La Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Cruz Alta, Departamento
Marcos Juárez, Córdoba (Argentina)
se asienta en territorios que en tiempos de la conquista eran
transitados por conquistadores que intentaban gestar una ruta segura
entre el norte y el Río de La Plata. A fines del siglo XVII Alonso de la
Cámara será uno de ellos que al detenerse a descansar a la sombra de un
pequeño grupo de árboles, éstos tomaron el nombre de Islas de Cámara.
Años después, en una de estas islas fallece de modo trágico Martín de
Salvatierra siendo sepultado en el lugar adquiriendo el sitio el nombre
de Cruz de Salvatierra. Por esos años Alonso Díaz Ferreira recibe las
tierras en carácter de Merced pero no se radica en el lugar. La familia
de Jacinto Piñero adquirirá los campos así como otros vecinos dándole
origen a la actual Cruz Alta. Distintos viajeros describen la zona: Sourryère de Souillac,
Francisco de Amigorena, John Miers, Robert Elwes, Samuel Haigh, Hermann
Burmeister, Alexander Gillespie, etc. Durante esos tiempos se construyó una
pequeña capilla dedicada a la Pura y Limpia Concepción. En 1886 se
inicia la construcción de la nueva Iglesia que se bendice en 1895; en
1899, es consumida por un incendio por el que se sospecha del Párroco
Pietro Alberti. En 1901 se inaugura la actual Iglesia.
Don Alonso de
Sotomayor y
Valmediano
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detalle)
NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO
Buscando la Ciudad de los Césares (*)
El sol, cansino, se mecía sobre la horqueta de un solitario y
maltrecho viejo roble. Sus dorados rayos pendían desordenados e
indolentes cual cintas que vaya a saber quien se había tomado el
trabajo de atar. Displicente y aburrido, no encontró nada
poético que vinculase las cintas amarillas con esos lazos que
las sujetaban al moribundo madero. Reflexionó en que nunca había sido
bueno para esos menesteres; se tranquilizó cuando, convencido,
concluyó que la inmensa mayoría tampoco había sido mejor que él
en el dominio de esas artes. Quizás en
el futuro, ¿cómo saberlo?.
Mientras vagaba en estos pensamientos, se le dio por entreabrir apenas sus ojos y vio a los
desconocidos acercarse. No tenían nada igual a lo que, en
aquellos sus vastos territorios, había
visto a lo largo de su extensa vida de más de cientos de miles
de años. No se sentía un anciano; sin embargo, debía reconocer
que algunas cosas ya no le funcionaban como antes. Cerró el
dilema con una pregunta: ¿serán mis recientes
dificultades oculares o tal vez mi deteriorada y vieja memoria
las que han borrado estos particulares y atípicos bípedos
hasta convertirlos, para mi cerebro, en formas inexistentes?
Así entrazados, solo registraba algunos parecidos, quizás similares; pero,
definitivamente, ninguno igual.
Sin cerrar sus desenfocados ojos, privilegió escuchar; por
fortuna, sus oídos mantenían su agudeza.
Alcanzó a oir que hablaban de "oro"; más precisamente,
decían: "es oro". Se preguntó, ¿qué sería el oro?
La situación era absurda, de modo grotesco las figuras comenzaron a saltar,
a trepar unos sobre otros para cobrar más altura, estiraban largos
miembros intentando asir algo que estaba más allá que el aire.
Seguían gritando, transpiraban, se empujaban, disputaban la
propiedad de ese "oro".
El astro rey tuvo que hacer un esfuerzo por no reir aún cuando la
situación mutaba de estúpida a preocupante.
Superaban la torpeza con precario ingenio; usando toscos métodos,
intentaban trepar por el viejo leño; finalmente, cuando ya
estaban muy cerca suyo, logró comprender que lo que
buscaban era atrapar esas amarillas cintas que no eran otra cosa
que sus propios rayos.
El sol les gritó: no se a lo que llaman oro, lo que
están tratando de tomar es mi propio fuego y les advierto, les
aseguro que se van a quemar.
No lo escucharon.
La situación terminó de un modo desagradable; en el suelo, solo
quedaron cenizas.
(*) Pintado con los matices típicos de las
leyendas, la ficción anterior juega a acompañar a las
expediciones que, remontando el Río Carcarañá, se sumergieron en el desconocido interior de nuestros
territorios motivadas por la ambiciosa búsqueda de oro y plata.
Los
lejanos tiempos de la conquista.
Cuando, a principios de abril de 1526, Sebastián Gaboto partió
del puerto español de Sanlucar de Barrameda su interés único era
reproducir el viaje que Hernando de Magallanes había realizado
unos pocos años antes. El motivante era el de alcanzar las Islas
Molucas y regresar con los navíos colmados de oro, plata,
especias de todo tipo y sedas. Los planes mutaron cuando la
expedición, una vez desembarcados en las costas del sur de Brasil, se
encontraron con Enrique Montes y Melchor Ramírez, dos náufragos
sobrevivientes de la expedición de 1516 de Juan Díaz de Solís
quien, luego de descubrir el Río de la Plata (nombre asociado a
las supuestas riquezas en este metal que había en la zona), tuvo
un final trágico en manos de los naturales del lugar junto a
buena parte de su tripulación.
Los
relatos pletóricos de riquezas incalculables llevaron al navegante
a cambiar los planes comprometidos con la realeza española de
Carlos V y poner rumbo al Río de la Plata para luego, remontar
el actual Río Paraná.
El
cosmógrafo Alonso de Santa Cruz que acompañaba a Gaboto describe
que "... entran en este río [se refiere al de la
Plata]
muchos otros y entre ellos uno muy grande dicho Uruay el cual
tiene muchas islas auque deshabitadas y pequeñas porque el río
principal que los indios llaman Parana ... tiene islas mucho
mayores ... algunas tienen nombres de los mayorales y de los
indios que siembran en ellas".
Al ingresar al delta, en una de sus islas toman contacto con
otro sobreviviente de la expedición de Solís; se trataba de
Francisco del Puerto quien les relata que por haber aprendido el
idioma de los naturales tenía, de ellos, la información de la
existencia de fabulosos tesoros hacia el interior de los
territorios.
Obligados por el hambre y las enfermedades que los acuciaban, a
la altura de la confluencia del Río Carcarañá con el Coronda
optan por establecerse en el lugar. Gaboto decide elegir dicho
sitio por ser "... ques donde aquel Francisco del Puerto le
había dicho que descendía de las sierras donde comenzaban las
minas de oro y plata".
Luego de una etapa de pacífica convivencia con los naturales del
lugar que incluían a guaraníes, querandíes y timbúes los que les aportaban el necesario acceso a los
alimentos, se ingresó en un período donde la ambición dejaba paso
a la desenfrenada impaciencia por no encontrar las riquezas de
las que tanto se hablaba.
Aquellos primeros tiempos de interrelación en concordia se sustentó en
el sistema conocido como "rescate". Sergio H. Latini en su
trabajo "Primeros contactos e interacción en las costas del
plata a principios del siglo XVI" explica que éste era una
"... práctica habitual durante todo el período colonial, en
la cual los españoles intercambiaban productos con los
indígenas. En el período que estamos estudiando, solían ser
elementos de hierro como anzuelos o cuchillos de parte de la
población hispana a cambio de alimentos que les daban los
indios; luego, con el paso del tiempo, los productos
intercambiados se fueron diversificando. Los utensilios de
hierro fueron rápidamente adoptados por las poblaciones
indígenas, ya que posibilitaban mejorar el armamento,
facilitaban el laboreo del cuero y la madera y mejoraban la
práctica de la agricultura por los grupos horticultores
tropicales, al ahorrar tiempo y esfuerzo en el desmonte y
sembrado de las tierras".
Con
el objetivo de almacenar las riquezas en caso de hallarse,
Gaboto
decidió la construcción de una fortaleza a la que se denominó Sancti Spiritus. De la misma,
sin contar con suficiente documentación esclarecedora, se la
intuye cuadrada con foso y terraplenes en las esquinas a modo de baluartes con
un necesario armamento
defensivo y una estructura interior basada en adobe y
paja. La obra se realiza con la ayuda de los indios caracarás
que habitaban sobre las márgenes del río que desembocaba sobre
el actual Paraná y que, por asociación con la comunidad natural,
se le asigna el nombre de Carcarañá. En la confluencia de ambos
ríos el fuerte cobra forma concluyéndose en 1527. El deterioro de las
relaciones con los aborígenes y la llegada de nuevos
expedicionarios con los mismos ambiciosos fines de los
precedentes provocaron todo tipo de agresiones y matanzas
recíprocas que terminaron años después, en 1529, con el incendio
y saqueo del fuerte con el consiguiente desbande y huida de los
pocos sobrevivientes.
A
lo largo de los dos años de estancia en el lugar, numerosas
fueron las expediciones enviadas a la búsqueda de la quimera de la plata y todo
tipo de riquezas.
Eduardo Apolinaire y Laura Bastourre en su trabajo de
investigación "Los documentos históricos de los primeros
momentos de la conquista del Río de la Plata (Siglos XVI y XVII:
una síntesis etnohistórica comparativa" dan cuenta del
interrogatorio que realiza Sebastián Gaboto a varios testigos
luego de la destrucción del fuerte y previa a su retorno a
Sevilla; de resultas de los mismos se extrae que “... tuvimos
relación de muchos indios .… que en la tierra donde estábamos
había mucho metal de oro é plata é vimos algunas muestras della
é decían los indios que dicho metal estaba en una sierra que
podía estar del pueblo de Santi Spiritus ocho ó diez jornadas”.
El geógrafo alemán
Hans Steffen vuelca en su trabajo de investigación que Gaboto
aseguraba que los indios querandíes les habían informando que "... los
yacimientos de oro y plata se encontraban la tierra adentro a
setenta u ochenta leguas de donde ficieron la casa [se
refiere a la distancia a partir del fuerte Sancti Spiritus]".
Antonio Serrano en su "Esbozo para una Historia del
Descubrimiento y Conquista de Córdoba" se referencia en
Pedro Lozano cuando consigna que los timbúes del Paraná le
informaban a los españoles sobre un ciudad que, ubicada al
suroeste, estaba colmada de oro y plata y que era "... una
nación no muy distante, cuya habitación era muy diferente de las
que usan otras gentes, pues vivían debajo de la tierra, como
fieras [hábitat típico de los comechingones]".
Aníbal
Montes en su trabajo "Fantasía y realidad en la
Leyenda de los Césares" da cuenta de lo siguiente:
"Acababa de fundar Sebastián Gaboto la fortaleza
Sancti Spiritus en la desembocadura del Río Carcarañá,
cuando despachó la comisión exploradora que, al mando
del Capitán Francisco César [designado
"gentilhombre" por Gaboto], remontó dicho Río Carcarañá
hacia el interior del territorio argentino, cruzó las
sierras de Córdoba y fue a pedir hospitalidad al
poderoso cacique Jungulo en las sierras llamadas de San
Luis y entonces Pina Camche, o sea, Sierras del
Poniente". El autor define que, en 1529, este pequeño
grupo de expedicionarios se convirtieron en "... los
primeros españoles que se internaron en territorio
argentino". Según las conclusiones de Montes será
"... en los dominios de aquellos pacíficos agricultores
Sauletas y en el pueblo de Malancha, desde donde el Gran
Curaca Jungulo gobernaba numerosos pueblos, vivieron
estos españoles algún tiempo y se enteraron, más al
norte, del gran Imperio de los Incas y de sus fabulosas
riquezas".
Sebastián Gaboto
Borrador realizado por Aníbal Montes en su
trabajo "Fantasía y realidad en la
Leyenda de los Césares"
tratando de reconstruir el camino recorrido por el Capitán César
en 1529
De los quince
hombres que partieron al mando del Capitán César, retornaron
siete algunas semanas después portando
piezas de oro además de un bagaje de historias donde
aseguraban haber visto ciudades colmadas de metales
preciosos y datos de otras más lejanas también
pletóricas de tesoros indescriptibles. Juan Valdivieso,
uno de dichos expedicionarios, declara en Sevilla en 1530 que él
"... de modo personal había visto las riquezas en oro, plata
y piedras preciosas".
Por ser estos relatos los contados tanto por el jefe como por
quienes habían acompañado al Capitán César hicieron que los
mismos se unificaron como: "Historias de los Césares", para
luego devenir en lo que se debía buscar, la "Ciudad de los Césares".
El Padre Pablo Lozano le da credibilidad al origen de los
valiosos bienes traídos por las manos de Francisco César y sus
seguidores ya que el Valle de Conlara contaba con recursos
auríferos y seguramente el Cacique Jungulo sabría donde
encontrarlos, como extraerlos y se podría concluir que, tal vez, tuvo
la
voluntad de compartirlo.
Reconstruyendo el camino transitado por la expedición es más que
válido asumir que, partiendo del fuerte Sancti Spiritus, remontaron el Carcarañá para luego continuar
por el Río Tercero hacia el interior de las sierras cordobesas;
tras sortear éstas, ingresaron al Valle de Conlara (San Luis).
Dando por cierto este derrotero, concluímos que sus pasos
transitaron, con seguridad, por los territorios donde,
actualmente, se levanta la ciudad de Cruz Alta.
Los relatos se expandieron velozmente diversificándose en
numerosas versiones; la transmisión oral hacía que los tesoros
fuesen cada vez más y
más inconmensurables y que las ciudades
cubiertas en oro se multiplicasen. Tantas historias así contadas adolecían de un
significativo y vital faltante: la ubicación.
Es así que el mito de la Ciudad de los Césares propició su
búsqueda a lo
largo de un territorio que se extendía desde lo que sería la
posterior Gobernación del Tucumán hasta el extremo sur
continental y desde el Río de la Plata hasta la costa del
Pacífico.
Las expediciones, primero como grupos pequeños y aislados y
luego como proyectos de pronunciado costo tanto en número de
hombres como en infraestructura operacional, intentaron lo que
terminó siendo una infructuosa búsqueda.
Algunas de estas otras expediciones también transitaron las
costas del Río Tercero y del Carcarañá; por ende, también fueron
quienes, desde aquel siglo XVI, recorrieron los territorios de
Cruz Alta; la más significativa y planificada es la que emprende
el Capitán Diego de
Rojas en 1543.
Stella
Maris Molina Carlotti de Muñoz en su trabajo "Los
padecimientos en la gran entrada de Diego de Rojas"
describe a esta empresa, desarrollada entre 1543 y 1546,
como "... una de las más dramáticas 'entradas'
descubridoras de las que penetran del Alto Perú al
Tucumán". En procura de la Ciudad de los Césares,
tres contingentes parten de la ciudad de Cuzco con un
total de unos 250 expedicionarios que, según Manuel
Lizondo Borda en su "Historia del Tucumán", eran
"... muy valientes y animosos, los quales fueron bien
aderescadas las personas y apercebidos de muchas armas,
cauallos, y gran servicio de negros, negras y muchos
yndios amigos".
Diego de Rojas
Cristóbal Vaca de Castro
Con la autorización del Gobernador del Perú, Cristóbal Vaca de
Castro, el primer grupo, al mando de Diego de Rojas e integrado
por unos 60 hombres, parte en mayo de 1543; tiempo después y por
separado, iniciarán la marcha los otros dos grupos conducidos
por Felipe Gutiérrez, segundo de Diego de Rojas y Nicolás de
Heredia como Maestre de Campo. En la región de Tucman o Tucma,
provincia propia del imperio incaico y habitada por los
naturales juríes, se unifican los grupos de Rojas con el de
Gutiérrez para luego, afianzarse en Salavina (actual Santiago
del Estero). Será aquí donde, tras una de tantas escaramuzas con
los aborígenes, Rojas es herido en una pierna con una flecha
envenenada y muere. Rompiendo los pactos previos con Gutiérrez y
Heredia, el mando lo asume Francisco de Mendoza que hace
arrestar a Gutiérrez y su esposa a quienes devuelve al Cuzco y
continúa la marcha hacia el sur con el refuerzo del grupo de
Nicolás Heredia que lo alcanza más tarde y se le suma.
Patrick Pedulla en su trabajo "Las expediciones en busca de
la Ciudad de los Césares y la expansión hispanocriolla
(1543-1622)" recupera lo narrado por Rui Díaz de Guzmán
dando cuenta que los expedicionarios habiendo llegado a "...
los Comechingones, que son unos indios ... que viven bajo de
tierra en cuevas, que apenas aparecen sus casas por afuera. Y
trabando amistad con ellos, se informaron de lo que había en la
tierra, y tomando relación de como a la parte del Sur había una
provincia muy rica de plata y oro, a quien llamaban Yungulo, que
se entiende ser la misma noticia que en el Río de la Plata
llaman los Césares, tomado del nombre de quien la descubrió”.
