo que se de mi nombre a ningún sitio público. Nada reprocho a nadie. El único responsable soy yo de todos mis actos. L. Lugones. Al Juez que intervenga".

 

 

 

En la cima del cerro se levanta la Capilla de La Cautivita, así como una cruz de madera que reproduce aquella colocada por Fray Mamerto Esquiú y un mangrullo que recuerda el pasado fortificado del lugar.

 

Capilla de La Cautivita

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Aprovechando la elevación, la vista de la ciudad, se convierte en una invitación a recoger el adecuado recuerdo fotográfico.

 

La Cautivita

El Padre Martín Dobrizhoffer en su "Historia de los avipones" reconstruirá, con profusión de detalles, los acontecimientos vividos en 1748 en Río Seco:  "... apenas los abipones supieron la existencia de este lugar por cautivos españoles, los movió la esperanza de botín y la riqueza del lugar. Observados todos los detalles por los diestros espías, ocupan de improviso en larga fila los desfiladeros y todos los caminos para que los españoles no pudieran darse a la fuga, y les tapan totalmente la salida. Todo cuanto encontraron en el campo o en las casas vecinas fue muerto o capturado sin que nadie les opusiera resistencia. El campo devastado por doquier. Una inmensa cantidad de caballos y de mulas fue la más anhelada prenda para los bárbaros. Todos los que escaparon a la muerte fueron dispersos en precipitada fuga y la fuerza llegó hasta el mismo templo; destrozaron a hachazos la puerta provista de láminas de hierro y trancas. Los ladrones sacrílegos levantaron en sus caballos cuantos utensilios sagrados de plata encontraron, las campanas de la torre y la misma imagen de la virgen, venerada en toda la provincia y otra de San José. Y para que no quedara nada de lo que habían robado ni ninguno de los que habían matado, regresaron cargados con las cabezas de los degollados como despojos de guerra. Sucedió por inspiración divina que por aquel tiempo se encontrara no lejos de allí el ya celebrado Barreda que, acompañado de un grupo de sus hombres meditaba no sé qué excursión contra los bárbaros. Enterado de la crueldad de los abipones vuela allí con los suyos y siguiendo día y noche los rastros de los que huían, descubre que van divididos en dos columnas. Su máximo deseo fue recuperar la imagen de la Divina Madre y vengarse con sus propias manos de los bárbaros. Y dudaba por un momento acerca de cuál de las dos columnas llevaría la sagrada imagen, para perseguirla. Los abipones que marchaban adelante dedicaron un rato a una ligera celebración y los caballos pastaban ya sueltos; los encontró seguros de sí mismos, sentados en el suelo. En cuanto vieron a los santiagueños, ante la inesperada agresión, se escaparon a pie hasta la selva adyacente. Los santiagueños se dirigen rápidamente hasta la carga abandonada por los bárbaros y entre el botín ven con alegría la imagen de la Virgen. Recogieron los caballos del enemigo y quemaron sus monturas. La selva fue vigilada por un tiempo por los soldados para que no tuvieran oportunidad de escapar. Pero en vista de la pertinacia de los abipones en permanecer en sus escondites y el hambre de dos días de sus caballos ya fatigados por la carrera, compadecido Barreda, consideró que debían regresar. Una terrible tempestad que se había desatado el día anterior llenó de tal modo los caminos de agua y cieno que apenas quedaba un palmo de tierra donde los caballos posaran las patas seguros. Es increíble con qué grandes muestras de alegría los cordobeses siguieron a Barreda que volvía con la imagen de la Virgen; al verla parecían haber olvidado el cruentísimo estrago que habían sufrido tres días atrás. De la imagen de San José nada se supo en absoluto; fue arrojada en un lago profundísimo. Algunos años después cuando me dedicaba en aquel templo a mis tareas religiosas, apenas podía contener las lágrimas al observar aquella imagen cautiva de los abipones a quienes por ese entonces procuraba formar en la santa religión. Esa agresión hostil del Río Seco hizo que los cordobeses rodearan el templo con altos muros de piedra y con cuatro torres para que no estuviera expuesto a las asechanzas de los bárbaros y para que los colonos próximos pudieran guarecerse en aquella fortaleza en caso de peligro".

