Síntesis

La Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Cruz Alta, Departamento Marcos Juárez, Córdoba (Argentina) se asienta en territorios que en tiempos de la conquista eran transitados por conquistadores que intentaban gestar una ruta segura entre el norte y el Río de La Plata. A fines del siglo XVII Alonso de la Cámara será uno de ellos que al detenerse a descansar a la sombra de un pequeño grupo de árboles, éstos tomaron el nombre de Islas de Cámara. Años después, en una de estas islas fallece de modo trágico Martín de Salvatierra siendo sepultado en el lugar adquiriendo el sitio el nombre de Cruz de Salvatierra. Por esos años Alonso Díaz Ferreira recibe las tierras en carácter de Merced pero no se radica en el lugar. La familia de Jacinto Piñero adquirirá los campos así como otros vecinos dándole origen a la actual Cruz Alta. Distintos viajeros describen la zona: Sourryère de Souillac, Francisco de Amigorena, John Miers, Robert Elwes, Samuel Haigh, Hermann Burmeister, Alexander Gillespie, etc. Durante esos tiempos se construyó una pequeña capilla dedicada a la Pura y Limpia Concepción. En 1886 se inicia la construcción de la nueva Iglesia que se bendice en 1895; en 1899, es consumida por un incendio por el que se sospecha del Párroco Pietro Alberti. En 1901 se inaugura la actual Iglesia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Don Alonso de

Sotomayor y

Valmediano

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO

 

Buscando la Ciudad de los Césares (*)

El sol, cansino, se mecía sobre la horqueta de un solitario y maltrecho viejo roble. Sus dorados rayos pendían desordenados e indolentes cual cintas que vaya a saber quien se había tomado el trabajo de atar. Displicente y aburrido, no encontró nada poético que vinculase las cintas amarillas con esos lazos que las sujetaban al moribundo madero. Reflexionó en que nunca había sido bueno para esos menesteres; se tranquilizó cuando, convencido, concluyó que la inmensa mayoría tampoco había sido mejor que él en el dominio de esas artes. Quizás en el futuro, ¿cómo saberlo?.

Mientras vagaba en estos pensamientos, se le dio por entreabrir apenas sus ojos y vio a los desconocidos acercarse. No tenían nada igual a lo que, en aquellos sus vastos territorios, había visto a lo largo de su extensa vida de más de cientos de miles de años. No se sentía un anciano; sin embargo, debía reconocer que algunas cosas ya no le funcionaban como antes. Cerró el dilema con una pregunta: ¿serán mis recientes dificultades oculares o tal vez mi deteriorada y vieja memoria las que han borrado estos particulares y atípicos bípedos hasta convertirlos, para mi cerebro, en formas inexistentes?

Así entrazados, solo registraba algunos parecidos, quizás similares; pero, definitivamente, ninguno igual.

Sin cerrar sus desenfocados ojos, privilegió escuchar; por fortuna, sus oídos mantenían su agudeza. Alcanzó a oir que hablaban de "oro"; más precisamente, decían: "es oro". Se preguntó, ¿qué sería el oro?

La situación era absurda, de modo grotesco las figuras comenzaron a saltar, a trepar unos sobre otros para cobrar más altura, estiraban largos miembros intentando asir algo que estaba más allá que el aire. Seguían gritando, transpiraban, se empujaban, disputaban la propiedad de ese "oro".

El astro rey tuvo que hacer un esfuerzo por no reir aún cuando la situación mutaba de estúpida a preocupante.

Superaban la torpeza con precario ingenio; usando toscos métodos, intentaban trepar por el viejo leño; finalmente, cuando ya estaban muy cerca suyo, logró comprender que lo que buscaban era atrapar esas amarillas cintas que no eran otra cosa que sus propios rayos.

El sol les gritó: no se a lo que llaman oro, lo que están tratando de tomar es mi propio fuego y les advierto, les aseguro que se van a quemar.

No lo escucharon.

La situación terminó de un modo desagradable; en el suelo, solo quedaron cenizas.

 

(*) Pintado con los matices típicos de las leyendas, la ficción anterior juega a acompañar a las expediciones que, remontando el Río Carcarañá, se sumergieron en el desconocido interior de nuestros territorios motivadas por la ambiciosa búsqueda de oro y plata.

 

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Los lejanos tiempos de la conquista.

 

Cuando, a principios de abril de 1526, Sebastián Gaboto partió del puerto español de Sanlucar de Barrameda su interés único era reproducir el viaje que Hernando de Magallanes había realizado unos pocos años antes. El motivante era el de alcanzar las Islas Molucas y regresar con los navíos colmados de oro, plata, especias de todo tipo y sedas. Los planes mutaron cuando la expedición, una vez desembarcados en las costas del sur de Brasil, se encontraron con Enrique Montes y Melchor Ramírez, dos náufragos sobrevivientes de la expedición de 1516 de Juan Díaz de Solís quien, luego de descubrir el Río de la Plata (nombre asociado a las supuestas riquezas en este metal que había en la zona), tuvo un final trágico en manos de los naturales del lugar junto a buena parte de su tripulación.

Los relatos pletóricos de riquezas incalculables llevaron al navegante a cambiar los planes comprometidos con la realeza española de Carlos V y poner rumbo al Río de la Plata para luego, remontar el actual Río Paraná.

El cosmógrafo Alonso de Santa Cruz que acompañaba a Gaboto describe que "... entran en este río [se refiere al de la Plata] muchos otros y entre ellos uno muy grande dicho Uruay el cual tiene muchas islas auque deshabitadas y pequeñas porque el río principal que los indios llaman Parana ... tiene islas mucho mayores ... algunas tienen nombres de los mayorales y de los indios que siembran en ellas".

Al ingresar al delta, en una de sus islas toman contacto con otro sobreviviente de la expedición de Solís; se trataba de Francisco del Puerto quien les relata que por haber aprendido el idioma de los naturales tenía, de ellos, la información de la existencia de fabulosos tesoros hacia el interior de los territorios.

Obligados por el hambre y las enfermedades que los acuciaban, a la altura de la confluencia del Río Carcarañá con el Coronda optan por establecerse en el lugar. Gaboto decide elegir dicho sitio por ser "... ques donde aquel Francisco del Puerto le había dicho que descendía de las sierras donde comenzaban las minas de oro y plata".

Luego de una etapa de pacífica convivencia con los naturales del lugar que incluían a guaraníes, querandíes y timbúes los que les aportaban el necesario acceso a los alimentos, se ingresó en un período donde la ambición dejaba paso a la desenfrenada impaciencia por no encontrar las riquezas de las que tanto se hablaba.

Aquellos primeros tiempos de interrelación en concordia se sustentó en el sistema conocido como "rescate". Sergio H. Latini en su trabajo "Primeros contactos e interacción en las costas del plata a principios del siglo XVI" explica que éste era una "... práctica habitual durante todo el período colonial, en la cual los españoles intercambiaban productos con los indígenas. En el período que estamos estudiando, solían ser elementos de hierro como anzuelos o cuchillos de parte de la población hispana a cambio de alimentos que les daban los indios; luego, con el paso del tiempo, los productos intercambiados se fueron diversificando. Los utensilios de hierro fueron rápidamente adoptados por las poblaciones indígenas, ya que posibilitaban mejorar el armamento, facilitaban el laboreo del cuero y la madera y mejoraban la práctica de la agricultura por los grupos horticultores tropicales, al ahorrar tiempo y esfuerzo en el desmonte y sembrado de las tierras".

Con el objetivo de almacenar las riquezas en caso de hallarse, Gaboto decidió la construcción de una fortaleza a la que se denominó Sancti Spiritus. De la misma, sin contar con suficiente documentación esclarecedora, se la intuye cuadrada con foso y terraplenes en las esquinas a modo de baluartes con un necesario armamento defensivo y una estructura interior basada en adobe y paja. La obra se realiza con la ayuda de los indios caracarás que habitaban sobre las márgenes del río que desembocaba sobre el actual Paraná y que, por asociación con la comunidad natural, se le asigna el nombre de Carcarañá. En la confluencia de ambos ríos el fuerte cobra forma concluyéndose en 1527. El deterioro de las relaciones con los aborígenes y la llegada de nuevos expedicionarios con los mismos ambiciosos fines de los precedentes provocaron todo tipo de agresiones y matanzas recíprocas que terminaron años después, en 1529, con el incendio y saqueo del fuerte con el consiguiente desbande y huida de los pocos sobrevivientes.

A lo largo de los dos años de estancia en el lugar, numerosas fueron las expediciones enviadas a la búsqueda de la quimera de la plata y todo tipo de riquezas.

Eduardo Apolinaire y Laura Bastourre en su trabajo de investigación "Los documentos históricos de los primeros momentos de la conquista del Río de la Plata (Siglos XVI y XVII: una síntesis etnohistórica comparativa" dan cuenta del interrogatorio que realiza Sebastián Gaboto a varios testigos luego de la destrucción del fuerte y previa a su retorno a Sevilla; de resultas de los mismos se extrae que “... tuvimos relación de muchos indios .… que en la tierra donde estábamos había mucho metal de oro é plata é vimos algunas muestras della é decían los indios que dicho metal estaba en una sierra que podía estar del pueblo de Santi Spiritus ocho ó diez jornadas”.

El geógrafo alemán Hans Steffen vuelca en su trabajo de investigación que Gaboto aseguraba que los indios querandíes les habían informando que "... los yacimientos de oro y plata se encontraban la tierra adentro a setenta u ochenta leguas de donde ficieron la casa [se refiere a la distancia a partir del fuerte Sancti Spiritus]".

Antonio Serrano en su "Esbozo para una Historia del Descubrimiento y Conquista de Córdoba" se referencia en Pedro Lozano cuando consigna que los timbúes del Paraná le informaban a los españoles sobre un ciudad que, ubicada al suroeste, estaba colmada de oro y plata y que era "... una nación no muy distante, cuya habitación era muy diferente de las que usan otras gentes, pues vivían debajo de la tierra, como fieras [hábitat típico de los comechingones]".

 

Aníbal Montes en su trabajo "Fantasía y realidad en la Leyenda de los Césares" da cuenta de lo siguiente: "Acababa de fundar Sebastián Gaboto la fortaleza Sancti Spiritus en la desembocadura del Río Carcarañá, cuando despachó la comisión exploradora que, al mando del Capitán Francisco César [designado "gentilhombre" por Gaboto], remontó dicho Río Carcarañá hacia el interior del territorio argentino, cruzó las sierras de Córdoba y fue a pedir hospitalidad al poderoso cacique Jungulo en las sierras llamadas de San Luis y entonces Pina Camche, o sea, Sierras del Poniente". El autor define que, en 1529, este pequeño grupo de expedicionarios se convirtieron en "... los primeros españoles que se internaron en territorio argentino". Según las conclusiones de Montes será "... en los dominios de aquellos pacíficos agricultores Sauletas y en el pueblo de Malancha, desde donde el Gran Curaca Jungulo gobernaba numerosos pueblos, vivieron estos españoles algún tiempo y se enteraron, más al norte, del gran Imperio de los Incas y de sus fabulosas riquezas".

Sebastián Gaboto

 

Borrador realizado por Aníbal Montes en su trabajo "Fantasía y realidad en la Leyenda de los Césares" tratando de reconstruir el camino recorrido por el Capitán César en 1529

 

De los quince hombres que partieron al mando del Capitán César, retornaron siete algunas semanas después portando piezas de oro además de un bagaje de historias donde aseguraban haber visto ciudades colmadas de metales preciosos y datos de otras más lejanas también pletóricas de tesoros indescriptibles. Juan Valdivieso, uno de dichos expedicionarios, declara en Sevilla en 1530 que él "... de modo personal había visto las riquezas en oro, plata y piedras preciosas".

Por ser estos relatos los contados tanto por el jefe como por quienes habían acompañado al Capitán César hicieron que los mismos se unificaron como: "Historias de los Césares", para luego devenir en lo que se debía buscar, la "Ciudad de los Césares".

El Padre Pablo Lozano le da credibilidad al origen de los valiosos bienes traídos por las manos de Francisco César y sus seguidores ya que el Valle de Conlara contaba con recursos auríferos y seguramente el Cacique Jungulo sabría donde encontrarlos, como extraerlos y se podría concluir que, tal vez, tuvo la voluntad de compartirlo.

Reconstruyendo el camino transitado por la expedición es más que válido asumir que, partiendo del fuerte Sancti Spiritus, remontaron el Carcarañá para luego continuar por el Río Tercero hacia el interior de las sierras cordobesas; tras sortear éstas, ingresaron al Valle de Conlara (San Luis). Dando por cierto este derrotero, concluímos que sus pasos transitaron, con seguridad, por los territorios donde, actualmente, se levanta la ciudad de Cruz Alta.

Los relatos se expandieron velozmente diversificándose en numerosas versiones; la transmisión oral hacía que los tesoros fuesen cada vez más y más inconmensurables y que las ciudades cubiertas en oro se multiplicasen. Tantas historias así contadas adolecían de un significativo y vital faltante: la ubicación.

Es así que el mito de la Ciudad de los Césares propició su búsqueda a lo largo de un territorio que se extendía desde lo que sería la posterior Gobernación del Tucumán hasta el extremo sur continental y desde el Río de la Plata hasta la costa del Pacífico.

Las expediciones, primero como grupos pequeños y aislados y luego como proyectos de pronunciado costo tanto en número de hombres como en infraestructura operacional, intentaron lo que terminó siendo una infructuosa búsqueda.

Algunas de estas otras expediciones también transitaron las costas del Río Tercero y del Carcarañá; por ende, también fueron quienes, desde aquel siglo XVI, recorrieron los territorios de Cruz Alta; la más significativa y planificada es la que emprende el Capitán Diego de Rojas en 1543.

 

Stella Maris Molina Carlotti de Muñoz en su trabajo "Los padecimientos en la gran entrada de Diego de Rojas" describe a esta empresa, desarrollada entre 1543 y 1546, como "... una de las más dramáticas 'entradas' descubridoras de las que penetran del Alto Perú al Tucumán". En procura de la Ciudad de los Césares, tres contingentes parten de la ciudad de Cuzco con un total de unos 250 expedicionarios que, según Manuel Lizondo Borda en su "Historia del Tucumán", eran "... muy valientes y animosos, los quales fueron bien aderescadas las personas y apercebidos de muchas armas, cauallos, y gran servicio de negros, negras y muchos yndios amigos".

Diego de Rojas

Cristóbal Vaca de Castro

 

Con la autorización del Gobernador del Perú, Cristóbal Vaca de Castro, el primer grupo, al mando de Diego de Rojas e integrado por unos 60 hombres, parte en mayo de 1543; tiempo después y por separado, iniciarán la marcha los otros dos grupos conducidos por Felipe Gutiérrez, segundo de Diego de Rojas y Nicolás de Heredia como Maestre de Campo. En la región de Tucman o Tucma, provincia propia del imperio incaico y habitada por los naturales juríes, se unifican los grupos de Rojas con el de Gutiérrez para luego, afianzarse en Salavina (actual Santiago del Estero). Será aquí donde, tras una de tantas escaramuzas con los aborígenes, Rojas es herido en una pierna con una flecha envenenada y muere. Rompiendo los pactos previos con Gutiérrez y Heredia, el mando lo asume Francisco de Mendoza que hace arrestar a Gutiérrez y su esposa a quienes devuelve al Cuzco y continúa la marcha hacia el sur con el refuerzo del grupo de Nicolás Heredia que lo alcanza más tarde y se le suma.

Patrick Pedulla en su trabajo "Las expediciones en busca de la Ciudad de los Césares y la expansión hispanocriolla (1543-1622)" recupera lo narrado por Rui Díaz de Guzmán dando cuenta que los expedicionarios habiendo llegado a "... los Comechingones, que son unos indios ... que viven bajo de tierra en cuevas, que apenas aparecen sus casas por afuera. Y trabando amistad con ellos, se informaron de lo que había en la tierra, y tomando relación de como a la parte del Sur había una provincia muy rica de plata y oro, a quien llamaban Yungulo, que se entiende ser la misma noticia que en el Río de la Plata llaman los Césares, tomado del nombre de quien la descubrió”.