Según Stella Maris Molina Carlotti de Muñoz en su trabajo de
investigación concluye que los expedicionarios, "... llagados
y sufrientes, vinieron a dar con tierra de los comechingones,
donde levantarían por agosto de 1545 el real que luego se llamó
de la Malaventura".
Numerosos estudios han intentado ubicar al Fuerte de Malaventura
concluyéndose que es probable que sea el que se identificaba
originariamente con el nombre de
Fuerte de
Escobasacat
o Escoba Sacat.
Anibal
Montes en su conferencia "Fantasía y realidad en la
Leyenda de los Césares" reconstruye el camino recorrido por
la expedición asegurando que luego del ingreso por el norte de
la actual Córdoba corrigen el rumbo hacia el suroeste llegando
hasta los territorios de la actual Panaholma "... donde le
dieron noticias que Jungulo quedaba más al sur. Pero allí
cruzaron la Sierra de Achala para llegar a Calamochita, desde
donde costearon el río que más abajo se llama Carcarañá y así
llegaron al río Paraná, desde donde regresaron".
Las disidencias entre Mendoza y Heredia concluyen con el
asesinato de Mendoza y el regreso de Heredia al Cuzco con el
resto de sus hombres quienes lo habían asumido como nuevo jefe.
Tras estas experiencias narradas, la presencia de los
conquistadores por las costas del Tercero y el Carcarañá se
volvería usual de resultas de asumirse a esta ruta como
derrotero obligado entre el lejano norte y el Río de la Plata.
En un informe judicial de 1566 se daba cuenta que el Gobernador
de Tucumán Francisco de Aguirre, luego de fundar la actual
Santiago del Estero, tenía intenciones de afianzar nuevos
pueblos en dirección a "las fronteras". Ese documento es
recuperado por el Padre Pablo Lozano en su trabajo "Córdoba
de la Nueva Andalucía" consignando "... que algunos de
los tales pueblos tendrían contratación con la fortaleza de
Gaboto ... señaladamente un pueblo que está visto se puede
poblar en la provincia de los Comechingones, que estará a
distancia de ochenta o cien leguas de la dicha mar y puerto de
Buenos Aires, donde llegan los navíos desde Castilla, e de allí
se puede proveer esta tierra de todo lo necesario, sin que los
naturales reciban ningún trabajo, trayéndole en carreta, porque
está visto el camino ser llano y aparejado para ello". De
este texto, resaltamos: que ya existía algún asentamiento de los
conquistadores en el trayecto de Santiago del Estero al Fuerte
de Gaboto en "contratación" con la Gobernación de Tucumán y que
el largo camino permitía el tránsito de carretas, vehículos que
para su adecuado desplazamiento, necesitaban que las condiciones
de dicha ruta sean muy aptas.
Francisco de Aguirre
A partir de la fundación de Córdoba de la Nueva
Andalucía en 1573 y en los años siguientes un personaje ingresa
en esta historia convirtiéndose en un mojón relevante en lo que
será, finalmente, Cruz Alta. Se trata de Don Alonso de la
Cámara.
Luis G.
Martínez Villada en su trabajo de investigación "Don
Alonso de la Cámara" se pregunta "... por qué Don Alonso
tomó el apellido de la Cámara que no aparece entre sus
ascendientes?" y ¿por qué, luego de un viaje a España,
adopta el nombre de "... Alonso Gómez de la Cámara"; para
luego, al retornar a América, lo transforma en "... Don Alonso de
la Cámara?".
En relación a él, Martínez Villada consigna que: "... asiste
a la fundación de Córdoba" [por acta del 17 de octubre
de 1573 del cabildo de Córdoba, Don Gerónimo Luis de Cabrera lo
nombra Escribano Público de Número de la ciudad]; participa "... en la
exploración preparatoria de Don Lorenzo Suárez de Figueroa";
acompaña "... al fundador en la expedición al Paraná y
construcción del puerto de San Luis [en zona cercana al
Sancti Spiritus]"; con Antón Berrú y un reducido grupo,
logra "... descubrir el camino a Chile"; con el
obsesionado Gonzalo de Abreu sale, en 1579, a la búsqueda de
Trapalanda o Ciudad de los Césares, empresa de la que vuelve
"... tullido de un brazo del cual quedó manco".
Don Alonso viaja a España y a su regreso, una sucesión de hechos
lo colocan en un lugar de referencia en la historia de Cruz
Alta.
Firmas cuando era Alonso Gómez de la Cámara y
luego, Don Alonso de la Cámara
Según reconstruye Martínez Villada en su trabajo biográfico, la
designación de Don Alonso de Sotomayor y Valmediano como
Gobernador de Chile y la centralidad que, como guía de éste y su
comitiva, asume Alonso de la Cámara una vez retornado al Río de
la Plata son definitorios para aumentar su fama de hábil
orientador dentro de aquellos territorios desconocidos para los
expedicionarios de la época. Tras numerosas desventuras sufridas
a lo largo del camino llegaron a Córdoba donde su capacidad fue
muy ponderada sumándole que, por su iniciativa, "... se
trajeron desde Buenos Aires las primeras carretas,
utilizándoselas con ventaja para el transporte de la
artillería".
Hacia mediados de la década del '80 del siglo XVI y luego de una
corta estancia en Córdoba, Don Alonso retoma su espíritu
expedicionario sin descartar que esta vocación también estaba
motivada por un interés extra particular ya que, según la
identificación que le hacía el Cabildo de la época, además de
encomendero era uno, junto con Tristán de Tejeda, de los más
importantes "tratante de negros" (eufemismo de traficante
de esclavos). Al respecto de este nuevo viaje encomendado por el
Gobernador Juan de Burgos, Martínez Villada consigna que parte
con "... catorce soldados, para descubrir el camino derecho
para Buenos Aires. Llegó hasta cuarenta leguas, donde tuvieron
una guasabara con los indios. Don Alonso fue herido de un
flechazo en la mano y tuvo que volver a Córdoba, porque su gente
era poca para afrontar el número de enemigos. Lo demás que
quedaba por descubrir, lo hizo el Capitán Rodrigo Ortíz de
Zárate, Teniente de Buenos Aires 'hasta que dio en el rastro y
camino hasta donde había llegado el dicho Don Alonso de la
Cámara y prosiguiendo su viaje llegó a esta Ciudad'".
El
Presbítero Pablo Cabrera, en su obra "Tiempos y campos
heroicos", consigna que a Don Alonso de la Cámara "...
cúpole la gloria de marchar a la cabeza de un puñado de
valientes enviados en 1585, por el Capitán Juan de Burgos ... a
descubrir o abrir, a través de la Pampa, el camino real tan
vivamente reclamado que estrechase ... a ambas capitales, la de
la Nueva Andalucía y la del Puerto de Santa María de Buenos
Aires y facilitara el tránsito de tropas de carretas, de
comunicaciones postales y de pasajeros por una vía corta. A Don
Alonso de la Cámara ... solo cúpole la forma de llevarla a cabo
hasta la mitad del trayecto ... o a distancia de cincuenta
leguas de la ciudad del Suquía ... y es que les salió al
encuentro, en son de guerra, un diluvio de bárbaros ...
resultando herido en una mano por una flecha enemiga, el de la
Cámara, quien retornó al medio de los suyos llevando la gloriosa
cicatriz ... Don Alonso dejaba vinculado su nombre en una de las
estancias o dormidas de su intrépida jornada ... uno de los
parajes en que hiciera escala el descubridor, caracterizado por
algunas cejas o núcleos de pequeños chañares ... no tardó en
verse bautizados por los pasajeros o baqueanos con la
denominación de 'Islas de Cámara' tal vez porque a la sombra de
los mencionados arbolillos, haríase don Alonso la cura de
primera atención o porque en dicho asiento habríase verificado
la refriega".
Estela R. Barbero en su libro "Cruz Alta: tres siglos de
historia" suma a la identificación geográfica como
"Islas de Cámara" la de "Dormida de las Islas de Cámara"
atribuyendo a que Don Alonso "... buscara, bajo la sombra de
los árboles, alivio a sus recientes heridas".
En 1595, el encomendero de
Escoba y
Regidor de Córdoba donde residía, Martín de Salvatierra
inicia un viaje al puerto de Buenos Aires que, durante el
regreso, termina de modo trágico con su muerte. Previamente,
a fines de 1594, el viajero había dejado ya redactado su
testamento hereditario a favor de sus hijos Alonso y María.
El juicio sucesorio incluye una frase que, recuperada por
Pablo Cabrera en "Tiempos y campos heroicos", da
cuenta que Martín de Salvatierra falleció en ''... el
paraje y sitio que llaman Islas de Cámara".
Tres décadas después de este suceso, de modo paradójico, será
su hijo Alonso quien sufrirá igual destino en la misma zona
a manos de los naturales de la Pampa. Según reconstruye
Pablo Cabrera, los hechos se suscitan durante su regreso del
puerto hacia el "... Valle de Quisquisacate [Córdoba
de la Nueva Andalucía], trayendo pliegos y cartas de
importancia del dicho puerto". En la zona de estos
trágicos hechos alguien levantó una cruz evocativa que
asumió el nombre de "Cruz de Salvatierra"
identificándose con este nombre, también, a los territorios
que, años después, serían Cruz Alta.
Los primeros propietarios y pobladores.
Durante la segunda mitad del siglo XVII,
Juan López Fiusa tenía,
por derecho, la exclusividad de efectuar tareas de vaquería en
la zona. Una documentada querella de 1662, por él presentada,
dejaba constancia de su reclamo por la presencia de otros
habitantes del lugar que, sin autorización, procedían a vaquear
de modo ilegal. Un testigo convocado para dar testimonio sobre
los hechos en litigio da cuenta que "... viniendo del Puerto
de Buenos Aires, este mes de Junio, al llegar a la Dormida de
las Islas de Cámara, jurisdicción que dicen ser de esta ciudad
de Córdoba, vió este testigo una tropa de seis a siete carretas
de un hombre que estaba vaqueando y herrando y haciendo sebo y
grasa."
El
Presbítero Pablo Cabrera, en su obra "Tiempos y campos
heroicos" consigna que "... el 17 de abril de 1681, le
fue asignada a Alonso Díaz Ferreira o Alonso Ferreira de Aguiar
[quien fuese, además, propietario hereditario de la
Estancia de Pampayacta, actual
Pampayasta],
una zona de suelo en el paraje que llaman la Cruz de
Salvatierra, a sesenta leguas poco más o menos, de la ciudad del Suquía,
sobre las márgenes del Río Tercero. Corrían desde la localidad
enunciada y señalado por una 'esquina que hace allí el río
[esta merced fue concedida por el Gobernador Antonio de Vera
Muxica], e iban a lindar río abajo con los terrenos de otra
merced hecha al interesado por el gobernador don José de Garro,
en 6 de Junio de 1678: la cual tenía de superficie, sobre la
costa misma de la arteria y a una y otra banda, dos leguas de
largo y otras dos de ancho".
Estela R. Barbero en su libro
"Cruz Alta: tres siglos de historia", tras su
investigación,le pone límites a estas propiedades; la
primera de 1678 confina "... por el norte con un monte grande
que está a la vista del Arroyo de las Tortugas, por la parte del
sur con la Aguada de las Mojarras [la propiedad vecina a
este límite correspondía a José López Fiusa quien privilegió la
explotación de su rica propiedad en
Yucat] y por la
parte del río, hasta donde llaman la Cabeza de Tigre". En
cuanto a la segunda de 1681 la ubica "... en el parage
que llaman la Cruz de Salvatierra, sesenta leguas poco más o
menos desta ciudad ... que por la parte del río abaxo hasta
lindar con la merced de tierras que me hizo el Señor Gobernador
don José de Garro [se refiere a la de 1678] y por la
parte del río arriba hasta los Chañarcitos que están en una
esquina que hace el río". Las tierras que se extendían unas
dos leguas a ambas márgenes del río Carcarañá, tal como era
formal hábito de la época para poder autorizar la merced, se las
declaraba como despobladas y vacías, lo que no necesariamente
siempre era verdad.
Alonso Díaz Ferreira o Alonso Ferreira de Aguiar opta por no
habitar las tierras entregadas en merced, circunstancia muy
usual entre muchos de los que, por entonces, eran beneficiarios
de estos valiosos bienes; por el contrario, el 2 de noviembre de
1680, decide vender una fracción de la primera concesión
recibida. El comprador será Jacinto Piñero y en el documento de
dicha transacción se encuentra, según Pablo Cabrera en "Tiempos y campos
heroicos",por primera vez "... el nombre
histórico de Cruz Alta, con la ubicación que se le asigna hasta
ahora". El terreno comprendía "... una media legua de los
terrenos de la primera merced, veinte cuadras a una y otra banda
del Tercero, camino de Buenos Aires por la costa".
Estela R. Barbero en su libro
"Cruz Alta: tres siglos de historia", al
recuperar el documento de venta de esta fracción, consigna que
la misma se efectuó por la suma de "... doscientos pesos de a
ocho reales de plata".
Es importante en
este punto aclarar que no deberá confundirse a estos territorios
de Cruz Alta con aquellos que, durante los primeros tiempos
fundacionales, se identificaron como La Cruz Alta. Dichas
tierras se extendían desde el Río Cuarto hasta Espinillos (actual Marcos Juárez) y correspondían a una merced asignada,
hacia 1683, a Francisco Diez Gómez por el Gobernador Fernando
Mendoza Mate de Luna.
En
"Tiempos y campos
heroicos" se puede recoger que la totalidad remanente
de tierras que aún conservaba Ferreira fueron vendidas de
acuerdo a la siguiente secuencia: el 12 de setiembre de 1687 son
adquiridas por Juan José de León (aquí Barbero en su libro
difiere consignando a Juan de Sossa como propietario intermedio
lo que no anula, necesariamente, que estemos hablando de la
misma persona) luego éste transfiere al Pbro.
Diego Salguero y Cabrera; para, finalmente un 25 de febrero de
1690, terminen aumentando el patrimonio de Jacinto Piñero quien
deberá ser asumido, al radicarse en el lugar, como el fundador
de Cruz Alta.
Decíamos más arriba que las tierras se declaraban como
deshabitadas y que ésto, en general, no comulgaba con la verdad;
de hecho, en este caso no debería asumirse como mera
coincidencia que, en ese mismo año de 1690 y por parte de
misioneros jesuítas, se creara la primera Reducción de Indios
Pampas en la vecina Espinillos (actual Marcos Juárez).
Estela R. Barbero en su libro
"Cruz Alta: tres siglos de historia" da cuenta
que las propiedades vendidas en 1690 corresponden "... al
parage que llaman el Río Tercero desde el Carcarañá hasta los
papagayos en el camino Real para Buenos Ayres", que son
entregadas "... sin reservar cosa alguna exceptuando todos
los ganados mayores y menores que ay" y que, a modo de pago,
el vendedor recibe "...quatrocientas y cinquenta cauezas de
bestias mulares que por ellas me ade dar Jacinto Piñero en dos
plazos".
Aconsejamos remitirnos al libro de Barbero para tener una
adecuada y precisa secuencia de la evolución de la familia de
Piñero y de otros colonos que, de a poco, se iban sumando;
dándole forma, así, a los primeros años de constitución de Cruz
Alta.
El siglo XVIII.
Hacia 1720, el primer fuerte erigido para brindar protección a
la ruta que unía Buenos Aires con el río Tercero y Córdoba era
el de Guardia de la Esquina que, junto con la Guardia del río
Carcarañá, se ubicaba muy próximo a Cruz Alta en la frontera con
Santa Fe. Años después, en 1726 Cruz Alta ya tiene su propio
fuerte mientras que el de Esquina se reconvierte en posta para,
de resultas del recrudecimiento de la peligrosidad de la zona,
vuelve a ser fuerte a mediados del siglo XVIII.
"Gobierno, justicia y milicia, la frontera
entre Buenos Aires y Santa Fe - (1720-1830)" - FaHCE (UNLP)
Diseño de Tapa y Maquetación: mbdiseño
Pablo Cabrera en "La tragedia de Cruz Alta" le atribuye
la construcción del fuerte al Gobernador don José Matías de
Angles y este acto, según la visión personal del sacerdote, lo
convierte en el verdadero fundador de Cruz Alta.
Ese
primigenio desarrollo no estaba libre de una turbulenta y muchas
veces trágica relación con los naturales del lugar así como con
las enfermedades que, de modo periódico, solían asolar los
indefensos asentamientos. Las epidemias de viruela y otras
pestes eran muy usuales pero se volvieron más recurrentes entre
fines del siglo XVII (1694) y buena parte del siglo XVIII de
resultas, además, con el auge del tráfico de esclavos africanos.