 

Sobre los hechos del secuestro de la imagen de la Virgen del Rosario, Monseñor Pablo Cabrera dejará escrito el siguiente testimonio: "... la población del Río Seco, sábese por testimonios documentados, que ella contó desde sus orígenes, con una capilla dedicada a la Sma. Vírgen, bajo su advocación histórica de Nuestra Señora del Rosario. Los muros de la casa de oración se habrán renovado una o más veces quizá, pero la imagencita de la Villa de María, se conservó siempre ilesa y venerada, a pesar de que en una hora nefasta la retuviera cautiva en sus aduares los bárbaros del Chaco; tras de uno de esos asaltos a Río Seco, la arrancaron violentamente de su trono hasta que lo restituyeron a éste sus devotos e intrépidos hijos, miembros de aquel vecindario, después de una ruda batalla con los indios frente a sus propias tolderías, en que los cruzados de la Virgen obtuvieron la victoria".

Efraín U. Bischoff en su libro "Leopoldo Lugones, un cordobés rebelde" reconstruye la historia con estilo propio: "Los abipones han aparecido de tiempo en tiempo ... Cuando en 1748, los mocovíes se han unido a los demás guerreros salvajes y se fueron sobre el poblado dejando huellas depredadoras, lograron destrozar la resistencia. La virgen de Nuestra Señora del Rosario quedó aprisionada entre rudos pechos y alaridos de triunfo. Debieron entonces rehacerse los 'caris' - 'hombre valeroso' en quichua - para ir en su búsqueda y rescatar hazañosamente la imagen prisionera, 'La Cautivita', como se la denomina hasta el presente".

A inicios del siglo XX el entonces Obispo de Córdoba (1905-1925), Doctor Fray Zenón Bustos y Ferreyra, ordena en su visita a Río Seco: "Procúrese por los señores Párrocos que se rinda por los fieles una especial veneración a la imagen de Nuestra Señora del Rosario, conocida con el nombre de la Cautiva, por el hecho que se le dio este nombre y por ser la fundadora de la población del Río Seco".

El Párroco Jeremías Gutierrez solía recorrer las distintas pequeñas comunidades circundantes dando misas y entregando la primera comunión en escuelas y precarios oratorios mientras reservaba las capillas de La Estancia, Rayo Cortado y Villa de María del Río Seco para bautizar.

 

Capillas de La Estancia y Rayo Cortado

 

De su pluma, en la "Revista eclesiástica del Arzobispado de Córdoba y Obispados sufragáneos" de abril de 1943, nace otro modo de reconstruir aquellos hechos: "Investigando hace cuatro años en los archivos de la muy benemérita parroquia de Ntra. Sra. de Consolación de Sumampa, a cuya jurisdicción pertenecía entonces la Doctrina del Río Seco, tuve oportunidad de conocer los viejos infolios a los que alude el prestigioso Monseñor Pablo Cabrera. Aún más, tuve ante mis ojos otros varios preciosos documentos relacionados directamente con la historia del secuestro de la dos veces secular imagen. Se puede resumir así: vecino que muere y que por otra parte había tomado participación en la heroica jornada del rescate, motiva honores y exequias especiales, tributadas por el párroco y los pobladores, expresándose siempre más o menos en los siguientes términos: 'por ser de los de esta Doctrina del Río Seco cuando fue desvastada por el enemigo infiel y robada su sagrada imagen'. No privaré a mis lectores del grato placer de conocer alguno de éstos valiosos documentos. Uno de ellos, con la firma del Dr. Juan Joseph de Avila, reza así: 'En la capilla del Río Seco de la Doctrina de Sumampa, el reverendo padre predicador Fray Roque del Pino, de la Seráfica Orden, ayudante en dicha capilla el día 21 de marzo del año 1751, enterró el cuerpo de Mariano, hijo legítimo de Thomas Villarreal y de Juana Almirón de dicha capilla. Era de edad de siete a ocho años. De limosna y con exequias solemnes por ser de los que bajaron con la santa imagen de nuestra Sra. del Rosario a poblar su capilla en tiempo que la tenía combatida el enemigo infiel, que se llevo della a la santa imagen, y después de que valerosamente los vecinos dieron alcance al enemigo, y la rescataron, y anduvo peregrinando de casa en casa se volvió a su capilla. En cuya reverencia y obsequio, yo, el Cura cedí todos los derechos que me cavecen y a todos los que poblasen dicha capilla, en defensa de tan Sagrada Patrona'. El gesto nobilísimo del Sr. Cura de seguir honrando la memoria de los bravos rescatadores y repobladores de la Villa desolada, no cae en el vacío y así vemos en otros documentos: como en 1751, se honra con especiales exequias a María Francisca hija del rescatador Lázaro Peralta e Ignacia Ríos; el 14 de abril del mismo año, a Pedro, de dos años por mérito de sus padres Lorenzo Villarreal y Jacinta Riveros, 'después de tres años de despoblada por el enemigo infiel'; el 5 de agosto de 1753 a Thomas Villarreal, rescatador; el 26 de octubre de 1754 a María Gregoria por ser sus padres Bartolomé Peralta y Estefanía Villalba 'de los que bajaron a poblar la capilla en defensa de la Soberana Imagen del Rosario en tiempo de las guerras de los indios mocobíes'; 5 de abril de 1755 a Pabla Villarreal, mujer del rescatador Capitán Bartolomé Farías."