Según Stella Maris Molina Carlotti de Muñoz en su trabajo de investigación concluye que los expedicionarios, "... llagados y sufrientes, vinieron a dar con tierra de los comechingones, donde levantarían por agosto de 1545 el real que luego se llamó de la Malaventura".

Numerosos estudios han intentado ubicar al Fuerte de Malaventura concluyéndose que es probable que sea el que se identificaba originariamente con el nombre de Fuerte de Escobasacat o Escoba Sacat.

Anibal Montes en su conferencia "Fantasía y realidad en la Leyenda de los Césares" reconstruye el camino recorrido por la expedición asegurando que luego del ingreso por el norte de la actual Córdoba corrigen el rumbo hacia el suroeste llegando hasta los territorios de la actual Panaholma "... donde le dieron noticias que Jungulo quedaba más al sur. Pero allí cruzaron la Sierra de Achala para llegar a Calamochita, desde donde costearon el río que más abajo se llama Carcarañá y así llegaron al río Paraná, desde donde regresaron".

Las disidencias entre Mendoza y Heredia concluyen con el asesinato de Mendoza y el regreso de Heredia al Cuzco con el resto de sus hombres quienes lo habían asumido como nuevo jefe.

Tras estas experiencias narradas, la presencia de los conquistadores por las costas del Tercero y el Carcarañá se volvería usual de resultas de asumirse a esta ruta como derrotero obligado entre el lejano norte y el Río de la Plata.

 

En un informe judicial de 1566 se daba cuenta que el Gobernador de Tucumán Francisco de Aguirre, luego de fundar la actual Santiago del Estero, tenía intenciones de afianzar nuevos pueblos en dirección a "las fronteras". Ese documento es recuperado por el Padre Pablo Lozano en su trabajo "Córdoba de la Nueva Andalucía" consignando "... que algunos de los tales pueblos tendrían contratación con la fortaleza de Gaboto ... señaladamente un pueblo que está visto se puede poblar en la provincia de los Comechingones, que estará a distancia de ochenta o cien leguas de la dicha mar y puerto de Buenos Aires, donde llegan los navíos desde Castilla, e de allí se puede proveer esta tierra de todo lo necesario, sin que los naturales reciban ningún trabajo, trayéndole en carreta, porque está visto el camino ser llano y aparejado para ello". De este texto, resaltamos: que ya existía algún asentamiento de los conquistadores en el trayecto de Santiago del Estero al Fuerte de Gaboto en "contratación" con la Gobernación de Tucumán y que el largo camino permitía el tránsito de carretas, vehículos que para su adecuado desplazamiento, necesitaban que las condiciones de dicha ruta sean muy aptas.

Francisco de Aguirre

 

A partir de la fundación de Córdoba de la Nueva Andalucía en 1573 y en los años siguientes un personaje ingresa en esta historia convirtiéndose en un mojón relevante en lo que será, finalmente, Cruz Alta. Se trata de Don Alonso de la Cámara.

 

Luis G. Martínez Villada en su trabajo de investigación "Don Alonso de la Cámara" se pregunta "... por qué Don Alonso tomó el apellido de la Cámara que no aparece entre sus ascendientes?" y ¿por qué, luego de un viaje a España, adopta el nombre de "... Alonso Gómez de la Cámara"; para luego, al retornar a América, lo transforma en "... Don Alonso de la Cámara?".

En relación a él, Martínez Villada consigna que: "... asiste a la fundación de Córdoba" [por acta del 17 de octubre de 1573 del cabildo de Córdoba, Don Gerónimo Luis de Cabrera lo nombra Escribano Público de Número de la ciudad]; participa "... en la exploración preparatoria de Don Lorenzo Suárez de Figueroa"; acompaña "... al fundador en la expedición al Paraná y construcción del puerto de San Luis [en zona cercana al Sancti Spiritus]"; con Antón Berrú y un reducido grupo, logra "... descubrir el camino a Chile"; con el obsesionado Gonzalo de Abreu sale, en 1579, a la búsqueda de Trapalanda o Ciudad de los Césares, empresa de la que vuelve "... tullido de un brazo del cual quedó manco".

Don Alonso viaja a España y a su regreso, una sucesión de hechos lo colocan en un lugar de referencia en la historia de Cruz Alta.

Firmas cuando era Alonso Gómez de la Cámara y luego, Don Alonso de la Cámara

 

Según reconstruye Martínez Villada en su trabajo biográfico, la designación de Don Alonso de Sotomayor y Valmediano como Gobernador de Chile y la centralidad que, como guía de éste y su comitiva, asume Alonso de la Cámara una vez retornado al Río de la Plata son definitorios para aumentar su fama de hábil orientador dentro de aquellos territorios desconocidos para los expedicionarios de la época. Tras numerosas desventuras sufridas a lo largo del camino llegaron a Córdoba donde su capacidad fue muy ponderada sumándole que, por su iniciativa, "... se trajeron desde Buenos Aires las primeras carretas, utilizándoselas con ventaja para el transporte de la artillería".

Hacia mediados de la década del '80 del siglo XVI y luego de una corta estancia en Córdoba, Don Alonso retoma su espíritu expedicionario sin descartar que esta vocación también estaba motivada por un interés extra particular ya que, según la identificación que le hacía el Cabildo de la época, además de encomendero era uno, junto con Tristán de Tejeda, de los más importantes "tratante de negros" (eufemismo de traficante de esclavos). Al respecto de este nuevo viaje encomendado por el Gobernador Juan de Burgos, Martínez Villada consigna que parte con "... catorce soldados, para descubrir el camino derecho para Buenos Aires. Llegó hasta cuarenta leguas, donde tuvieron una guasabara con los indios. Don Alonso fue herido de un flechazo en la mano y tuvo que volver a Córdoba, porque su gente era poca para afrontar el número de enemigos. Lo demás que quedaba por descubrir, lo hizo el Capitán Rodrigo Ortíz de Zárate, Teniente de Buenos Aires 'hasta que dio en el rastro y camino hasta donde había llegado el dicho Don Alonso de la Cámara y prosiguiendo su viaje llegó a esta Ciudad'".

El Presbítero Pablo Cabrera, en su obra "Tiempos y campos heroicos", consigna que a Don Alonso de la Cámara "... cúpole la gloria de marchar a la cabeza de un puñado de valientes enviados en 1585, por el Capitán Juan de Burgos ... a descubrir o abrir, a través de la Pampa, el camino real tan vivamente reclamado que estrechase ... a ambas capitales, la de la Nueva Andalucía y la del Puerto de Santa María de Buenos Aires y facilitara el tránsito de tropas de carretas, de comunicaciones postales y de pasajeros por una vía corta. A Don Alonso de la Cámara ... solo cúpole la forma de llevarla a cabo hasta la mitad del trayecto ... o a distancia de cincuenta leguas de la ciudad del Suquía ... y es que les salió al encuentro, en son de guerra, un diluvio de bárbaros ... resultando herido en una mano por una flecha enemiga, el de la Cámara, quien retornó al medio de los suyos llevando la gloriosa cicatriz ... Don Alonso dejaba vinculado su nombre en una de las estancias o dormidas de su intrépida jornada ... uno de los parajes en que hiciera escala el descubridor, caracterizado por algunas cejas o núcleos de pequeños chañares ... no tardó en verse bautizados por los pasajeros o baqueanos con la denominación de 'Islas de Cámara' tal vez porque a la sombra de los mencionados arbolillos, haríase don Alonso la cura de primera atención o porque en dicho asiento habríase verificado la refriega".

Estela R. Barbero en su libro "Cruz Alta: tres siglos de historia" suma a la identificación geográfica como "Islas de Cámara" la de "Dormida de las Islas de Cámara" atribuyendo a que Don Alonso "... buscara, bajo la sombra de los árboles, alivio a sus recientes heridas".

En 1595, el encomendero de Escoba y Regidor de Córdoba donde residía, Martín de Salvatierra inicia un viaje al puerto de Buenos Aires que, durante el regreso, termina de modo trágico con su muerte. Previamente, a fines de 1594, el viajero había dejado ya redactado su testamento hereditario a favor de sus hijos Alonso y María. El juicio sucesorio incluye una frase que, recuperada por Pablo Cabrera en "Tiempos y campos heroicos", da cuenta que Martín de Salvatierra falleció en ''... el paraje y sitio que llaman Islas de Cámara".

Tres décadas después de este suceso, de modo paradójico, será su hijo Alonso quien sufrirá igual destino en la misma zona a manos de los naturales de la Pampa. Según reconstruye Pablo Cabrera, los hechos se suscitan durante su regreso del puerto hacia el "... Valle de Quisquisacate [Córdoba de la Nueva Andalucía], trayendo pliegos y cartas de importancia del dicho puerto". En la zona de estos trágicos hechos alguien levantó una cruz evocativa que asumió el nombre de "Cruz de Salvatierra" identificándose con este nombre, también, a los territorios que, años después, serían Cruz Alta.

 

Los primeros propietarios y pobladores.

 

Durante la segunda mitad del siglo XVII, Juan López Fiusa tenía, por derecho, la exclusividad de efectuar tareas de vaquería en la zona. Una documentada querella de 1662, por él presentada, dejaba constancia de su reclamo por la presencia de otros habitantes del lugar que, sin autorización, procedían a vaquear de modo ilegal. Un testigo convocado para dar testimonio sobre los hechos en litigio da cuenta que "... viniendo del Puerto de Buenos Aires, este mes de Junio, al llegar a la Dormida de las Islas de Cámara, jurisdicción que dicen ser de esta ciudad de Córdoba, vió este testigo una tropa de seis a siete carretas de un hombre que estaba vaqueando y herrando y haciendo sebo y grasa."

El Presbítero Pablo Cabrera, en su obra "Tiempos y campos heroicos" consigna que "... el 17 de abril de 1681, le fue asignada a Alonso Díaz Ferreira o Alonso Ferreira de Aguiar [quien fuese, además, propietario hereditario de la Estancia de Pampayacta, actual Pampayasta], una zona de suelo en el paraje que llaman la Cruz de Salvatierra, a sesenta leguas poco más o menos, de la ciudad del Suquía, sobre las márgenes del Río Tercero. Corrían desde la localidad enunciada y señalado por una 'esquina que hace allí el río [esta merced fue concedida por el Gobernador Antonio de Vera Muxica], e iban a lindar río abajo con los terrenos de otra merced hecha al interesado por el gobernador don José de Garro, en 6 de Junio de 1678: la cual tenía de superficie, sobre la costa misma de la arteria y a una y otra banda, dos leguas de largo y otras dos de ancho".

Estela R. Barbero en su libro "Cruz Alta: tres siglos de historia", tras su investigación, le pone límites a estas propiedades; la primera de 1678 confina "... por el norte con un monte grande que está a la vista del Arroyo de las Tortugas, por la parte del sur con la Aguada de las Mojarras [la propiedad vecina a este límite correspondía a José López Fiusa quien privilegió la explotación de su rica propiedad en Yucat] y por la parte del río, hasta donde llaman la Cabeza de Tigre". En cuanto a la segunda de 1681 la ubica "...  en el parage que llaman la Cruz de Salvatierra, sesenta leguas poco más o menos desta ciudad ... que por la parte del río abaxo hasta lindar con la merced de tierras que me hizo el Señor Gobernador don José de Garro [se refiere a la de 1678] y por la parte del río arriba hasta los Chañarcitos que están en una esquina que hace el río". Las tierras que se extendían unas dos leguas a ambas márgenes del río Carcarañá, tal como era formal hábito de la época para poder autorizar la merced, se las declaraba como despobladas y vacías, lo que no necesariamente siempre era verdad.

Alonso Díaz Ferreira o Alonso Ferreira de Aguiar opta por no habitar las tierras entregadas en merced, circunstancia muy usual entre muchos de los que, por entonces, eran beneficiarios de estos valiosos bienes; por el contrario, el 2 de noviembre de 1680, decide vender una fracción de la primera concesión recibida. El comprador será Jacinto Piñero y en el documento de dicha transacción se encuentra, según Pablo Cabrera en "Tiempos y campos heroicos", por primera vez "... el nombre histórico de Cruz Alta, con la ubicación que se le asigna hasta ahora". El terreno comprendía "... una media legua de los terrenos de la primera merced, veinte cuadras a una y otra banda del Tercero, camino de Buenos Aires por la costa".

Estela R. Barbero en su libro "Cruz Alta: tres siglos de historia", al recuperar el documento de venta de esta fracción, consigna que la misma se efectuó por la suma de "... doscientos pesos de a ocho reales de plata".

Es importante en este punto aclarar que no deberá confundirse a estos territorios de Cruz Alta con aquellos que, durante los primeros tiempos fundacionales, se identificaron como La Cruz Alta. Dichas tierras se extendían desde el Río Cuarto hasta Espinillos (actual Marcos Juárez) y correspondían a una merced asignada, hacia 1683, a Francisco Diez Gómez por el Gobernador Fernando Mendoza Mate de Luna.

En "Tiempos y campos heroicos" se puede recoger que la totalidad remanente de tierras que aún conservaba Ferreira fueron vendidas de acuerdo a la siguiente secuencia: el 12 de setiembre de 1687 son adquiridas por Juan José de León (aquí Barbero en su libro difiere consignando a Juan de Sossa como propietario intermedio lo que no anula, necesariamente, que estemos hablando de la misma persona) luego éste transfiere al Pbro. Diego Salguero y Cabrera; para, finalmente un 25 de febrero de 1690, terminen aumentando el patrimonio de Jacinto Piñero quien deberá ser asumido, al radicarse en el lugar, como el fundador de Cruz Alta.

Decíamos más arriba que las tierras se declaraban como deshabitadas y que ésto, en general, no comulgaba con la verdad; de hecho, en este caso no debería asumirse como mera coincidencia que, en ese mismo año de 1690 y por parte de misioneros jesuítas, se creara la primera Reducción de Indios Pampas en la vecina Espinillos (actual Marcos Juárez).

Estela R. Barbero en su libro "Cruz Alta: tres siglos de historia" da cuenta que las propiedades vendidas en 1690 corresponden "... al parage que llaman el Río Tercero desde el Carcarañá hasta los papagayos en el camino Real para Buenos Ayres", que son entregadas "... sin reservar cosa alguna exceptuando todos los ganados mayores y menores que ay" y que, a modo de pago, el vendedor recibe "...quatrocientas y cinquenta cauezas de bestias mulares que por ellas me ade dar Jacinto Piñero en dos plazos".

Aconsejamos remitirnos al libro de Barbero para tener una adecuada y precisa secuencia de la evolución de la familia de Piñero y de otros colonos que, de a poco, se iban sumando; dándole forma, así, a los primeros años de constitución de Cruz Alta.

 

El siglo XVIII.

 

Hacia 1720, el primer fuerte erigido para brindar protección a la ruta que unía Buenos Aires con el río Tercero y Córdoba era el de Guardia de la Esquina que, junto con la Guardia del río Carcarañá, se ubicaba muy próximo a Cruz Alta en la frontera con Santa Fe. Años después, en 1726 Cruz Alta ya tiene su propio fuerte mientras que el de Esquina se reconvierte en posta para, de resultas del recrudecimiento de la peligrosidad de la zona, vuelve a ser fuerte a mediados del siglo XVIII.

 

"Gobierno, justicia y milicia, la frontera entre Buenos Aires y Santa Fe - (1720-1830)" - FaHCE (UNLP)

Diseño de Tapa y Maquetación: mbdiseño

 

Pablo Cabrera en "La tragedia de Cruz Alta" le atribuye la construcción del fuerte al Gobernador don José Matías de Angles y este acto, según la visión personal del sacerdote, lo convierte en el verdadero fundador de Cruz Alta.

Ese primigenio desarrollo no estaba libre de una turbulenta y muchas veces trágica relación con los naturales del lugar así como con las enfermedades que, de modo periódico, solían asolar los indefensos asentamientos. Las epidemias de viruela y otras pestes eran muy usuales pero se volvieron más recurrentes entre fines del siglo XVII (1694) y buena parte del siglo XVIII de resultas, además, con el auge del tráfico de esclavos africanos. Estas condiciones no hacían propicia la vida en el lugar; por el contrario, cortos períodos de cierto desarrollo eran seguidos por otros, donde los territorios se vaciaban de población que escapaban en busca de un destino mejor.