Estas condiciones no hacían propicia la vida en el lugar;
por el contrario, cortos períodos de cierto desarrollo eran
seguidos por otros, donde los territorios se vaciaban de
población que escapaban en busca de un destino mejor.
A pesar de ésto los Piñero enfrentaban las dificultades y lucían
un nada menor desarrollo patrimonial. La comunidad de Cruz Alta,
hacia las dos primeras décadas del siglo XVIII, ya superaba la centena.
Pablo Cabrera en "La tragedia de Cruz Alta" confirma que
la población estaba devastada "... por los bárbaros cuando
sus asaltos y depredaciones formidables llevadas a cabo por los
mismos en aquellos vecindarios y en las regiones sud, sudeste y
norte de la provincia, desde 1728 a 1745".
El ataque de 1731 y los posteriores fueron concluyentes para que la población
abandonara los territorios buscando resguardo en Fraile Muerto
(actual, Bell Ville),
Punta del Sauce (actual, La Carlota) e incluso, en la lejana
Buenos Aires.
De hecho, hay un informe de 1731 enviado al Rey por el
Procurador del Cabildo de Córdoba Silvestre de Valdivieso y
Arbizu donde se da cuenta que el despoblamiento de la zona es el
resultado, en parte, de epidemias y en mayor y sustancial
medida, por la permanente y virulenta agresión de los naturales
del lugar.
Del libro "Cruz Alta, tres siglos de historia" de Estela
R. Barbero podemos extraer el crudo relato de los dramáticos
hechos de junio de 1734 cuando el desesperado intento de 60
milicianos comandados por el Sargento Mayor Juan Piñero,
intentando detener los recurrentes ataques, concluye en una
carnicería en el paraje de Acequión donde muere su jefe, la
amplia mayoría de los combatientes mientras que parte de los
sobrevivientes son tomados cautivos. Según la investigadora los
secuestrados fueron "... llevados a las tolderías
conjuntamente con quinientas vacas y seiscientos caballos".
A propósito de estas circunstancias, Luis Beltrán Martínez
Thomas en su libro
"Pobladores del sudeste de Córdoba: crónica familiar de
cinco siglos en Argentina, desde la conquista hasta nuestros
días" consigna que, en 1734, "... los mocovíes, avipones
y otras tribus ensoberbecidas por el éxito lanzaron sus huestes
todo a lo largo del Río Tercero ... la invasión se llevaba a
cabo el mismo día y a la misma hora operando las tribus en
grupos más o menos numerosos, para concentrarse al norte al día
siguiente con el botín obtenido. Como consecuencia de estos
ataques la zona quedó desierta". El autor, en este punto,
recupera un texto del Capitán Juan de Acosta quien aseguraba que
"... desde Cruz Alta hasta Mazangano, distancia una de otra
como 60 leguas, se han despoblado más de 150 estancias que
poseía el Río Tercero a una y otra banda".
Frente a los reiterados ataques la resistencia recaía, de modo
exclusivo, en la participación de los pobladores del lugar que
ponían en riesgo sus vidas y sus propios magros recursos
económicos.
Por aquella tercera década del siglo XVIII, el
jesuíta, etnógrafo y cartógrafo Antonio Machoni (nacido en
Cerdeña en 1671 y fallecido en Córdoba del Tucumán en 1753)
vuelca al papel algunos mapas producto de la experiencia
acumulada a lo largo de los años durante los cuales cumplió con
diversas actividades: misionar en los vastos espacios del
Paraguay; sumarse a las expediciones que Esteban de Urízar y
Arespacochaga,
por entonces Gobernador de Tucumán entre 1707 y 1724, recorrieron los territorios
del Chaco; integrarse a las comunidades autóctonas de los toconoté y los lules de las que supo aprender y difundir su
lengua y finalmente, ejecutar tareas de docente y Rector del
Colegio Máximo de Córdoba. En uno de esos mapas se identifica,
con claridad, la presencia de Cruz Alta. Dicho documento
cartográfico aparece incluído en la obra del Padre Pedro Lozano que, en
1733, se publica bajo el puntilloso título de "Descripción corográfica
del terreno, ríos, árboles y animales de las dilatadísimas
Provincias del Gran Chaco Gualamba y de los ritos y costumbres
de las innumerables Naciones bárbaras e infieles que le habitan
con una cabal relación histórica de lo que en ellas han obrado
para conquistarlas algunos Gobernadores y Ministros Reales y
Misioneros Jesuítas para reducirlas a la Fe del verdadero Dios".
Obsérvese lo ajustado de la identificación de los ríos
Saladillo, Terzo (Tercero) y Carcarana (Carcarañá) sobre cuya
costa y en proximidades de su desembocadura en el Paraná expone la población conocida como Gaboto
la
que corresponde a la histórica ubicación del Fuerte de Sancti
Spiritus.
En 1741 Domingo de Basavilbaso es autorizado a regentear una
Carrera de Postas que uniría Buenos Aires con Córdoba la que
luego es extendida hacia el norte con destino a Tucumán, Potosí
y Lima y hacia el oeste, en procura de San Luis, Mendoza y
Santiago de Chile. En esta ruta queda involucrada Cruz Alta como
ruta común a ambos destinos ya que en Saladillo se ubicará la
bifurcación de los caminos hacia el Alto Perú y el Océano
Pacífico. El trayecto entre Cruz Alta y Saladillo insumía una jornada de marcha.
A lo largo de la
segunda mitad del siglo XVIII se reinicia un proceso de
reconstrucción del pueblo que va siendo acompañada por un lento
pero seguro resurgir de las distintas comunidades asentadas a lo
largo del Río Tercero.
Según consigna Luis Beltrán Martínez
Thomas en su libro"Pobladores del
sudeste de Córdoba ..."
el Gobernador Martínez de Tineo
emite un bando en 1750 por el cual convoca a "... los
propietarios de tierras y estancias abandonadas en las costas
del Río Tercero para que la repoblaran ...", de resultas de
lo cual estos territorios "... se vieron pronto resurgir,
ocupándose las unas por sus propios fundadores y las otras por
gentes nuevas, todos animosos y emprendedores que en menos de un
quinquenio restauraron lo que había sido destruído o abandonado
a ambas riberas del Río Tercero, desde el
Paso de Ferreira
hasta Cruz Alta y Desmochados".
Este retorno
poblacional iba acompañado de numerosos reclamos y litigios
sobre la propiedad de la tierra que cada uno aseguraba poseer al
momento de la evacuación. La situación imperante era que en
algunos casos los terrenos estaban siendo ocupados por los
indios mientras que otras parcelas eran usufructuadas por
terceros que las asumían como propias al encontrarlas vacías.
César Reyes en su trabajo "Carcarañá" recoge que hacia
1750 el médico y misionero inglés Thomas Falkner, de fe
calvinista de origen y devenido en jesuíta durante su estancia
en Córdoba, deja documentado que el Río Tercero "... el más considerable de todos ellos
[los ríos de Córdoba] antes de
dejar atrás las sierras de Córdoba ... se aumenta mucho con las
aguas de los ríos Champachín. Quillinsa, Cachu-Corat ... de esta
manera corre hasta llegar a la Cruz Alta, donde ya se llama
Carcarañá, por las muchas vueltas que da y sigue adelante de
noroeste a sudeste, hasta que entra en el Paraná en el Rincón de
Gaboto".
El Franciscano Fray Pedro José de Parras en sus relatos de viaje
efectuados entre 1749 y 1753 y reproducidos en "Diario y
derrotero de sus viajes", asegura que hacia los últimos días
de 1750 llegan al pueblo al que describen como un "... paraje
antes muy poblado y en que se descubren muchos arruinados
edificios, desamparados por las continuas invasiones de los
indios. Cantamos un responso en lo que fue iglesia".
De resultas que en 1757, por mandato del Gobernador Joaquín de
Espinosa y Dávalos, se instala la Jefatura Militar en Cruz Alta
en conjunto con una larga lista de disposiciones reguladoras de
las condiciones de vida y seguridad, toma impulso un fuerte y
nuevo reingreso poblacional en toda la zona.
Durante
1767 los jesuítas expulsos que pasaron por el lugar dejaron, de
la mano del P. José Manuel Peramás, un testimonio valioso
redactado a modo de diario de viaje. José A.
Ferrer Benimeli estudia dicho texto volcando sus conclusiones en
el trabajo "Viaje y peripecias de los jesuítas expulsos de
América"; en el mismo se da cuenta que el 2 de agosto de
aquel año la larga caravana de 44 carretas y más de 200
pasajeros llega a Cruz Alta a la que Peramás describe como
"... un
fuerte con algunas casas y capilla". Si bien Ferrer Benimeli
utiliza palabras propias para reescribir el texto del diario de
viaje de Peramás incluye, en sitios apropiados, párrafos
originales del sacerdote; a través del trabajo del historiador
tomamos conocimiento que el contingente arriba al lugar "...
con el temor de la llegada de indios bravos, por lo que los
soldados fueron puestos en máxima alerta. Sin embargo los tales
indios no aparecieron, a pesar de que en el fuerte fueron
informados de que los indios andaban cerca. Parece ser que fue
una excusa o enredo para no dar escolta de soldados, ni bueyes
'que sabían se iban sacando de los Partidos para remudar'. El
día 3, por la mañana, se detuvieron allí para encebar las
carretas con lo que hubo tiempo para decir misas y comulgar. A
la hora de la siesta salieron de Cruz Alta y dejaron ya el río
Tercero que habían ido costeando, y que a partir de allí 'tiraba
para la ciudad de Santa Fe', y fueron a hacer noche a las Islas,
que no eran otra cosa que 'unos pedacitos de selvas en medio del
camino que van cortado las Pampas'".
Marcela Alejandra Suárez en su trabajo "La traducción
italiana del Annus Patiens del P. Peramás" recupera la puntillosa
descripción que el sacerdote efectúo sobre la geografía de la
zona y de las islas en particular: "El día 4 llegamos al
lugar de las islas. Las islas son consideradas por los
habitantes tres pequeños bosques que, ubicados entre sí en un
espacio poco generoso, van cortando el camino de las pampas. La
pampa comienza a partir del último recodo del río tercero. Se
denomina pampa a cierta llanura tan interminable, cualquiera sea
la dirección en que se mire, que ni siquiera aparece una pequeña
elevación o un mojón. En la llanura pampeana todo está
despoblado, sin cultivar, es hostil a causa de las serpientes.
No hay allí piedras, ni árboles, ni manantiales, ni lagos. Solo
existe la hierba de la cual se alimenta una clase de lirones a
los que los lugareños llaman quirquinchos. Es un cuadrúpedo
semejante a un cerdito, armado de una escamosa coraza en todo el
cuerpo, con la cual de inmediato se enrolla, si alguien quisiera
atraparlo, pero apenas se puede desplegar con suma fuerza al que
se enrolla. Si entra en la cueva e incluso cubre solo medio
cuerpo, así ocupa la tierra con las escamas erizadas para que, a
no ser que se hayan humedecido, no se lo arrastre hacia afuera
incluso con sogas. Existen también otros dos tipos llamados por
los habitantes mulitas y bolas".
Original en latín del Diario del P. José Manuel
Peramás (Fragmento donde se asienta el paso por Cruz Alta, La
Esquina, el ingreso a Santa Fe y la descripción de las "Islas" -
Período del 2 al 4 de agosto de 1767)
En 1773, de la publicación atribuída a Concolorcorvo "El
lazarillo de ciegos y caminantes desde Buenos Aires hasta Lima"
extraemos que, desde Esquina de la Guardia o "... paraje
nombrado del Carcañar, por haber vivido en él un cacique de este
nombre y que no tiene más habitantes que multitud de avestruces,
... se divisa el Río Tercero y se entra en la jurisdicción del
Tucumán, que todos dividen en el pueblecito que está poco
distante del Oeste, nombrado de la Cruz Alta, adonde no hay
necesidad de entrar". Al referirse al Río Tercero en
particular lo describe como"... muy caudaloso, de
aguas turbias mansas, algo salado y con bastantes peces que
pescan los muchachos por mera diversión ya que los naturales ...
no los aprovechan. Sobre ambas bandas está bordeado de sauces,
chañares y algarrobos. Los pastos no son tan finos como los de
Buenos Aires, pero son útil alimento para los ganados, caballos
y bueyes. Estos últimos son fuertes y aptos para el trabajo. Se
observa siembra de trigo y cebada mientras que la fruta más
vista es el durazno".
Cruz Alta según mapa de Thomas Falkner de 1774
(se identifica iglesia y el Río Carcaranal)
La Esquina de la Cruz Alta según mapa de Juan de
la Cruz Cano y Olmedilla de 1775
El Virrey de
Buenos Aires, Juan José de Vértiz y Salcedo decide entre 1776 y 1780
reforzar la protección del camino que, desde el puerto, conducía
hacia el Alto Perú o a Chile; para lo cual establece una docena
de fortines desde Chascomús hasta Guardia de la Esquina, en la
actual frontera de Santa Fe con Córdoba. De hecho, en las
memorias de dicho Virrey correspondientes al período 1776-1778,
se da cuenta que "... se establecieron los fuertes de la
Esquina, inmediato a la Cruz Alta y el de Melincué". Tres años después el
Marqués Sobre Monte le da continuidad a estos asentamientos
defensivos a lo largo del Tercero y sobre el Río Cuarto.
Durante 1784, el astrónomo francés José
Sourryère de Souillac partió de Buenos Aires con destino a Santa
Cruz de la Sierra en plan de demarcación de límites dejando un
precario relato que, inconcluso, se publicó en 1837 como
"Itinerario de Buenos Aires a Córdoba". De dicho trabajo
extraemos que de la "... Guardia de la
Esquina a la posta del difunto Gutiérrez, hay 10 leguas: a las 3
leguas se llega a un pantano hoy transitable e inmediatamente a
un lugar que llaman la Cruz Alta; a las 7 leguas se hallan
varios ranchos de estancias y chacras, que denominan la Cabeza
del Tigre".
A mediados de
1785, en cercanías de Saladillo, se producen ataques indios a
dos caravanas que transitaban desde y hacia Buenos Aires de
resultas de los cuales se contabilizan seis víctimas, algunos
cautivos, la pérdida de mil cabezas de ganado y la clara
evidencia de la fragilidad de la estrategia defensiva de toda la
zona de influencia del Río Tercero.
El investigador historiador José Ignacio Avellaneda rescata el
valioso documento que,
bajo el título "Descripción de los caminos, pueblos, lugares
que hay desde la Ciudad de Buenos Ayres a la de Mendoza, en el
mismo reino", fue escrito y fechado en Mendoza el 6 de
febrero de 1787 a modo de diario de viaje por el
Comandante de Frontera y de las
Armas del Partido de Cuyo José Francisco de Amigorena. El mismo,
de modo minucioso, reconstruye el camino transitado por el
contingente de este a oeste a través de nuestras tierras. De su
contenido obtenemos: características de la ruta,
vías opcionales secundarias, distancias, información sobre la geografía
en general, detalles sobre los asentamientos poblacionales,
primigenias labores que brindasen recursos para la
subsistencia. De dicho material extraemos un fragmento
donde, una vez dejada atrás la Posta de Esquina
de la Guardia y continuando hacia Cabeza de Tigre, se consigna
que:
"Otra legua larga mas adelante
entre el Rio, y el camino está el pueblo llamado de la
Cruz Alta componese de 22 Ranchos, entre los quales hay
dos con alguna defensa de tapias á modo de Fuerte, y en
uno de ellos un Pedrero que el dia que lo disparen darán
en tierra con los reparos, (tal és su solidez), Ay
también su Ataona y Capilla; pero los vecinos que han
quedado después de la última irrupción de los bárbaros,
se ven sin ún Animal, ni mas ausilio que reparar el Rio
para asegurar la vida Por cuyo motivo nos persuadimos
que de aquí á poco tiempo podrá verse este sitio
despoblado. Aquí se
junta a este Camino por las partes del Norte, el que
viene de Santa Feé para Mendoza".
Si su interés es acceder al relato
específico que abarca el trayecto transitado dentro del
territorio cordobés,
haga click aquí.
Por el contrario, si su deseo es tomar
contacto con la integralidad del documento y por ende,
de todo el viaje,
haga click aquí.
Detalle de un mapa remitido por el Marqués de
Sobremonte en su carácter de Gobernador de Córdoba del Tucumán
integrado en un expediente de Villa de la Concepción (circa
1785)
Durante 1786 dos son los
ataques más significativos, uno a mediados y otro hacia octubre
de dicho año; el segundo puntualmente se concreta entre
Saladillo y Cruz Alta.