Leopoldo Lugones vuelca esta historia a la poesía bajo el título "El rescate"; acceda a dicho texto haciendo Click Aquí.

La obra está incluída en "Romances del Río Seco" publicada en 1938 en una selecta impresión de mil ejemplares refrendados con la firma de Juana González de Lugones.

 

 

 

Dicha edición incluía dibujos de Alberto Güiraldes, hermano del autor de "Don Segundo Sombra", Ricardo Güiraldes. En el caso del relato de la Cautivita, procedió a ilustrarlo con la siguiente imagen:

 

 

La nueva iglesia

 

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Su construcción se inicia a fines del siglo XIX. Ubicada sobre la plaza central del pueblo se yergue, en tonos ocre y blanco, a unos 250 m de la Casa-Museo de Leopoldo Lugones y a alrededor de 500 m de la antigua capilla cuyos restos emergen apenas de la tierra al pie del Cerro del Romero.

Es una construcción de esquina retirada de la línea municipal, formando un pequeño atrio sobreelevado del nivel de vereda con cuatro escalones

La fachada principal orientada al este, está compuesta por un rectángulo horizontal al que se superponen el tímpano y a su izquierda, el tramo superior de la torre campanario.

 

 

Tres blancas pilastras con capitel dórico, asentadas sobre un fuerte basamento de oscuro color, marcan la presencia de la nave y la de la torre.

Esta última en su tramo superior, es de sección cuadrada y en todas sus caras se repite la composición inferior, de pilastras y cornisa, más la presencia de una abertura con dintel de medio punto y baranda enrejada, donde asoman visibles las campanas. El conjunto culmina con una cúpula acebollada coronada por una cruz de hierro forjado.

 

 

 

Internamente, mientras se asciende, la torre expone sus ladrillos desnudos, sin revoque. Con ella, también se accede al coro alto.

 

  

Una puerta con dintel en arco de medio punto nos da paso a través de sus dos hojas de noble madera al templo; sobre ésta, un grueso guardapolvo se asienta en pilastras pareadas con capitel dórico.

 

 

Más arriba, un punto de interés lo constituye el óculo oval horizontal a modo de ventana coral y a la misma altura, pero en la torre, se muestra otro óculo en posición vertical.

 

 

Una prominente moldura hace de base del frontis, se proyecta en la torre y completa el perímetro, produciendo un marcado juego de luces y sombras. Una cruz de igual diseño a la de la torre se yergue en la cúspide del tímpano.

 

 

La fachada norte, como sucede en la mayoría de las obras de esquina, carece de preocupación por parte del diseñador. Muestra un zócalo de piedra a la vista, solo interrumpido por la puerta de ingreso lateral.

 

 

En el sector superior se visualizan las seis ventanas con arco rebajado. Culmina con el borde inferior de la cubierta de tejas españolas y el faldón de las mismas con caída libre.

 

 

La nave rectangular está techada a dos aguas con diecinueve cabreadas de madera, losa de hormigón y cubierta de tejas españolas.