A pesar de ésto los Piñero enfrentaban las dificultades y lucían un nada menor desarrollo patrimonial. La comunidad de Cruz Alta, hacia las dos primeras décadas del siglo XVIII, ya superaba la centena.

Pablo Cabrera en "La tragedia de Cruz Alta" confirma que la población estaba devastada "... por los bárbaros cuando sus asaltos y depredaciones formidables llevadas a cabo por los mismos en aquellos vecindarios y en las regiones sud, sudeste y norte de la provincia, desde 1728 a 1745".

El ataque de 1731 y los posteriores fueron concluyentes para que la población abandonara los territorios buscando resguardo en Fraile Muerto (actual, Bell Ville), Punta del Sauce (actual, La Carlota) e incluso, en la lejana Buenos Aires.

De hecho, hay un informe de 1731 enviado al Rey por el Procurador del Cabildo de Córdoba Silvestre de Valdivieso y Arbizu donde se da cuenta que el despoblamiento de la zona es el resultado, en parte, de epidemias y en mayor y sustancial medida, por la permanente y virulenta agresión de los naturales del lugar.

Del libro "Cruz Alta, tres siglos de historia" de Estela R. Barbero podemos extraer el crudo relato de los dramáticos hechos de junio de 1734 cuando el desesperado intento de 60 milicianos comandados por el Sargento Mayor Juan Piñero, intentando detener los recurrentes ataques, concluye en una carnicería en el paraje de Acequión donde muere su jefe, la amplia mayoría de los combatientes mientras que parte de los sobrevivientes son tomados cautivos. Según la investigadora los secuestrados fueron "... llevados a las tolderías conjuntamente con quinientas vacas y seiscientos caballos".

A propósito de estas circunstancias, Luis Beltrán Martínez Thomas en su libro "Pobladores del sudeste de Córdoba: crónica familiar de cinco siglos en Argentina, desde la conquista hasta nuestros días" consigna que, en 1734, "... los mocovíes, avipones y otras tribus ensoberbecidas por el éxito lanzaron sus huestes todo a lo largo del Río Tercero ... la invasión se llevaba a cabo el mismo día y a la misma hora operando las tribus en grupos más o menos numerosos, para concentrarse al norte al día siguiente con el botín obtenido. Como consecuencia de estos ataques la zona quedó desierta". El autor, en este punto, recupera un texto del Capitán Juan de Acosta quien aseguraba que "... desde Cruz Alta hasta Mazangano, distancia una de otra como 60 leguas, se han despoblado más de 150 estancias que poseía el Río Tercero a una y otra banda".  

Frente a los reiterados ataques la resistencia recaía, de modo exclusivo, en la participación de los pobladores del lugar que ponían en riesgo sus vidas y sus propios magros recursos económicos.

Por aquella tercera década del siglo XVIII, el jesuíta, etnógrafo y cartógrafo Antonio Machoni (nacido en Cerdeña en 1671 y fallecido en Córdoba del Tucumán en 1753) vuelca al papel algunos mapas producto de la experiencia acumulada a lo largo de los años durante los cuales cumplió con diversas actividades: misionar en los vastos espacios del Paraguay; sumarse a las expediciones que Esteban de Urízar y Arespacochaga, por entonces Gobernador de Tucumán entre 1707 y 1724, recorrieron los territorios del Chaco; integrarse a las comunidades autóctonas de los toconoté y los lules de las que supo aprender y difundir su lengua y finalmente, ejecutar tareas de docente y Rector del Colegio Máximo de Córdoba. En uno de esos mapas se identifica, con claridad, la presencia de Cruz Alta. Dicho documento cartográfico aparece incluído en la obra del Padre Pedro Lozano que, en 1733, se publica bajo el puntilloso título de "Descripción corográfica del terreno, ríos, árboles y animales de las dilatadísimas Provincias del Gran Chaco Gualamba y de los ritos y costumbres de las innumerables Naciones bárbaras e infieles que le habitan con una cabal relación histórica de lo que en ellas han obrado para conquistarlas algunos Gobernadores y Ministros Reales y Misioneros Jesuítas para reducirlas a la Fe del verdadero Dios".

 

 

Obsérvese lo ajustado de la identificación de los ríos Saladillo, Terzo (Tercero) y Carcarana (Carcarañá) sobre cuya costa y en proximidades de su desembocadura en el Paraná expone la población conocida como Gaboto la que corresponde a la histórica ubicación del Fuerte de Sancti Spiritus.

 

En 1741 Domingo de Basavilbaso es autorizado a regentear una Carrera de Postas que uniría Buenos Aires con Córdoba la que luego es extendida hacia el norte con destino a Tucumán, Potosí y Lima y hacia el oeste, en procura de San Luis, Mendoza y Santiago de Chile. En esta ruta queda involucrada Cruz Alta como ruta común a ambos destinos ya que en Saladillo se ubicará la bifurcación de los caminos hacia el Alto Perú y el Océano Pacífico. El trayecto entre Cruz Alta y Saladillo insumía una jornada de marcha.

 

A lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII se reinicia un proceso de reconstrucción del pueblo que va siendo acompañada por un lento pero seguro resurgir de las distintas comunidades asentadas a lo largo del Río Tercero.

Según consigna Luis Beltrán Martínez Thomas en su libro "Pobladores del sudeste de Córdoba ..." el Gobernador Martínez de Tineo emite un bando en 1750 por el cual convoca a "... los propietarios de tierras y estancias abandonadas en las costas del Río Tercero para que la repoblaran ...", de resultas de lo cual estos territorios "... se vieron pronto resurgir, ocupándose las unas por sus propios fundadores y las otras por gentes nuevas, todos animosos y emprendedores que en menos de un quinquenio restauraron lo que había sido destruído o abandonado a ambas riberas del Río Tercero, desde el Paso de Ferreira hasta Cruz Alta y Desmochados".

Este retorno poblacional iba acompañado de numerosos reclamos y litigios sobre la propiedad de la tierra que cada uno aseguraba poseer al momento de la evacuación. La situación imperante era que en algunos casos los terrenos estaban siendo ocupados por los indios mientras que otras parcelas eran usufructuadas por terceros que las asumían como propias al encontrarlas vacías.

César Reyes en su trabajo "Carcarañá" recoge que hacia 1750 el médico y misionero inglés Thomas Falkner, de fe calvinista de origen y devenido en jesuíta durante su estancia en Córdoba, deja documentado que el Río Tercero "... el más considerable de todos ellos [los ríos de Córdoba] antes de dejar atrás las sierras de Córdoba ... se aumenta mucho con las aguas de los ríos Champachín. Quillinsa, Cachu-Corat ... de esta manera corre hasta llegar a la Cruz Alta, donde ya se llama Carcarañá, por las muchas vueltas que da y sigue adelante de noroeste a sudeste, hasta que entra en el Paraná en el Rincón de Gaboto".

El Franciscano Fray Pedro José de Parras en sus relatos de viaje efectuados entre 1749 y 1753 y reproducidos en "Diario y derrotero de sus viajes", asegura que hacia los últimos días de 1750 llegan al pueblo al que describen como un "... paraje antes muy poblado y en que se descubren muchos arruinados edificios, desamparados por las continuas invasiones de los indios. Cantamos un responso en lo que fue iglesia".

 

 

De resultas que en 1757, por mandato del Gobernador Joaquín de Espinosa y Dávalos, se instala la Jefatura Militar en Cruz Alta en conjunto con una larga lista de disposiciones reguladoras de las condiciones de vida y seguridad, toma impulso un fuerte y nuevo reingreso poblacional en toda la zona.

Durante 1767 los jesuítas expulsos que pasaron por el lugar dejaron, de la mano del P. José Manuel Peramás, un testimonio valioso redactado a modo de diario de viaje. José A. Ferrer Benimeli estudia dicho texto volcando sus conclusiones en el trabajo "Viaje y peripecias de los jesuítas expulsos de América"; en el mismo se da cuenta que el 2 de agosto de aquel año la larga caravana de 44 carretas y más de 200 pasajeros llega a Cruz Alta a la que Peramás describe como "... un fuerte con algunas casas y capilla". Si bien Ferrer Benimeli utiliza palabras propias para reescribir el texto del diario de viaje de Peramás incluye, en sitios apropiados, párrafos originales del sacerdote; a través del trabajo del historiador tomamos conocimiento que el contingente arriba al lugar "... con el temor de la llegada de indios bravos, por lo que los soldados fueron puestos en máxima alerta. Sin embargo los tales indios no aparecieron, a pesar de que en el fuerte fueron informados de que los indios andaban cerca. Parece ser que fue una excusa o enredo para no dar escolta de soldados, ni bueyes 'que sabían se iban sacando de los Partidos para remudar'. El día 3, por la mañana, se detuvieron allí para encebar las carretas con lo que hubo tiempo para decir misas y comulgar. A la hora de la siesta salieron de Cruz Alta y dejaron ya el río Tercero que habían ido costeando, y que a partir de allí 'tiraba para la ciudad de Santa Fe', y fueron a hacer noche a las Islas, que no eran otra cosa que 'unos pedacitos de selvas en medio del camino que van cortado las Pampas'".

Marcela Alejandra Suárez en su trabajo "La traducción italiana del Annus Patiens del P. Peramás" recupera la puntillosa descripción que el sacerdote efectúo sobre la geografía de la zona y de las islas en particular: "El día 4 llegamos al lugar de las islas. Las islas son consideradas por los habitantes tres pequeños bosques que, ubicados entre sí en un espacio poco generoso, van cortando el camino de las pampas. La pampa comienza a partir del último recodo del río tercero. Se denomina pampa a cierta llanura tan interminable, cualquiera sea la dirección en que se mire, que ni siquiera aparece una pequeña elevación o un mojón. En la llanura pampeana todo está despoblado, sin cultivar, es hostil a causa de las serpientes. No hay allí piedras, ni árboles, ni manantiales, ni lagos. Solo existe la hierba de la cual se alimenta una clase de lirones a los que los lugareños llaman quirquinchos. Es un cuadrúpedo semejante a un cerdito, armado de una escamosa coraza en todo el cuerpo, con la cual de inmediato se enrolla, si alguien quisiera atraparlo, pero apenas se puede desplegar con suma fuerza al que se enrolla. Si entra en la cueva e incluso cubre solo medio cuerpo, así ocupa la tierra con las escamas erizadas para que, a no ser que se hayan humedecido, no se lo arrastre hacia afuera incluso con sogas. Existen también otros dos tipos llamados por los habitantes mulitas y bolas".

 

Original en latín del Diario del P. José Manuel Peramás (Fragmento donde se asienta el paso por Cruz Alta, La Esquina, el ingreso a Santa Fe y la descripción de las "Islas" - Período del 2 al 4 de agosto de 1767)

 

En 1773, de la publicación atribuída a Concolorcorvo "El lazarillo de ciegos y caminantes desde Buenos Aires hasta Lima" extraemos que, desde Esquina de la Guardia o "... paraje nombrado del Carcañar, por haber vivido en él un cacique de este nombre y que no tiene más habitantes que multitud de avestruces, ... se divisa el Río Tercero y se entra en la jurisdicción del Tucumán, que todos dividen en el pueblecito que está poco distante del Oeste, nombrado de la Cruz Alta, adonde no hay necesidad de entrar". Al referirse al Río Tercero en particular lo describe como "... muy caudaloso, de aguas turbias mansas, algo salado y con bastantes peces que pescan los muchachos por mera diversión ya que los naturales ... no los aprovechan. Sobre ambas bandas está bordeado de sauces, chañares y algarrobos. Los pastos no son tan finos como los de Buenos Aires, pero son útil alimento para los ganados, caballos y bueyes. Estos últimos son fuertes y aptos para el trabajo. Se observa siembra de trigo y cebada mientras que la fruta más vista es el durazno".

 

Cruz Alta según mapa de Thomas Falkner de 1774 (se identifica iglesia y el Río Carcaranal)

 

La Esquina de la Cruz Alta según mapa de Juan de la Cruz Cano y Olmedilla de 1775

 

El Virrey de Buenos Aires, Juan José de Vértiz y Salcedo decide entre 1776 y 1780 reforzar la protección del camino que, desde el puerto, conducía hacia el Alto Perú o a Chile; para lo cual establece una docena de fortines desde Chascomús hasta Guardia de la Esquina, en la actual frontera de Santa Fe con Córdoba. De hecho, en las memorias de dicho Virrey correspondientes al período 1776-1778, se da cuenta que "... se establecieron los fuertes de la Esquina, inmediato a la Cruz Alta y el de Melincué". Tres años después el Marqués Sobre Monte le da continuidad a estos asentamientos defensivos a lo largo del Tercero y sobre el Río Cuarto.

 

Durante 1784, el astrónomo francés José Sourryère de Souillac partió de Buenos Aires con destino a Santa Cruz de la Sierra en plan de demarcación de límites dejando un precario relato que, inconcluso, se publicó en 1837 como "Itinerario de Buenos Aires a Córdoba". De dicho trabajo extraemos que de la "... Guardia de la Esquina a la posta del difunto Gutiérrez, hay 10 leguas: a las 3 leguas se llega a un pantano hoy transitable e inmediatamente a un lugar que llaman la Cruz Alta; a las 7 leguas se hallan varios ranchos de estancias y chacras, que denominan la Cabeza del Tigre".

 

A mediados de 1785, en cercanías de Saladillo, se producen ataques indios a dos caravanas que transitaban desde y hacia Buenos Aires de resultas de los cuales se contabilizan seis víctimas, algunos cautivos, la pérdida de mil cabezas de ganado y la clara evidencia de la fragilidad de la estrategia defensiva de toda la zona de influencia del Río Tercero.

El investigador historiador José Ignacio Avellaneda rescata el valioso documento que, bajo el título "Descripción de los caminos, pueblos, lugares que hay desde la Ciudad de Buenos Ayres a la de Mendoza, en el mismo reino", fue escrito y fechado en Mendoza el 6 de febrero de 1787 a modo de diario de viaje por el Comandante de Frontera y de las Armas del Partido de Cuyo José Francisco de Amigorena. El mismo, de modo minucioso, reconstruye el camino transitado por el contingente de este a oeste a través de nuestras tierras. De su contenido obtenemos: características de la ruta, vías opcionales secundarias, distancias, información sobre la geografía en general, detalles sobre los asentamientos poblacionales, primigenias labores que brindasen recursos para la  subsistencia. De dicho material extraemos un fragmento donde, una vez dejada atrás la Posta de Esquina de la Guardia y continuando hacia Cabeza de Tigre, se consigna que:

 

"Otra legua larga mas adelante entre el Rio, y el camino está el pueblo llamado de la Cruz Alta componese de 22 Ranchos, entre los quales hay dos con alguna defensa de tapias á modo de Fuerte, y en uno de ellos un Pedrero que el dia que lo disparen darán en tierra con los reparos,  (tal és su solidez), Ay también su Ataona y Capilla; pero los vecinos que han quedado después de la última irrupción de los bárbaros, se ven sin ún Animal, ni mas ausilio que reparar el Rio para asegurar la vida Por cuyo motivo nos persuadimos que de aquí á poco tiempo podrá  verse este sitio despoblado. Aquí se junta a este Camino por las partes del Norte, el que viene de Santa Feé para Mendoza".

 

Si su interés es acceder al relato específico que abarca el trayecto transitado dentro del territorio cordobés, haga click aquí.

Por el contrario, si su deseo es tomar contacto con la integralidad del documento y por ende, de todo el viaje, haga click aquí.

 

Detalle de un mapa remitido por el Marqués de Sobremonte en su carácter de Gobernador de Córdoba del Tucumán integrado en un expediente de Villa de la Concepción (circa 1785)

 

Durante 1786 dos son los ataques más significativos, uno a mediados y otro hacia octubre de dicho año; el segundo puntualmente se concreta entre Saladillo y Cruz Alta.