Marcela Tamagnini y Graciana Pérez Zavala en su estudio sobre la
frontera sur cordobesa de finales del siglo XVIII referencia
que, el Marqués
de Sobre Monte, inicia una negociación pacificadora "... con
el cacique Cheglem o Cheglén de la nación Ranquelche, quien lo
hizo extensivo a Carripilum y a dieciocho caciques más", la
que se ve concretada con éxito hacia 1796 y que logra mantenerse
hasta fines de la primera década del siglo XIX.
El siglo XIX.
El recientemente configurado Curato de Río Tercero Abajo tenía
una basta extensión desde
Yucat hasta Cruz Alta. El censo provincial realizado a
comienzo de la segunda década del siglo XIX ofrece un panorama
donde los indios eran poco numerosos, los negros habían
disminuído su presencia a la mitad la que, hacia 1778, era de un
13%, los blancos alcanzaban un 40% y el resto lo constituían
las distintas cruzas gestadas a lo largo de los años y que eran
reconocidas como pardos (en éstas no faltaba mezclas de sangre
india, de negros esclavos o libres, de mulatos, de zambos).
El Capitán Alexander Gillespie integró la expedición de las
tropas inglesas que invadieron e intentaron colonizar las tierras
del Río de la Plata en 1806. Tras la reconquista y la
consecuente rendición, el oficial fue parte de quienes primero
fueron confinados en
San Antonio de Areco y luego, en el Valle de Calamuchita. Un
relato de su experiencia acumulada al tomar contacto estrecho con la
naturaleza y geografía de nuestro interior y por sorprenderse con
los hábitos, costumbres, miedos y sueños de los habitantes
locales, se convierte en un libro que será publicado en Londres
en 1818.
Provistos de recursos económicos y víveres, el 30 de
marzo de 1807 todo su destacamento, en carácter de prisioneros,
parte del Santo de Areco e inicia, en carretas y a través de las
peligrosas pampas, el largo camino a Córdoba.
El contingente del Regimiento 71 llega, el 12 de abril, a Esquina de la
Guardia (actual zona limítrofe entre Santa Fe y Córdoba) y se
detiene por algunos días que se describen como "... tres días
agradables de gozo y abundancia que ahogaron toda reflexión
pasada, y antes del 16 de abril renovamos nuestros trabajos que
nos trajeron al pueblito de Cruz [se refiere a la actual Cruz Alta],
a las tres de la tarde, cuando se calentaban hornos para el pan,
pero de donde partimos con mandato súbito una hora después, no
permitiendo anotaciones sobre el sitio, sino las que eran
conspicuas por su miseria extrema. Fue además un desagrado, pues
nuestros chifles de licor estaban vacíos y estábamos sin muchas
otras comodidades". [Acceda al relato completo del viaje
por territorio cordobés, haciendo
Click Aquí].
Mapa de 1812 realizado por Arrowsmith y Lewis
donde se consigna "La Esquina de la Cruzalta"
Sonia Tell en su libro "Córdoba rural, una sociedad campesina
(1750-1850)" consigna que en 1817 el Gobernador Castro envía un
contingente hacia el Chaco con el objeto de contener los ataques
aborígenes. La empresa deviene en fracaso al punto tal que
durante ese mismo año y en 1819, "... los indios del Chaco y
del sur invadieron la frontera este entre Cruz Alta y
Fraile Muerto".
El aumento de la inseguridad provocaba una nueva huída de
los pobladores buscando sitios más seguros en proximidades del
Río Segundo.
A propósito de la ruta de postas que unían las actuales San
Nicolás sobre el Río Paraná en Santa Fe y
Villa María en Córdoba
apelamos a la ayuda que nos brinda el viajero inglés Alexander Caldcleugh Beatson (nacido en Londres, Inglaterra en 1795 y
fallecido en Valparaiso, Chile en 1858) quien recorre estas
tierras a partir de 1819 a 1821 volcando sus experiencias en el
libro "Viajes por América del Sur".
Obsérvese que la ruta seguida por el viajero, en lo que al
interés de este espacio respecta, va siendo acompañada por el
Río Carcarañá y luego, por el Tercero. De su relato extraemos lo
siguiente:
" ... temprano por la mañana salimos para los Desmochados, a
seis leguas cortas de distancia (se refiere a la posta
anterior identificada como Manantiales). El camino era
perfectamente llano y en muy pocas partes aparecía barro; vi
algunas flores parecidas a azafrán amarillo y un guanaco
atravezó galopando el camino". Según su relato, dicha posta
estaba constituída por "... varios ranchos de barro con
comodidad para pasar la noche. El moblaje ... estaba formado por
dos o tres cueros de buey estirados cada uno sobre cuatro postes
clavados en el suelo; servían de cama y a veces de mesa; también
había dos o tres bancos o asientos formados por cabezas de
vaca". La preocupación del autor lo obligaba a advertir que
"... entraba en la zona de territorio invadida ultimamente
por los indios ..."; por lo cual yfrente a dicho
riesgo, tranquilizaba con que "... la posta estaba
rodeada por una doble empalizada con foso y un cerco de tunas
muy espeso".
La Posta de Desmochados se ubicaba sobre el Río Carcarañá dentro
de la Estancia de San Ignacio la que, muchos años antes (en
1719), había sido vendida por Antonio de
Vera y Mujica a la Compañía de Jesús quienes, en el
lugar, habían asentado el Puesto San Ignacio un año después.
Una vez abandonado Desmochados, se dirigen hacia Arequito a poco
más de cuatro leguas de distancia; donde, luego de una larga
espera por caballos frescos, continúan recorriendo una distancia
similar hasta Esquina de la Guardia. Una vez cruzado el río
homónimo y alcanzada la Posta expresa que en el lugar había
"... en otro tiempo, un pequeño fuerte que marcaba el límite
entre las Provincias de Santa Fe y Córdoba". En cuanto al
paisaje que lo rodea lo describe como "... sin variantes ..."
y la presencia del "... pequeño arroyo de Cruz Alta donde
el suelo aparecía cubierto por una capa de sal. La posta era uno
de los muchos ranchos de barro de por ahí". Sobre los hechos
ocurridos recientemente consigna que "... en este paraje de
la Cruz Alta fue enterrado el Virrey Liniers después que lo
fusilaron en Cabeza de Tigre. El sitio se distinguía en el
cementerio contiguo a una capillita del lugar". Sobre este
cementerio le llama la atención que era "... desde Luján, el
primero que veía en el camino". Que sea el primero que haya
visto no significa, como es obvio, que no existiesen; de hecho y por entonces, en las
inmediaciones de la posta de Desmochados ya existía un cementerio. El autor, tras este punto, vuelve a la
descripción de la zona vistiéndola con "... árboles de buena
madera y cercos de tuna muy altos y espesos".
En 1820 Peter Schmidtmeyer, banquero, dibujante y viajero suizo de
nacimiento e inglés por adopción, transitó el largo y complejo
camino entre Buenos Aires y Chile. De resultas del mismo nace un
pormenorizado relato complementado con numerosas láminas que
reflejan la geografía recorrida así como los hábitos y
costumbres. Dicho trabajo se editará unos años después bajo el
título "Travels into Chile over
The Andes". Del mismo extraemos que "... un inglés,
dos alemanes y yo, en un carro de dos ruedas fabricado en Buenos
Aires, partimos el 8 de mayo de 1820. Habíamos contratado a tres
'peones', término que utilizaré en adelante ya que el mismo se
aplica tanto a guías, como sirvientes, trabajadores, puesteros
y, en general, a todos los que son contratados por día o para
algún servicio en particular que no sea permanente". En lo
que concierne a este espacio en particular especifica que
"... el camino, después de pasar por algunas pequeñas aldeas,
nos llevó a Esquina de la Guardia, un pequeño cuartel cerca del
Río Tercero, con una zona fortificada y algunos soldados
ocupados en controlar las incursiones de los indios desde el
sur; poco después a Cruz Alta donde, después, cruzamos el
pequeño río salobre o arroyo Saladillo entrando así al
territorio de Córdoba".
Obra de Peter Schmidtmeyer y detalle de mapa
realizado e incorporado por el autor
De sus páginas extraemos el mapa elaborado
por el autor y el detalle de las
postas recorridas observándose que la Esquina de Medrano es
identificada como el sitio donde se bifurcan los caminos hacia
el norte y el oeste, este último en dirección a Chile.
Al llegar 1821,
el censo de aquel año,
muestra un nuevo y lento resurgir de Cruz Alta con una
población que ya alcanzaba los 124 habitantes.
Hacia 1824 la
zona es transitada, camino a Chile, por quien sería el futuro
Papa Pìo IX. Se trata de Juan María Mastai Ferretti de
Sinigallia que acompaña, en este peligroso viaje, al Delegado
Pontificio Monseñor Juan Muzi.
El pormenorizado
relato de dicho viaje, publicado más tarde, da cuenta de las
vivencias y experiencias en estas zonas. Existe una
traducción del italiano realizada por Domingo Faustino Sarmiento
como "Miembro de la Universidad de Chile, del Instituto
Istórico de Francia i de otras Corporaciones Literarias" que
fue publicada en 1848.
De la misma
rescatamos:
"Pasando por los Desmochados que es una de las postas de aquel
camino, supieron que allí diez días antes, trescientos salvajes
a caballo, guiados por el jefe que llaman cacique, todos armados
de largas picas, asaltaron al maestre de la posta misma, el cual
defendiéndose desde una torrezuela les mató uno, e hirió a otro,
con lo cual abandonaron el lugar.
Tres días después de haber por
felicidad pasado nuestros viajeros, volvieron al mismo lugar con
más ferocidad aquellos salvajes, encontraron una tropa de
veintidós muleteros con cien mulas cargadas, se apoderaron de
estas, y mataron a los veintidós, excepto uno que se salvó entre
los heridos. Usan estos salvajes una lanza, que apoyan en la
silla, por medio de una faja, y no hacen más que agitarla y
dirigirla a uno y otro lado. Si llegan a aferrar un hombre lo
levantan en el aire con la mayor facilidad, y cuando corren al
asalto van gritando horriblemente, y golpeándose la boca con las
manos al mismo tiempo, con lo cual esparcen el mayor terror.
Este lugar es uno de los más frecuentados por aquellos salvajes,
y toma su nombre de 'desmochar' verbo español que significa
mutilar por haber los indios una vez cortado pies y manos a
algunos hombres de la posta que dejaron así abandonados en
tierra. Los volátiles que con más frecuencia vieron en estos
parajes son las lechuzas, muy abundantes en toda la América.
Cuando hubieron llegado a la Esquina de la Guardia, se les pidió
la Confirmación que administraron a muchos; pero la noche la
pasaron muy mal, y Mastai hubo de pasarla en vela enteramente.
Creyendo importante recordar la especialidad de los animales que
vieron en este viaje, hablaremos de un tatú, o sea dasypus de
Plínio, que los americanos llaman mulita, y que es el cachicamo,
o tatú de nueve fajas de Buffon. Es esta una pequeña
bestiecilla, que parece una mula aparejada, pero con el hocico
más parecido al del puerquecillo de India que al de un mulo, y
es del tamaño de nuestros perrillos falderos.
Siguiendo este camino entraban en lugares en los cuales crecía
el peligro de salvajes, y donde no podían dormir sino en pobres
chozas sobre la tierra desnuda; otras veces atravesaban lugares
amenos y bosques compuestos de árboles espesos y muy altos, y
que daban agradable sombra muy oportuna para ponerse a cubierto
de los rayos abrasadores del sol".
Domingo F. Sarmiento
en Chile
Si nos detenemos
en leer el libro original en italiano encontramos una mención
más específica sobre Cruz Alta que es omitida por Sarmiento en
su traducción: "Desde Esquina de la Guardia se va a Crociada
[Cruz Alta], que es una posta con más cabañas, en las que
se encuentra bastante comodidad. Por allí el terreno continúa
siendo gredoso y no mejora hasta las cercanías de la siguiente
posta que se llama Cabeza de Tigre por un tigre que fue ultimado
y se mantuvo lo que en lengua española se dice 'cabeza'
expuesta durante largo tiempo".
Sallusti, Giuseppe: "Storia delle Missioni Apostoliche
dello Stato del Chile. Colla descrizione del viaggio dal
vecchio al nuovo mondo fatto dall´autore" - Tomo Secondo
- Roma, 1827 (Fragmento)
El 23 de abril de 1827 parte del puerto de Falmouth (Inglaterra)
el paquebote Duke of York con destino a Sudamérica; el objetivo
era llegar a Buenos Aires para, desde allí y por tierra,
alcanzar Chile y finalmente, Perú. El marino Teniente Bran será
quien se ocupará de redactar el diario de viaje. El mismo, en
1829, será publicado en Alemania por el editor Dr. Friedrich
Alexander Bran bajo el título "Diario de Viaje al Perú
durante el invierno de 1827" incluyéndolo en un volumen de "Archivos
Etnográficos". El 24 de julio parten de Buenos Aires; cuatro
días después consigna que ".... llegamos al pueblo de La Cruz
Alta, que hace la frontera entre la provincia de Santa Fe y
Córdoba. Este pueblo consta de diez o doce chozas de barro, que
están rodeadas de muros y zanjas en defensa de los indios; de
hecho, todas las postas de las dos provincias de Santa Fe y
Córdoba están protegidos por un muro de tierra o un foso, por
estar abiertos y expuestos a ser atacados por los salvajes. Después de partir de La Cruz Alta, nos alejamos
en dirección al Río Saladillo o creo que fue el Río Tercero,
cosa que no puedo decir con certeza; el mismo tenía barrancas
casi verticales y estaba plantado con algunos árboles. Por la
noche llegamos a Lobatón después de haber recorrido 99 millas
ese día".
Continuando con
la secuencia cronológica, en 1829 las luchas
intestinas tienen a Cruz Alta como protagonista ya que el General José María Paz asentará
sus tropas en el lugar previo al ataque final sobre el, por entonces,
Gobernador Juan Bautista Bustos.
Un mapa de 1840
nos muestra en detalle la secuencia de postas ya devenidas
en pequeñas comunidades las que, a partir de San Nicolás sobre
el Río Paraná, se van enlazando del siguiente modo: Manantiales, Desmochades (en realidad es Desmochados a la que continuaba la
Posta de Arequito no registrada en el mapa), Esquina (o Esquina
de la Guardia o Guardia de la Esquina, límite actual entre Santa Fe y Córdoba), Cruz alta
(con el "alta" en minúscula), Cabeza de Tigre (actual Los Surgentes), Lovaton (también
identificada como Lobaton, actual Inriville), Saladillo,
Barrancas (actual Monte Buey), Sanjón (actual Justiniano Posse),
Fraylemuerto (actual
Bell Ville), Bastas (se refiere a Bustos, actual
Ballesteros Sud), Herradura, Paso (Paso de Ferreyra,
actual
Villa María).
Hacia 1848, el viajero y pintor inglés
Robert Elwes realizó una travesía por la zona y fue
volcada a un libro que, publicado
en 1853, llevó por titulo "Apuntes de un viaje alrededor
del mundo". Del mismo podemos extraer algunos
párrafos que, destinados a su experiencia en estos parajes de
Cruz Alta, consigna que descubrieron "... un pueblo cercado
con setos de cactus donde encontramos a la gente preparando mate
y bebimos algunos con ellos. Los caballos estaban empacados y
agotados cuando comenzó a llover tan fuerte que decidimos
acostarnos en la Posta hasta que descampe. No salimos hasta las
4 de la tarde, momento en que el camino estaba muy mal y
resbaladizo".
Fragmento del libro "Apuntes de un
viaje alrededor del mundo" de Robert Elwes
En las primeras horas de la mañana del sábado 18 de marzo de 1848,
el abogado e historiador nacido en Estados Unidos Samuel Greene
Arnold dejaba atrás Esquina de la Guardia. Del diario de dicho
viaje extraemos que, luego de cruzar el arroyo que limita la
provincia de Santa Fe, ingresan en "... la gran provincia de
Córdoba en busca de la primera posta, Cruz Alta, a cuatro
leguas, a donde llegamos a las 9. Es un pueblo con cerco de
grandes cactos, como en Esquina, que oculta en su interior
ranchos y sirve de defensa contra los indios. Aquí escribí casi
una página y media del diario dentro del coche porque no había
comodidades para hacerlo. En Cruz Alta todas las casas están
rodeadas de cactos; el cercado más grande es el de la
administración de correos y se llama el fortín; rodea a 4 o 5
casitas y allí durmió anoche el pueblo entero por temor a los
indios. El cerco es de unos 15 pies de alto y muy espeso. Había
allí muchas lanzas indias tomadas en recientes luchas. La lanza
es de la forma usual, tosca y pesada. También había una
bayoneta. La fabricación es tosca y no se puede compararse con
las lanzas de los nubios, ni tampoco los mangos, que son de
madera de uno y medio centímetros de diámetro, y la más larga
tiene 13 pies de largo, pero se dice que las comunes son de 18
pies de largo. Nuestros peones pasaron el tiempo bebiendo y
arrojando tejos a una marca señalada en el piso. La hija del
administrador era la joven más bonita que, hasta ahora, he
visto. Pasamos el tiempo mirándola y comiendo sandías".