 

 

El coro alto, en el ingreso, muestra gruesas vigas de algarrobo, alfajías de madera y ladrillos a la vista, con baranda de mampostería. Se accede a él, por la escalera circular a la que hacíamos referencia, alojada en la torre campanario.

 

 

Los elevados muros laterales están ritmados, en espacios iguales, por siete pilastras, sobre las que se asienta la viga de borde en la que se encastran las cabreadas.

 

 

En el centro de cada espacio una ventana de generosas dimensiones, con dintel en arco rebajado, entrega una excelente iluminación al recinto. En el muro sur las ventanas se transforman en vanos cerrados de igual dimensión. Según la cronista Noemí Vergara de Bietti es en esta cara y desde un pequeño altar que La Cautivita, "... con su cara parda como el terrazgo, sus ojos negros de irisaciones metálicas, sus rizos castaños y sus hermosas caravanas de oro, preside la vida de la buena gente que honradamente ganan su pan". [Acceda al texto completo]

 

La Cautivita

 

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En el antedicho artículo escrito por Noemí Vergara de Bietti en la Revista "El Hogar" N°2291 del 9 de octubre de 1953, la autora se extiende pintando la iglesia como "… sencilla, apagada, humilde, descubriendo entre las heridas del revoque el tono pardo de los bastos ladrillos antañosos … propicia al temblor de la súplica, es una acogedora incitación al espíritu. El paso de los años le confió el perfume de las plegarias de varias generaciones creyentes y confiadas. Nada altera su quietud de remanso; ni el alarde mundano, ni la labor en oro, ni la gubia prestigiosa o el cincel peninsular o americano que la ornara, como la de Humahuaca, decorada por Marcos Zapata. Las pinturas salvadas del rigor del tiempo muestran en su simplicidad más la cándida mano de un creyente que la de un plástico afortunado. Deteriorada, albergue de murciélagos hoy … esta iglesita, encapuchada en su timidez, ofrece su tradición de patria y de fe. Entre sus muros parece denunciarse del que fue claro varón de la iglesia criolla y orador de la Constitución de Mayo, Fray Mamerto Esquiú, en cuyo diario se lee: 'Año del Señor de 1882. Miércoles 1 de febrero. Celebré en la Parroquia de Río Seco …'. Esto, tan solo; empero, basta para volvernos con emocionado respeto hacia ese instante del pasado y que, por gracia de él, cobre belleza la capillita de Villa de María". [Acceda al texto completo]

 

Datos complementarios

 

Casa Museo Lepoldo Lugones

La Casa Museo Leopoldo Lugones es el lugar obligado a recorrer cuando  nuestro interés nos lleva a sumergirnos en la intensa vida del poeta.

 

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Actitud de algunos sacerdotes ante la muerte

Valentina Ayrolo en su trabajo “Reflexiones sobre el proceso de 'secularización' a través del 'morir y ser enterrado'. Córdoba del Tucumán en el siglo XIX” estudia las metodologías que, impulsadas por la iglesia durante buena parte del siglo XIX, se fueron gestando y afianzando para mejorar cómo se deberá proceder al momento de encarar la agonía, muerte y sepultura de los creyentes. Para ilustrar las diversas circunstancias que motivaron estos cambios, la autora apela a un antecedente, entre tantos, que ubica en 1817 y tiene como protagonista al cura Juan José Espinosa quien se sumaba a la preocupación generalizada de los vecinos de Río Seco en contra del cura Thomás de Echegoyen a quien se le atribuía el lamentable proceder de "... dejar salir a sus feligreses, de esta vida, a la región eterna, sin el dulce consuelo de los sacramentos aún cuando lloren por él”. El sacerdote Espinosa se extiende, más explícito, con el siguiente texto: "Al cerrar la noche, ese mismo día, viendo que el enfermo no podía esperar los plazos del cura, ocurren por mí para que le alargue siquiera la absolución: al momento tomé el Santo Oleo, y partí al socorro de este enfermo; llegué a su casa a las nueve de la noche, pero ¡qué dolor! hallé ya amortajando su cadáver. Mi mayor amargura en este caso, ha sido por las circunstancias de este hombre a quien después de una vida bastante relajada, había casado el Cura; como catorce meses ha, sin que en aquel entonces le hubiese administrado el sacramento de la penitencia".