Marcela Tamagnini y Graciana Pérez Zavala en su estudio sobre la frontera sur cordobesa de finales del siglo XVIII referencia que, el Marqués de Sobre Monte, inicia una negociación pacificadora "... con el cacique Cheglem o Cheglén de la nación Ranquelche, quien lo hizo extensivo a Carripilum y a dieciocho caciques más", la que se ve concretada con éxito hacia 1796 y que logra mantenerse hasta fines de la primera década del siglo XIX.

 

El siglo XIX.

 

El recientemente configurado Curato de Río Tercero Abajo tenía una basta extensión desde Yucat hasta Cruz Alta. El censo provincial realizado a comienzo de la segunda década del siglo XIX ofrece un panorama donde los indios eran poco numerosos, los negros habían disminuído su presencia a la mitad la que, hacia 1778, era de un 13%, los blancos alcanzaban un 40% y el resto lo constituían las distintas cruzas gestadas a lo largo de los años y que eran reconocidas como pardos (en éstas no faltaba mezclas de sangre india, de negros esclavos o libres, de mulatos, de zambos).

El Capitán Alexander Gillespie integró la expedición de las tropas inglesas que invadieron e intentaron colonizar las tierras del Río de la Plata en 1806. Tras la reconquista y la consecuente rendición, el oficial fue parte de quienes primero fueron confinados en San Antonio de Areco y luego, en el Valle de Calamuchita. Un relato de su experiencia acumulada al tomar contacto estrecho con la naturaleza y geografía de nuestro interior y por sorprenderse con los hábitos, costumbres, miedos y sueños de los habitantes locales, se convierte en un libro que será publicado en Londres en 1818.

 

 

Provistos de recursos económicos y víveres, el 30 de marzo de 1807 todo su destacamento, en carácter de prisioneros, parte del Santo de Areco e inicia, en carretas y a través de las peligrosas pampas, el largo camino a Córdoba. El contingente del Regimiento 71 llega, el 12 de abril, a Esquina de la Guardia (actual zona limítrofe entre Santa Fe y Córdoba) y se detiene por algunos días que se describen como "... tres días agradables de gozo y abundancia que ahogaron toda reflexión pasada, y antes del 16 de abril renovamos nuestros trabajos que nos trajeron al pueblito de Cruz [se refiere a la actual Cruz Alta], a las tres de la tarde, cuando se calentaban hornos para el pan, pero de donde partimos con mandato súbito una hora después, no permitiendo anotaciones sobre el sitio, sino las que eran conspicuas por su miseria extrema. Fue además un desagrado, pues nuestros chifles de licor estaban vacíos y estábamos sin muchas otras comodidades". [Acceda al relato completo del viaje por territorio cordobés, haciendo Click Aquí].

 

Mapa de 1812 realizado por Arrowsmith y Lewis donde se consigna "La Esquina de la Cruzalta"

 

Sonia Tell en su libro "Córdoba rural, una sociedad campesina (1750-1850)" consigna que en 1817 el Gobernador Castro envía un contingente hacia el Chaco con el objeto de contener los ataques aborígenes. La empresa deviene en fracaso al punto tal que durante ese mismo año y en 1819, "... los indios del Chaco y del sur invadieron la frontera este entre Cruz Alta y Fraile Muerto". El aumento de la inseguridad provocaba una nueva huída de los pobladores buscando sitios más seguros en proximidades del Río Segundo.

A propósito de la ruta de postas que unían las actuales San Nicolás sobre el Río Paraná en Santa Fe y Villa María en Córdoba apelamos a la ayuda que nos brinda el viajero inglés Alexander Caldcleugh Beatson (nacido en Londres, Inglaterra en 1795 y fallecido en Valparaiso, Chile en 1858) quien recorre estas tierras a partir de 1819 a 1821 volcando sus experiencias en el libro "Viajes por América del Sur".

Obsérvese que la ruta seguida por el viajero, en lo que al interés de este espacio respecta, va siendo acompañada por el Río Carcarañá y luego, por el Tercero. De su relato extraemos lo siguiente:

 

" ... temprano por la mañana salimos para los Desmochados, a seis leguas cortas de distancia (se refiere a la posta anterior identificada como Manantiales). El camino era perfectamente llano y en muy pocas partes aparecía barro; vi algunas flores parecidas a azafrán amarillo y un guanaco atravezó galopando el camino". Según su relato, dicha posta estaba constituída por "... varios ranchos de barro con comodidad para pasar la noche. El moblaje ... estaba formado por dos o tres cueros de buey estirados cada uno sobre cuatro postes clavados en el suelo; servían de cama y a veces de mesa; también había dos o tres bancos o asientos formados por cabezas de vaca". La preocupación del autor lo obligaba a advertir que "... entraba en la zona de territorio invadida ultimamente por los indios ..."; por lo cual y frente a dicho riesgo, tranquilizaba con que  "... la posta estaba rodeada por una doble empalizada con foso y un cerco de tunas muy espeso".

 

La Posta de Desmochados se ubicaba sobre el Río Carcarañá dentro de la Estancia de San Ignacio la que, muchos años antes (en 1719), había sido vendida por Antonio de Vera y Mujica a la Compañía de Jesús quienes, en el lugar, habían asentado el Puesto San Ignacio un año después.

Una vez abandonado Desmochados, se dirigen hacia Arequito a poco más de cuatro leguas de distancia; donde, luego de una larga espera por caballos frescos, continúan recorriendo una distancia similar hasta Esquina de la Guardia. Una vez cruzado el río homónimo y alcanzada la Posta expresa que en el lugar había "... en otro tiempo, un pequeño fuerte que marcaba el límite entre las Provincias de Santa Fe y Córdoba". En cuanto al paisaje que lo rodea lo describe como "... sin variantes ..." y la presencia del "... pequeño arroyo de Cruz Alta donde el suelo aparecía cubierto por una capa de sal. La posta era uno de los muchos ranchos de barro de por ahí". Sobre los hechos ocurridos recientemente consigna que "... en este paraje de la Cruz Alta fue enterrado el Virrey Liniers después que lo fusilaron en Cabeza de Tigre. El sitio se distinguía en el cementerio contiguo a una capillita del lugar". Sobre este cementerio le llama la atención que era "... desde Luján, el primero que veía en el camino". Que sea el primero que haya visto no significa, como es obvio, que no existiesen; de hecho y por entonces, en las inmediaciones de la posta de Desmochados ya existía un cementerio. El autor, tras este punto, vuelve a la descripción de la zona vistiéndola con "... árboles de buena madera y cercos de tuna muy altos y espesos".

En 1820 Peter Schmidtmeyer, banquero, dibujante y viajero suizo de nacimiento e inglés por adopción, transitó el largo y complejo camino entre Buenos Aires y Chile. De resultas del mismo nace un pormenorizado relato complementado con numerosas láminas que reflejan la geografía recorrida así como los hábitos y costumbres. Dicho trabajo se editará unos años después bajo el título "Travels into Chile over The Andes". Del mismo extraemos que "... un inglés, dos alemanes y yo, en un carro de dos ruedas fabricado en Buenos Aires, partimos el 8 de mayo de 1820. Habíamos contratado a tres 'peones', término que utilizaré en adelante ya que el mismo se aplica tanto a guías, como sirvientes, trabajadores, puesteros y, en general, a todos los que son contratados por día o para algún servicio en particular que no sea permanente". En lo que concierne a este espacio en particular especifica que "... el camino, después de pasar por algunas pequeñas aldeas, nos llevó a Esquina de la Guardia, un pequeño cuartel cerca del Río Tercero, con una zona fortificada y algunos soldados ocupados en controlar las incursiones de los indios desde el sur; poco después a Cruz Alta donde, después, cruzamos el pequeño río salobre o arroyo Saladillo entrando así al territorio de Córdoba".

 

Obra de Peter Schmidtmeyer y detalle de mapa realizado e incorporado por el autor

 

De sus páginas extraemos el mapa elaborado por el autor y el detalle de las postas recorridas observándose que la Esquina de Medrano es identificada como el sitio donde se bifurcan los caminos hacia el norte y el oeste, este último en dirección a Chile.

Al llegar 1821, el censo de aquel año, muestra un nuevo y lento resurgir de Cruz Alta con una población que ya alcanzaba los 124 habitantes.

Hacia 1824 la zona es transitada, camino a Chile, por quien sería el futuro Papa Pìo IX. Se trata de Juan María Mastai Ferretti de Sinigallia que acompaña, en este peligroso viaje, al Delegado Pontificio Monseñor Juan Muzi.

 

El pormenorizado relato de dicho viaje, publicado más tarde, da cuenta de las vivencias y experiencias en estas zonas.  Existe una traducción del italiano realizada por Domingo Faustino Sarmiento como "Miembro de la Universidad de Chile, del Instituto Istórico de Francia i de otras Corporaciones Literarias" que fue publicada en 1848.

De la misma rescatamos: "Pasando por los Desmochados que es una de las postas de aquel camino, supieron que allí diez días antes, trescientos salvajes a caballo, guiados por el jefe que llaman cacique, todos armados de largas picas, asaltaron al maestre de la posta misma, el cual defendiéndose desde una torrezuela les mató uno, e hirió a otro, con lo cual abandonaron el lugar.

Tres días después de haber por felicidad pasado nuestros viajeros, volvieron al mismo lugar con más ferocidad aquellos salvajes, encontraron una tropa de veintidós muleteros con cien mulas cargadas, se apoderaron de estas, y mataron a los veintidós, excepto uno que se salvó entre los heridos. Usan estos salvajes una lanza, que apoyan en la silla, por medio de una faja, y no hacen más que agitarla y dirigirla a uno y otro lado. Si llegan a aferrar un hombre lo levantan en el aire con la mayor facilidad, y cuando corren al asalto van gritando horriblemente, y golpeándose la boca con las manos al mismo tiempo, con lo cual esparcen el mayor terror. Este lugar es uno de los más frecuentados por aquellos salvajes, y toma su nombre de 'desmochar' verbo español que significa mutilar por haber los indios una vez cortado pies y manos a algunos hombres de la posta que dejaron así abandonados en tierra. Los volátiles que con más frecuencia vieron en estos parajes son las lechuzas, muy abundantes en toda la América.

Cuando hubieron llegado a la Esquina de la Guardia, se les pidió la Confirmación que administraron a muchos; pero la noche la pasaron muy mal, y Mastai hubo de pasarla en vela enteramente. Creyendo importante recordar la especialidad de los animales que vieron en este viaje, hablaremos de un tatú, o sea dasypus de Plínio, que los americanos llaman mulita, y que es el cachicamo, o tatú de nueve fajas de Buffon. Es esta una pequeña bestiecilla, que parece una mula aparejada, pero con el hocico más parecido al del puerquecillo de India que al de un mulo, y es del tamaño de nuestros perrillos falderos.

Siguiendo este camino entraban en lugares en los cuales crecía el peligro de salvajes, y donde no podían dormir sino en pobres chozas sobre la tierra desnuda; otras veces atravesaban lugares amenos y bosques compuestos de árboles espesos y muy altos, y que daban agradable sombra muy oportuna para ponerse a cubierto de los rayos abrasadores del sol".

Domingo F. Sarmiento

en Chile

Si nos detenemos en leer el libro original en italiano encontramos una mención más específica sobre Cruz Alta que es omitida por Sarmiento en su traducción: "Desde Esquina de la Guardia se va a Crociada [Cruz Alta], que es una posta con más cabañas, en las que se encuentra bastante comodidad. Por allí el terreno continúa siendo gredoso y no mejora hasta las cercanías de la siguiente posta que se llama Cabeza de Tigre por un tigre que fue ultimado y se mantuvo lo que en lengua española se dice 'cabeza' expuesta durante largo tiempo".

 

Sallusti, Giuseppe: "Storia delle Missioni Apostoliche dello Stato del Chile. Colla descrizione del viaggio dal vecchio al nuovo mondo fatto dall´autore" - Tomo Secondo - Roma, 1827 (Fragmento)

 

Más detalles de este viaje los podemos encontrar en el espacio dedicado a la Iglesia de la Inmaculada Concepción de Bell Ville y a la Capilla San Juan Bautista de Ballesteros Sud.

 

El 23 de abril de 1827 parte del puerto de Falmouth (Inglaterra) el paquebote Duke of York con destino a Sudamérica; el objetivo era llegar a Buenos Aires para, desde allí y por tierra, alcanzar Chile y finalmente, Perú. El marino Teniente Bran será quien se ocupará de redactar el diario de viaje. El mismo, en 1829, será publicado en Alemania por el editor Dr. Friedrich Alexander Bran bajo el título "Diario de Viaje al Perú durante el invierno de 1827" incluyéndolo en un volumen de "Archivos Etnográficos". El 24 de julio parten de Buenos Aires; cuatro días después consigna que ".... llegamos al pueblo de La Cruz Alta, que hace la frontera entre la provincia de Santa Fe y Córdoba. Este pueblo consta de diez o doce chozas de barro, que están rodeadas de muros y zanjas en defensa de los indios; de hecho, todas las postas de las dos provincias de Santa Fe y Córdoba están protegidos por un muro de tierra o un foso, por estar abiertos y expuestos a ser atacados por los salvajes. Después de partir de La Cruz Alta, nos alejamos en dirección al Río Saladillo o creo que fue el Río Tercero, cosa que no puedo decir con certeza; el mismo tenía barrancas casi verticales y estaba plantado con algunos árboles. Por la noche llegamos a Lobatón después de haber recorrido 99 millas ese día".

 

  

 

Continuando con la secuencia cronológica, en 1829 las luchas intestinas tienen a Cruz Alta como protagonista ya que el General José María Paz asentará sus tropas en el lugar previo al ataque final sobre el, por entonces, Gobernador Juan Bautista Bustos.

 

Un mapa de 1840 nos muestra en detalle la secuencia de postas ya devenidas en pequeñas comunidades las que, a partir de San Nicolás sobre el Río Paraná, se van enlazando del siguiente modo: Manantiales, Desmochades (en realidad es Desmochados a la que continuaba la Posta de Arequito no registrada en el mapa), Esquina (o Esquina de la Guardia o Guardia de la Esquina, límite actual entre Santa Fe y Córdoba), Cruz alta (con el "alta" en minúscula), Cabeza de Tigre (actual Los Surgentes), Lovaton (también identificada como Lobaton, actual Inriville), Saladillo, Barrancas (actual Monte Buey), Sanjón (actual Justiniano Posse), Fraylemuerto (actual Bell Ville), Bastas (se refiere a Bustos, actual Ballesteros Sud), Herradura, Paso (Paso de Ferreyra, actual Villa María).

 

 

Hacia 1848, el viajero y pintor inglés Robert Elwes realizó una travesía por la zona y fue volcada a un libro que, publicado en 1853, llevó por titulo "Apuntes de un viaje alrededor del mundo". Del mismo podemos extraer algunos párrafos que, destinados a su experiencia en estos parajes de Cruz Alta, consigna que descubrieron "... un pueblo cercado con setos de cactus donde encontramos a la gente preparando mate y bebimos algunos con ellos. Los caballos estaban empacados y agotados cuando comenzó a llover tan fuerte que decidimos acostarnos en la Posta hasta que descampe. No salimos hasta las 4 de la tarde, momento en que el camino estaba muy mal y resbaladizo".

 

Fragmento del libro "Apuntes de un viaje alrededor del mundo" de Robert Elwes

 

En las primeras horas de la mañana del sábado 18 de marzo de 1848, el abogado e historiador nacido en Estados Unidos Samuel Greene Arnold dejaba atrás Esquina de la Guardia. Del diario de dicho viaje extraemos que, luego de cruzar el arroyo que limita la provincia de Santa Fe, ingresan en "... la gran provincia de Córdoba en busca de la primera posta, Cruz Alta, a cuatro leguas, a donde llegamos a las 9. Es un pueblo con cerco de grandes cactos, como en Esquina, que oculta en su interior ranchos y sirve de defensa contra los indios. Aquí escribí casi una página y media del diario dentro del coche porque no había comodidades para hacerlo. En Cruz Alta todas las casas están rodeadas de cactos; el cercado más grande es el de la administración de correos y se llama el fortín; rodea a 4 o 5 casitas y allí durmió anoche el pueblo entero por temor a los indios. El cerco es de unos 15 pies de alto y muy espeso. Había allí muchas lanzas indias tomadas en recientes luchas. La lanza es de la forma usual, tosca y pesada. También había una bayoneta. La fabricación es tosca y no se puede compararse con las lanzas de los nubios, ni tampoco los mangos, que son de madera de uno y medio centímetros de diámetro, y la más larga tiene 13 pies de largo, pero se dice que las comunes son de 18 pies de largo. Nuestros peones pasaron el tiempo bebiendo y arrojando tejos a una marca señalada en el piso. La hija del administrador era la joven más bonita que, hasta ahora, he visto. Pasamos el tiempo mirándola y comiendo sandías".