Samuel Greene Arnold y su obra
Era el 18 de marzo de 1849 cuando del puerto alemán de Bremen
partió "El Talismán", navío de 180 toneladas. En él, rumbo a
Sudamérica, viajaba el novelista Friederich Gerstäcker quien,
luego de abandonar el barco en Río de Janeiro, se sube al "San
Martín" que parte el 16 de mayo. El viaje desde Brasil al Río de
la Plata se torna complicado tanto por razones climáticas
provocadas por el viento Pampero como por la situación
conflictiva que, por entonces, enfrentaba a Buenos Aires con
Montevideo.
La intención del escritor era la de volcar en un libro toda la
experiencia de un viaje que incluía cruzar Argentina en
dirección a Chile donde abordaría nuevamente "El Talismán" que,
por su parte, había continuado viaje por el Atlántico hacia el
sur para remontar, una vez superado el Cabo de Hornos, el
Pacífico hacia el norte haciendo escala en Valparaíso y luego,
de dicho puerto, poner proa hacia California.
Los viajeros, luego de 16 días de navegación, logran desembarcar
en Punta de Indio; una vez en Buenos Aires, el alemán
permanecerá algunas semanas ocupándose de organizar la
continuidad de su viaje y acumular información
sobre las costumbres y características sociales, políticas y
edilicias de la ciudad; este precioso material lo utilizará para
nutrir las páginas de su futura obra.
Finalmente, el 17 de junio, junto a un correo y otros compañeros, inicia la difícil aventura
de cruzar, de este a oeste, las peligrosas pampas. Tres días
después, el 20 de junio, llegaban a Arrecifes donde se
encuentran con un estadounidense que, casado con una española,
se había radicado desde hacía unos años en el país sirviendo a
la milicia argentina. El relato que los ubica el 21 del mes
ingresando a Santa Fé (con acento en el original) incluye, entre
numerosas apostillas, una
pormenorizada descripción sobre la
cotidianeidad de la vida campestre, la indumentaria, el mate y su uso compartido, la flora y fauna de la
pampa, la presencia distante de los indios, la curiosidad de los
avestruces y las boleadoras como arma o herramienta de caza.
Friederich Gerstäcker y su obra
De su obra extraemos que el 23 de junio "... llegamos a una
pequeña población, Cruz Alta. Una población que, en el estricto
sentido europeo de la palabra, no la encontramos aquí. Eran tan
solo un ramillete de cabañas de barro dispuestas a disolverse
frente a la primer lluvia. En relación a sus habitantes, es
difícil describirlos correctamente sin contradecir la buena
opinión que tienen de si mismos". Los jóvenes son
evaluados
"... con cuerpos vigorosos ...y luciendo pintorescos
ponchos y chiripás". En el caso de las mujeres sus opiniones
son muy críticas, asegurando que tienen falta de "... higiene
y desagradables hábitos luego de las comidas que sintetizan
cualidades que no cautivarían el corazón de un europeo".
Según el autor "... las mujeres jóvenes y bonitas, ... debido
a las hostilidades indias, habían sido trasladadas, por
seguridad, a lugares custodiados por militares". Esta, según
su relato, sería la razón de la dejadez en las viviendas sumidas
al cuidado y limpieza por parte de hombres y mujeres ancianas.
El mobiliario de las precarias chozas no se permite una silla o
banco extra, de hecho "... el visitante tiene que sentarse en
el suelo o eventualmente sobre cráneos de caballo sumados con
ese fin". Un interesante aporte refiere al uso, por
ausencia de leña en las pampas, de estiércol de
vaca encendida y mantenida dentro de un círculo de huesos para
concentrar el calor. El alemán nos informa que "... sobre
este material con sus repugnantes efluvios se coloca otro hueso
con algo de carne para ser asado". Si el dueño de casa desea
ser gentil con el huesped tomará el hueso, le quitará la ceniza
golpeándolo sobre su pierna, tomará un bocado de carne con sus
dientes para evaluar si está bien cocido y de ser así, se lo
entregará al visitante quien deberá responder "... muchas
gracias, señor [en español en el original]".
Concluído el momento de compartir la comida la conversación
recurrente y obligada giraba en relación a los indios y los
temidos ataques "... de las tribus salvajes y sedientas de
sangre". El escritor, pronto, dejará de interpretar como
exageradas esas historias cuando "... al siguiente lugar que
llagamos, las mujeres con sus hijos habían huido a los pueblos
pequeños más cercanos y los hombres habían quedado custodiando
sus rebaños con los caballos listos y ensillados para huir en
cuanto los sanguinarios indios llegasen".
En 1848, el gobierno inglés le asigna al ciudadano británico Hugh
De Bonelli la tarea de Agente de Negocios en la República de
Bolivia. Durante dos años permanece radicado en el altiplano
dedicado, con seguridad y de modo prioritario, a la
comercialización de armas surtiendo de los mismos a los
ejércitos independistas y luego a las fuerzas antagonistas
durante las guerras civiles. En 1850, se desplaza hacia Buenos
Aires en procura del puerto y así, volver a su patria. Todo este
periplo lo vuelca a un diario que será publicado en 1854 bajo el
título "Travels in Bolivia with a Tour across the Pampas to
Buenos Ayres". Recorriendo sus páginas nos encontramos que
el autor y la comitiva que lo acompaña llegan a "... la Posta
y pueblo de La Cruz Alta, donde todo se ubicaba dentro de un
recinto rodeado por las defensas. Mientras sacaban los caballos
de relevo y los amarraban a nuestro carruaje, los del lugar se
acercaron a nosotros ofreciéndonos dos pequeñas tortugas
terrestres [mulitas] que hornearon y resultaron
excelentes. También nos trajeron un poco de leche que con la
comida ya descripta conformaban una extraña mezcla que, dadas
las circunstancias, las asumimos como un placer delicioso".
Fragmento del libro "Travels in Bolivia with a
Tour across the Pampas to Buenos Ayres" de Hugh De Bonelli
Eran años durísimo, el flagelo de las permanentes incursiones
indias y la miseria eran la imagen permanente que exhibía toda
aquella zona a mediados del siglo XIX. Sonia Tell en su obra
"Córdoba rural, una sociedad campesina (1750-1850)"
da cuenta que "... desde 1850 se hallan testimonios de la
escasez de carne. El gobernador Manuel López, en una carta a su
hijo, aconsejaba la eximición del diezmo a los pobladores de
Cruz Alta y Saladillo ... por su pobreza agravada por la falta
generalizada de carne en la campaña".
A partir de setiembre de 1855, el escritor, historiador,
naturalista y político chileno Benjamín Vicuña Mackenna recorre
esta zona volcando su experiencia en un pormenorizado Diario
editado bajo el título "Pájinas de mi diario durante tres
años de viajes - 1853/1854/1855". En el capítulo XXXIV
del mismo, el autor incorpora sus vivencias en Cruz Alta las que se reflejan en
los siguientes párrafos: "... pasamos por la orilla del Rio
Tercero, un barrancon con riberas áridas i salitrosas, que
divide la provincia de Santa Fé de la de Córdova, i nos
detuvimos un rato en la aldea de la Cruz Alta, edificada en un
salitral o lamedero blanquizco de sal. Aqui oímos las únicas
palabras amables que nos acojeron en la Pampa, i la señora de la
posta llevó su comedimiento hasta poner un fiador de seda en
nuestros sombreros. Esta triste aldea es un sitio eminentemente
histórico. En un oratorio arruinado que yace a corta distancia
de la ranchería donde están sepultados el virei Liniers, el
oidor Concha (padre de los dos célebres jenerales de España, uno
de los que es hoi capitán jeneral de Cuba) i las otras víctimas
inmoladas a la revolución por la Junta de Buenos Aires. Aquí
también en el fuerte cuadrangular de quilcos que está a un
costado del pueblo, tuvo lugar un episodio de aquella
estraordinaria campaña de la Pampa hecha por los jenerales
Carrera en 1821 con un puñado de chilenos, drama singular
desconocido todavía, jamas escrito i que si alguna vez se narra
llenará solo pajinas de heroísmo, de dolor, de entusiasmo i de
lágrimas. Nadie llenó jamas la dilatada Pampa con el eco de un
nombre mas temido i mas respetado que el jeneral don José María
Benavente en aquella terrible guerra de seis meses, en la que
una hueste de 400 chilenos dió 14 batallas afilo de sable contra
triples enemigos i se paseó del Paraná a los Andes recorriendo
mas de mil leguas de territorio i sucumbiendo solo por esa
fatalidad que hace abortar las empresas grandes pero culpables
en las puertas de su realización. Carrera vencido i traicionado
ofreció su audaz cabeza a una inmolación que salvó a los suyos.
Benavente fué salvado solo cuando aquella cabeza cuyo
pensamiento su brazo glorioso habia servido, fue clavada en una
jaula en la plaza de Mendoza. ¡Qué horribles trajedias tiene la
historia de este suelo arjentino!. Pero estos recuerdos son
ajenos aquí i solo diré que el jeneral Bustos batido por Carrera
se refujió en el fortín de la Cruz Alta en un cuadro de
infantería i resistió con éxito los ataques de las fuerzas de
Carrera i Ramírez reunidas".
Benjamín Vicuña Mackenna y su obra
A mediados de octubre y noviembre de 1855 el periódico cordobés "El
Imparcial" publicó una secuencia periodística que, a lo largo de
ocho números, se dedicó a reflejar las vivencias del viaje en
carreta desde Rosario hasta la Ciudad de Córdoba cubriendo una
distancia de 100 leguas.
Según el largo artículo, cinco son los medios de transporte que
se ofrecen para unir estas dos ciudades: la diligencia,
concebida para viajeros adinerados y capaz de recorrer el
trayecto en tres o cuatro días; la galera con mayor capacidad de
seis asientos; los caballos que, de acuerdo a la calidad de los
animales y las habilidades del jinete puede completar el camino
en dos días; otra opción son las más lentas mulas; por último,
las carretas que garantizan un viaje a muy bajo costo pero con
una duración de entre 14 a 18 días.
El relato, que aconsejamos leer, brinda una muy pormenorizada
descripción de las carretas (medio que el cronista opta por
utilizar) y los bueyes que cinchan de cada una de ellas; la
incertidumbre frente a la recurrente, latente y peligrosa
presencia de los malones; las técnicas de ataque de los
aborígenes así como las estrategias de defensa tanto de los
pobladores como de los viajeros y de los militares de los
fuertes; una apreciación subjetiva asociando y comparando la
inteligencia con la morfología física de las cabezas y cuerpos
de los naturales; las características, indumentaria y
personalidad de los capataces, troperos y peones, mal pagos y
ausentes de aspiración y ambición; los altos en el camino de las
caravanas que incluyen la suelta de los bueyes y su proceder;
los hábitos alrededor de un fuego al momento de almorzar o cenar
acompañados de la religiosa rutina del mate; el asado y su
cocción directo sobre las brazas y el ritual para comerlo, tres
veces al día, con el solo uso de las manos y un cuchillo; el
fino corte de matahambre y el puchero de pobre sabor; comidas
que, en todos los casos, se ingieren en un marco de absoluta
falta de higiene y aguas turbias; no faltan los días de
necesidad y hambre saciada pobremente que son llevadas al texto
con sensible estilo; los cálidos días seguidos de frías noches
que son sufridas aún cuando se suma ropa por encima de la que se
portó a lo largo de toda la jornada; los grupos de caballos
cimarrones que, curiosos, son atraídos por las caravanas; las
disímiles geografías de Santa Fe cual pradera desértica
interminable y Córdoba con sus bosques de Algarrobos y aislados
grupos de cabañas cuyas mujeres se acercan al paso de las
carretas para vender o permutar leche, queso, pan o mazamorra;
la variada fauna que llama su atención incluye la mulita, el
zorrino, los desconfiados venados y gamas, la vizcacha.
(Acceda al relato completo haciendo
click aquí)
Detalle del servicio de Diligencias en el tramo
de Rosario a Córdoba - Diario "El Litoral" del 13/03/1859
Tropa de carros - Periódico Ilustrado
"El Album"
De los ocho números que involucró la serie, será en el segundo
que nos encontramos con algunos párrafos que dan protagonismo a
Cruz Alta y las sufridas consecuencia que, como tantos poblados,
deben padecer por el ataque de los naturales. Incorporamos, por
tanto, la visión del cronista sobre la comunidad a la que reduce
a "... treinta o cuarenta cabañas ... fabricadas de barro y
cubiertas de barro, en las que reina una limpieza excelente, muy
rara en los campos, aún en Europa. La población aunque miserable
viste con esmero. Las muchachas de una agradable fisonomía,
están adornadas con trajes en los cuales la tosquedad de la
tela, desaparece bajo la coquetería de la forma. Hai también una
multitud de niños muy bonitos, todos rubios como alemanes.
Muchos no tienen padres conocidos, se dice que los estrangeros
son los que han sembrado esta semilla al pasar. Sea de ello lo
que fuere, los indios desolan periodicamente este embrión de
Ciudad. Los soldados permanecen bravamente en la casa del
fuerte, inespugnable a la caballería, armada solamente de
lanzas. Los indios roban impudemente todo lo que encuentran en
sus pobres cabañas, muchas veces llevan consigo mugeres. La
defensa sería encontrada muy fácil. El lugar está rodeado de una
triple muralla de enormes cactus que forman una barrera
impenetrable a los caballos, hombres y flechas. No sería
necesario para ellos sino algunos hombres apostados en las
brechas que sirven de puertas, pero el peligro es aún mayor para
los militares argentinos".
A lo largo del período 1857 - 1860, el científico prusiano Karl
Hermann Konrad Burmeister realiza un pormenorizado relevamiento
de la Confederación Argentina. Luego, su trabajo es volcado en
un imprescindible manual de consulta que se editará bajo el
título "Viaje por los Estados del Plata". Su
paso por Córdoba se realiza durante fines de febrero de 1857; el
trayecto lo recorre utilizando un carretón de dos ruedas y una
pequeña escolta aportada por Urquiza. Según su relato, luego de
Esquina de la Guardia "... la huella sigue el curso del
Carcarañá río arriba ... el suelo es gordo, negro y pagajoso;
por éso, el camino es malo y está lleno de pozos cuando está
seco". En las proximidades del río, éste presentaba "...
aguas que corrían mansamente, entre márgenes altos, llenos de
juncos". Luego de alejarse del Carcarañá en dirección
noroeste, el camino "... atravesaba terrenos áridos, casi
completamente pelados, cuyo suelo contenía sales, como lo
demostraban los cristales blancos que cubrían todos los sitios
más altos ... con una sola planta pequeña y achaparrada, tal vez
una Salsola". Luego de salvar dos pequeños cursos de agua
propios de arroyos tapizados en su superficie por "...
manojos de confervas cuya presencia confirmaba el buen nivel
salino presente". Superado el salitral, el camino retoma el
carácter de "... tierra gorda, negra y cubierta de pasto
corto y apretado". Al llegar a Cruz Alta, la describe como
"... una aldea con plaza e iglesia algo mejor que Guardia de
la Esquina. Numerosas bandadas de loros entraron al mismo tiempo
que nosotros en la población para pernoctar, según su costumbre,
en los altos árboles de la misma. Encontré en esa posta una
habitación bien puesta, en la que me instalé cómodamente, para
recibir más tarde una excelente cena".
"Viaje por los Estados del Plata" -
Germán (Hermann) Budmeister
Durante el bienio 1858/1859, un joven George August
Peabody nacido en Massachucetts (EEUU) transita
estas tierras uniendo Buenos Aires con Chile dejando
documentada la travesía en un libro titulado "South
American Journals". De la lectura del mismo
y a juicio del autor,
extraemos que Cruz Alta era "... una colección de unas veinte casas ubicadas una
junta a la otra, rodeadas y protegidas por un
círculo de cactus de alrededor de
una yarda de diámetro y exhibe en su centro, en un espacio
libre, una tosca cruz de madera".