 

Coordenadas:

Latitud: 29º 54’ 21,52" S

Longitud: 63º 43’ 23,08" O

 

 

 

 

Fuentes de consulta:

  • Marta Merkin: "Los Lugones, una tragedia argentina", Editorial Sudamericana (2004)

  • Revista Caras y Caretas Nº2338: "La maldición de los Lugones"

  • Jeremías Gutiérrez: "Revista Eclesiástica del Arzobispado de Córdoba", Vol. XX Nº4, Abril de 1943

  • Padre Martín Dobrizhoffer: "Historia de los avipones", Universidad Nacional del Nordeste (Chaco), 1968 (En el original el nombre de los dos volúmenes se completaba con el texto "... ecuestre y belicosa nación del Paraguay"

  • Efraín U. Bischoff: "Leopoldo Lugones, un cordobés rebelde", Editorial Brujas, 2005

  • Efraín U. Bischoff: "Norte, norte, norte, su leyenda y su historia", Marcos Lerner Editora, Córdoba, 1991

  • Visitador Calixto Bustamente Carlos Inca, alias Concolocorvo o Alonso Carrió de la Vandera: "El lazarillo de ciegos caminantes"

  • Carlos D. Paz: Análisis de las Tesis de Licenciatura de Carina P. Lucaioli, "Los grupos abipones hacia mediados del siglo XVIII" (2005) y de Florencia S. Nesis "Los grupos mocoví en el siglo XVIII" (2005)

  • Monseñor Pablo Cabrera: "Córdoba de la Nueva Andalucía, Noticias etno-geográficacas e históricas acerca de su fundación", 1917

  • Monseñor Pablo Cabrera: "El Curato de Río Tercero Arriba a través de siglo y medio - Biografía de los sacerdotes que desempeñaron allí su apostalado y referencias de sus obras" - Diario Los Principios (mediados segunda década del Siglo XX)

  • Acarete Du Biscay: "Relación de un viaje al Río de la Plata y de allí por tierra al Perú, con observaciones sobre los habitantes, sean indios o españoles, las ciudades, el comercio, la fertilidad y las riquezas de esta parte de América"

  • Alejandro Moyano Aliaga: "Orígenes de Villa María del Río Seco", 2011

  • Mario J. Buschiazzo: "Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas", UBA, Facultad de Arquitectura y Urbanismo (2000-2001)

  • Héctor Di Lalla: "Totoral, un pueblo que no perdió su identidad", Centro Filatélico Mediterráneo

  • Mónica Ghirardi: "Familias de sectores populares para defender el territorio, Córdoba, Argentina, 1819", Centro de Estudios Avanzados, UNC

  • Nicasio Felipe Martino: “Notas para el estudio de la Historia de la Provincia de Córdoba. La época de Juan Bautista Bustos. Organización de las milicias y defensa de la frontera de la Provincia de Córdoba (1820-1825)” Tesina, UNC

  • Carlos A. Page (Junta Provincial de Historia de Córdoba y Sociedad Chilena de Historia y Geografía): "El espacio público en las ciudades hispanoamericanas. El caso de Córdoba (Siglos XVI a XVIII)" - 2008

  • Prof. Ignacio C. Tejerina Carreras - "Linajes troncales del Río Seco" - Revista de la Junta Provincial de Historia de Córdoba - Volumen 8 - 1978

  • Ana M. Rocchietti: "Frontera: Arqueología e Historia Social" - Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana - Número 2

  • Aníbal Montes: "Investigación arqueológica e prehistórica en el Departamento de Río Seco, Provincia de Córdoba" - Manuscrito

  • María Elena Foglia y Noemí Goytia: "Los poblados históricos del norte cordobés"

  • Valentina Ayrolo: “Reflexiones sobre el proceso de 'secularización' a través del 'morir y ser enterrado'. Córdoba del Tucumán en el siglo XIX” - Universidad Nacional de Mar del Plata – 2009

  • Revista "El Hogar" - Año XLIX N°2291 - 09 de octubre de 1953 - Ibero Amerikanisches Institut Preuβischer Kulturbesitz.

 

 

 

 

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