 

Samuel Greene Arnold y su obra

 

Era el 18 de marzo de 1849 cuando del puerto alemán de Bremen partió "El Talismán", navío de 180 toneladas. En él, rumbo a Sudamérica, viajaba el novelista Friederich Gerstäcker quien, luego de abandonar el barco en Río de Janeiro, se sube al "San Martín" que parte el 16 de mayo. El viaje desde Brasil al Río de la Plata se torna complicado tanto por razones climáticas provocadas por el viento Pampero como por la situación conflictiva que, por entonces, enfrentaba a Buenos Aires con Montevideo.

La intención del escritor era la de volcar en un libro toda la experiencia de un viaje que incluía cruzar Argentina en dirección a Chile donde abordaría nuevamente "El Talismán" que, por su parte, había continuado viaje por el Atlántico hacia el sur para remontar, una vez superado el Cabo de Hornos, el Pacífico hacia el norte haciendo escala en Valparaíso y luego, de dicho puerto, poner proa hacia California.

Los viajeros, luego de 16 días de navegación, logran desembarcar en Punta de Indio; una vez en Buenos Aires, el alemán permanecerá algunas semanas ocupándose de organizar la continuidad de su viaje y acumular información sobre las costumbres y características sociales, políticas y edilicias de la ciudad; este precioso material lo utilizará para nutrir las páginas de su futura obra.

Finalmente, el 17 de junio, junto a un correo y otros compañeros, inicia la difícil aventura de cruzar, de este a oeste, las peligrosas pampas. Tres días después, el 20 de junio, llegaban a Arrecifes donde se encuentran con un estadounidense que, casado con una española, se había radicado desde hacía unos años en el país sirviendo a la milicia argentina. El relato que los ubica el 21 del mes ingresando a Santa Fé (con acento en el original) incluye, entre numerosas apostillas, una pormenorizada descripción sobre la cotidianeidad de la vida campestre, la indumentaria, el mate y su uso compartido, la flora y fauna de la pampa, la presencia distante de los indios, la curiosidad de los avestruces y las boleadoras como arma o herramienta de caza.

 

Friederich Gerstäcker y su obra

 

De su obra extraemos que el 23 de junio "... llegamos a una pequeña población, Cruz Alta. Una población que, en el estricto sentido europeo de la palabra, no la encontramos aquí. Eran tan solo un ramillete de cabañas de barro dispuestas a disolverse frente a la primer lluvia. En relación a sus habitantes, es difícil describirlos correctamente sin contradecir la buena opinión que tienen de si mismos". Los jóvenes son evaluados "... con cuerpos vigorosos ... y luciendo pintorescos ponchos y chiripás". En el caso de las mujeres sus opiniones son muy críticas, asegurando que tienen falta de "... higiene y desagradables hábitos luego de las comidas que sintetizan cualidades que no cautivarían el corazón de un europeo". Según el autor "... las mujeres jóvenes y bonitas, ... debido a las hostilidades indias, habían sido trasladadas, por seguridad, a lugares custodiados por militares". Esta, según su relato, sería la razón de la dejadez en las viviendas sumidas al cuidado y limpieza por parte de hombres y mujeres ancianas. El mobiliario de las precarias chozas no se permite una silla o banco extra, de hecho "... el visitante tiene que sentarse en el suelo o eventualmente sobre cráneos de caballo sumados con ese fin". Un interesante aporte refiere al uso, por ausencia de leña en las pampas, de estiércol de vaca encendida y mantenida dentro de un círculo de huesos para concentrar el calor. El alemán nos informa que "... sobre este material con sus repugnantes efluvios se coloca otro hueso con algo de carne para ser asado". Si el dueño de casa desea ser gentil con el huesped tomará el hueso, le quitará la ceniza golpeándolo sobre su pierna, tomará un bocado de carne con sus dientes para evaluar si está bien cocido y de ser así, se lo entregará al visitante quien deberá responder "... muchas gracias, señor [en español en el original]". Concluído el momento de compartir la comida la conversación recurrente y obligada giraba en relación a los indios y los temidos ataques "... de las tribus salvajes y sedientas de sangre". El escritor, pronto, dejará de interpretar como exageradas esas historias cuando "... al siguiente lugar que llagamos, las mujeres con sus hijos habían huido a los pueblos pequeños más cercanos y los hombres habían quedado custodiando sus rebaños con los caballos listos y ensillados para huir en cuanto los sanguinarios indios llegasen".

En 1848, el gobierno inglés le asigna al ciudadano británico Hugh De Bonelli la tarea de Agente de Negocios en la República de Bolivia. Durante dos años permanece radicado en el altiplano dedicado, con seguridad y de modo prioritario, a la comercialización de armas surtiendo de los mismos a los ejércitos independistas y luego a las fuerzas antagonistas durante las guerras civiles. En 1850, se desplaza hacia Buenos Aires en procura del puerto y así, volver a su patria. Todo este periplo lo vuelca a un diario que será publicado en 1854 bajo el título "Travels in Bolivia with a Tour across the Pampas to Buenos Ayres". Recorriendo sus páginas nos encontramos que el autor y la comitiva que lo acompaña llegan a "... la Posta y pueblo de La Cruz Alta, donde todo se ubicaba dentro de un recinto rodeado por las defensas. Mientras sacaban los caballos de relevo y los amarraban a nuestro carruaje, los del lugar se acercaron a nosotros ofreciéndonos dos pequeñas tortugas terrestres [mulitas] que hornearon y resultaron excelentes. También nos trajeron un poco de leche que con la comida ya descripta conformaban una extraña mezcla que, dadas las circunstancias, las asumimos como un placer delicioso".

 

Fragmento del libro "Travels in Bolivia with a Tour across the Pampas to Buenos Ayres" de Hugh De Bonelli

 

Eran años durísimo, el flagelo de las permanentes incursiones indias y la miseria eran la imagen permanente que exhibía toda aquella zona a mediados del siglo XIX. Sonia Tell en su obra "Córdoba rural, una sociedad campesina (1750-1850)" da cuenta que "... desde 1850 se hallan testimonios de la escasez de carne. El gobernador Manuel López, en una carta a su hijo, aconsejaba la eximición del diezmo a los pobladores de Cruz Alta y Saladillo ... por su pobreza agravada por la falta generalizada de carne en la campaña".

A partir de setiembre de 1855, el escritor, historiador, naturalista y político chileno Benjamín Vicuña Mackenna recorre esta zona volcando su experiencia en un pormenorizado Diario editado bajo el título "Pájinas de mi diario durante tres años de viajes - 1853/1854/1855". En el capítulo XXXIV del mismo, el autor incorpora sus vivencias en Cruz Alta las que se reflejan en los siguientes párrafos: "... pasamos por la orilla del Rio Tercero, un barrancon con riberas áridas i salitrosas, que divide la provincia de Santa Fé de la de Córdova, i nos detuvimos un rato en la aldea de la Cruz Alta, edificada en un salitral o lamedero blanquizco de sal. Aqui oímos las únicas palabras amables que nos acojeron en la Pampa, i la señora de la posta llevó su comedimiento hasta poner un fiador de seda en nuestros sombreros. Esta triste aldea es un sitio eminentemente histórico. En un oratorio arruinado que yace a corta distancia de la ranchería donde están sepultados el virei Liniers, el oidor Concha (padre de los dos célebres jenerales de España, uno de los que es hoi capitán jeneral de Cuba) i las otras víctimas inmoladas a la revolución por la Junta de Buenos Aires. Aquí también en el fuerte cuadrangular de quilcos que está a un costado del pueblo, tuvo lugar un episodio de aquella estraordinaria campaña de la Pampa hecha por los jenerales Carrera en 1821 con un puñado de chilenos, drama singular desconocido todavía, jamas escrito i que si alguna vez se narra llenará solo pajinas de heroísmo, de dolor, de entusiasmo i de lágrimas. Nadie llenó jamas la dilatada Pampa con el eco de un nombre mas temido i mas respetado que el jeneral don José María Benavente en aquella terrible guerra de seis meses, en la que una hueste de 400 chilenos dió 14 batallas afilo de sable contra triples enemigos i se paseó del Paraná a los Andes recorriendo mas de mil leguas de territorio i sucumbiendo solo por esa fatalidad que hace abortar las empresas grandes pero culpables en las puertas de su realización. Carrera vencido i traicionado ofreció su audaz cabeza a una inmolación que salvó a los suyos. Benavente fué salvado solo cuando aquella cabeza cuyo pensamiento su brazo glorioso habia servido, fue clavada en una jaula en la plaza de Mendoza. ¡Qué horribles trajedias tiene la historia de este suelo arjentino!. Pero estos recuerdos son ajenos aquí i solo diré que el jeneral Bustos batido por Carrera se refujió en el fortín de la Cruz Alta en un cuadro de infantería i resistió con éxito los ataques de las fuerzas de Carrera i Ramírez reunidas".

Benjamín Vicuña Mackenna y su obra

 

A mediados de octubre y noviembre de 1855 el periódico cordobés "El Imparcial" publicó una secuencia periodística que, a lo largo de ocho números, se dedicó a reflejar las vivencias del viaje en carreta desde Rosario hasta la Ciudad de Córdoba cubriendo una distancia de 100 leguas.

 

 

Según el largo artículo, cinco son los medios de transporte que se ofrecen para unir estas dos ciudades: la diligencia, concebida para viajeros adinerados y capaz de recorrer el trayecto en tres o cuatro días; la galera con mayor capacidad de seis asientos; los caballos que, de acuerdo a la calidad de los animales y las habilidades del jinete puede completar el camino en dos días; otra opción son las más lentas mulas; por último, las carretas que garantizan un viaje a muy bajo costo pero con una duración de entre 14 a 18 días.

El relato, que aconsejamos leer, brinda una muy pormenorizada descripción de las carretas (medio que el cronista opta por utilizar) y los bueyes que cinchan de cada una de ellas; la incertidumbre frente a la recurrente, latente y peligrosa presencia de los malones; las técnicas de ataque de los aborígenes así como las estrategias de defensa tanto de los pobladores como de los viajeros y de los militares de los fuertes; una apreciación subjetiva asociando y comparando la inteligencia con la morfología física de las cabezas y cuerpos de los naturales; las características, indumentaria y personalidad de los capataces, troperos y peones, mal pagos y ausentes de aspiración y ambición; los altos en el camino de las caravanas que incluyen la suelta de los bueyes y su proceder; los hábitos alrededor de un fuego al momento de almorzar o cenar acompañados de la religiosa rutina del mate; el asado y su cocción directo sobre las brazas y el ritual para comerlo, tres veces al día, con el solo uso de las manos y un cuchillo; el fino corte de matahambre y el puchero de pobre sabor; comidas que, en todos los casos, se ingieren en un marco de absoluta falta de higiene y aguas turbias; no faltan los días de necesidad y hambre saciada pobremente que son llevadas al texto con sensible estilo; los cálidos días seguidos de frías noches que son sufridas aún cuando se suma ropa por encima de la que se portó a lo largo de toda la jornada; los grupos de caballos cimarrones que, curiosos, son atraídos por las caravanas; las disímiles geografías de Santa Fe cual pradera desértica interminable y Córdoba con sus bosques de Algarrobos y aislados grupos de cabañas cuyas mujeres se acercan al paso de las carretas para vender o permutar leche, queso, pan o mazamorra; la variada fauna que llama su atención incluye la mulita, el zorrino, los desconfiados venados y gamas, la vizcacha. (Acceda al relato completo haciendo click aquí)

 

Detalle del servicio de Diligencias en el tramo de Rosario a Córdoba - Diario "El Litoral" del 13/03/1859

 

Tropa de carros - Periódico Ilustrado "El Album"

 

De los ocho números que involucró la serie, será en el segundo que nos encontramos con algunos párrafos que dan protagonismo a Cruz Alta y las sufridas consecuencia que, como tantos poblados, deben padecer por el ataque de los naturales. Incorporamos, por tanto, la visión del cronista sobre la comunidad a la que reduce a "... treinta o cuarenta cabañas ... fabricadas de barro y cubiertas de barro, en las que reina una limpieza excelente, muy rara en los campos, aún en Europa. La población aunque miserable viste con esmero. Las muchachas de una agradable fisonomía, están adornadas con trajes en los cuales la tosquedad de la tela, desaparece bajo la coquetería de la forma. Hai también una multitud de niños muy bonitos, todos rubios como alemanes. Muchos no tienen padres conocidos, se dice que los estrangeros son los que han sembrado esta semilla al pasar. Sea de ello lo que fuere, los indios desolan periodicamente este embrión de Ciudad. Los soldados permanecen bravamente en la casa del fuerte, inespugnable a la caballería, armada solamente de lanzas. Los indios roban impudemente todo lo que encuentran en sus pobres cabañas, muchas veces llevan consigo mugeres. La defensa sería encontrada muy fácil. El lugar está rodeado de una triple muralla de enormes cactus que forman una barrera impenetrable a los caballos, hombres y flechas. No sería necesario para ellos sino algunos hombres apostados en las brechas que sirven de puertas, pero el peligro es aún mayor para los militares argentinos".

A lo largo del período 1857 - 1860, el científico prusiano Karl Hermann Konrad Burmeister realiza un pormenorizado relevamiento de la Confederación Argentina. Luego, su trabajo es volcado en un imprescindible manual de consulta que se editará bajo el título "Viaje por los Estados del Plata". Su paso por Córdoba se realiza durante fines de febrero de 1857; el trayecto lo recorre utilizando un carretón de dos ruedas y una pequeña escolta aportada por Urquiza. Según su relato, luego de Esquina de la Guardia "... la huella sigue el curso del Carcarañá río arriba ... el suelo es gordo, negro y pagajoso; por éso, el camino es malo y está lleno de pozos cuando está seco". En las proximidades del río, éste presentaba "... aguas que corrían mansamente, entre márgenes altos, llenos de juncos". Luego de alejarse del Carcarañá en dirección noroeste, el camino "... atravesaba terrenos áridos, casi completamente pelados, cuyo suelo contenía sales, como lo demostraban los cristales blancos que cubrían todos los sitios más altos ... con una sola planta pequeña y achaparrada, tal vez una Salsola". Luego de salvar dos pequeños cursos de agua propios de arroyos tapizados en su superficie por "... manojos de confervas cuya presencia confirmaba el buen nivel salino presente". Superado el salitral, el camino retoma el carácter de "... tierra gorda, negra y cubierta de pasto corto y apretado". Al llegar a Cruz Alta, la describe como "... una aldea con plaza e iglesia algo mejor que Guardia de la Esquina. Numerosas bandadas de loros entraron al mismo tiempo que nosotros en la población para pernoctar, según su costumbre, en los altos árboles de la misma. Encontré en esa posta una habitación bien puesta, en la que me instalé cómodamente, para recibir más tarde una excelente cena".

 

"Viaje por los Estados del Plata" - Germán (Hermann) Budmeister

 

Durante el bienio 1858/1859, un joven George August Peabody nacido en Massachucetts (EEUU) transita estas tierras uniendo Buenos Aires con Chile dejando documentada la travesía en un libro titulado "South American Journals". De la lectura del mismo y a juicio del autor, extraemos que Cruz Alta era "... una colección de unas veinte casas ubicadas una junta a la otra, rodeadas y protegidas por un círculo de cactus de alrededor de una yarda de diámetro y exhibe en su centro, en un espacio libre, una tosca cruz de madera".