El cronista deja testimonios sobre algunas
llamativas características del jefe de la posta
quien luce "... un chiripá de colores sostenido
por un cinturón con 20 o 30 dólares de plata el
que sujeta un largo cuchillo con vaina y mango de
plata". Otro detalle que atrae la atención del
viajero son tres mujeres "... de piel oscura,
bastante bonitas, de ojos y cabellos negros"
ocupadas en "... quitarse los piojos mutuamente".
Será el mismo Peabody quien, en su
relato, describirá lo peligroso de la zona al dar cuenta de
haber visto numerosas cruces que, fuera del
círculo poblacional, son el resultado de un ataque ranquel
contra una caravana de carretas que no dejó ningún
sobreviviente.
A pesar de estas pésimas condiciones generales, Valentina Ayrolo en su libro
"Funcionarios de dios y de la república: clero y política en la
experiencia de las autonomías provinciales" asegura que el desarrollo se produce y
consolida a partir de esta mitad del siglo XIX cuando se inicia
"... la expansión agrícola que se operará en la provincia
mediante la ampliación de los espacios tradicionales de cultivo
hacia las nuevas zonas como, por ejemplo, las del Tercero
Abajo". La autora justifica este proceso en "... la
demanda creciente de cereales desde Buenos Aires y Rosario y por
el alza de precios que se experimenta en esas plazas hacia
1852".
El
pueblo ingresa en un largo proceso legal que implica la
evaluación de documentación, testigos y diversos antecedentes
probatorios, con el objeto de propiciar la definitiva asignación y confirmación de los
títulos de propiedad. De tal proceso se deja constancia que, hacia 1859,
la población no supera las treinta casas.
Estanislao Ceballos en su libro "Callvucurá y la dinastía de
los Piedra" se posiciona en esos años y escribe: "La
Posta de la Cruz Alta estaba, en efecto, al otro lado de las
inmediatas lomas. Los pasajeros piensan unánimamente rogar al
mayoral que suprima los toques de clarín en las marchas
siguientes. ¡Es una imprudencia despertar a los temidos duendes
de las Pampas! Bajamos en la Cruz Alta; es un pueblo, el primer
pueblo saliendo de Santa Fe. El corazón se oprime, cuánta
soledad y tristeza. Pocas casas de barro y paja, rodeadas de
murallas de tapia con troneras para pelear con los indios,
alrededor de una iglesia de los mismos materiales. La noche
anterior había soplado el huracán del sudoeste y los techos de
la iglesia en peligro de volar, fueron salvados por el
vecindario que ataba lazos a las tigeras para que los tirasen
los hombres fuertes de la villa. Así se vivía en 1863, en la
Cruz Alta, en lucha permanente con el bárbaro y con la
naturaleza, a todas horas en la iglesia las mujeres y en las
trincheras los hombres".
Estanislao Ceballos y su obra
Los pocos
habitantes seguirían lidiando todas estas décadas bajo frágiles condiciones de
seguridad que implicaron soportar más de dos centenas de
incursiones indígenas entre 1862 y 1868. Será, el de mediados de 1875, el
último y significativo malón que dejará una comunidad arrasada y
saqueada.
En enero de 1899 y a través de su Corresponsal en la zona, el
diario "Los Principios" realiza una somera descripción de
la pequeña población. Según el cronista la describe como "...
es la más rica por su colonización de todo el departamento
Marcos Juárez, teniendo una extensión de veinte y cinco leguas
cuadradas más o menos, sin encontrar en toda ella, una hectárea
que no sea una valiosa parte de una chacra". En este escueto
texto es interesante decodificar como afecta a las distintas
espaldas productivas la variabilidad de los precios de
comercialización de los productos de la tierra. La alta
producción y la inevitable caída de los valores del trigo y el
lino "... no recompensa las largas horas de labor que
han tenido nuestros valientes chacareros". En este espacio
se incluye a los mayoritarios arrendatarios que, endeudados con
los alquileres y compra de semillas, complicados para solventar
el costo del transporte férreo y menos aún, del almacenamiento
de la producción esperando el aumento de precios, terminan mal
vendiendo su trabajo. El Corresponsal diferencia a "... los
colonos que no han contraído compromiso alguno depositan sus
trigos y linos, hasta ver de conseguir mayores precios.
Diariamente salen trenes de
F.C.O.S. con veinte ó treinta wagones cargados de trigos, quedando a pesar de ello, los
galpones con cantidades exorbitantes de tan precioso cereal".
El artículo describe a la Villa como "... bonita e
higiénica ... con calles rectas y ámplias, lindas arboledas,
espaciosas plazas, y una hermosa Iglesia, reinando en toda ella
una limpieza general". (Acceda al texto completo haciendo
click aquí)
Ese último año del siglo XIX será crucial para la comunidad de
Cruz Alta ya que, el mismo, quedará signado y recordado por el
incendio que, en la noche del 17 de julio, consumió a su iglesia
reduciéndola en escombros. Sobre este luctuoso acontecimiento
nos ocuparemos, en detalle, más adelante.
El siglo XX.
Desde los últimos años del siglo XIX hasta la actualidad, la
comunidad cruzalteña fue acompañando el desarrollo de nuestro
país. Es así que la realidad que hoy expone la ciudad, no solo
comulga con el esfuerzo y dedicación de sus habitantes en
particular sino que, también y en general, será el espejo de los
altibajos y vaivenes propios de nuestra historia política y
económica.
La Capilla a lo largo de los años.
Del "Civitatis Mariae - Historia de la Diócesis de Villa
María" extraemos que el Prof. Carlos Alberto Fusero consigna
que "... el Sargento Mayor Juan de Urquiola junto a los
vecinos deciden levantar una modestísima capilla, por el 1700,
para la cual destinan la madera que su esposa Margarita con el
hermano de ésta, Esteban Piñero, habían traído desde la costa
del Paraná para mejorar su vivienda. En ella se colocó una talla
de la Santísima Virgen que había pertenecido a Antonio Piñero,
hijo de Don Jacinto Piñero [fundador de Cruz Alta] y Micaela Romero, quien en su testamento
legara a José Piñero 'güérfano que e criado' y que éste regalara
luego a su prima Cándida Urquiola ... la imagen que se coloca en
esa primera capilla era tenida y venerada por de la Pura y
Limpia Concepción”.
Según la detallada recopilación histórica de
Estela R. Barbero en su libro "Cruz Alta: tres siglos de
historia", rescatamos que la Autoridad Militar de Cruz
Alta Sargento Urquiola relata que
toman la decisión de construir una capilla (reducida a una
simple y mínima habitación) con el objeto que, "... con
decencia, se pudiese celebrar el Santo Sacrificio de la Misa,
administrar la Eucaristía cuando el párroco iba a aquel paraje,
adoctrinar y dar orden a los feligreses y con su licencia, a
otro sacerdote". La satisfacción del Sargento por la obra
realizada junto a su esposa y su cuñado se refleja cuando
expresa que la capilla traerá un beneficio "... no solo para
mi familia sino otras más de que se componía el número de 132
almas que, en forma de pueblo, estábamos congregados, así
conseguimos el expresado bien espiritual". En esa
primera capilla, Urquiola cumpliría funciones de Sacristán.
En el
antes citado testamento de Antonio Piñero de 1717 se da cuenta
que la imagen de la Virgen que lega en herencia incluye "...
su nicho y velas y otra imagen de San Antonio con su nicho ...",
dando mandato que sea venerada y cuidada tal como él lo había
hecho.
La
Virgen, así, es incorporada al altar de la precaria capilla.
La
historiadora Barbero en "Cruz Alta: tres siglos de
historia" rescata un documento donde se consigna que,
en 1719, el vecino de Saladillo Andrés Ruy Diaz recibió, por el
descanso de su alma, el rezo de una serie de misas en la capilla
de "... Cruz Alta".
Hacia 1722, aquella imagen original deviene en Virgen del Rosario para lo
cual se le suma y adapta un niño en los brazos; el mismo, según
la tradición, se obtiene de resultas de su pérdida durante la
huída de los
naturales luego de un ataque a la comunidad. Según la
reconstrucción del Prof. Fusero a dicha imagen le faltaba un
brazo que fue reconstruído, hacia la década del '70 del siglo
XX, por obra de Roberto de Fazio.
Volvemos al libro de Estela R. Barbero donde inventarios
documentados permiten rescatar los mínimos bienes con que
contaba la capilla: "... una Nuestra Señora del Rosario con
quatro polleritas de su vestuario, entre ellas una de colorado
de damasco y un juboncito de lo mesmo, dos camisitas, unas
enaguas y una corona de plata ..."; enviada por el Padre
Anselmo de la Mata desde Misiones, "... una casulla con su
estola y manípulo de seda musgo ..."; otras donaciones
incluían "... una cruz procesional con su borla ..." y
"... onze baras y media de raso azul turquí a flores ...".
La documentación históricaconsigna que, como consecuencia del ataque de
1731 y ante el abandono de los habitantes del territorio en los
años siguientes, "...
la Serenísima Reina de los Ángeles, Nuestra Señora del Rosario y
sus ornamentos” es trasladada, en 1734, por Francisco de
Oyola (esposo de Josefa Piñero) a Fraile Muerto (actual
Bell
Ville) y luego a Punta del Sauce (La Carlota). Finalmente,
en 1737,
recalará en el Arzobispado de Córdoba por orden del Obispo José
de Gutiérrez y Ceballos. El peregrinar de la imagen
generará en los años venideros un conflicto sobre su propiedad
entre Cruz Alta y La Carlota.
Pablo Cabrera en su trabajo "La tragedia de Cruz Alta"
da cuenta que, de
la interminable secuencia de ataques y depredaciones ocurridas
durante el período 1728/1745, "... de la Iglesia de Cruz Alta
apenas si sobreviven sus ruinas".
Durante esta etapa temporal, el abandono poblacional desde Cruz
Alta hasta Paso de Ferreyra (actual
Villa Maria)
fue total, los colonos migraron cientos de kilómetros procurando
zonas más seguras en el norte o incluso, en vecindades de Buenos
Aires.
Hacia 1737 y según los relatos de viajeros, la capilla estaba "... trocada en
escombros"; al igual que, en un total de seis, existían
en toda la zona del Curato del Río Tercero.
El Franciscano Fray Pedro José de Parras asegura que hacia los
últimos días de 1750 llegan al desolado pueblo y cantan un responso
"... en lo que fue iglesia".
A partir de 1760 el pueblo comienza un nuevo y lento resurgir;
con él, la necesidad de una nueva capilla.
Pablo Cabrera en
su documentado trabajo "Tiempos y campos heroicos"
da cuenta que, en 1767, existe la presencia de una nueva capilla
en Cruz Alta ya que un grupo de jesuítas expulsos vuelcan como
memoria escrita que "... en
la mañana del día 3 de Agosto, de parada en la Cruz Alta,
dijeron misa allí, y a la siesta prosiguieron viaje. Aquí
dejaron el Río Tercero, que habían venido costeando y fueron a
hacer noche en las Islas [referencia de las 'Islas de Cámara']".
Estela R. Barbero en
"Cruz Alta: tres siglos de
historia" documenta que en 1770 a esta segunda capilla,
ubicada próxima al río y con cementerio vecino, llega una
donación del Juez de Cruz Alta Capitán José Barrios consistente
en "... unas cortinas de seda para la virgen como así también
varias cosas".
En paralelo a estos
acontecimientos se iban conformando los Curatos que, de algún
modo, iban acompañando la evolución de los distintos
asentamientos poblacionales y religiosos; de aquel primigenio
Curato de los Dos Ríos se desprende, en 1772, el Curato de Río
Tercero y Anejos el que, un tiempo después, se divide en dos: el Curato de Río
Tercero Arriba que constituye su sede de cabecera en
Villa Ascasubi y el
Curato de Río Tercero Abajo cuyo centro de gestión quedará
asentado en Villa Nueva (actual
Villa María).
En 1810, en el cementerio continuo a
la capilla existente se dará sepultura a Santiago de Liniers y sus
acompañantes quienes habían sido fusilados en el Monte de
Papagayos (ubicado en la vecina Posta de Cabeza de Tigre;
hoy, Los Surgentes).
Cartel que, frente al actual cementerio de Los
Surgentes, identifica el sitio denominado Monte de los Papagayos
(cercano a la Posta de Cabeza de Tigre) donde, el 26 de agosto de 1810,
fueron fusilados Santiago de Liniers, Gutiérrez de la Concha,
Victorino Rodríguez, Santiago Alejo de Allende y Joaquín Moreno
Para 1811 y según testimonio del
Párroco Mariano Gutierrez, la capilla estaba en "... estado
ruinoso y necesitaba una pronta reparación". Los años que
acumulaba la segunda capilla y la precariedad de los materiales
con que fue construída (donde no faltaba el adobe y los techos de
caña y paja) hacían inexorable que su vida fuese efímera.
En 1837, el
artista francés Auguste Borget realizó un viaje cruzando nuestro
país en dirección a Chile. Su experiencia de viaje fue llevada a
un libro que tuvo por título "En las Pampas y los Andes"
donde se puede apreciar una colección de 33 dibujos de gran
calidad. Uno en particular muestra una imagen de la Capilla de
Cruz Alta que, si bien su tamaño es muy pequeño, nos permite
intuir como era, en aquellos años, el ámbito religioso del
pueblo.
"En las Pampas y los Andes"
de Auguste Borget y dibujo de la Capilla de Alta
Cruz (SIC) realizado por el artista
Entre 1841 y 1844 se producen nuevos ataques a Cruz Alta, en
este caso de fuerzas provenientes de Santa Fe a la que se le
sumaron indios (alianza entre montoneros santafesinos e indios
pampeanos). Durante dichas incursiones son robados los ornamentos de la capilla
mientras que
varios vecinos caen cautivos en manos de los agresores. Hacia junio de 1843 se organizan ceremonias de homenaje a
la imagen donde participan soldados, milicianos, dragones y
vecinos provenientes de
las cercanas Esquina y Cabeza de Tigre como así también de las
más distantes, Lobatón, Saladillo y Fraile Muerto. Respecto a
este acontecimiento Estela R. Barbero en su libro
"Cruz Alta: tres siglos de
historia" expresa que durante la misa se incluyeron
"... cinco descargas"; para luego, "... en la procesión
de la tarde formaron la escolta de la venerada imagen".
Carlos Alberto Fusero en el espacio dedicado a Cruz Alta
en la publicación "Civitatis Mariae - Historia de la
Diócesis de Villa María"recupera
documentación donde se consigna el inventario de lo sustraído
durante el ataque de diciembre de 1843: "... toda la ropa de
nuestra Señora, tres sortijas de oro, los zarcillos y el
rosicler de oro, el incensario, el frontal dos albas, un par de
manteles, un amito y un cíngulo".
Durante todos estos hechos, sin embargo, se logra conservar la
integridad de la virgen.
En 1847, el Curato
de Río Tercero Abajo queda a cargo de José Silvestre Ceballos quien,
a poco de asumir, se comunica con el provisor del obispado
poniéndolo en conocimiento del estado ruinoso de las capillas
rurales integradas a su jurisdicción atento a lo cual y según
sus palabras: "... su corazón se llenó de angustia".
Casi una década después, en 1856 y sin haber obtenido respuesta favorable
a sus permanentes requerimientos, opta por enviarle una misiva
al Gobernador haciéndole saber de lo importante que sería para
la población disponer de una Iglesia; ya
que, "... son sumamente necesarios los templos y máxime en
este punto".
Benjamín Vicuña
Mackenna, en su diario de viaje de 1855, consigna la
existencia de "... un oratorio arruinado que
yace a corta distancia de la ranchería donde están sepultados el
virei Liniers, el oidor Concha (padre de los dos célebres
jenerales de España, uno de los que es hoi capitán jeneral de
Cuba) i las otras víctimas inmoladas a la revolución por la
Junta de Buenos Aires".
El desamparo en que se fue
sumiendo este pequeño ámbito religioso y el vecino cementerio cruzalteño, deviene en que se reduzcan literalmente en escombros al momento que, en 1861, se
realiza el proceso de exhumación de los restos de las víctimas
de aquellos trágicos días cuando los fusilamientos de Liniers y
sus colaboradores.
Monolito que identifica la fosa común de donde
fueron exhumados los restos de Liniers y demás fusilados
Ante esta situación, hacia el año 1859
y con el esfuerzo único de los vecinos del lugar, las paredes de
la tercer
capilla y su campanario son levantados en un terreno ubicado a
mitad camino entre las márgenes del Río Carcarañá y el predio
donde, a finales del siglo, se levantará la iglesia actual.
Según Carlos Alberto Fusero en "Civitatis Mariae - Historia de la
Diócesis de Villa María"
el nuevo intento necesitaba de un fuerte apoyo ya que adolecía
de la falta de "... techo, cinco puertas, reja, seis mil
ladrillos, cuatro fanegas de cal y 250$". En aquel año,
tan solo el pobre envío de dos puertas y una reja llegan desde
el gobierno provincial.