El cronista deja testimonios sobre algunas llamativas características del jefe de la posta quien luce "... un chiripá de colores sostenido por un cinturón con 20 o 30 dólares de plata el que sujeta un largo cuchillo con vaina y mango de plata". Otro detalle que atrae la atención del viajero son tres mujeres "... de piel oscura, bastante bonitas, de ojos y cabellos negros" ocupadas en "... quitarse los piojos mutuamente".

 

Será el mismo Peabody quien, en su relato, describirá lo peligroso de la zona al dar cuenta de haber visto numerosas cruces que, fuera del círculo poblacional, son el resultado de un ataque ranquel contra una caravana de carretas que no dejó ningún sobreviviente.

A pesar de estas pésimas condiciones generales, Valentina Ayrolo en su libro "Funcionarios de dios y de la república: clero y política en la experiencia de las autonomías provinciales" asegura que el desarrollo se produce y consolida a partir de esta mitad del siglo XIX cuando se inicia "... la expansión agrícola que se operará en la provincia mediante la ampliación de los espacios tradicionales de cultivo hacia las nuevas zonas como, por ejemplo, las del Tercero Abajo". La autora justifica este proceso en "... la demanda creciente de cereales desde Buenos Aires y Rosario y por el alza de precios que se experimenta en esas plazas hacia 1852".

El pueblo ingresa en un largo proceso legal que implica la evaluación de documentación, testigos y diversos antecedentes probatorios, con el objeto de propiciar la definitiva asignación y confirmación de los títulos de propiedad. De tal proceso se deja constancia que, hacia 1859, la población no supera las treinta casas. 

Estanislao Ceballos en su libro "Callvucurá y la dinastía de los Piedra" se posiciona en esos años y escribe: "La Posta de la Cruz Alta estaba, en efecto, al otro lado de las inmediatas lomas. Los pasajeros piensan unánimamente rogar al mayoral que suprima los toques de clarín en las marchas siguientes. ¡Es una imprudencia despertar a los temidos duendes de las Pampas! Bajamos en la Cruz Alta; es un pueblo, el primer pueblo saliendo de Santa Fe. El corazón se oprime, cuánta soledad y tristeza. Pocas casas de barro y paja, rodeadas de murallas de tapia con troneras para pelear con los indios, alrededor de una iglesia de los mismos materiales. La noche anterior había soplado el huracán del sudoeste y los techos de la iglesia en peligro de volar, fueron salvados por el vecindario que ataba lazos a las tigeras para que los tirasen los hombres fuertes de la villa. Así se vivía en 1863, en la Cruz Alta, en lucha permanente con el bárbaro y con la naturaleza, a todas horas en la iglesia las mujeres y en las trincheras los hombres".

 

Estanislao Ceballos y su obra

   

Los pocos habitantes seguirían lidiando todas estas décadas bajo frágiles condiciones de seguridad que implicaron soportar más de dos centenas de incursiones indígenas entre 1862 y 1868. Será, el de mediados de 1875, el último y significativo malón que dejará una comunidad arrasada y saqueada.

En enero de 1899 y a través de su Corresponsal en la zona, el diario "Los Principios" realiza una somera descripción de la pequeña población. Según el cronista la describe como "... es la más rica por su colonización de todo el departamento Marcos Juárez, teniendo una extensión de veinte y cinco leguas cuadradas más o menos, sin encontrar en toda ella, una hectárea que no sea una valiosa parte de una chacra". En este escueto texto es interesante decodificar como afecta a las distintas espaldas productivas la variabilidad de los precios de comercialización de los productos de la tierra. La alta producción y la inevitable caída de los valores del trigo y el lino "...  no recompensa las largas horas de labor que han tenido nuestros valientes chacareros". En este espacio se incluye a los mayoritarios arrendatarios que, endeudados con los alquileres y compra de semillas, complicados para solventar el costo del transporte férreo y menos aún, del almacenamiento de la producción esperando el aumento de precios, terminan mal vendiendo su trabajo. El Corresponsal diferencia a "... los colonos que no han contraído compromiso alguno depositan sus trigos y linos, hasta ver de conseguir mayores precios. Diariamente salen trenes de F.C.O.S. con veinte ó treinta wagones cargados de trigos, quedando a pesar de ello, los galpones con cantidades exorbitantes de tan precioso cereal". El artículo describe a la Villa como "... bonita e higiénica ... con calles rectas y ámplias, lindas arboledas, espaciosas plazas, y una hermosa Iglesia, reinando en toda ella una limpieza general". (Acceda al texto completo haciendo click aquí)

Ese último año del siglo XIX será crucial para la comunidad de Cruz Alta ya que, el mismo, quedará signado y recordado por el incendio que, en la noche del 17 de julio, consumió a su iglesia reduciéndola en escombros. Sobre este luctuoso acontecimiento nos ocuparemos, en detalle, más adelante.

 

El siglo XX.

Desde los últimos años del siglo XIX hasta la actualidad, la comunidad cruzalteña fue acompañando el desarrollo de nuestro país. Es así que la realidad que hoy expone la ciudad, no solo comulga con el esfuerzo y dedicación de sus habitantes en particular sino que, también y en general, será el espejo de los altibajos y vaivenes propios de nuestra historia política y económica.

 

                                    

La Capilla a lo largo de los años.

Del "Civitatis Mariae - Historia de la Diócesis de Villa María" extraemos que el Prof. Carlos Alberto Fusero consigna que "... el Sargento Mayor Juan de Urquiola junto a los vecinos deciden levantar una modestísima capilla, por el 1700, para la cual destinan la madera que su esposa Margarita con el hermano de ésta, Esteban Piñero, habían traído desde la costa del Paraná para mejorar su vivienda. En ella se colocó una talla de la Santísima Virgen que había pertenecido a Antonio Piñero, hijo de Don Jacinto Piñero [fundador de Cruz Alta] y Micaela Romero, quien en su testamento legara a José Piñero 'güérfano que e criado' y que éste regalara luego a su prima Cándida Urquiola ... la imagen que se coloca en esa primera capilla era tenida y venerada por de la Pura y Limpia Concepción”.

Según la detallada recopilación histórica de Estela R. Barbero en su libro "Cruz Alta: tres siglos de historia", rescatamos que la Autoridad Militar de Cruz Alta Sargento Urquiola relata que toman la decisión de construir una capilla (reducida a una simple y mínima habitación) con el objeto que, "... con decencia, se pudiese celebrar el Santo Sacrificio de la Misa, administrar la Eucaristía cuando el párroco iba a aquel paraje, adoctrinar y dar orden a los feligreses y con su licencia, a otro sacerdote". La satisfacción del Sargento por la obra realizada junto a su esposa y su cuñado se refleja cuando expresa que la capilla traerá un beneficio "... no solo para mi familia sino otras más de que se componía el número de 132 almas que, en forma de pueblo, estábamos congregados, así conseguimos el expresado bien espiritual". En esa primera capilla, Urquiola cumpliría funciones de Sacristán.

En el antes citado testamento de Antonio Piñero de 1717 se da cuenta que la imagen de la Virgen que lega en herencia incluye "... su nicho y velas y otra imagen de San Antonio con su nicho ...", dando mandato que sea venerada y cuidada tal como él lo había hecho.

La Virgen, así, es incorporada al altar de la precaria capilla.

La historiadora Barbero en "Cruz Alta: tres siglos de historia" rescata un documento donde se consigna que, en 1719, el vecino de Saladillo Andrés Ruy Diaz recibió, por el descanso de su alma, el rezo de una serie de misas en la capilla de "... Cruz Alta".

Hacia 1722, aquella imagen original deviene en Virgen del Rosario para lo cual se le suma y adapta un niño en los brazos; el mismo, según la tradición, se obtiene de resultas de su pérdida durante la huída de los naturales luego de un ataque a la comunidad. Según la reconstrucción del Prof. Fusero a dicha imagen le faltaba un brazo que fue reconstruído, hacia la década del '70 del siglo XX, por obra de Roberto de Fazio.

Volvemos al libro de Estela R. Barbero donde inventarios documentados permiten rescatar los mínimos bienes con que contaba la capilla: "... una Nuestra Señora del Rosario con quatro polleritas de su vestuario, entre ellas una de colorado de damasco y un juboncito de lo mesmo, dos camisitas, unas enaguas y una corona de plata ..."; enviada por el Padre Anselmo de la Mata desde Misiones, "... una casulla con su estola y manípulo de seda musgo ..."; otras donaciones incluían "... una cruz procesional con su borla ..." y "... onze baras y media de raso azul turquí a flores ...".

La documentación histórica consigna que, como consecuencia del ataque de 1731 y ante el abandono de los habitantes del territorio en los años siguientes, "... la Serenísima Reina de los Ángeles, Nuestra Señora del Rosario y sus ornamentos” es trasladada, en 1734, por Francisco de Oyola (esposo de Josefa Piñero) a Fraile Muerto (actual Bell Ville) y luego a Punta del Sauce (La Carlota). Finalmente, en 1737, recalará en el Arzobispado de Córdoba por orden del Obispo José de Gutiérrez y Ceballos. El peregrinar de la imagen generará en los años venideros un conflicto sobre su propiedad entre Cruz Alta y La Carlota.

Pablo Cabrera en su trabajo "La tragedia de Cruz Alta" da cuenta que, de la interminable secuencia de ataques y depredaciones ocurridas durante el período 1728/1745, "... de la Iglesia de Cruz Alta apenas si sobreviven sus ruinas".

Durante esta etapa temporal, el abandono poblacional desde Cruz Alta hasta Paso de Ferreyra (actual Villa Maria) fue total, los colonos migraron cientos de kilómetros procurando zonas más seguras en el norte o incluso, en vecindades de Buenos Aires.

Hacia 1737 y según los relatos de viajeros, la capilla estaba "... trocada en escombros"; al igual que, en un total de seis, existían en toda la zona del Curato del Río Tercero.

El Franciscano Fray Pedro José de Parras asegura que hacia los últimos días de 1750 llegan al desolado pueblo y cantan un responso "... en lo que fue iglesia".

A partir de 1760 el pueblo comienza un nuevo y lento resurgir; con él, la necesidad de una nueva capilla.

Pablo Cabrera en su documentado trabajo "Tiempos y campos heroicos" da cuenta que, en 1767, existe la presencia de una nueva capilla en Cruz Alta ya que un grupo de jesuítas expulsos vuelcan como memoria escrita que "... en la mañana del día 3 de Agosto, de parada en la Cruz Alta, dijeron misa allí, y a la siesta prosiguieron viaje. Aquí dejaron el Río Tercero, que habían venido costeando y fueron a hacer noche en las Islas [referencia de las 'Islas de Cámara']".

Estela R. Barbero en "Cruz Alta: tres siglos de historia" documenta que en 1770 a esta segunda capilla, ubicada próxima al río y con cementerio vecino, llega una donación del Juez de Cruz Alta Capitán José Barrios consistente en "... unas cortinas de seda para la virgen como así también varias cosas".  

En paralelo a estos acontecimientos se iban conformando los Curatos que, de algún modo, iban acompañando la evolución de los distintos asentamientos poblacionales y religiosos; de aquel primigenio Curato de los Dos Ríos se desprende, en 1772, el Curato de Río Tercero y Anejos el que, un tiempo después, se divide en dos: el Curato de Río Tercero Arriba que constituye su sede de cabecera en Villa Ascasubi y el Curato de Río Tercero Abajo cuyo centro de gestión quedará asentado en Villa Nueva (actual Villa María).

En 1810, en el cementerio continuo a la capilla existente se dará sepultura a Santiago de Liniers y sus acompañantes quienes habían sido fusilados en el Monte de Papagayos (ubicado en la vecina Posta de Cabeza de Tigre; hoy, Los Surgentes).

 

Cartel que, frente al actual cementerio de Los Surgentes, identifica el sitio denominado Monte de los Papagayos (cercano a la Posta de Cabeza de Tigre) donde, el 26 de agosto de 1810, fueron fusilados Santiago de Liniers, Gutiérrez de la Concha, Victorino Rodríguez, Santiago Alejo de Allende y Joaquín Moreno  

 

Para 1811 y según testimonio del Párroco Mariano Gutierrez, la capilla estaba en "... estado ruinoso y necesitaba una pronta reparación". Los años que acumulaba la segunda capilla y la precariedad de los materiales con que fue construída (donde no faltaba el adobe y los techos de caña y paja) hacían inexorable que su vida fuese efímera.

En 1837, el artista francés Auguste Borget realizó un viaje cruzando nuestro país en dirección a Chile. Su experiencia de viaje fue llevada a un libro que tuvo por título "En las Pampas y los Andes" donde se puede apreciar una colección de 33 dibujos de gran calidad. Uno en particular muestra una imagen de la Capilla de Cruz Alta que, si bien su tamaño es muy pequeño, nos permite intuir como era, en aquellos años, el ámbito religioso del pueblo.

 

"En las Pampas y los Andes" de Auguste Borget y dibujo de la Capilla de Alta Cruz (SIC) realizado por el artista

 

Entre 1841 y 1844 se producen nuevos ataques a Cruz Alta, en este caso de fuerzas provenientes de Santa Fe a la que se le sumaron indios (alianza entre montoneros santafesinos e indios pampeanos). Durante dichas incursiones son robados los ornamentos de la capilla mientras que varios vecinos caen cautivos en manos de los agresores. Hacia junio de 1843 se organizan ceremonias de homenaje a la imagen donde participan soldados, milicianos, dragones y vecinos provenientes de las cercanas Esquina y Cabeza de Tigre como así también de las más distantes, Lobatón, Saladillo y Fraile Muerto. Respecto a este acontecimiento Estela R. Barbero en su libro "Cruz Alta: tres siglos de historia" expresa que durante la misa se incluyeron "... cinco descargas"; para luego, "... en la procesión de la tarde formaron la escolta de la venerada imagen". 

Carlos Alberto Fusero en el espacio dedicado a Cruz Alta en la publicación "Civitatis Mariae - Historia de la Diócesis de Villa María" recupera documentación donde se consigna el inventario de lo sustraído durante el ataque de diciembre de 1843: "... toda la ropa de nuestra Señora, tres sortijas de oro, los zarcillos y el rosicler de oro, el incensario, el frontal dos albas, un par de manteles, un amito y un cíngulo".

Durante todos estos hechos, sin embargo, se logra conservar la integridad de la virgen.

En 1847, el Curato de Río Tercero Abajo queda a cargo de José Silvestre Ceballos quien, a poco de asumir, se comunica con el provisor del obispado poniéndolo en conocimiento del estado ruinoso de las capillas rurales integradas a su jurisdicción atento a lo cual y según sus palabras: "... su corazón se llenó de angustia". Casi una década después, en 1856 y sin haber obtenido respuesta favorable a sus permanentes requerimientos, opta por enviarle una misiva al Gobernador haciéndole saber de lo importante que sería para la población disponer de una Iglesia; ya que, "... son sumamente necesarios los templos y máxime en este punto".

Benjamín Vicuña Mackenna, en su diario de viaje de 1855, consigna la existencia de "... un oratorio arruinado que yace a corta distancia de la ranchería donde están sepultados el virei Liniers, el oidor Concha (padre de los dos célebres jenerales de España, uno de los que es hoi capitán jeneral de Cuba) i las otras víctimas inmoladas a la revolución por la Junta de Buenos Aires".

El desamparo en que se fue sumiendo este pequeño ámbito religioso y el vecino cementerio cruzalteño, deviene en que se reduzcan literalmente en escombros al momento que, en 1861, se realiza el proceso de exhumación de los restos de las víctimas de aquellos trágicos días cuando los fusilamientos de Liniers y sus colaboradores.

 

Monolito que identifica la fosa común de donde fueron exhumados los restos de Liniers y demás fusilados

 

Ante esta situación, hacia el año 1859 y con el esfuerzo único de los vecinos del lugar, las paredes de la tercer capilla y su campanario son levantados en un terreno ubicado a mitad camino entre las márgenes del Río Carcarañá y el predio donde, a finales del siglo, se levantará la iglesia actual. Según Carlos Alberto Fusero en "Civitatis Mariae - Historia de la Diócesis de Villa María" el nuevo intento necesitaba de un fuerte apoyo ya que adolecía de la falta de "... techo, cinco puertas, reja, seis mil ladrillos, cuatro fanegas de cal y 250$". En aquel año, tan solo el pobre envío de dos puertas y una reja llegan desde el gobierno provincial.

Nada cambiaría durante los próximos quince años, todo seguirá descansando sobre las agotadas espaldas de los lugareños; ni siquiera se accedió a mejora alguna cuando la capilla, a partir de 1860, pasó a depender de la recién creada Parroquia de Fraile Muerto en la actual Bell Ville.

Para 1878 la virgen, producto de ofrendas, lucía una nueva corona de plata, varios anillos y zarcillos de oro así como un rosario y candelero de plata.

Las últimas décadas del siglo XIX tendrán algunos hitos relevantes para esta historia ya que en 1882, será Fray Mamerto Esquiú quien transitará el pueblo en misión pastoral; en 1886, se proyecta y se inicia la construcción del nuevo templo en la ubicación actual; en 1893, una vez creado el Curato de la Asunción, la iglesia pasa a depender de Marcos Juárez y en 1895, el año comenzaba con una epidemia de cólera y terminaba con la construcción del primer puente sobre el Río Carcarañá que facilitaría las comunicaciones y el comercio; por ende, el desarrollo poblacional y económico de la zona.

Hacia 1887 hay señales claras que las obras en la nueva iglesia están en marcha. Con el aporte como benefactor de Alfredo de Arteaga, en tan solo cuatro años de trabajo y sobre un terreno de una hectárea donado por la Sociedad Anónima de Explotación de la Colonia Juárez Celman, la construcción queda concluída.

El 25 de enero de 1892, el Cura y Vicario Eduardo R. Ferreyra responsable del Curato con sede en Bell Ville eleva una solicitud al Provisor y Vicario General. Según la misma y frente a la posibilidad de anexión de Ballesteros a Villa Nueva, el Sacerdote plantea a su Superior la inconveniencia de esta propuesta y la necesidad de concretar, de un momento definitivo, la división en trámite que contempla la gestación de dos Curatos: el de Unión con cabecera en Bell Ville y el de Marcos Juárez referenciado en Cruz Alta. Con este objetivo Ferreyra incluye un precario mapa por él dibujado donde no solo quedan claros los dos Departamentos sino, también, las iglesias y oratorios existentes a dicha fecha.

 

Dibujo de Eduardo R. Ferreyra del 25/01/1892Debe observarse que la ubicación geográfica ubica el Norte a la derecha del mapa

 

Dicho croquis muestra la línea ferroviaria del FCCA identificando las estaciones de "... Tortugas, Roca, Marcos Juárez, Leones, San Marcos, Belville [SIC], Ballesteros y Villa María”. En lo que respecta a los Departamentos en particular y sus ámbitos religiosos; en el caso de Unión, acompañadas por una cruz, incluye a las siguientes: "Parroquia de Belville [SIC], Capilla de San Antonio [en la actual San Antonio de Litin], Capilla de San Juan (en construcción) [Ballesteros Sud], Capilla de San José [Ballesteros]”. En lo referido al Departamento Marcos Juárez, son individualizados los sitios: "Cap. de Cruz Alta [Capilla], Iglesia en proyecto [en Marcos Juárez], Or. De Saladillo [Oratorio]”.

Una vez creado el Curato de la Asunción en 1893, la Iglesia de Cruz Alta queda como parte del Departamento Marcos Juárez.

El proyecto se complementa con la demarcación y diseño de lo que será la actual Plaza San Martín ubicada frente a la Iglesia con la sola separación de un calle que es abierta al tránsito.

Durante todo el proceso de construcción será el mismo Arteaga quien gestiona y financia económicamente la presencia de un sacerdote para toda la zona.

En 1893, con un Altar Mayor de madera con enchapados a la hoja dorada donde, en sitio central y flanqueada por ángeles, se entronizó una virgen traída de Francia y donada por Francisco Monasterio y su esposa Manuela Nevares que desplazó a la antigua imagen a un sector secundario de la Sacristía y con un alto campanario donde sus tres campanas repiqueteaban convocando a la comunidad, la iglesia es bendecida por los Obispos Ferreyra, Toro y de la Lastra.

Durante octubre de aquel 1893 se empiezan a confeccionar los consiguientes libros parroquiales que registran y dan testimonio documental de los nacimientos, matrimonios y muertes de una comunidad que crecía con más fortaleza. Un ejemplo en este sentido es el casamiento que, el 21 de octubre, es rubricado por el sacerdote Eduardo Ferreyra dando cuenta que Manuel Guevara se casaba con Palmira Benavídez.

En 1895, la Iglesia deviene en Parroquia con autoridad sobre las comunas circundantes siendo, Luigi Viaggio, su primer Vicario.

 

 

Interior de la Iglesia a poco de ser bendecida

 

Virgen Nuestra Señora del Rosario entronizada en la Parroquia

 

El proyecto se complementa con la demarcación y diseño de lo que será la actual Plaza San Martín ubicada frente a la Iglesia con la sola separación de una calle que es abierta al tránsito.

Por su parte, 1895 comenzaba con una epidemia de cólera y terminaba con la construcción del primer puente sobre el Río Carcarañá que facilitaría las comunicaciones y el comercio; por ende, el desarrollo poblacional y económico de la zona.

Para 1898 se proyecta e inicia la construcción de la vecina casa parroquial.

Durante fines del siglo XIX y principios del XX, la necesidad que las distintas capillas de Córdoba tuvieran asignado su debido párroco se contraponía a la falta de oferta de los mismos; es así, que Europa se convierte en principal proveedor siendo, los italianos y españoles los que en mayor número comenzaron a radicarse en la provincia. La mayor dificultad para los mismos era que no lograban el nombramiento definitivo aún cuando la norma vigente preveía, de máxima, los seis meses para la consiguiente estabilidad en el cargo.

Hubo numerosos casos emblemáticos con una larga lista de reclamos no resueltos; Milagros Gallardo en su trabajo "La emigración del clero secular europeo a la Diócesis de Córdoba entre 1875 y 1925" reproduce algunos de ellos: el napolitano Giovanni Pietro Alberti reclama su nombramiento aduciendo que hace 18 meses que ejerce la función sin la consiguiente regularización de su cargo o el del cura, también italiano, Luigi Abriola que obtiene su primera licencia transitoria en 1874, dos años después pasa a Chalacea durante 18 años; para luego, en 1894, recalar en San Francisco y más tarde, en 1899, asignado a Cruz Alta (reemplazando a Alberti) donde muere en 1903 "... sin haber sido incardinado en la diócesis".

 

Es interesante el trabajo de Milagros Gallardo ya que, en algunos pasajes, nos invita a descubrir inesperadas curiosidades que encuentran a Cruz Alta como protagonista; según su texto, con la llegada del siglo XX "... los colonos de Marcos Juárez solicitaban la separación del capellán de Cruz Alta, porque lo que 'ellos buscaban era un verdadero sacerdote, Ministro de Dios y no un explotador ni un mercader'. En palabras de los colonos, el cura daba '... dinero en interés, con usura a los colonos, en hacer sociedades comerciales, en explotar chacras y en comprar y vender frutos del país'. Ocupado en esos negocios desatendía las funciones, celebraba la misa sin devotos y a la madrugada, no enseñaba la doctrina ni realizaba las novenas y fiestas patronales". Los solicitantes aclaran que se debía tener recelo con la adecuada elección de reemplazo ya que en las vecindades de la Provincia de Santa Fe “ai varios napolitanos que quieren venir, pero son borrachos, no quieren saber nada con el Cura ni con el Obispo, solo con los $200 de subvención y nada más, los sacerdotes extranjeros solo sirven para hacer perder la Fe". En las presentaciones no faltaban graves adjetivaciones las que, con seguridad, contenían mucho de veracidad; se los describía como personajes con un "... excesivo afán de lucro, vida mundana, frecuentación de fondas y boliches, participación en carreras de caballos y juegos de naipes, conducta moral indecorosa, a las que se sumaba el incumplimiento de los deberes propios del ministerio. Con frecuencia se señala que dejaban cerradas las iglesias, desde el lunes hasta el sábado, y ellos se iban a farrear a los almacenes".

El pormenorizado estudio de Milagros Gallardo nos brinda, además, un interesante aporte sobre Elmiro Ruiz quien, por entonces, era el sacerdote de Marcos Juárez que había tenido a Pedro Alberti como su ayudante y de algún modo, protagonista en los acontecimientos del 17 de julio de 1899 cuando la Iglesia de Cruz Alta es consumida por el fuego. Desde el púlpito y sin prurito alguno, el religioso solía expresar sus posiciones personales, políticas y religiosas apuntando a funcionarios, referentes sociales y otros religiosos.

Según la investigadora, "... Elmiro Ruiz denunciaba en 1901 la conducta de dos capellanes italianos ... [que] llevaban una vida amancebada y no cumplían con su ministerio ... tenían 'menos fe que esos que gritan por la calle mueran los frailes'". Es el mismo sacerdote que describía a su par de Leones diciendo que "... solo se ocupa de llenar el sótano de vino y jamones; sembrar cebolla, lechuga, rábano ... solo la media hora de la misa se ve la puerta de la iglesia abierta y siempre a la quinta".

 

 

La tragedia del 17 de julio de 1899.

 

El sacerdote Giovanni Pietro Alberti, anteriormente mencionado y reemplazante en 1897 de Luigi Viaggio, tendrá un protagonismo central durante los trágicos hechos que ocurrirán en la noche del 17 de julio de 1899 cuando la recién construída iglesia es consumida por el fuego.

 

Firma del Sacerdote italiano Giovanni Pietro Alberti

 

Desde fines de 1898 y a lo largo del primer semestre de 1899, el Sacerdote evidencia una marcada desidia en el cumplimiento de sus obligaciones.

Durante noviembre de 1898, el Párroco Juan Pedro Alberti solo desarrolla dos actividades reflejadas en sendas actas donde deja constancia de un matrimonio y un bautismo; recién en abril de 1899 participa tan solo en la certificación de un deceso.

 

Actas Matrimonial y de Bautismo del 28 y 30 de noviembre de 1898 refrendada por Pietro Alberti

 

Acta de defunción del 21 de abril de 1899 refrendada por Pietro Alberti

 

Estamos a mediados de julio, un crudo frío invernal recluye a los habitantes de Cruz Alta al interior de sus casas. Durante la madrugada del 17 de ese mes de 1899 las llamas arrasan con el altar mayor, el techo y todo el interior de la Iglesia del lugar. La vieja imagen de la virgen en su urna de cristal y madera, un niño de madera, la pila bautismal y un portón de hierro logran ser rescatados. Las afectadas paredes debieron ser apuntaladas para evitar el total derrumbe.

 

Fotos de Revista “Caras y Caretas” Año II N°43 del 29/07/1899 y de la Colección C. Fusero incorporadas en "Cruz Alta: tres siglos de historia" (reproducidas con

autorización de Estela R. Barbero)

 

El periodismo de la época se ocupó de los hechos, ya sea con equilibrio, amarillismo, morbo o con las más variadas intenciones secundarias. Sin que ésto signifique un juicio de valor, el contenido de los diversos artículos publicados responden, de modo obvio y esperable, a la línea editorial de cada uno de los medios de difusión.

En particular y a partir del 19 de julio, el Diario "Los Principios", órgano de la Asociación "Juventud Católica", se ocupó de los graves sucesos hasta los últimos meses del año. (Acceda a dicho material)

El Prof. Carlos Alberto Fusero en su trabajo sobre Cruz Alta volcado en "Civitatis Mariae - Historia de la Diócesis de Villa María" recupera un artículo publicado en la revista "Caras y Caretas" del 29 de julio de 1899 bajo el título "Incendio de la Iglesia de Cruz Alta". El texto no ahorra duros adjetivos y sin eufemismo alguno involucra de modo directo al Padre Alberti: “Hacía tiempo que el escándalo delincuente no manchaba vestiduras sacerdotales en la República Argentina. Este incendiario, nuevo Eróstrato, puede decir si resultare intencional el hecho como parece que resultará, que ha adquirido una condenada inmortalidad, pegando fuego al templo confiado a su custodia y perpetrado otras demasías que con justa razón han indignado al pacífico vecindario de aquella laboriosa comarca ... el Cura presunto incendiario es napolitano; se llama Giovanni Pietro Alberti, tiene unos 40 años de edad y su aspecto es el de un buenazo, casi un infeliz. A poco de producirse el incendio fue detenido, pero era tanta su aflicción y su aparente dolor por la desdicha. Se arrancaba los pelos con tanta hipócrita desesperación, golpeándose el pecho con una compulsión tan religiosa y ferviente, que fue puesto en libertad, compadeciéndose. Pero la reacción no tardó; el vecindario sospechaba invenciblemente del párroco y fue preso de nuevo. Interrogándosele hasta que acabó, apremiado, por confesar su intervención en el siniestro, si bien después ha pretendido negarla de nuevo, así como las concomitancias de carácter feamente inmoral que contra él van resultando ... los vecinos, que tenían conciencia plena de que el cura no era ajeno al hecho, se amotinaron e intentaron lincharlo, impidiéndolo la autoridad con gran trabajo”. [Acceda al material haciendo Click Aquí]

 

Acceda al artículo de la Revista “Caras y Caretas” - Año II N° 43 del 29/07/1899

Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España, haciendo click aquí

 

Los días posteriores a la tragedia significaron que se multiplicaron los informes que, con distinto sesgo y grados de objetividad, enviaban los corresponsales a los Directores de sus medios. En ese sentido, por ejemplo, el cronista del Diario "La República" de Rosario envía un escueto texto donde no ahorra adjetivos sobre los sacerdotes Pedro Alberti y su ex superior en Marcos Juárez, Elmiro Ruiz. El artículo, también se ocupa de la supuesta "hermana" Carolina Pellegrini y su "... embarazo adelantado ... [que] con gallardía ostentaba", asegurando que la implicada declaró, respecto al padre de la criatura, que "... no puede afirmar a cuál de los dos pertenece, si a su hermano ¡salvaje! o a Ruiz". [Acceda al material haciendo Click Aquí]

El 29 de julio de 1899, el semanario "La Vanguardia", gestado por Enrique Dickmann y auto definido como el Organo del Partido Socialista Obrero Argentino y Defensor de la Clase Trabajadora, publica un pequeño artículo irónico y anticlerical bajo el título "Mansedumbre clerical" donde da cuenta que "Tata Dios debe estar dado a todos los diablos. ¡Y no es para menos! Si no es uno de sus representantes es el otro; cuando no violan una criatura cometen un asesinato y cuando el asesinato no basta, pues se apela al incendio. ¿Uds. tendrán conocimiento de lo que ha ocurrido en Cruz Alta? Se trata de un cura que incendia, ¡qué dirán Uds.! ¡Nada menos que a la casa de Dios! ¡Jesús María y José!". [Acceda al material haciendo Click Aquí]

 

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En la siguiente página de la misma edición, el cronista se extiende sobre los mismos hechos. En dicho texto, que invitamos a leer, el autor no escatima adjetivos al momento de difundir los detalles, versiones y sorpresivas explicaciones y justificaciones de los implicados por las circunstancias acaecidas. Aquí, el relato involucra a otro sacerdote de la vecina Ballesteros en competencia con el Párroco de Cruz Alta, en el medio de ambos asoma la "hermana" Carolina en estado de gravidez producto de una posible violación y por último, un pueblo dispuesto a linchar a quienes juzgan responsables de la desgracia vivida. [Acceda al material haciendo Click Aquí]

El 12 de agosto, la misma publicación consigna que "... el cura Alberti se negó a carearse con ninguna persona ..."; rechazando, además, firmar la constancia de su negativa utilizando como excusa el respaldo que, según sus palabras, le brinda el Art. 18 de la Constitución Nacional y el Art. 10 de la Provincial según los cuales "... nadie puede ser obligado a declarar ..." contra si mismo y sus parientes inmediatos. [Acceda al material haciendo Click Aquí]

Dos semanas después, en la edición del 26 de agosto, el semanario apela al recurso del estilo en exceso cáustico para parangonar la lucha contra la peste bubónica con los acontecimientos de Cruz Alta. [Acceda al material haciendo Click Aquí]

Decíamos que es larga la lista de medios de difusión que incluyeron en sus contenidos diversas visiones sobre este luctuoso suceso compuesto con todos los condimentos imprescindibles como para atrapar a los lectores. El Diario "El Municipio" de Rosario no fue ajeno a involucrarse. [Acceda al material haciendo Click Aquí]

 

 

A partir de setiembre, el semanario humorístico e irónico "Don Quijote" también, en su reducida impresión de una sola hoja tamaño sábana doblada al medio, se ocupó del sacro incendio ocurrido en el pueblo del sudeste cordobés. El 10 de ese mes, un pequeño reporte de Córdoba mezcla un asesinato con "... los bochinches de la Legislatura y ... el escándalo de Carolina y los curas y el incendio de Cruz Alta"; preguntándose con crudeza, "¿quién vive tranquilo ya en Córdoba?". Dos semanas después, el dibujante Demócrito caricaturiza al sacerdote que "... predica contra el perjuicio del pecado sensual". En noviembre, se editorializa sobre la previsibilidad del sobreseimiento del sacerdote de Cruz Alta y el inevitable destino de Carolina, ser madre de "... un robusto varón". [Acceda al material haciendo Click Aquí]

 

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Mientras el Diario "Los Principios" era el tradicional medio impreso de la mañana cordobesa; la tarde, era ocupada por el Periódico "La Libertad" autodefinido como medio periodístico "independiente".