Nada cambiaría durante los
próximos quince años, todo seguirá descansando sobre las
agotadas espaldas de los lugareños; ni siquiera se accedió a
mejora alguna cuando la capilla, a partir de 1860, pasó a
depender de la recién creada Parroquia de Fraile Muerto en la
actual Bell Ville.
Para 1878 la virgen, producto de
ofrendas, lucía una nueva corona de plata, varios anillos y
zarcillos de oro así como un rosario y candelero de plata.
Las últimas décadas del siglo
XIX tendrán algunos hitos relevantes para esta historia ya que en 1882, será Fray Mamerto Esquiú quien transitará
el pueblo en misión pastoral; en 1886, se proyecta y se inicia
la construcción del nuevo templo en la ubicación actual; en
1893, una vez creado el Curato de la Asunción, la iglesia pasa a
depender de Marcos Juárez y en 1895, el año comenzaba con una
epidemia de cólera y terminaba con la construcción del primer
puente sobre el Río Carcarañá que facilitaría las comunicaciones y
el comercio; por ende, el desarrollo poblacional y económico de
la zona.
Hacia 1887 hay señales claras
que las obras en la nueva iglesia están en marcha. Con el aporte
como benefactor de Alfredo de Arteaga, en tan solo cuatro años
de trabajo y sobre un terreno de una hectárea donado por la
Sociedad Anónima de Explotación de la Colonia Juárez Celman, la
construcción queda concluída.
El 25 de enero de 1892, el Cura y Vicario Eduardo R. Ferreyra
responsable del Curato con sede en Bell Ville eleva una
solicitud al Provisor y Vicario General. Según la misma y frente
a la posibilidad de anexión de Ballesteros a Villa Nueva, el
Sacerdote plantea a su Superior la inconveniencia de esta
propuesta y la necesidad de concretar, de un momento definitivo,
la división en trámite que contempla la gestación de dos
Curatos: el de Unión con cabecera en Bell Ville y el de Marcos
Juárez referenciado en Cruz Alta. Con este objetivo Ferreyra
incluye un precario mapa por él dibujado donde no solo quedan
claros los dos Departamentos sino, también, las iglesias y
oratorios existentes a dicha fecha.
Dibujo de Eduardo R. Ferreyra del 25/01/1892Debe
observarse que la ubicación geográfica ubica el Norte a la
derecha del mapa
Dicho croquis muestra la línea ferroviaria del FCCA
identificando las estaciones de "... Tortugas, Roca, Marcos
Juárez, Leones, San Marcos, Belville [SIC], Ballesteros y
Villa María”. En lo que respecta a los Departamentos en
particular y sus ámbitos religiosos; en el caso de Unión,
acompañadas por una cruz, incluye a las siguientes:
"Parroquia de Belville [SIC], Capilla de San Antonio
[en la actual San Antonio de Litin], Capilla de San Juan (en
construcción) [Ballesteros Sud], Capilla de San José
[Ballesteros]”. En lo referido al Departamento Marcos
Juárez, son individualizados los sitios: "Cap. de Cruz Alta
[Capilla], Iglesia en proyecto [en Marcos Juárez], Or.
De Saladillo [Oratorio]”.
Una vez creado el Curato de la Asunción en 1893, la Iglesia de
Cruz Alta queda como parte del Departamento Marcos Juárez.
El proyecto se complementa con la
demarcación y diseño de lo que será la actual Plaza San Martín
ubicada frente a la Iglesia con la sola separación de un calle
que es abierta al tránsito.
Durante todo el proceso de
construcción será el mismo Arteaga quien gestiona y financia
económicamente la presencia de un sacerdote para toda la zona.
En 1893, con un Altar Mayor de
madera con enchapados a la hoja dorada donde, en sitio central y
flanqueada por ángeles, se entronizó una virgen traída de
Francia y donada por Francisco Monasterio y su esposa Manuela
Nevares que desplazó a la antigua imagen a un sector secundario
de la Sacristía y con un alto campanario donde sus tres campanas
repiqueteaban convocando a la comunidad, la iglesia es bendecida
por los Obispos Ferreyra, Toro y de la Lastra.
Durante octubre de aquel 1893 se empiezan a
confeccionar los consiguientes libros parroquiales que registran
y dan testimonio documental de los nacimientos, matrimonios y
muertes de una comunidad que crecía con más fortaleza. Un
ejemplo en este sentido es el casamiento que, el 21 de octubre,
es rubricado por el sacerdote
Eduardo Ferreyra dando cuenta que Manuel Guevara se casaba con
Palmira Benavídez.
En 1895, la Iglesia deviene en Parroquia con autoridad sobre las comunas
circundantes siendo, Luigi Viaggio, su primer Vicario.
Interior de la Iglesia a poco de ser bendecida
Virgen Nuestra Señora del Rosario entronizada en
la Parroquia
El proyecto se complementa con la demarcación y diseño de lo que
será la actual Plaza San Martín ubicada frente a la Iglesia con
la sola separación de una calle que es abierta al tránsito.
Por su parte, 1895 comenzaba con una epidemia de cólera y
terminaba con la construcción del primer puente sobre el Río
Carcarañá que facilitaría las comunicaciones y el comercio; por
ende, el desarrollo poblacional y económico de la zona.
Para 1898
se proyecta e inicia la construcción de la vecina casa
parroquial.
Durante fines del siglo XIX y
principios del XX, la necesidad que las distintas capillas de
Córdoba tuvieran asignado su debido párroco se contraponía a la
falta de oferta de los mismos; es así, que Europa se convierte
en principal proveedor siendo, los italianos y españoles los que
en mayor número
comenzaron a radicarse en la provincia. La mayor dificultad para
los mismos era que no lograban el nombramiento definitivo aún
cuando la norma vigente preveía, de máxima, los seis meses para
la consiguiente estabilidad en el cargo.
Hubo numerosos casos
emblemáticos con una larga lista de reclamos no resueltos; Milagros Gallardo en su
trabajo "La emigración del clero secular europeo a la
Diócesis de Córdoba entre 1875 y 1925" reproduce
algunos de ellos: el napolitano Giovanni Pietro Alberti reclama su
nombramiento aduciendo que hace 18 meses que ejerce la función
sin la consiguiente regularización de su cargo o el del cura,
también italiano, Luigi Abriola que obtiene
su primera licencia transitoria en 1874, dos años después pasa a
Chalacea durante 18 años; para luego, en 1894, recalar en San
Francisco y más tarde, en 1899, asignado a Cruz Alta
(reemplazando a Alberti) donde
muere en 1903 "... sin haber
sido incardinado en la diócesis".
Es interesante el trabajo de
Milagros Gallardo ya que, en algunos pasajes, nos invita a
descubrir inesperadas curiosidades que encuentran a Cruz Alta
como protagonista; según su texto, con la llegada del siglo XX "...
los
colonos de Marcos Juárez solicitaban la separación del capellán
de Cruz Alta, porque lo que 'ellos buscaban era un verdadero
sacerdote, Ministro de Dios y no un explotador ni un mercader'.
En palabras de los colonos, el cura daba '... dinero en interés,
con usura a los colonos, en hacer sociedades comerciales, en
explotar chacras y en comprar y vender frutos del país'. Ocupado
en esos negocios desatendía las funciones, celebraba la misa sin
devotos y a la madrugada, no enseñaba la doctrina ni realizaba
las novenas y fiestas patronales". Los solicitantes aclaran
que se debía tener recelo con la adecuada elección de reemplazo
ya que en las vecindades de la Provincia de Santa Fe “ai
varios napolitanos que quieren venir, pero son borrachos, no
quieren saber nada con el Cura ni con el Obispo, solo con los
$200 de subvención y nada más, los sacerdotes extranjeros solo
sirven para hacer perder la Fe". En las presentaciones no
faltaban graves adjetivaciones las que, con seguridad, contenían
mucho de veracidad; se los describía como personajes con un
"... excesivo afán de lucro, vida mundana, frecuentación de
fondas y boliches, participación en carreras de caballos y
juegos de naipes, conducta moral indecorosa, a las que se sumaba
el incumplimiento de los deberes propios del ministerio. Con
frecuencia se señala que dejaban cerradas las iglesias, desde el
lunes hasta el sábado, y ellos se iban a farrear a los
almacenes".
El pormenorizado estudio de
Milagros Gallardo nos brinda, además, un interesante aporte
sobre Elmiro Ruiz quien, por entonces, era el sacerdote de
Marcos Juárez que había tenido a Pedro Alberti como su ayudante
y de algún modo, protagonista en los acontecimientos del 17 de
julio de 1899 cuando la Iglesia de Cruz Alta es consumida por el
fuego. Desde el púlpito y sin prurito alguno, el religioso solía
expresar sus posiciones personales, políticas y religiosas
apuntando a funcionarios, referentes sociales y otros
religiosos.
Según la investigadora, "...
Elmiro Ruiz denunciaba en 1901 la conducta de dos capellanes
italianos ... [que] llevaban una vida amancebada y no
cumplían con su ministerio ... tenían 'menos fe que esos que
gritan por la calle mueran los frailes'". Es el mismo
sacerdote que describía a su par de Leones diciendo que "...
solo se ocupa de llenar el sótano de vino y jamones; sembrar
cebolla, lechuga, rábano ... solo la media hora de la misa se ve
la puerta de la iglesia abierta y siempre a la quinta".
La tragedia del 17 de julio
de 1899.
El sacerdote Giovanni Pietro
Alberti, anteriormente mencionado y reemplazante en 1897 de
Luigi Viaggio, tendrá un protagonismo central durante los trágicos
hechos que ocurrirán en la noche del 17 de julio de 1899 cuando la recién construída iglesia es consumida por el fuego.
Firma del Sacerdote italiano Giovanni
Pietro Alberti
Desde fines de 1898 y a lo largo
del primer semestre de 1899, el Sacerdote evidencia una marcada
desidia en el cumplimiento de sus obligaciones.
Durante noviembre de 1898, el Párroco Juan Pedro Alberti solo
desarrolla dos actividades reflejadas en sendas actas donde deja constancia
de un matrimonio y un bautismo; recién en abril de 1899
participa tan solo en la certificación de un deceso.
Actas Matrimonial y de Bautismo del 28 y 30 de
noviembre de 1898 refrendada por Pietro Alberti
Acta de defunción del 21 de abril de 1899
refrendada por Pietro Alberti
Estamos a mediados de julio, un
crudo frío invernal recluye a los habitantes de Cruz Alta al
interior de sus casas. Durante la madrugada del 17 de ese mes de
1899 las llamas arrasan con el altar mayor, el techo y todo el
interior de la Iglesia del lugar. La vieja imagen de la virgen en su urna de cristal y
madera, un niño de madera, la pila bautismal y un portón de
hierro logran ser rescatados. Las afectadas paredes debieron ser
apuntaladas para evitar el total derrumbe.
Fotos de Revista
“Caras y Caretas” Año II N°43 del 29/07/1899 y de la Colección C. Fusero
incorporadas en "Cruz Alta: tres
siglos de historia" (reproducidas con
autorización de Estela
R. Barbero)
El periodismo de la época se ocupó de los hechos, ya sea con
equilibrio, amarillismo, morbo o con las más variadas
intenciones secundarias. Sin que ésto signifique un juicio de
valor, el contenido de los diversos artículos publicados
responden, de modo obvio y esperable, a la línea editorial de
cada uno de los medios de difusión.
En particular y a partir del 19 de julio, el Diario "Los
Principios", órgano de la Asociación "Juventud Católica",se ocupó de los graves sucesos hasta los últimos meses del
año. (Acceda
a dicho material)
El
Prof. Carlos Alberto Fusero en su trabajo sobre Cruz Alta
volcado en "Civitatis Mariae - Historia de la Diócesis
de Villa María" recupera un artículo publicado en la revista
"Caras y Caretas" del 29 de julio de 1899 bajo el
título "Incendio de la Iglesia de Cruz Alta". El texto no
ahorra duros adjetivos y sin eufemismo alguno involucra de modo directo
al Padre Alberti: “Hacía tiempo que el escándalo delincuente
no manchaba vestiduras sacerdotales en la República
Argentina. Este incendiario, nuevo Eróstrato, puede decir si
resultare intencional el hecho como parece que resultará, que ha
adquirido una condenada inmortalidad, pegando fuego al templo
confiado a su custodia y perpetrado otras demasías que con justa
razón han indignado al pacífico vecindario de aquella laboriosa
comarca ... el Cura presunto incendiario es napolitano; se llama
Giovanni Pietro Alberti, tiene unos 40 años de edad y su aspecto
es el de un buenazo, casi un infeliz. A poco de producirse el
incendio fue detenido, pero era tanta su aflicción y su aparente
dolor por la desdicha. Se arrancaba los pelos con tanta
hipócrita desesperación, golpeándose el pecho con una compulsión
tan religiosa y ferviente, que fue puesto en libertad,
compadeciéndose. Pero la reacción no tardó; el vecindario
sospechaba invenciblemente del párroco y fue preso de nuevo.
Interrogándosele hasta que acabó, apremiado, por confesar su
intervención en el siniestro, si bien después ha pretendido
negarla de nuevo, así como las concomitancias de carácter
feamente inmoral que contra él van resultando ... los vecinos,
que tenían conciencia plena de que el cura no era ajeno al
hecho, se amotinaron e intentaron lincharlo, impidiéndolo la
autoridad con gran trabajo”. [Acceda al material haciendo
Click Aquí]
Acceda al artículo de la Revista
“Caras y Caretas” - Año
II N° 43 del 29/07/1899
Hemeroteca de
la Biblioteca Nacional de España, haciendo
click aquí
Los días posteriores a la tragedia significaron que se
multiplicaron los informes que, con distinto sesgo y grados de
objetividad, enviaban los corresponsales a los Directores de sus
medios. En ese sentido, por ejemplo, el cronista del Diario
"La República" deRosario envía un escueto texto
donde no ahorra adjetivos sobre los sacerdotes Pedro Alberti y
su ex superior en Marcos Juárez, Elmiro Ruiz. El artículo,
también se ocupa de la supuesta "hermana" Carolina Pellegrini y
su "... embarazo adelantado ... [que] con gallardía
ostentaba", asegurando que la implicada declaró, respecto al
padre de la criatura, que "... no puede afirmar a cuál de los
dos pertenece, si a su hermano ¡salvaje! o a Ruiz". [Acceda al material haciendo
Click Aquí]
El 29 de julio de 1899, el semanario "La Vanguardia",
gestado por Enrique Dickmann y auto definido como el Organo del
Partido Socialista Obrero Argentino y Defensor de la Clase
Trabajadora, publica un pequeño artículo irónico y anticlerical
bajo el título "Mansedumbre clerical" donde da cuenta que
"Tata Dios debe estar dado a todos los diablos. ¡Y no es para
menos! Si no es uno de sus representantes es el otro; cuando no
violan una criatura cometen un asesinato y cuando el asesinato
no basta, pues se apela al incendio. ¿Uds. tendrán conocimiento
de lo que ha ocurrido en Cruz Alta? Se trata de un cura que
incendia, ¡qué dirán Uds.! ¡Nada menos que a la casa de Dios!
¡Jesús María y José!". [Acceda al material haciendo
Click Aquí]
Acceda a la totalidad de estos documentos
haciendo
Click Aquí
En la siguiente página de la misma edición, el cronista se
extiende sobre los mismos hechos. En dicho texto, que invitamos
a leer, el autor no escatima adjetivos al momento de difundir
los detalles, versiones y sorpresivas explicaciones y
justificaciones de los implicados por las circunstancias
acaecidas. Aquí, el relato involucra a otro sacerdote de la
vecina Ballesteros en competencia con el Párroco de Cruz Alta,
en el medio de ambos asoma la "hermana" Carolina en estado de
gravidez producto de una posible violación y por último, un
pueblo dispuesto a linchar a quienes juzgan responsables de la
desgracia vivida. [Acceda al material haciendo
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El 12 de agosto, la misma publicación consigna que "... el
cura Alberti se negó a carearse con ninguna persona ...";rechazando, además, firmar la constancia de su negativa
utilizando como excusa el respaldo que, según sus palabras, le
brinda el Art. 18 de la Constitución Nacional y el Art. 10 de la
Provincial según los cuales "... nadie puede ser obligado a
declarar ..." contra si mismo y sus parientes inmediatos.
[Acceda al material haciendo
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Dos semanas después, en la edición del 26 de agosto, el
semanario apela al recurso del estilo en exceso cáustico para
parangonar la lucha contra la peste bubónica con los
acontecimientos de Cruz Alta. [Acceda al material haciendo
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Decíamos que es larga la lista de medios de difusión que
incluyeron en sus contenidos diversas visiones sobre este
luctuoso suceso compuesto con todos los condimentos
imprescindibles como para atrapar a los lectores. El Diario
"El Municipio" de Rosario no fue ajeno a involucrarse.
[Acceda al material haciendo
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A partir de setiembre, el semanario humorístico e irónico
"Don Quijote" también, en su reducida impresión de una sola
hoja tamaño sábana doblada al medio, se ocupó del sacro incendio
ocurrido en el pueblo del sudeste cordobés. El 10 de ese mes, un
pequeño reporte de Córdoba mezcla un asesinato con "... los
bochinches de la Legislatura y ... el escándalo de Carolina y
los curas y el incendio de Cruz Alta"; preguntándose con
crudeza, "¿quién vive tranquilo ya en Córdoba?". Dos
semanas después, el dibujante Demócrito caricaturiza al
sacerdote que "... predica contra el perjuicio del pecado
sensual". En noviembre, se editorializa sobre la
previsibilidad del sobreseimiento del sacerdote de Cruz Alta y
el inevitable destino de Carolina, ser madre de "... un
robusto varón". [Acceda al material haciendo
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Acceda a la totalidad de estos documentos
haciendo
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Mientras el Diario "Los Principios" era el tradicional
medio impreso de la mañana cordobesa; la tarde, era ocupada por
el Periódico "La Libertad" autodefinido como medio
periodístico "independiente".
Como es de imaginar, esta publicación también se abocó a lo
largo de varios meses a los sucesos de Cruz Alta. Desde el
luctuoso hecho y hasta los primeros días de setiembre sus
páginas difundieron en detalle las circunstancias cambiantes de
la investigación. Hacia noviembre de 1899, publican la
resolución del juez dictando el sobreseimiento del cura Alberti
reconociendo no haber podido dilucidar quienes han sido los
responsables del incendio que consumió la Iglesia. [Acceda al material haciendo
Click Aquí]
Los caminos del Cura Juan Pedro Alberti y Carolina Pellegrini
se separan.
Una vez labradas todas las actuaciones,
el Cura Giovanni Pietro Alberti y su "hermana"
Carolina Pellegrini abandonan la comunidad de Cruz
Alta y comienzan a transitar distintos polvorientos
caminos donde parecen volatilizarse.
Sin embargo, una meticulosa búsqueda nos permite
rescatar suficiente material documental que nos
permite correr el velo con el que se intentó darles
la oportunidad de una nueva vida a los protagonistas
de esta historia.
El Semanario "Don Quijote" estaba parcialmente en lo
cierto en relación a Carolina Pellegrini. La supuesta "hermana"
había gestado una criatura el 9 de setiembre de 1899; se trató
de una niña que fue bautizada, el 17 de setiembre, como hija
natural en la Parroquia de Nuestra Señora del Pilar de Córdoba
bajo el nombre de María Luisa Pelegrini (con una sola L).
Según el respectivo documento que se adjunta, la madre es
identificada como italiana dejando constancia que se encontraba
accidentalmente en dicha ciudad. La responsabilidad de la
ceremonia es asumida por Don Juan S. Pignolo con la autorización
de Pablo Cabrera en su carácter de Cura Rector de la Parroquia
quien firma al pie. Ofician de Padrinos, Don Juan de Dios Bustos
y Carmen Luján de Sala.
En cuanto a Giovanni Pietro Alberti, como ya hemos visto, durante su tiempo en Argentina
y de modo específico en Cruz Alta, el sacerdote
italiano había decidido
firmar traduciendo al castellano su nombre. Devino,
así, en Juan Pedro
Alberti.
Manteniendo este hábito, lo reencontramos en Río de
Janeiro donde traduce Giovanni y Pietro al
portugués. Ahora, en esta nueva etapa, será João
Pedro Alberti.
El homónimo, por varias razones, se convierte en una
coincidencia tal que nos hace concluir que, lo
hallado, no es una simple y tramposa jugada del
azar.
Otro dato afín nos conduce a lo que decía la nota de "Caras y
Caretas" que, en los días del trágico incendio,
el tal Juan Pedro Alberti "... tenía unos cuarenta años".
Del resultado de nuestra pesquisa y profundizando en
los textos estudiados podemos concluir que la fecha
de nacimiento de João Pedro Alberti es el 28 de julio de 1859.
Al sacerdote que nos ocupa, a poco de llegar a Brasil, se
le asigna como destino la ciudad de Río de Janeiro.
Un "Annuario" de 1910 lo define como Padre
Misionero con domicilio en la Catedral ubicada en
calle Primero de Marzo de la, por entonces, Capital
Federal del país.
Acceda a la totalidad de esta
documentación haciendo
Click Aquí
Durante los primeros años del siglo XX, si bien
mezclado entre numerosos religiosos de la época, el
párroco es mencionado en diversos artículos
periodísticos publicados en distintos diarios de Río
de Janeiro como, entre otros: "A Cruz", "A
Noite", "Correio da Manhã", "Diario da
Noite", "Gazeta de Noticias", "Jornal
do Brasil", "O Paiz", "O Jornal",
"O Imparcial".
Acceda a la totalidad de esta
documentación haciendo
Click Aquí
El miembro de la Venerable Fraternidad del Príncipe
de los Apóstoles San Pedro, Hermano Padre João Pedro
Alberti, falleció el 26 de enero de 1936 a los 77
años; acompañamos, aquí, el certificado de defunción
rubricado en la 10° Circunscripción de Río de
Janeiro, Brasil. Las razones del fallecimiento
refrendadas por el Dr. Octavio Pinto son descriptas
como arterio esclerosis y uremia terminal. Está
presente Manoel Nunes, portugués, casado,
comerciante y residente en la Calle Monseñor Amorín
13, domicilio donde se produce el deceso del
sacerdote. Según el documento, se desconocen los
nombres de los padres ya fallecidos y si bien se da
cuenta de la existencia de testamento, se ignoran
los testamentarios. Sus restos serán sepultados en
el Cementerio de San Francisco Javier.
Acceda a la totalidad de esta
documentación haciendo
Click Aquí
Durante los días posteriores a su muerte, numerosos
avisos en los periódicos convocaban al velorio del
sacerdote y a misas oficiadas para rendirle homenaje
y en su memoria; de ellos, entre otros, el que sigue
fue publicado en el "Jornal do Commercio" del
16 de febrero de 1936.
Acceda a la totalidad de esta
documentación haciendo
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La reconstrucción desde las cenizas
Con posterioridad a la tragedia y tal como con anterioridad ya hemos
consignado, la función parroquial en Cruz Alta es asumida por el sacerdote,
también italiano, Luigi Abriola.
Firma del Sacerdote italiano Luigi Abriola
Por orden de la Secretaría del Obispado, se intentan regularizar
las actas que faltan desde el 28 y 30 de noviembre de 1898. Un
llamativo vacío había en los libros documentales; ésto era de
tal magnitud que obliga a incorporar textos donde la Autoridad
de la Secretaría del Obispado de Córdoba reconoce dichos
faltantes y solicita se normalice la situación. Las posibles
incorporaciones no son concretadas por la inexistencia de actas.
Recién a finales de 1899, se logra volver a los cauces normales
de la mano del nuevo Párroco.
El Párroco Luigi Abriola consigna que no
puede agregar las partidas faltantes por no existir
Hacia finales de 1899 se recupera la normalidad
en la confección de las respectivas actas
Luis Abriola, durante el primer mes del siglo XX, no solo debió
afrontar las consecuencias propias de la catástrofe sufrida por
el templo, sino que además, tuvo que destinar tiempo a
circunstancias familiares que comprometían a su hermano Rocco
Abriola.
Los sucesos, en los que el hermano del sacerdote se vio
implicado, adquieren una trascendencia tal que son expuestos en
periódicos que, en lengua italiana, se publicaban en Buenos
Aires; se trata de "Patria de los Italianos" e "Italia
al Plata". Los artículos son, en febrero de 1900, a su vez
levantados por los diarios italianos "Giornale di Udine"
y "Gazzetta di Venezia".
Las noticias describen las torturas sufridas por Rocco Abriola y
un joven que lo acompañaba por parte de la policía de la zona de
Colonia Freyre en el nordeste de la Provincia de Córdoba. El
objetivo, según el relato del afectado, era obligarlo a entregar
al Comisario los 300 pesos que eran el producto de la venta de
animales vacunos de su propiedad a un carnicero del lugar.
Los textos, si bien tienen pequeñas diferencias entre sí, las mismas son comprensibles para el periodismo de la época,
tanto local como italiano. A más, si se tiene en cuenta que la
reconstrucción de los hechos se fundan en la única exposición
del afectado. (Acceda a los artículos publicados en los diarios
italianos "Giornale di Udine" y "Gazzetta di Venezia",
haciendo
click aquí)
"La Patria degli Italiani", su Director
Dr. Basilio Cittadini,"Giornale di Udine" n°35 y
"Gazzetta di Venezia" n°47
En paralelo, las infaustas circunstancias que sumieron en
cenizas a la iglesia motivan que una nueva
comisión se organice con la meta de reconstruirla. Los apellidos Alverione, Zanada, Peretti, Begiú,
Lambrek y Miani serán los responsables del nuevo proyecto que
se corona en 1901 con el edificio concluído, abierto a la
comunidad y con la vieja e histórica imagen de la virgen ubicada
en el centro del Altar Mayor.
Los
años siguientes son aprovechados para ir completando la
ornamentación del interior de
la Iglesia. En el Altar Mayor, a cada lado de Nuestra Señora del Rosario se
incorporan las imágenes de Santa Rosa y Santo Domingo (fotos a
la derecha); sumándose, además,
los altares de San José y del Sagrado Corazón.
Altares del Sagrado Corazón y San José
Una imagen rescatada por la Revista "PBT" del 24/10/1911
a propósito de la procesión en honor a la Virgen del Rosario de
ese año, nos permite observar cual era el estado de la Iglesia
tras el proceso de recuperación. De dicho material podemos
concluir que las paredes una vez apuntaladas no ameritaron ser
demolidas; de hecho, la imagen del frente conserva las líneas
propias de la original con una serie de bandas horizontales al
estilo de las iglesias toscanas. Otro detalle a considerar en la
foto es que se mantienen las dos ventanas a cada lado de la
puerta principal. Más de cuatro décadas después, cuando se
procede a la renovación del edificio, estas ventanas son
reemplazadas por sendas puertas multiplicando las ofertas de
ingreso tal como llega a nuestros días.
En 1919 se efectúa la ampliación del presbiterio con su cúpula;
hacia 1922 se procede del mismo modo con la sacristía
instalando, además, el reloj en lo alto del campanario y la cruz
de hierro que corona el mismo; 1923 será el año en que se
instalará una nueva campana mayor fundida en Francia y acompañada
de dos menores, una de 1800 (muy dañada tras el incendio) y otra
también francesa, de 1889.
En 1929 se inauguran los frescos realizados por el pintor
José Pujatti que decoran y embellecen la bóveda.
Durante 1945 se
incorpora el actual púlpito, se modifica el ingreso sumando dos
puertas talladas a cada lado de la original central y la
escalinata de mármol que obliga a retirar la antigua reja de
hierro.
Valentina Ayrolo en su trabajo “Reflexiones sobre el proceso
de 'secularización' a través del 'morir y ser enterrado'.
Córdoba del Tucumán en el siglo XIX” estudia las
metodologías que, impulsadas por la iglesia durante buena parte
del siglo XIX, se fueron gestando y afianzando para mejorar como
se deberá proceder al momento de encarar la agonía, muerte y
sepultura de los creyentes.
Para ilustrar las diversas circunstancias que motivaron estos
cambios a partir de fines del siglo XVIII, la autora apela a un
testimonio que, entre tantos y sucedido durante aquellos años en el curato de Río
Tercero Abajo, refleja como los clérigos del lugar no habían hecho lo oportuno y
necesario durante los últimos días de vida de una agonizante
de modo que pudiese enfrentar la muerte con la adecuada
tranquilidad de saberse en paz al momento del tránsito de su
alma hacia la vida eterna. El relato textual describe "...
que porque no la habían llevado enferma á que la confesara; que
así se los llevaban los Diablos, y que así la habían llevado a
la difunta”.
La virgen y los
abrojos
Estela R. Barbero en"Cruz
Alta: tres siglos de historia", recupera una tradición de
fines del siglo XIX que aseveraba que la virgen periódicamente
aparecía con abrojos adheridos a sus vestidos los que, luego de
ser quitados con prolijidad, volvían a prenderse después de un
tiempo sin explicación alguna. La leyenda le da explicación al
misterio asegurando que la virgen iba al encuentro de los indios
cada vez que intuía un nuevo ataque; su presencia flotando en el
aire en campo abierto atemorizaba a los atacantes que desistían
de la aventura.
Un linchamiento frente a la
iglesia
Juan D. Delius en su minucioso trabajo "Reseña acerca de los
campos que circundan la antigua estancia Monte Molina,
Saladillo, Córdoba" recupera los hechos ocurridos en 1893
cuando los cuatreros de Saladillo Juan Ferreyra y Eduardo
Córdoba son atrapados. Según su texto,
"... Eduardo Córdoba (quien
había sido agente de policía cuando su patrón José Bouquet de la
Estancia La Carlota, era jefe político del departamento Unión)
fue condenado a prisión perpetua; mientras que, Juan J. Ferreyra
(había sido sargento de policía en Quilino, departamento
Ischilin), los colonos vecinos lo extrajeron de la prisión de
Cruz Alta y lo fusilaron frente a la iglesia".
La necesidad a principios del siglo XX
En los inicios del siglo XX y mientras el mundo se desangraba
con la Primera Guerra Mundial, nuestro país sufría acuciantes
necesidades en su población. Fernando Remedi en su trabajo
"Los pobres y sus estrategias alimentarias de supervivencia en
Córdoba, 1870-1920" expresa que en dicha coyuntura "...
aparecieron 'ollas populares' [metodología que, para la
época, era toda una novedad] en varias localidades del
interior, entre ellas, Río Cuarto, La Carlota y Alta Gracia en
1916 y Cruz Alta en 1917 ... donde se repartieron 400 a 500
raciones diarias cuando funcionó la 'olla popular'”.
La hebilla de Santiago de Liniers
Del libro "La Reconquista y Defensa de Buenos Aires
1806-1807" extraemos que, de la indumentaria que portaba
Santiago Liniers al momento de su fusilamiento en las vecindades
de la Posta Cabeza
de Tigre, se retiró una hebilla que fue dejada, para su
conservación y guarda, en la Capilla de Cruz Alta.
Dicho accesorio era uno de un par que el Cabildo de Buenos Aires
le había obsequiado en carácter de reconocimiento por su vital
responsabilidad en la recuperación de la Ciudad. Dicho galardón,
junto con otros objetos, le habían sido entregados bajo "...
oficio del 4 de abril de 1807".
En esta obra impresa en 1947 por el Instituto de Estudios
Históricos sobre la Reconquista y Defensa de Buenos Aires se
consigna que, de dicha Iglesia, la reliquia fue retirada por
"... el Obispo de Córdoba, Monseñor Zenón Bustos ... y regalada
por el Obispo a la Sra. Anchorena de Ortiz Basualdo en abril de
1907 y por Don Luis Ortiz Basualdo a Tomás J. de Estrada",
quien la conserva al momento de la publicación de este texto.
Hebilla de Santiago de Liniers -
"La Reconquista y Defensa de Buenos Aires
1806-1807"
Coordenadas:
Domicilio: Obispo Bustos 841
Latitud: 33º 00’ 29,61" S
Longitud:
61º 48’ 25,37"
O
Fuentes de consulta:
"Tie a yellow ribbon round the Old Oak Tree" -
Autores: Irwin Jesse Levine y Lawrence Russell Brown -
Interprete: Tony Orlando and Dawn (Homenaje en la ficción
"Buscando la Ciudad de los Césares")
Barbero, Estela R.: "Cruz Alta: tres siglos de historia"
- Municipalidad de Cruz Alta - 1990
Se agradece al Sr. José Antonio Anzoategui por su
colaboración
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Proffisional, Mercantil e Industrial do Distrito Federal, e
Indicador para 1910"
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del terreno, ríos, árboles y animales de las dilatadísimas
Provincias del Gran Chaco Gualamba y de los ritos y
costumbres de las innumerables Naciones bárbaras e infieles
que le habitan con una cabal relación histórica de lo que en
ellas han obrado para conquistarlas algunos Gobernadores y
Ministros Reales y Misioneros Jesuítas para reducirlas a la
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