Como es de imaginar, esta publicación también se abocó a lo largo de varios meses a los sucesos de Cruz Alta. Desde el luctuoso hecho y hasta los primeros días de setiembre sus páginas difundieron en detalle las circunstancias cambiantes de la investigación. Hacia noviembre de 1899, publican la resolución del juez dictando el sobreseimiento del cura Alberti reconociendo no haber podido dilucidar quienes han sido los responsables del incendio que consumió la Iglesia. [Acceda al material haciendo Click Aquí]

 

 

Los caminos del Cura Juan Pedro Alberti y Carolina Pellegrini se separan.

 

Una vez labradas todas las actuaciones, el Cura Giovanni Pietro Alberti y su "hermana" Carolina Pellegrini abandonan la comunidad de Cruz Alta y comienzan a transitar distintos polvorientos caminos donde parecen volatilizarse.

Sin embargo, una meticulosa búsqueda nos permite rescatar suficiente material documental que nos permite correr el velo con el que se intentó darles la oportunidad de una nueva vida a los protagonistas de esta historia.

 

El Semanario "Don Quijote" estaba parcialmente en lo cierto en relación a Carolina Pellegrini. La supuesta "hermana" había gestado una criatura el 9 de setiembre de 1899; se trató de una niña que fue bautizada, el 17 de setiembre, como hija natural en la Parroquia de Nuestra Señora del Pilar de Córdoba bajo el nombre de María Luisa Pelegrini (con una sola L).

Según el respectivo documento que se adjunta, la madre es identificada como italiana dejando constancia que se encontraba accidentalmente en dicha ciudad. La responsabilidad de la ceremonia es asumida por Don Juan S. Pignolo con la autorización de Pablo Cabrera en su carácter de Cura Rector de la Parroquia quien firma al pie. Ofician de Padrinos, Don Juan de Dios Bustos y Carmen Luján de Sala.

 

 

En cuanto a Giovanni Pietro Alberti, como ya hemos visto, durante su tiempo en Argentina y de modo específico en Cruz Alta, el sacerdote italiano había decidido firmar traduciendo al castellano su nombre. Devino, así, en Juan Pedro Alberti.

Manteniendo este hábito, lo reencontramos en Río de Janeiro donde traduce Giovanni y Pietro al portugués. Ahora, en esta nueva etapa, será João Pedro Alberti.

El homónimo, por varias razones, se convierte en una coincidencia tal que nos hace concluir que, lo hallado, no es una simple y tramposa jugada del azar.

Otro dato afín nos conduce a lo que decía la nota de "Caras y Caretas" que, en los días del trágico incendio, el tal Juan Pedro Alberti "... tenía unos cuarenta años". Del resultado de nuestra pesquisa y profundizando en los textos estudiados podemos concluir que la fecha de nacimiento de João Pedro Alberti es el 28 de julio de 1859.

Al sacerdote que nos ocupa, a poco de llegar a Brasil, se le asigna como destino la ciudad de Río de Janeiro. Un "Annuario" de 1910 lo define como Padre Misionero con domicilio en la Catedral ubicada en calle Primero de Marzo de la, por entonces, Capital Federal del país.

 

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Durante los primeros años del siglo XX, si bien mezclado entre numerosos religiosos de la época, el párroco es mencionado en diversos artículos periodísticos publicados en distintos diarios de Río de Janeiro como, entre otros: "A Cruz", "A Noite", "Correio da Manhã", "Diario da Noite", "Gazeta de Noticias", "Jornal do Brasil", "O Paiz", "O Jornal", "O Imparcial".

 

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El miembro de la Venerable Fraternidad del Príncipe de los Apóstoles San Pedro, Hermano Padre João Pedro Alberti, falleció el 26 de enero de 1936 a los 77 años; acompañamos, aquí, el certificado de defunción rubricado en la 10° Circunscripción de Río de Janeiro, Brasil. Las razones del fallecimiento refrendadas por el Dr. Octavio Pinto son descriptas como arterio esclerosis y uremia terminal. Está presente Manoel Nunes, portugués, casado, comerciante y residente en la Calle Monseñor Amorín 13, domicilio donde se produce el deceso del sacerdote. Según el documento, se desconocen los nombres de los padres ya fallecidos y si bien se da cuenta de la existencia de testamento, se ignoran los testamentarios. Sus restos serán sepultados en el Cementerio de San Francisco Javier.

 

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Durante los días posteriores a su muerte, numerosos avisos en los periódicos convocaban al velorio del sacerdote y a misas oficiadas para rendirle homenaje y en su memoria; de ellos, entre otros, el que sigue fue publicado en el "Jornal do Commercio" del 16 de febrero de 1936.

 

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La reconstrucción desde las cenizas

 

Con posterioridad a la tragedia y tal como con anterioridad ya hemos consignado, la función parroquial en Cruz Alta es asumida por el sacerdote, también italiano, Luigi Abriola.

 

Firma del Sacerdote italiano Luigi Abriola

 

Por orden de la Secretaría del Obispado, se intentan regularizar las actas que faltan desde el 28 y 30 de noviembre de 1898. Un llamativo vacío había en los libros documentales; ésto era de tal magnitud que obliga a incorporar textos donde la Autoridad de la Secretaría del Obispado de Córdoba reconoce dichos faltantes y solicita se normalice la situación. Las posibles incorporaciones no son concretadas por la inexistencia de actas. Recién a finales de 1899, se logra volver a los cauces normales de la mano del nuevo Párroco.

 

El Párroco Luigi Abriola consigna que no puede agregar las partidas faltantes por no existir

 

Hacia finales de 1899 se recupera la normalidad en la confección de las respectivas actas

 

Luis Abriola, durante el primer mes del siglo XX, no solo debió afrontar las consecuencias propias de la catástrofe sufrida por el templo, sino que además, tuvo que destinar tiempo a circunstancias familiares que comprometían a su hermano Rocco Abriola.

Los sucesos, en los que el hermano del sacerdote se vio implicado, adquieren una trascendencia tal que son expuestos en periódicos que, en lengua italiana, se publicaban en Buenos Aires; se trata de "Patria de los Italianos" e "Italia al Plata". Los artículos son, en febrero de 1900, a su vez levantados por los diarios italianos "Giornale di Udine" y "Gazzetta di Venezia".

Las noticias describen las torturas sufridas por Rocco Abriola y un joven que lo acompañaba por parte de la policía de la zona de Colonia Freyre en el nordeste de la Provincia de Córdoba. El objetivo, según el relato del afectado, era obligarlo a entregar al Comisario los 300 pesos que eran el producto de la venta de animales vacunos de su propiedad a un carnicero del lugar.

Los textos, si bien tienen pequeñas diferencias entre sí, las mismas son comprensibles para el periodismo de la época, tanto local como italiano. A más, si se tiene en cuenta que la reconstrucción de los hechos se fundan en la única exposición del afectado. (Acceda a los artículos publicados en los diarios italianos "Giornale di Udine" y "Gazzetta di Venezia", haciendo click aquí)

"La Patria degli Italiani", su Director Dr. Basilio Cittadini,"Giornale di Udine" n°35 y "Gazzetta di Venezia" n°47

 

En paralelo, las infaustas circunstancias que sumieron en cenizas a la iglesia motivan que una nueva comisión se organice con la meta de reconstruirla. Los apellidos Alverione, Zanada, Peretti, Begiú, Lambrek y Miani serán los responsables del nuevo proyecto que se corona en 1901 con el edificio concluído, abierto a la comunidad y con la vieja e histórica imagen de la virgen ubicada en el centro del Altar Mayor.

 

Los años siguientes son aprovechados para ir completando la ornamentación del interior de la Iglesia. En el Altar Mayor, a cada lado de Nuestra Señora del Rosario se incorporan las imágenes de Santa Rosa y Santo Domingo (fotos a la derecha); sumándose, además, los altares de San José y del Sagrado Corazón.

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Altares del Sagrado Corazón y San José

 

 

Una imagen rescatada por la Revista "PBT" del 24/10/1911 a propósito de la procesión en honor a la Virgen del Rosario de ese año, nos permite observar cual era el estado de la Iglesia tras el proceso de recuperación. De dicho material podemos concluir que las paredes una vez apuntaladas no ameritaron ser demolidas; de hecho, la imagen del frente conserva las líneas propias de la original con una serie de bandas horizontales al estilo de las iglesias toscanas. Otro detalle a considerar en la foto es que se mantienen las dos ventanas a cada lado de la puerta principal. Más de cuatro décadas después, cuando se procede a la renovación del edificio, estas ventanas son reemplazadas por sendas puertas multiplicando las ofertas de ingreso tal como llega a nuestros días.

 

 

En 1919 se efectúa la ampliación del presbiterio con su cúpula; hacia 1922 se procede del mismo modo con la sacristía instalando, además, el reloj en lo alto del campanario y la cruz de hierro que corona el mismo; 1923 será el año en que se instalará una nueva campana mayor fundida en Francia y acompañada de dos menores, una de 1800 (muy dañada tras el incendio) y otra también francesa, de 1889.

 

 

En 1929 se inauguran los frescos realizados por el pintor José Pujatti que decoran y embellecen la bóveda.

 

 

Durante 1945 se incorpora el actual púlpito, se modifica el ingreso sumando dos puertas talladas a cada lado de la original central y la escalinata de mármol que obliga a retirar la antigua reja de hierro.

 

 

Video 1 - Año 2018

 

Video 2 - Año 2018

 

 

Pinceladas históricas

 

La Iglesia ante la muerte

Valentina Ayrolo en su trabajo “Reflexiones sobre el proceso de 'secularización' a través del 'morir y ser enterrado'. Córdoba del Tucumán en el siglo XIX” estudia las metodologías que, impulsadas por la iglesia durante buena parte del siglo XIX, se fueron gestando y afianzando para mejorar como se deberá proceder al momento de encarar la agonía, muerte y sepultura de los creyentes.

Para ilustrar las diversas circunstancias que motivaron estos cambios a partir de fines del siglo XVIII, la autora apela a un testimonio que, entre tantos y sucedido durante aquellos años en el curato de Río Tercero Abajo, refleja como los clérigos del lugar no habían hecho lo oportuno y necesario durante los últimos días de vida de una agonizante  de modo que pudiese enfrentar la muerte con la adecuada tranquilidad de saberse en paz al momento del tránsito de su alma hacia la vida eterna. El relato textual describe "... que porque no la habían llevado enferma á que la confesara; que así se los llevaban los Diablos, y que así la habían llevado a la difunta”.

 

La virgen y los abrojos

Estela R. Barbero en "Cruz Alta: tres siglos de historia", recupera una tradición de fines del siglo XIX que aseveraba que la virgen periódicamente aparecía con abrojos adheridos a sus vestidos los que, luego de ser quitados con prolijidad, volvían a prenderse después de un tiempo sin explicación alguna. La leyenda le da explicación al misterio asegurando que la virgen iba al encuentro de los indios cada vez que intuía un nuevo ataque; su presencia flotando en el aire en campo abierto atemorizaba a los atacantes que desistían de la aventura.

 

Un linchamiento frente a la iglesia

Juan D. Delius en su minucioso trabajo "Reseña acerca de los campos que circundan la antigua estancia Monte Molina, Saladillo, Córdoba" recupera los hechos ocurridos en 1893 cuando los cuatreros de Saladillo Juan Ferreyra y Eduardo Córdoba son atrapados. Según su texto, "... Eduardo Córdoba (quien había sido agente de policía cuando su patrón José Bouquet de la Estancia La Carlota, era jefe político del departamento Unión) fue condenado a prisión perpetua; mientras que, Juan J. Ferreyra (había sido sargento de policía en Quilino, departamento Ischilin), los colonos vecinos lo extrajeron de la prisión de Cruz Alta y lo fusilaron frente a la iglesia".

 

La necesidad a principios del siglo XX

En los inicios del siglo XX y mientras el mundo se desangraba con la Primera Guerra Mundial, nuestro país sufría acuciantes necesidades en su población. Fernando Remedi en su trabajo "Los pobres y sus estrategias alimentarias de supervivencia en Córdoba, 1870-1920" expresa que en dicha coyuntura "... aparecieron 'ollas populares' [metodología que, para la época, era toda una novedad] en varias localidades del interior, entre ellas, Río Cuarto, La Carlota y Alta Gracia en 1916 y Cruz Alta en 1917 ... donde se repartieron 400 a 500 raciones diarias cuando funcionó la 'olla popular'”.

 

La hebilla de Santiago de Liniers

 

Del libro "La Reconquista y Defensa de Buenos Aires 1806-1807" extraemos que, de la indumentaria que portaba Santiago Liniers al momento de su fusilamiento en las vecindades de la Posta Cabeza de Tigre, se retiró una hebilla que fue dejada, para su conservación y guarda, en la Capilla de Cruz Alta.

Dicho accesorio era uno de un par que el Cabildo de Buenos Aires le había obsequiado en carácter de reconocimiento por su vital responsabilidad en la recuperación de la Ciudad. Dicho galardón, junto con otros objetos, le habían sido entregados bajo "... oficio del 4 de abril de 1807".

En esta obra impresa en 1947 por el Instituto de Estudios Históricos sobre la Reconquista y Defensa de Buenos Aires se consigna que, de dicha Iglesia, la reliquia fue retirada por "... el Obispo de Córdoba, Monseñor Zenón Bustos ... y regalada por el Obispo a la Sra. Anchorena de Ortiz Basualdo en abril de 1907 y por Don Luis Ortiz Basualdo a Tomás J. de Estrada", quien la conserva al momento de la publicación de este texto.

 

Hebilla de Santiago de Liniers - "La Reconquista y Defensa de Buenos Aires 1806-1807"

 

 

Coordenadas:

Domicilio: Obispo Bustos 841

Latitud: 33º 00’ 29,61" S

Longitud: 61º 48’ 25,37" O

 

 

 

Fuentes de consulta:

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  • Se agradece al Sr. José Antonio Anzoategui por su colaboración

  • Almanak Laemmert: "Annuario Administrativo, Agricola, Proffisional, Mercantil e Industrial do Distrito Federal, e Indicador para 1910"

  • Fusero, Carlos Alberto: "Civitatis Mariae - Historia de la Diócesis de Villa María - Cruz Alta" - 2006

  • Lozano, Pedro: "Descripción corográfica del terreno, ríos, árboles y animales de las dilatadísimas Provincias del Gran Chaco Gualamba y de los ritos y costumbres de las innumerables Naciones bárbaras e infieles que le habitan con una cabal relación histórica de lo que en ellas han obrado para conquistarlas algunos Gobernadores y Ministros Reales y Misioneros Jesuítas para reducirlas a la Fe del verdadero Dios" - 1733

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